En este blog se le ha dado mucha importancia al estudio de los impuestos: la progresiva regresividad (valga el oxímoron) fiscal del IRPF, la modificación de la fiscalidad de las plusvalías en el IRPF, el trapicheo pesoísta con el Impuesto de Patrimonio, la deriva igualmente regresiva en el IVA (valga la rima) o su gemelo […]
En este blog se le ha dado mucha importancia al estudio de los impuestos: la progresiva regresividad (valga el oxímoron) fiscal del IRPF, la modificación de la fiscalidad de las plusvalías en el IRPF, el trapicheo pesoísta con el Impuesto de Patrimonio, la deriva igualmente regresiva en el IVA (valga la rima) o su gemelo canario (IGIC), las rebajas en el Impuesto de Sociedades, la deduccción para las oligarquías canarias en el Impuesto de Sociedades que supone la Reserva de Inversiones de Canarias (RIC), la campaña increíble del PSOE para cobrar el IBI a la Iglesia cuando en el Gobierno siempre favoreció el privilegio fiscal de aquella, la propuesta de ridícula capacidad recaudatoria del Impuesto de las Grandes Fortunas del PSOE, … Incluso salimos del las fronteras españolas para estudiar el gravamen excepcional de solidaridad sobre rentas altas de Hollande, porque se nos vendía como la solución definitiva del socialismo francés.
¿Por qué tanta atención a este tema?. Por una razón muy sencilla. La fiscalidad progresiva era una de las señas de identidad del socialismo democrático en la Edad Dorada del Capitalismo de Hobsbawm. En los setenta-ochenta quebró ese principio del consenso posterior a la Segunda Guerra Mundial, con el neoliberalismo de Pinochet, Tatcher, Reagan, y el socioliberalismo de Mitterrand, González, … Treinta años después de la quiebra se observa en la historia española cómo ese principio ha ido diluyéndose. Además, desde 2012 llego a la conclusión de que la generación anterior se contentó con una posición cómoda para las grandes fortunas; la progresividad fiscal era el instrumento sólo para financiar el estado de bienestar y no para reducir las grandes fortunas ni el poder de las grandes corporaciones, igualando y liberando a la sociedad.
Últimamente se ha puesto de moda hablar sobre el Impuesto sobre Depósitos en Entidades de Créditos. Primero, porque el Tribunal Constitucional consideró que ese impuesto, implantado en Extremadura en 2001, no era inconstitucional, en un proceso surgido de un recurso de inconstitucionalidad presentado por el Gobierno de Aznar ese año. Ahora, porque el Partido Popular sigue empeñado en pelearse contra ese impuesto por medio de una ley estatal que cree ese impuesto y le ponga tipo impositivo cero. Hay que explicar que en la materia tributaria las competencias que la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas da a estas entidades están a la merced de lo que haga el Estado.
Por supuesto, la acción de Montoro es reprochable. Confirma el privilegio fiscal que tiene la banca, también la Iglesia. Las operaciones de la banca (cualquier comisión o cualquier interés) no pagan IVA como sí lo hace la operación de comprar una barra de pan, para hacernos una idea.
Sin embargo, la finalidad de este artículo no es la denuncia típica de la acción de gobierno (eso supongo que lo podrán encontrar en los articulistas especializados en magnificar en estos matices PP/PSOE, como Ignacio Escolar, Juan Torres López, el Gran Wyoming, Juan José Millás, …). Por supuesto, ya PÚBLICO (LA RAZÓN al servicio del PSOE) ha hecho su artículo indignado, titulado «El último favor del Gobierno a la banca: un impuesto al 0%. Hacienda lo crea para impedir que las autonomías impongan uno propio sobre depósitos bancarios. Llega tras el respaldo del TC al tributo que implantó Extremadura». EL PAIS lo informa sin esa afán de hacerlo parecer como la prueba irrefutable de que el PP es la única y auténtica derecha: «Hacienda anula la tasa bancaria y debe compensar a las autonomías. El PP introduce una enmienda para evitar que el tributo que aplican Canarias, Extremadura y Andalucía se extienda».
Por mi parte, prefiero analizar la trascendencia de ese impuesto dentro de la masa de ingresos para que, quien se haya tomado la amable molestia de leer estos párrafos, valore la acción en un contexto histórico. En la página 7 de este documento de los Presupuestos de Extremadura para 2013 la capacidad recaudatoria se estima en 39 millones. En la página 75 de este segundo documento de los Presupuestos de Andalucía para 2013 la capacidad recaudatoria se estima allí en 96 millones. En la página 12 de este tercer y último documento de los presupuestos de Canaria para 2013 la capacidad recaudatoria de este tributo se estima en esta 30 millones. No pongo más porque estas son las tres únicas Comunidades Autónomas que lo han aprobado.
Hay diferencia en el diseño del impuesto en estas tres regiones (el extremeño es el más potente), pero si sumamos las tres cantidades obtenemos 165 millones para una población de más de 11 millones y medio, algo así como la cuarta parte de la población española. Si multiplicamos por cuatro, damos con unos 700 millones si el impuesto se generalizara. Es una cifra que puede parecer elevada para quien no esté acostumbrado a jugar con cifras de presupuestos públicos, pero les aseguro que es una insignificancia. Para que se hagan una idea, los poderes públicos recaudan en España unos 340 mil millones, el gasto en pensiones es de 110 mil millones, el gasto en prestación de desempleo es de 30 mil millones, el pago de los intereses de la deuda del Estado es de 38 mil millones, …
Para volver al principio de progresividad fiscal habría que hacer profundas reformas en los Impuestos de la Renta de las Personas Físicas, en el de Patrimonio de estas mismas personas o en el de Sociedades. En esos grandes instrumentos el juego de estos treinta años ha sido regresivo (sobre todo por reformas del PSOE, de las épocas de Solchaga y de Solbes II). Al mismo tiempo que han rebajado el potencial progresivo de esos impuesto han elevado los tipos en el IVA y en los impuestos sobre consumos especiales (combustibles, bebidas, matriculación), con responsabilidad repartida por ambos sujetos del bipartidismo.
Yo cada vez me convenzo más de que en estas economías globales y complejas casi no hay espacio para las políticas de igualdad y cohesión, porque la lógica del sistema es aplastante. Sin embargo, para quienes crean en la enmienda del sistema sería importante que no se dejen engañar por estos pequeños debates que ocultan los debates de fondo, en este caso en política tributaria.