Ha tenido intensa repercusión la mesa redonda realizada en el edificio del MERCOSUR en Montevideo el pasado jueves 4 de abril, que reunió al ex presidente brasileño Lula, al presidente uruguayo Pepe Mujica, al dirigente sindical latinoamericano de la CSA Víctor Báez, a la secretaria de la CEPAL Alicia Bárcena (no pudo concurrir la ex […]
Ha tenido intensa repercusión la mesa redonda realizada en el edificio del MERCOSUR en Montevideo el pasado jueves 4 de abril, que reunió al ex presidente brasileño Lula, al presidente uruguayo Pepe Mujica, al dirigente sindical latinoamericano de la CSA Víctor Báez, a la secretaria de la CEPAL Alicia Bárcena (no pudo concurrir la ex presidenta chilena Michelle Bachelet) para debatir, bajo el patrocinio de la Fundación Friedrich Ebert en Uruguay, FESUR, un tema de plena actualidad: «¿Transformaciones en riesgo? Perspectivas y tensiones del progresismo en América Latina». El debate, encauzado por Gerardo Caetano, permitió visualizar una imagen de la América Latina hoy y en el próximo futuro, a través de actores de primera línea del proceso en la última década (y antes).
La tónica general del intercambio de opiniones fue el siguiente: en el último lapso, se han producido avances de gran magnitud en los países de América Latina, en todos los terrenos. Pero esto es apenas el comienzo de una gran obra a continuar para eliminar las rémoras que aún subsisten en el continente más desigual del planeta. Apenas han comenzado a corregirse los errores que arrastraba la región desde hace más de un siglo. Por ende se impone proseguir la lucha de los pueblos para impedir todo retroceso o la restauración del antiguo orden de cosas, y para afianzar la perspectiva renovadora.
Sobre los avances registrados en la última década se expusieron hechos y cifras en profusión que resaltan en forma convincente las realizaciones de los gobiernos progresistas del continente. Lula dijo que ese panorama era inimaginable una década atrás, que en Latinoamérica «nunca hemos crecido tanto como lo estamos haciendo ahora, nunca conquistamos tanto espacio democrático como lo hemos hecho en los últimos 10 años, nunca se ha visto a América Latina avanzar tanto. En los últimos 10 años, cuando la mayoría de los países de la región completó una década de crecimiento económico, todos, a su manera, atacaron la enorme deuda social».
Ahora bien: el crecimiento económico no alcanza. Lula puso el ejemplo de lo ocurrido en Brasil en los años 70, en la época de la dictadura: se registró un crecimiento del 14%, pero a su término la población quedó más pobre. Ahora en cambio, se ha producido un crecimiento económico pero con un destino prioritario e indivisible con la distribución. Se ha demostrado que la distribución y la creación de mercados internos prósperos son los que han aportado a un mayor crecimiento y a una mayor dinámica en la evolución económica. El gasto social es una verdadera inversión, y cuenta con un retorno inmediato asegurado Cuando los sectores sociales pobres se apropian de una cuota mayor de la riqueza, vuelcan esos ingresos en mejorar su calidad de vida, su alimentación, el cuidado de su salud, el esfuerzo por construir o mejorar su vivienda. En otras palabras: se ha demostrado plenamente la posibilidad de crecer y distribuir a la vez. La Dra. Bárcena señaló al respecto que en este período Brasil sacó a 57 millones de seres de la pobreza y el propio Lula acotó más adelante que con los trillones de dólares gastados en la guerra de Irak se hubiera podido proporcionar alimentación suficiente y mejorar las condiciones de vida de toda la población pobre del mundo a lo largo de 150 años.
Los avances logrados por los gobiernos de izquierda han sido posibles en el marco de instituciones democráticas y mediante decisiones democráticas impulsadas por el pueblo a través de las cuales se pudieron fijar nuevas prioridades en las agendas y programas, tanto en el orden económico y político como social. Afirmación plena de la democracia, en síntesis.
Otro aspecto considerado en forma muy viva fue el de la integración, sus avances notables, pero a la vez los obstáculos de diverso orden al que se ve sometido este proceso, tanto a nivel continental como regional. En este punto en particular fue notoria la identidad de puntos de vista de Lula y Mujica. Empezando con un ejemplo positivo, se destacó que antes de la creación del MERCOSUR el intercambio comercial entre Uruguay y Brasil no alcanzaba los 900 millones de dólares, y en la actualidad se acerca a los 3.000 millones de dólares. Aquí lo que se pintó con todos los colores fueron las trabas interpuestas por la burocracia en cada etapa de concreción de los objetivos acordados. Los ejemplos menudearon. Lula propuso que en las reuniones cumbre en que se fijan los objetivos participen, además de los ministros, los presidentes de los bancos centrales y de las principales empresas públicas que luego deben ejecutar los planes trazados. En otro orden, se destacó la importancia de la lucha conjunta de pueblos y gobiernos de América Latina que llevaron al rechazo del ALCA, engendro del gobierno de George W. Bush, y en contraste, el significado de la creación de la CELAC, que reúne a todas las naciones de la América Latina y caribeña sin Estados Unidos ni Canadá. Del mismo modo, se valoró altamente el contenido del BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y sus positivas experiencias de efectuar sus transacciones comerciales en moneda propia, excluyendo al dólar.
La situación a que han llegado los países de América Latina se contrapuso en el encuentro a la crisis europea (con especial referencia al caso actual de Chipre) y a la actuación de los organismos internacionales. Lula señaló que hoy en día la ONU no es una entidad representativa de la comunidad internacional en su conjunto, y que resulta imprescindible introducir cambios sustanciales en su estructura, en sus atribuciones y en la integración del Consejo de Seguridad, al igual que en el FMI. Debe erigirse, a su juicio, «una nueva gobernanza global con representatividad de todos los continentes» y con «nuevos organismos internacionales».
Otra de las ideas fundamentales expuestas es que para proseguir el camino del desarrollo y el progreso social, los pueblos deben impedir el retorno de los gobiernos conservadores, «sin posibilidad de retroceso», dijo Lula. Esto supone desbaratar la contraofensiva de las fuerzas de la derecha en el afán de reconquistar las posiciones perdidas y volver al «ancien régime». América Latina ha venido acumulando experiencias aleccionadoras en esta materia. Ha quedado evidenciado que las fuerzas de la derecha y del imperio apelan al golpe de estado para derribar a los gobiernos de las fuerzas progresistas, como lo hicieron en Honduras con el secuestro de Zelaya y su pasaje por la base de Palmerola, y posteriormente con el golpe de estado disfrazado de «parlamentario» en Paraguay. En el mismo período, las fuerzas progresistas continuaron avanzando por métodos genuinamente democráticos y conquistaron nuevas victorias resonantes, como en las elecciones regionales en Brasil, la reelección de Rafael Correa a la presidencia de Ecuador, y anteriormente la de Daniel Ortega en Nicaragua, para culminar con el resonante triunfo electoral de Hugo Chávez (uno más, y de los más concluyentes) el pasado 7 de octubre. Pero ahora mismo en Venezuela, tras la muerte de Chávez, se multiplican las maniobras de corte golpista de Henrique Capriles, vinculadas a los sectores más regresivos de los Estados Unidos que acuden en su apoyo por todas las vías, más una cenagosa campaña mediática de las agencias internacionales, al tiempo que se fraguan, como lo ha denunciado Maduro, atentados mortales de distinto tipo que lo tienen como objetivo, desde Estados Unidos y últimamente desde El Salvador, para precipitar una situación de caos e impedir un resultado electoral que se anuncia clamorosamente a favor de la continuidad del chavismo y de su programa de transformaciones a favor del pueblo.
Si se desbaratan estas maniobras retrógradas, hay perspectivas alentadoras para América Latina a largo plazo. Con esta visión esperanzada culminó la reunión. Se destacó el potencial extraordinario de nuestro continente, particularmente en recursos hídricos y energéticos, esenciales en el mundo de mañana; y también las experiencias que van adquiriendo sus pueblos y sus partidos de izquierda en la lucha social. En este sentido, la posición de «optimista inveterado» que se auto adjudicó Lula parece dotada de sólidas bases de sustentación.