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Reflexiones sobre las protestas urbanas en Brasil

Fuentes: Rebelión

Las inesperadas protestas sucedidas en los últimos días en las principales urbes brasileñas, exigen un esfuerzo para comprender las posibilidades y los límites de estos movimientos. Un elemento a considerar es la percepción sobre la clase política que existe en la sociedad brasileña en general y en los sectores medios en particular, como una casta […]

Las inesperadas protestas sucedidas en los últimos días en las principales urbes brasileñas, exigen un esfuerzo para comprender las posibilidades y los límites de estos movimientos. Un elemento a considerar es la percepción sobre la clase política que existe en la sociedad brasileña en general y en los sectores medios en particular, como una casta privilegiada alejada de los reclamos sociales. Es posible que esto tenga su cuota de verdad, a partir del triunfo petista de 2002 y su transformación en un partido-estatal, lo que supuso su redireccionamiento de una articulación centrada inicialmente en torno a los movimientos sociales hacia las necesidades de la arena político-gubernamental.

El rechazo al Congreso como antro de corrupción y de los partidos políticos viene de lejos, incluso desde el impeachment al presidente Collor de Melo en 1992 (es preciso recordar que el mismo Collor hizo su campaña de 1989 contra la corrupción de los políticos, y así le ganó a Lula en ese entonces). Desde allí los grandes medios de comunicación oficiaron como formadores de opinión exigiendo contra la corrupción de los políticos.

Esto fue en parte reeditado tanto en 2005, año donde se produjo el conocido escándalo del ‘mensalão’, que produjo la más dura crisis del gobierno Lula, como en 2012, cuando se produjo el juzgamiento de este escándalo. Actualmente, si vemos las encuestas de Datafolha, la corrupción de los políticos aparece como la segunda fuente del reclamo de estas protestas (35%) detrás de la demanda concreta por la suba del transporte público.

Con respecto a las movilizaciones, es posible señalar lo siguiente: es positivo que se expresen estos sectores en defensa de los derechos ciudadanos, puesto que amplía los horizontes democráticos al participar de la esfera pública una ciudadanía activa y movilizada, lo que no es común en Brasil. Sin embargo, la ausencia de propuestas claras en este movimiento, genera el peligro de que termine siendo apropiado por la «antipolítica» expresada en el odio hacia las instituciones y hacia los partidos -esto es peligroso y ya se ha expresado con la destrucción parcial de edificios públicos-, desgastando a un gobierno que ha producido mejoras sustantivas en la calidad de vida de los sectores populares en los últimos 10 años. La cuestión es que el sistema de alianzas conformado por el gobierno brasileño ha favorecido sobre todo a dos sectores, como dice el ex presidente Fernando Henrique Cardoso: a los dos extremos de la pirámide, los sectores populares y las grandes empresas, financieras, etc. La clase media ha quedado un poco fuera de los beneficios estatales, y además es particularmente sensible al discurso moralista y contra la corrupción de los políticos difundido por los grandes medios de comunicación. Esto podría explicar parcialmente su fuerte presencia en estas protestas.

Ariel Goldstein. Sociólogo- Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, UBA.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.