Las masa explotadas que heredamos del largo periodo de dominación hispánica, se lanzaron a la lucha política buscando redimir su inaguantable situación de explotación económica, aprovechando el conflicto bélico que trajo consigo la ruptura del pacto colonial. Entre 1811 y la sexta década de este siglo, estos olvidados de la tierra regaron con su sangre […]
Las masa explotadas que heredamos del largo periodo de dominación hispánica, se lanzaron a la lucha política buscando redimir su inaguantable situación de explotación económica, aprovechando el conflicto bélico que trajo consigo la ruptura del pacto colonial. Entre 1811 y la sexta década de este siglo, estos olvidados de la tierra regaron con su sangre el territorio nacional buscando libertad, tierras e inclusión social. Con el Tratado de Coche(1863) que puso fin al deslave de vidas que fue la Guerra Federal, las clases humildes venezolanas fueron excluidas de la lucha política cotidiana y sus reivindicaciones fueron postergadas hasta más nunca. La Federación fue una de las más amargas derrotas de los explotados de estas latitudes, pues, su cuota de sangre no tuvo ningún contravalor social de este doloroso fenómeno histórico.
Los explotados de Venezuela tuvieron que esperar ochenta años hasta 1945, cuando de la mano del partido Acción Democrática a fueron convocados nuevamente a participar en la lucha por el poder en este país. El llamado populismo adeco fue precisamente la manifestación de un juego político liderado por Rómulo Betancourt, quien afincado en los astronómicos proventos rentísticos que generó la Reforma Petrolera del General Medina Angarita, y teniendo como propósito fundamental instaurar en el país un capitalismo keynesiano, donde las masas trabajadoras participaran asimétricamente de la distribución del rentismo y, así potenciar el mercado interno que era necesario para extender el capitalismo a nivel nacional. Esta fue la concreción histórica del policlasismo traído por los adeco a la escena venezolana. La Constitución de 1947 que instauró los derechos sociales en el país rubricó este proceso. En el trienio adeìsta (1945-1948) nacieron en Venezuela dos manifestaciones ideopoliticas que marcarán el rumbo de la nación hasta la actualidad: de una parte nos referimos a la relación política clientelar entre gobierno y clases sociales desposeídas, y por la otra, la conciencia rentístico-petrolera que se anidaron en nuestra sociedad y que hoy están más vigente que un nunca.
Con la implementación de la relación política clientelar pueblo-gobierno, Betancourt descifró con exactitud la escena política nacional como la internacional. En lo interno, ante un Estado que engordaba financieramente gracias al petróleo, estaba un pueblo carente de las más esenciales condiciones de vida. El gobierno al frente de aquel estado, encabezado por el General Medina Angarita, genuino representante del postgomecismo positivista, tenía como objetivo político la «Siembra del Petróleo», entendida ésta como la canalización de la renta petrolera hacia los bolsillos empresariales, a fin de que este actor social echara a andar el modo de producción capitalista en el territorio nacional. Creían ingenuamente los postgomecista que la producción ofertada por el naciente capitalismo crearía su propia demanda: en consecuencia, a las masas explotadas no tenía que entregárseles renta petrolera. Frente a esta situación, Betancourt una vez derrocada el gobierno de Medina Angarita, procedió a una redistribución de la renta petrolera tendiente a favorecer a los asalariados. Esta política estaba en sintonía con los dictados del imperio en los inicios de la Guerra Fría que recomendó independencia política y desarrollismo para el Tercer Mundo y Estado de Bienestar para el mundo desarrollado. La redistribución hacia debajo de la renta petrolera la acompañó Betancourt con una jugada política de alto tenor: la instauración del voto universal, directo y secreto. Con estos expedientes políticos, los adecos soldaron una alianza con las masas populares montada sobre la distribución asimétrica de la renta petrolera. A las clases humildes se les enseñó que su enemigo histórico eran los malos gobiernos y no los dueños de los medios de producción, explotadores del trabajo ajeno. De esta manera, los adecos invisibilizaron el conflicto entre el capital y el trabajo en estas tierras. Pero los adecos hicieron algo más comprometedor para el futuro de la Patria: sembraron en la conciencia nacional la idea de que la mejoría económica de la población estaba en relación directamente proporcional con el incremento de la renta petrolera: en otras palabras, si se quería la mejora material del país, sólo bastaba con abrir el grifo petrolero. El rentismo se hizo conciencia nacional, quedando sepultada la idea de que la verdadera riqueza de un país depende del trabajo productivo de su gente.
Esta relación clientelar pueblo-gobierno permeó el escenario político de la democracia puntofijista y durante cuarenta años los desposeídos venezolanos oscilaban entre A.D y COPEI buscando mejoría económica para sus males ancestrales. La lucha de clases exacerbada siempre en el capitalismo, en la Venezuela puntofista se encendió detrás de la relación clientelar que venimos comentando.
Una vez nacionalizada la industria petrolera y que los gerentes criollos que trabajaban para las multinacionales petroleras tomaron el mando de PDVSA, se dio inicio en el país a un proceso de desnacionalización de la industria nacionalizada, a través de los proceso de Internacionalización y de la Apertura Petrolera. Esto trajo como consecuencia la caída brutal de la contribución fiscal de PDVSA. El estado languideció financieramente y la empresa estatal se hizo más fuerte. Esta circunstancia determinó que el pacto clientelar entre el pueblo venezolano y los gobiernos cuartorepublicanos se vinífera abajo, originando en las masas nuevas luchas en búsqueda del rentismo perdido. Nació así la anti política, o sea, la desvalorización de los partidos políticos que instauraron el pacto de élites que se concretó en el Puntofijismo. Este fue el caldo de cultivo de la Revolución Bolivariana.
Los líderes bolivarianos que en 1992 intentaron apoderarse del poder por medio de un golpe de estado, afincaban su interpelación a los gobiernos adeco-copeyanos en el expediente de la corrupción administrativa. Aquellos jóvenes militares no traían en sus morrales políticos la misión de enterrar el capital en estas latitudes. Por el contrario traían la idea de sanear la cuestión pública, recuperar la empresa estatal de las garras del capital imperialista y redistribuir la renta petrolera hacia las bases de la pirámide social. De esa manera la elación capital-trabajo seguiría su marcha sin mayores contratiempos en pos del plus valor tanto nacional como el internacional.
A partir de la captura del poder en 1998, el Comandante Chávez inició una relación directa con las masas venezolanas a las que denominó «pueblo». Esta conexión política tuvo como fundamento dos ideas fuerza: i) El petróleo es de todos los venezolanos y ii)En la redistribución de la renta petrolera por parte del estado, a las clases humildes debía tocarles la mayor tajada. Con estas dos ideas el Comandante estaba reeditando el viejo populismo adeco pero ahora de manera más radical, pues, serían las masas desposeídas las grandes beneficiarias del reparto petrolero vía las misiones sociales. La vieja costumbre de comprar la voluntad popular que se traducía en votos en las urnas electorales a favor de la Revolución Bolivariana adquirió nuevos bríos. Esta economía política, más las otras conquistas político-sociales que contiene la Constitución de 1999, fueron denominadas «Socialismo del siglo XXI». Esta nueva versión de socialismo, envuelta en una pobreza teórica sideral, fue entendida por votantes y dirigentes bolivarianos como una relación de compra-venta que se daba en el mercado electoral. Para un gobernador o alcalde chavista, hacer socialismo no era más que ofrecer pequeñas prebendas a los desposeídos, prebendas que por arte de magia se traducirían en conciencia socialista. Se atornillo así de esta manera una relación clientelar con las masas explotadas sujeta a los vaivenes de la renta petrolera. Cuando la renta petrolera tocara techo, la lealtad clientelar hacia la Revolución Bolivariana también se iba a diluir en votos hacia la derecha política. Lo más peligroso de esta situación fue que el imperio y la oligarquía local, entendieron que la conexión de las masas con el Comandante era profundamente clientelar y por supuesto, sujeta a horadación si se le minaba la base económica. Esto dio pie a que en las elecciones presidenciales de 2012 y 2013, se decretara una efectiva guerra económica, afincada en la inflación/desabastecimiento de los productos de la dieta diaria por parte de las cadenas privadas de comercialización. Pero aún hay más: la guerra económica fue acompañada con una mimetización del candidato derechista que habiendo descubierto la relación clientelar que apuntalaba al chavismo, su oferta electoral la puso a combatir con la chavista en el terreno del clientelismo político. Esta mimetización se hizo más efectiva en las elecciones presidenciales de 2013, cuando el candidato Nicolás Maduro con una campaña electoral desastrosa, no pudo diferenciarse de las ofertas engañosas de la derecha fascista. Para el pueblo la diferencia entre Maduro y Capriles era cuantitativa, pero jamás cualitativa.
El resultado ideo político de afincarse en lo clientelar tanto tanto en la gestión de Chávez, como en la campaña electoral de Maduro, fue extremadamente paradójico: La Revolución Bolivariana desató con su retórica y redistribución de la renta petrolera un agudo proceso de lucha de clases, pero su accionar político clientela lo negaba, al punto que las masas populares siguieron responsabilizando al gobierno como su enemigo histórico y no a la burguesía y menos al imperialismo. En consecuencia, debemos poner toda nuestra voluntad a estabilizar la presidencia de Maduro sacándola del terreno clientelar y asentándola en el proceso de lucha de clase que actualmente abraza nuestro país. La clientela política asesina la revolución porque representa:
a) Un acto de compra-venta del voto popular
b) Porque la clientela jamás adquiere conciencia revolucionaria
c) Porque esconde al verdadero enemigo de la clases trabajadora.
d) Porque la clientela política es una invención del capital para potenciar el mercado y así reproducirse.
e) Porque el clientelismo atornilla la concepción individualista de la existencia humana.
f) Porque el clientelismo político convierte los partidos supuestamente comprometidos con el cambio social en meras casas del mercadeo y la corrupción.
g) Porque el socialismo no es la repartición de dádivas estatales, sino un proceso de enterramiento del capital.
En atención a lo dicho, nuestra tarea debe consistir en un solidario apoyo a nuestro presidente busetero que por venir de la clase obrera, tiene todas las antenas para percibir lo que el pueblo venezolano está requiriendo, a fin enrumbarnos, sin reversibilidad hacia una sociedad libertaria y sin clases sociales antagónicas. Esto solo será posible si ubicamos la cuestión política nacional en el terreno de la lucha de clases. Para lograr este cometido se hace de urgente necesidad acometer las siguientes tareas:
1.-Elaborar con la mayor prontitud posible una teoría que penetre en profundidad en la esencia del capitalismo rentístico y su relación con el mercado mundial.
2.-A partir del marxismo clásico, formular una teoría de la transición al socialismo en estas latitudes.
3.-Organizar un verdadero partido de la Revolución socialista.
4.-Formar de manera expedita los cuadros políticos que se van a encargar de sepultar al capital.
5.-Dar vida al Estado Comunal como línea de resistencia a las embestidas del imperialismo y de la oligarquía local.
6.-Olvidarse del funcionariado chavista al frente del actual estado liberal como agente de la revolución.
7.-Darle un vuelco de ciento ochenta grados a todo el sistema educativo.
9.-Transformar la memoria histórica en un verdadero misil destructivo que penetre profundamente en las murallas ideopoliticas del capitalismo.
10.-Aceptar la idea que en la actualidad la lucha de clases tiene su expresión en la cibernética, informática y telemática.
En conclusión, hemos apuntado las aguas en las que ha estado a puntos de naufragar la Revolución Bolivariana, pero al mismo tiempo sugerimos las tareas que a nuestro criterio pueden servirle a muestro presidente Maduro, para enderezar las cargas que dejó el Comandante Chávez y rubricarle la irreversibilidad a este hermoso proceso histórico de cambio de épocas.
¡Salvemos a Maduro del clientelismo político¡
ESCUELA SOCIALISTA DE CORO(VENEZUELA)
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