El año que está cerca de terminar es posiblemente el año más critico y desesperanzador que se ha vivido en los últimos 14 años, incluido el año 2002 donde por el contrario las respuestas antifascistas colectivas y autorganizadas llenaron de esperanza y fuerza al colectivo. El asesinato de Sabino Romero y sobretodo dos días mas […]
El año que está cerca de terminar es posiblemente el año más critico y desesperanzador que se ha vivido en los últimos 14 años, incluido el año 2002 donde por el contrario las respuestas antifascistas colectivas y autorganizadas llenaron de esperanza y fuerza al colectivo.
El asesinato de Sabino Romero y sobretodo dos días mas tarde la muerte de Chávez unió el quiebre del liderazgo histórico con el quiebre monetario un mes antes. En apariencia sin nada que ver uno con otro, estas circunstancias son de quiebre ya que rompen el hilo de construcción de un proceso histórico repleto ya de errores y bajo el peso de un proyecto burocrático-corporativo en marcha desde el 2004, con la desaparición de la continuidad de su piso material y político mínimo.
Las consecuencias no se han hecho esperar. En el plano económico lo que comenzó a desatarse entre Noviembre y Diciembre del año pasado cuando comienza la subida del dólar negro de manera vertiginosa y empieza a dispararse la inflación termina de traducirse en carestía caída del del valor del salario, hiperinflación, parálisis económica, etc. El modelo estatista de control en manos de una burguesía en formación desde los mandos del Estado se desmorona, terminando por convertir la economía en un juego monetarizado soportado no en la producción creciente sino en el uso discrecional de la renta petrolera, los exedentes de divisas y la generación dinero inorgánico que son acaparados en un juego de guerras y alianzas por el capital monopólico y bancario junto a los estratos mayores del Estado.
Esto hace evidente que lo que fue en algún momento una verdadera lucha de ricos contra pobres con un reflejo inmediato en el campo político (chavistas-escuálidos) ya a estas alturas se ha convertido en una confrontación entre fracciones burguesas que esconden su raíz en los movimientos sociales que manejan por razones históricas, uno más entremezclado con las clases medias el otro con las clases populares. Fracciones por cierto cada vez más próximas a todas las formas del contrabando, narcotráfico y demás formas de acumulación paralelas. Se trata de una vieja burguesía ligada a un modelo dependiente y oligárquico de acumulación, la otra a la corrupción y el beneficio directo de las direcciones de Estado; fracción de clase que empieza a pelearle a la otra sus propiedades centrales en tierras, inmuebles domésticos y comerciales, industrias sobrevivientes, empresas monopólicas de importación y comercialización, telecomunicaciones, capital bancario, relaciones transnacionales, etc.
Dentro de tal contexto se ha generado efectivamente una «guerra económica» de estas dos fracciones de clase cuyas consecuencias se traducen en la drástica pérdida del poder de adquisición y el derecho a la alimentación de la mayoría popular (vuelve a ascender la curva de pobreza). Situación que el gobierno trata de compensar con más deudas y utilizando la ya corruptas redes de distribución públicas o iniciativas desesperadas de más control sobre el mercado de precios y la administración pública (incluido el incremento de la presencia militar en las direcciones de Estado y en las calles que a su vez evidencia una profundización del poder militar) que despiertan expectativas para el consumidor pero que pueden convertirse en un boomerang en el corto plazo para toda política productiva, estando conscientes además de que su política económica clientelar y rentista lo ha secado cada vez mas de recursos de inversión. Mientras que la otra parte trata de explotar toda esta situación a su beneficio económico y político utilizando el acaparamiento y la especulación por un lado, la propaganda política y la movilización social y electoral por el otro. Bajo el entendido de que la continuidad de este estado crítico e improductivo generado por el modelo corporativo-burocrático es lo que más le conviene a su ganancia inmediata y la eventual retoma del poder de Estado.
Sin embargo todavía no hemos llegado a los puntos límite de esta confrontación. El rezago histórico de la oposición burguesa archireaccionaria y el asistencialismo de Estado soportado en la capacidad de maniobra financiera producto de las reservas en riquezas energéticas principalmente, acolchonan por el momento la situación y hasta los obliga a la negociación tácita y permanente, algo que se ha visto perfectamente en el mes de Noviembre con la iniciativa del control de precios. Probablemente para el año que viene desde sus comienzos el punto límite de una crisis que en definitiva es de modelo de acumulación (parasitario-rentista) y de mando (burocrático-corporativo-
Es allí donde nos debe inquietar mucho mas en este balance la respuesta producida y por producirse de parte de los movimientos populares y el pueblo en lucha. Evidentemente el «oficialismo» por las caracterísiticas de este proceso en los últimos 14 años ha hegemonizado y administrado la inmensa mayoría de las fuerzas populares. La «hipnosis» creada por el comandante Chávez (hoy utilizada como imagen «suprema») que dirigía, formaba pero a la vez neutralizaba esa fuerza, todavía tiene un peso inmenso. A su vez no es poca la cantidad de núcleos originarios de la base que se han corrompido o viven del esquema corporativo-burocrático, sirviendo de correas de transmisión para garantizar la desmovilización de la mayoría. Pero esta hegemonía ya entró en crisis en primer lugar en favor de la fuerza electoral de la oposición que absorbe parte del descontento popular pero sin la fuerza mediática y militar de hace 11 años lo cual los limita en sus tentativas conspirativas y de clara mayoría electoral. Por otro es natural que los mismos deterioros de la calidad de vida, desabastecimiento y valor del salario incremente la protesta social por lo general despolitizada, llegando a los extremos de algunos fenómenos de saqueo. Finalmente tenemos ciertos puntos de despertar importantes a nivel de la «otra política» autogobernante presente como horizonte genuino de la revolución bolivariana y del proceso popular constituyente. Luchas por la defensa y expansión del control obrero, verdaderas comunas en proceso constitutivo, reorganización de colectivos y espacios autónomos de encuentro, alguna capacidad productiva demostrada, cierto despertar de la movilización regional y obrera, ha permitido ampliar el espectro de la resistencia popular pero andando en un proceso de tiempo mucho mas lento que el de la crisis del esquema de dominación burocrático ante el cual todavía se es muy dócil y sin disposición de confrontarlo. Fuerzas importantes pero que todavía no han gestado la voluntad férrea de liberarse en su dependencia de recursos con respecto a un Estado que a su vez establece una política macroeconómica suicida y estatista dirigida en el mejor de los casos a subsidiar precios, bajar recursos a quien conviene social y políticamente y aumentar el asistencialismo, quebrando así todo proceso de liberación de las fuerzas productivas que no necesitan ni de prebendas ni de asistencialismos («en mi hambre mando yo» dirá «el Toto» en Maracaibo) sino de medios de producción reales y oportunidad abierta de superación del modelo capitalista de acumulación. Lo cierto es que todavía falta mucho para lograr demostrar que la potencia revolucionaria del pueblo en lucha recobre un despertar suficiente que permita que la historia siga respirando el oxígeno de la emancipación sea cual sea el enemigo que toque confrontar.
Esto puede crear las condiciones que ante la crisis la derecha avance mucho más rápidamente que la revolución impulsada desde la base y las alianzas interburguesas a la final inevitables bloqueen el camino revolucionario e incluso utilicen organizaciones del pueblo para emprender una ofensiva contrarevolucionaria definitiva (con lenguaje revolucionario pa’ colmo) como de hecho viene pasando en algunas zonas del país, con signos de terror incluso, como ya lo estamos viendo en Apure. Es en otras palabras, el «quiebre del proceso» ya no solo del liderazgo o la moneda. El fascismo a la final siempre se soporta en el despotismo que construye sus raíces desde las mismas bases populares que no han superado la conciencia esclavista, la voluntad de servidumbre que nos mata.
Problemática que en términos estratégicos generales a los niveles que estamos hoy tiene una sola respuesta mientras exista tiempo a nuestro favor: restablecer tal y como de visualizó hace 14 años comenzando la presidencia del comandante Chávez una estrategia constituyente de doble poder, propios de una república autogobernante. Quiere decir: el Estado y el mercado capitalista están allí, conocerlos y saberlos utilizar y hasta transformar a nuestro favor es parte sustancial del problema que tenemos enfrente siempre y cuando establezcamos una relación de equivalencia nunca de dependencia o sumisión. Eso supone confrontarlo y a la vez obligarlo a esa equivalencia quebrando el modelo corporativo-burocrático. Pero la verdadera salida a un capitalismo globalizado en su versión parasitaria nacional (empresarial y burocrática) es el establecimiento de tejidos cada vez mas vastos y productivos de un poder popular autónomo en todas versiones comunales, obreras, comunicacionales, formativas, investigativas, creadoras. Otro poder que se libere cada vez mas de la explotación del mercado capitalista y la opresión de Estado… Solo la disposición irreverente del pueblo que no tiene otro vestuario encima que el del amor a su hogar y el arraigo a su tierra y trabajo salvara el camino libertario.