El presidente de la República, Hugo Chávez Frías, envió una carta al pueblo venezolano con motivo de la conmemoración del XXI aniversario de la Rebelión Patriota Cívico Militar del 4 de febrero de 1992, la cual fue leída por el vicepresidente ejecutivo Nicolás Maduro, durante el acto multitudinario llevado a cabo frente a la iglesia […]
El presidente de la República, Hugo Chávez Frías, envió una carta al pueblo venezolano con motivo de la conmemoración del XXI aniversario de la Rebelión Patriota Cívico Militar del 4 de febrero de 1992, la cual fue leída por el vicepresidente ejecutivo Nicolás Maduro, durante el acto multitudinario llevado a cabo frente a la iglesia Pagüita de la parroquia 23 de Enero.
El comandante Chávez lamentó estar ausente físicamente por primera vez en esta fecha, pero así lo exige la batalla que está dando por su plena recuperación, «en la Cuba revolucionaria y hermana. Sin embargo, mi espíritu y mi corazón están entre ustedes en este día de la dignidad nacional», dijo.
A continuación la transcripción de la carta:
Compañeros y compañeras,
Al conmemorarse el XXI aniversario de la rebelión cívico militar del 4 de febrero de 1992, quiero dirigir este mensaje fervorosamente bolivariano y revolucionario al pueblo y a la Fuerza Armada como un todo indivisible.
Cuanto lamento estar ausente físicamente del territorio patrio por primera vez en esta luminosa fecha de parto, pero así lo exige esta batalla que estoy dando por la plena recuperación, aquí en la Cuba revolucionaria y hermana. Sin embargo, mi espíritu y mi corazón están entre ustedes en este día de la dignidad nacional.
Hay fechas en las que todo el caudal de la historia se revela y marca el rumbo de nuevo de los pueblos. Hay fechas que signan y despejan, que se convierten en compromiso y señalamiento de un destino, que tiene que acontecer para calibrar el pasado y ver con más claridad el horizonte libertario, así fue el glorioso 4 de febrero de 1992.
En aquella memorable jornada quedaron reivindicadas todas las luchas de nuestro pueblo. En aquella memorable jornada nuestras libertadoras y nuestros libertadores volvieron por todos los caminos; en aquella memorable jornada, Bolívar se hizo razón de ser y entró en batalla por ahora y para siempre.
Quienes de la mano de Bolívar, Robison y Zamora nos levantamos en armas, salimos aquella madrugada a jugarnos la vida por la patria y por el pueblo. Tenemos plena conciencia de que en Venezuela había tocado fondo tres años atrás con la rebelión del 27 de febrero de 1989 que nos había marcado en camino. El pueblo en esa fecha ofrendó su vida combatiendo en las calles el neoliberalismo salvaje que Washington pretendía imponernos. Quienes estábamos en filas militares no queríamos seguir cargando la ignominia de ser la guardia pretoriana de una clase política tan opresora y corrupta como criminal. Nunca más nos iban a utilizar para ahogar en sangre el justo clamor popular.
El Caracazo señaló un fin y un comienzo; fin de un sistema ahogado en la desvergüenza, comienzo de una época de cambio que exigía renacer en dignidad popular. Quienes irrumpimos contra las tinieblas de la injusticia y de la indignidad que abrumaban a Venezuela por aquel entonces, estábamos, como decía el Che Guevara, guiados por grandes sentimientos de amor, un amor bolivariano, popular, rebelde, combatiente, un infinito frenesí libertario que nos llevo, como quería el padre Libertador, a echarnos el miedo a la espalda para salvar la patria.
Nuestro poeta Gustavo Pereira nos dice con estremecedora simplicidad lo siguiente: «El amor es la única cosa importante en el mundo». Han trascurrido 21 años desde aquel 4 de febrero, de angustia y madrugada, de valentía y sacrificio y la marcha sigue siendo dura, pero con la fuerza irresistible del amor. Recordemos a Bolívar, estamos avanzando a paso de vencedoras y de vencedores hacia la independencia definitiva, hacia la patria socialista y liberada.
Yo quiero exaltar hoy el papel de la mujer venezolana el 4 de febrero. Una Columba Rivas, una Marisol Terán expresan el nutrido grupo de mujeres que acompañó la rebelión. Ellas estuvieron en la hora del desprendimiento y del heroísmo, con todo su fervor patria, con toda su abnegación.
Ahí está la hora latiendo, ahí esta la historia latiendo, echa una con el pueblo que la forja cada día. Ahí está el 4 de febrero como un grito sagrado que desde nuestra memoria colectiva le dijo a Venezuela: ¡Levántate y anda!; y así ha sido, gracias al Lázaro colectivo que es el pueblo de Bolívar. Todas y todos somos artífices de la patria resurrecta, la patria que por fin tomó en sus brazos la bandera bolivariana para renacer en la luz de la dignidad.
Desde lo más hondo del corazón del pueblo, digo con Aquiles Nazoa, que gracias al 4 de febrero, cada compatriota puede, con plena certeza, «tender una mañana la mirada sobre el paisaje y decir esta es mi ciudad, esta es mi patria».
Hermanas y hermanos, hoy, después de 21 años de aquella rebelión cívico militar, de aquella decisión tomada con el mayor amor a Venezuela, pensada y repensada como única vía posible para tener patria, vivimos en un país real y verdaderamente libre. El 4 de febrero nuestro pueblo vio el amanecer de su esperanza, gracias al pueblo soldado, se sintió de nuevo acompañado por militares patriotas. Nosotros salimos a empuñar nuestras espadas en defensa de las garantías sociales, de los derechos de la gran humanidad venezolana. No nos movía otra ambición que la de convertirnos en herederos y continuadores del Ejercito libertador. Queríamos volver a nuestra esencia bolivariana, ser de verdad verdad el pueblo en armas forjador de la libertad.
Ya era historia conocida las insurgencias militares de signo patriótico y revolucionario, El Carupanazo, El Porteñazo, en la sexta década del siglo pasado abrieron una brecha histórica y, a pesar de que ambas rebeliones fueron sofocadas brutalmente por la democracia burguesa, había quedado el surco para la semilla. De allí venimos nosotras y nosotros y desde más atrás, desde la resistencia indígena, desde las rebeliones de los esclavos, desde Chirinos, Gual y España, Miranda, Bolívar, Sucre, Zamora, Cipriano Castro.
Recuerdo esa gran reflexión memorable de ese gran pensador revolucionario llamado Walter Benjamín: «El pasado lleva consigo un índice temporal mediante el cual queda remitido a la redención, existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra». Bien podemos decir que esta cita secreta tuvo lugar el 4 de febrero de 1992, y el pasado y el presente y el porvenir quedaron remitidos a esa redención.
El 4 de febrero ha quedado plenamente justificado por la historia, quienes nos rebelamos contra el pacto de Punto Fijo hemos sido bendecido por un pueblo que hoy va en la vanguardia de la lucha por la paz y la justicia y que es vivo ejemplo para los pueblos del mundo.
¡Honor y Gloria a los soldados y estudiantes caídos!
En 1928 nuestro libertador escribió: «El patriotismo es un fuego sagrado que no puede estar oculto y que tanto cuanto se sienta en un sentido verdaderamente puro, tanto más habrá ganado la felicidad del país». Cuanto he meditado sobre estas palabra de nuestro Comandante Infinito; y mientras más lo hago, más me convenzo de que tal fue la razón fundamental que nos llevó a realizar aquella gesta heroica del 4 de febrero. Ese fuego sagrado que nos atizaba por dentro no podía seguir oculto.
A los valientes soldados bolivarianos, yo entre ellos, nos tocó desatar aquel libertario incendio de justicia que durará siglos y siglos, mientras tengamos patria como ahora por fin la tenemos.
Dice nuestro Luis Alberto Crespo sobre este servidor: «De aquel 4 de febrero proviene su ardimiento. Hoy enciende a Venezuela y a los pueblos de América y más lejos». Ahora bien, tal ardimiento no es solo mío, porque Chávez no soy yo, Chávez es un pueblo; y en realidad y en verdad, mientras más se extienda el fuego sagrado en un sentido verdaderamente puro, tanto habrá ganado la suprema felicidad del país, de nuestra América y de esa patria inmensa que se llama humanidad.
No estábamos equivocados, aquella certeza que nos alentaba a los soldados bolivarianos es idéntica a la que en este tiempo encarnan millones de compatriotas, y anda en cada rincón de la patria haciendo realidad lo que fue el sentir de aquel acto de rebeldía
Voy a decirlo con mis palabras de hace 21 años: «Si nuestro movimiento resulta triunfante, le entregaremos el poder a nuestro pueblo para que vivamente lo ejerza». Y vaya, que hoy el pueblo ejerce el poder viva y plenamente.
El 4 de febrero fue un día que generó fuerzas que todavía están en expansión. El 4 de febrero no ha terminado. Su espíritu insumiso debe acompañarnos cada día, porque los poderes que enfrentamos desde hace más de dos décadas persisten aun en su intento de detener el curso de la historia en Venezuela, en nuestra América y en el mundo. Son los poderes que amenazan con destruir a la humanidad y al planeta.
El espíritu de rebeldía debe vivir en cada uno de nosotros, para seguir avanzando, para no estancarnos. Recordemos esta sentencia del Comandante en Jefe eterno: «Nada se hace cuando aun falta que hacer». Por ello, el por ahora de hace 21 años es hoy un para siempre del pueblo bolivariano.
Mantengamos siempre en alto la divisa del padre Libertador: «Unidad, Unidad, Unidad». Proclamemos sin vacilaciones la Unidad y construyámosla cada día. Impidamos que el imperio y sus lacayos, en su reiterado intento de dividirnos, se salgan con la suya. Hagamos que florezca el bien inestimable de la unión. Todavía tenemos mucha patria que libertar y, por eso mismo, necesitamos estar cada vez más unidos como pueblo.
Desde mi corazón de soldado, vaya un abrazo infinito para mi Pueblo, para mi Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Siéntanme entre ustedes, en este Día de la Dignidad Nacional; estoy con ustedes, llevando la boina roja y el brazalete tricolor, multiplicado en el amor popular, en el amor que me llena y me da vida.
4 de febrero: ¡Bendito seas por ahora y para siempre!
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!
¡¡¡Independencia y Patria Socialista!!!
¡¡¡Viviremos y venceremos!!!
Hugo Chávez Frías
Comandante en jefe de la Revolución Bolivariana