El próximo domingo 14 de abril se celebrarán de nuevo elecciones presidenciales en Venezuela, motivadas por la muerte de Hugo Chávez, figura destacada de la lucha por la emancipación e integración de los pueblos de América en los últimos 15 años. Todo parece indicar, y así lo atestiguan la gran mayoría de las encuestas, que […]
El próximo domingo 14 de abril se celebrarán de nuevo elecciones presidenciales en Venezuela, motivadas por la muerte de Hugo Chávez, figura destacada de la lucha por la emancipación e integración de los pueblos de América en los últimos 15 años.
Todo parece indicar, y así lo atestiguan la gran mayoría de las encuestas, que será su sucesor, Nicolás Maduro, quien encabece el gobierno de la República Bolivariana durante los próximos años. En este sentido, tanto la derecha como la izquierda parecen tener clara su victoria, por diversos motivos: la previsible movilización social, traducida en participación electoral, de los sectores populares venezolanos tras la muerte de Chávez; la contundente victoria del Gran Polo Patriótico -coalición de partidos que presentan a Maduro como candidato- tanto en las pasadas elecciones presidenciales como en las que definían la gobernación de los estados, en cuya campaña Chávez ya no participó por su enfermedad; la incapacidad mostrada por la oposición de resultar una opción creíble para las grandes mayorías sociales, etc.
En este sentido la campaña electoral no acapara ni mucho menos la atención internacional que tuvieron anteriores comicios. No obstante, si analizamos en profundidad la misma, extraeremos algunas conclusiones significativas que nos permiten atisbar cuál es la estrategia de la derecha venezolana -e internacional, porque Venezuela consigue hacer hermanas a muchas derechas, por los intereses económicos y geoestratégicos en juego- en el futuro próximo. Esta, como ya hemos dicho, no pasa por ganar. Más bien su horizonte consiste en perder por el mínimo porcentaje posible para hacer más compleja la gobernabilidad del país, y consolidar una campaña de descrédito de Maduro que tensione a los diferentes sectores políticos dentro del movimiento bolivariano.
Así, la campaña del candidato de la derecha Capriles se está basando en los siguientes puntos: recuperar la figura de Chávez como estadista y estratega -el hasta hace unos días mezcla de Lucifer y Sacamantecas- para oponerla a la de un Maduro incapaz e ignorante, dejando relucir el enfoque racista y clasista típico de la oligarquía venezolana; centrar la campaña en un programa aparentemente progresista, reconociendo -y apropiándose- de los incontestables avances sociales durante la presidencia de Hugo Chávez, intentando ocultar la verdadera agenda excluyente de la derecha neoliberal y de los sectores que la sustentan para tratar de atraer así a las clases populares; moderar su discurso respecto a los y las cubanas que participan activamente en innumerables misiones sociales, cuando él antes, cuando era gobernador, les hizo la vida imposible y pretendía expulsarlos del país; y abanderar la lucha contra la inseguridad ciudadana, a pesar de que esa inseguridad tiene su origen precisamente en la desigualdad generada por las políticas de derechas hegemónicas durante décadas antes del bolivarianismo. Así, progresismo y lucha contra la inseguridad ciudadana, haciendo parecer a Maduro como alguien en el que no se puede confiar e incapaz de continuar con la labor de Chávez. En su opinión, por tanto, Capriles es el mejor sucesor de Chávez, y no Maduro.
¿Se habrán vuelto locos estos golpistas neoliberales? Pues no, se trata una estrategia coherente y que esperan que dé resultados en el medio plazo. Concentrarán todos sus esfuerzos en esta labor de desestabilización y descrédito, precisamente en este momento de ausencia de la figura enorme de Hugo Chávez: bien por lo electoral (intentando reducir los márgenes de diferencia respecto a Maduro), bien por cualquier otra vía (ya se han anunciado varios sabotajes e intentos de desestabilización con apoyo internacional). La derecha sabe de la importancia de Venezuela, y ve su momento, no el 14 de abril, sino después.
Por ello, también desde las izquierdas tenemos que ser conscientes también de la importancia de Venezuela para el continente americano y para el mundo. Si la izquierda americana fuera un cuerpo humano Venezuela, por sus recursos y su experiencia, sin duda alguna sería el corazón de dicho cuerpo. Y la izquierda es muchas cosas, pero sobre todo corazón. Por ello, vamos a empezar por ganar este domingo, y por la máxima diferencia posible. Y después, el pueblo venezolano nos va a demostrar cómo se profundiza en la construcción del socialismo y se enfrenta duro con la derecha. Y ahí estaremos apoyando desde Euskal Herria. ¡Compañero Maduro, a la oligarquía dele duro!