La crisis económica en curso del sistema capitalista mundial ha abierto un amplio debate sobre su naturaleza y consecuencias sociales y políticas en el mediano y largo plazos. La crisis estructural agravó aún más el entorno de indefensión y de reflujo de la clase trabajadora mundial, así como de los demás sectores sociales y demográficos […]
La crisis económica en curso del sistema capitalista mundial ha abierto un amplio debate sobre su naturaleza y consecuencias sociales y políticas en el mediano y largo plazos. La crisis estructural agravó aún más el entorno de indefensión y de reflujo de la clase trabajadora mundial, así como de los demás sectores sociales y demográficos más vulnerables: campesinos, pueblos originarios, estudiantes y artesanos al influjo de las políticas neoliberales aplicadas a lo largo de más de tres décadas de crisis y desarrollo capitalista. En este contexto, se plantean diversas interrogantes sobre la salida y las posibilidades de superación del «modelo» económico del capitalismo llamado «neoliberal».
No es posible pensar la dinámica de los procesos de producción y la estructura de los mercados de trabajo en el mundo, sin tener en cuenta esta persistente tendencia del capital a reestructurar, descentralizar, desregular y flexibilizar el trabajo con el fin de adaptarlo a las nuevas modalidades de explotación y organización que demanda el capital como «premisa» de la recuperación de la crisis.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento y expansión del capitalismo dio lugar a formas de organización de la producción y gestión del trabajo basadas en un cierto «equilibrio» de fuerzas, aunque relativo, entre el capital, el trabajo y el Estado, lo que permitió durante varias décadas «viabilizar» sus intereses y demandas con el fin de garantizar ciertos derechos laborales mínimos, particularmente en los países del capitalismo avanzado, dando lugar al llamado Estado del bienestar.
La crisis capitalista de mediados de la década de los setenta y la caída de la tasa de ganancia, pusieron fin a ese entorno laboral e institucional e introdujeron una nueva estructura de gestión basada en la desregulación, flexibilización y precarización del trabajo. Las propias circunstancias que determinaron la caída en la tasa de ganancia potenciaron la reestructuración de los procesos de producción y distribución e impusieron cambios importantes en los patrones de explotación y superexplotación de la fuerza de trabajo. La crisis de acumulación de capital originó una nueva división internacional del trabajo con énfasis en la ideología neoliberal y en los principios de máxima liberalización de los mercados y de las ganancias mediante la desregulación de los procesos de producción y gestión del trabajo.
A partir de entonces, las nuevas estrategias de reducción de los costos laborales y salariales, la adopción de nuevas tecnologías y, particularmente, los cambios introducidos por la racionalización de la industria manufacturera, presionaron el desplazamiento del eje de acumulación hacia los servicios (telecomunicaciones, financieros e informáticos) y fomentaron la deslocalización de la producción hacia zonas de bajos salarios, de poca o nula organización sindical y hacia aquéllos países que -como México, donde el Estado neoliberal estimuló el desarrollo del capital extranjero o hacia las «nuevas periferias» de la economía mundial surgidas de la desintegración de la Unión Soviética, como Hungría o la República Checa- garantizaron formas genuinas, legales o ilegales y promotoras del capital extranjero, de las empresas transnacionales y de las nuevas condiciones sociales y laborales que imponía el capital y el Estado neoliberal a partir de la desarticulación de las organizaciones de lucha de los trabajadores centradas en los sindicatos obreros y en las organizaciones sociales de masas.
Así, el obrero industrial tradicional perdió presencia en la fuerza de trabajo, en relación con el total de los ocupados en actividades asalariadas privadas. Esto es un claro indicador de la pérdida de importancia cuantitativa del trabajo manual tradicional y, a la vez, del importante desplazamiento de los trabajadores asalariados hacia actividades terciarias (outsourcing) como servicios financieros, telecomunicaciones y software, nuevas actividades basadas en la informática y la microelectrónica y en nuevas actividades de los llamados «agronegocios» que involucran cada vez más la producción de biocombustibles.
La evolución de la creciente desigualdad, la exclusión social y el incremento de los índices de pobreza, son un resultado tanto del desarrollo del capitalismo como, exponencialmente, del patrón económico desregulador aplicado en los últimos treinta años. La flexibilización laboral contribuyó a la desarticulación de las organizaciones de la clase trabajadora. Así, desde comienzos de la década de los ochenta, en todo el mundo, se experimenta un fuerte reflujo de las luchas de aquella clase frente a la crisis y reestructuración capitalista, cuestión que de ninguna manera implica -ni va a implicar- su «desaparición» como postulan los autores y escuelas teóricas ligados a la ideología del «fin del trabajo».
Este es el contexto del presente libro, que tiene como objetivo central analizar los procesos de reestructuración productiva y sus consecuencias sobre la fuerza de trabajo, así como vislumbrar, en la medida de lo posible, los horizontes de superación de la crisis y del propio sistema capitalista. El contexto histórico-estructural considera la crisis global en curso de Estados Unidos, en tanto centro del sistema capitalista y su impacto mundial.
El libro comprende tres partes. En la primera, se refiere el carácter y particularidades del trabajo en el capitalismo contemporáneo y las contradicciones generadas por la crisis mundial actual. La segunda parte aborda los procesos de reestructuración, desregulación, flexibilización y precarización laboral teniendo como contexto dicho entorno. La tercera parte se ocupa del impacto de la crisis en la profundización de la precarización del trabajo, con énfasis en el deterioro de los derechos económicos y sociales de la clase trabajadora. Analiza sus retos, luchas y dilemas, tanto ante la crisis como frente a la nueva organización laboral, social y política que está estructurando el capital en la era neoliberal.
Capital y trabajo en los entornos de la crisis capitalista
Esta primera parte se abre con el ensayo de Giovanni Alves que analiza la naturaleza de la crisis estructural del capital en tanto crisis de formación del valor, utilizando para ello la teoría de la ley de la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia y la categoría lukaciana: «desmedida del capital».
El siguiente trabajo de Marcílio Rodrigues Lucas analiza la reestructuración productiva en función de lo que él considera los principios del «modelo toyotista» con el objeto de comprender el surgimiento de los nuevos mecanismos de gestión de la producción mediante la difusión de los principios de «racionalización» de las unidades industriales y de flexibilización de las relaciones de trabajo para ubicar sus principales impactos sobre la clase trabajadora.
Por su parte, en un plano más específico, Claudia Mazzei Nogueira destaca las tendencias más recientes del trabajo femenino, en particular, después del proceso de reestructuración productiva, desencadenada en las últimas décadas de los siglos XX y principios del XXI. Analiza el período 1980-1990 y 2000 para destacar las diferencias y especificidades entre los géneros con énfasis en la mayor explotación de la fuerza de trabajo femenina.
Por último, esta primera parte se cierra con el trabajo de Alain Ramos García y Eloy Noé López Carrera, para dar cuenta de las repercusiones de la crisis capitalista en la clase trabajadora, en los inicios de siglo XXI, desde un enfoque global a partir de la teoría de la dependencia y de las transformaciones del mundo del trabajo durante el llamado periodo neoliberal.
Reestructuración económica y precarización del trabajo
Esta segunda parte se abre con el ensayo de Esthela Gutiérrez Garza y Elizabeth Gálvez Santillán y postula que la globalización, en tanto fenómeno que emerge como respuesta a la crisis del régimen de acumulación ford-taylorista en Estados Unidos, se caracteriza por el abandono de las políticas proteccionistas y la apertura de los mercados, el aumento de la interdependencia económica, la emergencia de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la flexibilidad del trabajo y la liberalización financiera. Para las autoras, el concepto de Trabajo Decente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), como política pública del desarrollo, constituye una opción para atender los aspectos fundamentales que le interesan a los destinatarios del desarrollo, es decir: el derecho al trabajo, la participación y la democracia sindical, los salarios justos, los derechos laborales y la protección social.
En el siguiente artículo, Dídimo Castillo Fernández y Adrián Sotelo analizan los procesos neoliberales de subcontratación y deslocalización de las actividades productivas que caracterizan a la economía capitalista global con miras a la reducción de costos, la exención de las responsabilidades laborales y delegando parte de sus procesos productivos a otras compañías, regiones y países e, incluso, a los mismos trabajadores. En este contexto, América Latina se sitúa como el destino privilegiado para la deslocalización de actividades. Los autores concluyen que, a nivel laboral, la deslocalización productiva fomenta la desregulación, flexibiliza el trabajo introduce un modelo de alta rotación y transitoriedad laboral con la consecuente fragmentación y precarización de la clase obrera.
Cierra esta parte el trabajo de María Luisa Gaspar de la Teja, quien sostiene que, durante el neoliberalismo, la migración de fuerza de trabajo de México a Estados Unidos, se tornó un fenómeno masivo, en virtud de los grandes excedentes de fuerza de trabajo -mediante desempleo, caída del salario real, precarización laboral- que México acumula históricamente, y por el hecho de que la economía de Estados Unidos demanda fuerza de trabajo barata para adaptarla a sus procesos productivos. De aquí la conclusión preliminar de la autora de que, dentro del sistema capitalista, la migración se constituye como una poderosa palanca de acumulación de capital de los procesos de trabajo y ciclos económicos de México y Estados Unidos.
Nueva organización política de la clase obrera en América Latina
Esta sección la abre Ricardo Antunes y presenta un panorama de las diversas modalidades del trabajo, tanto aquéllas caracterizadas por las más diferenciadas formas de precarización del trabajo e informalidad (modos de ser de la informalidad), como aquéllas figuras que actúan de manera directa en función de las tecnologías de información: el surgimiento de lo que él denomina: el infoproletariado. La tesis central del autor es que esas nuevas figuras, contrariamente a las tesis del «fin del trabajo», participan de las nuevas formas generadoras del valor, aunque bajo la apariencia del no-valor. En este contexto, el autor ubica las diversas formas de trabajo, tales como el «emprendedorismo», el «cooperativismo» y el «trabajo voluntario» o autónomo que, con frecuencia, configuran ejemplos «ocultos e invisibles» del trabajo asalariado y sostiene la tesis relativa a la existencia de una nueva morfología del trabajo que es responsable de la realización de nuevas e importantes luchas sociales.
Continúa el artículo de Henrique Amorim que, frente a los debates sociológicos de los años setenta y de las décadas siguientes sobre la supuesta pérdida de centralidad del trabajo y el «fin del marxismo», explicita el punto de partida y los límites de las tesis sobre la no centralidad del trabajo y del trabajo inmaterial, como fuerza productiva central, en la medida en que opone una lectura alternativa de las clases sociales, del trabajo y de la lucha política diferente de aquella criticada por las tesis que componen esos debates, reafirmando, al mismo tiempo, la centralidad del trabajo y de la clase trabajadora en el capitalismo contemporáneo.
En su artículo José Miguel Candia postula que a fines de los años setenta la sociedades latinoamericanas vivieron el comienzo del fin de un ciclo que fue caracterizado por muchos autores como de «bonanza» en la distribución del ingreso, expansión del trabajo en relación de dependencia y la ampliación de la cobertura de los sistemas de seguridad social y que tuvo vigencia desde el inicio de la segunda post-guerra hasta el abandono de la estrategia de «industrialización protegida» en los años ochenta. En las décadas posteriores, se instauró un nuevo «modelo», cuyos ejes rectores combinan bajas tasas de inflación, crecimiento moderado del producto con marcado desempleo y fuerte precarización de las relaciones laborales, incremento de la segmentación del mercado de trabajo y caída relativa de la ocupación en el sector formal de la economía, junto con la expansión del trabajo domiciliario y las modalidades flexibles de contratación de la fuerza laboral. En contrapartida, se debilitaron los antiguos anclajes sociales, se desdibujó la presencia movilizadora de viejos actores políticos y emergieron nuevos protagonistas que ocupan la escena pública y llenan con sus demandas, los espacios de las anteriores formas de representación social que abarcan cambios, inluso, de orden político-cultural.
El artículo de Fabiane Santana, Cílson César Fagiani, Calos Alberto Lucena y Robson Luiz de França focaliza los resultados parciales de una investigación en el sector del corte de caña de azúcar, considerando la introducción -difusión de innovaciones técnicas y/o organizacionales y la formación de nuevo patrón interfirmas a lo largo de la cadena productiva en la región del Triangulo Mineiro, en el estado de Minas Gerais, Brasil, durante la década de los noventa, en función de la relación entre cambio técnico, trabajo y educación para destacar sus implicaciones sobre la clase trabajadora local.
Paula Varela, analiza los efectos de la crisis internacional durante 2008-2009 en Argentina como aceleradores de las contradicciones del «modelo de crecimiento» y la centralidad política que asumió el sindicalismo de base como expresión de resistencia a los golpes de la crisis. Asimismo, visualiza la situación en que se encuentran los trabajadores argentinos en el contexto de dicha crisis. Aquí, el foco del texto visualiza el proceso de recomposición social y gremial de la clase trabajadora desde 2003 en adelante, constatando la aparición de un sindicalismo de base con epicentro en el lugar de trabajo.
Por último, esta tercera parte cierra con el artículo de Víctor Sánchez donde plantea que los conflictos obrero patronales se habían registrado entre éstos actores sociales al interior de las empresas y, ocasionalmente, los gobiernos intervenían contra las organizaciones obreras para descabezarlos mediante la cooptación de los dirigentes sindicales o su destitución en forma violenta, de lo que da cuenta en México el concepto de «charrismo sindical». El centro del análisis está constituido por la extinción de la compañía estatal Luz y Fuerza del Centro, a través de golpe asestado por el conjunto de la clase burguesa mexicana contra los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). De aquí la resistencia que este actor está dando por el resquicio legal único, contra los despido injustificados y la figura del patrón substituto.
Esperamos que los distintos ensayos incluidos en el presente libro sirvan para debatir y profundizar el verdadero significado de la crisis capitalista en curso, así como para vislumbrar alternativas de contenido social para la enorme masa de los trabajadores y las poblaciones afectadas por los impactos de las políticas neoliberales en todo el mundo.
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