El 28 de enero de 2014, el Jefe de la mayoría demócrata en el Senado de los Estados Unidos, Harry Reid, puso un freno al Trans-Pacific Partnership (TPP) [1] y al Trade and Investment Transatlantic Partnership (TTIP). En efecto, el Senador de Nevada anunció públicamente: » Estoy en contra del » fast-track « «. Y decidió no inscribir el […]
El 28 de enero de 2014, el Jefe de la mayoría demócrata en el Senado de los Estados Unidos, Harry Reid, puso un freno al Trans-Pacific Partnership (TPP) [1] y al Trade and Investment Transatlantic Partnership (TTIP). En efecto, el Senador de Nevada anunció públicamente: » Estoy en contra del » fast-track « «. Y decidió no inscribir el tema en el Orden del Día de los debates legislativos del Senado.
El procedimiento de » fast-track «, oficialmente llamado Trade Promotion Authority (TPA), permite al gobierno de Estados Unidos negociar solo un acuerdo comercial antes de someterlo a la ratificación o al rechazo del Congreso, sin que este último pueda enmendar el texto sometido a su consideración. Barack Obama desea obtener un mandato del Congreso para llevar a buen término las negociaciones en el marco de esta disposición. De no ser el caso, los interlocutores de Washington no estaría dispuesto a hacer concesiones, ya que se encontrarían ante un Poder Ejecutivo debilitado y por lo tanto incapaz de garantizar la ratificación del eventual acuerdo. Por otra parte, el Presidente de Estados Unidos se prepara a unas difíciles elecciones de medio mandato (Midterm elections), el próximo 4 de noviembre. Si bien dispone de mayoría en el Senado, la Cámara de Representantes está controlada por los republicanos. Y no está excluido que después del escrutinio estos últimos sean mayoritarios en el Senado.
Los dos mega-acuerdos de libre comercio actualmente en negociación son el TPP y el TTIP. Constituyen la columna vertebral de la nueva estrategia de expansión geoeconómica de los Estados Unidos ante el auge de las economías emergentes, en primer lugar China y, secundariamente, Rusia.
Washington cuenta con estos proyectos para contener las ambiciones de estos dos países en las relaciones comerciales y financiera mundiales.
El TPP – en el cual participan Chile, México, Perú (países fundadores de la Alianza del Pacífico [2]) – representa un tercio del comercio mundial y 40% del PIB mundial. El TPP constituye un reto para América Latina y sus equilibrios geopolíticos internos.
El Pentágono redespliega progresivamente la potencia militar norteamericana en la región Asia-Pacífico. El TPP – formado por países que en su mayoría son socios militares de Washington – se afirma come el verdadero brazo armado económico de la política estadounidense en el «eje asiático». El objetivo de este acuerdo es contener las dinámicas economías de la región en un marco jurídico de «gobierno» de empresas susceptible de garantizarle el acceso libre y privilegiado a los mercados de la primera potencia mundial.
A nivel internacional, este proyecto se completa con el TTIP entre la Unión Europea y los Estados Unidos. EL objetivo a mediano y largo plazo es organizar une dinámica de convergencias entre la Unión Europea, el TTIP y la OTAN. En este contexto, Washington es favorable a la extensión de la Unión Europea a ex-países miembros de la Unión Soviética.
El Senador Reid cuenta con el respaldo de todos los parlamentarios del Partido Demócrata, quienes temen que el TPP y el TTIP los lleven a una derrota en las elecciones legislativas. En efecto, estos dos acuerdos, negociados sin que haya habido ningún debate público, son particularmente impopulares en la base electoral y especialmente en los sindicatos (AFL-CIO). Estos últimos consideran que los nuevos proyectos constituyen una amenaza para el empleo en los Estados Unidos y no ofrecen garantías suficientes en materia de respeto de las normas sociales (derecho laboral, nivel de salarios, etc.) y ambientales. En estas dos áreas, se inquietan por las prácticas de dumping de ciertos países asiáticos.
Respecto a los temas ambientales, las negociaciones del TPP revelaron la división existente entre Estados Unidos y los otros países (Australia, Canadá, México, Japón, Brunei, Malasia, Vietnam, Chile, Perú, Nueva Zelandia, Singapur). La división surge de la conducta a adoptar en caso de no respeto de los compromisos contraídos por una u otra de las parte. Estos países se oponen a que las violaciones de los compromisos ambientales sean tratadas como violaciones comerciales y, por lo tanto, puedan ser objeto de sanciones. Tampoco desean que se integren en el acuerdo global tratados multilaterales ya existentes sobre temas ambientales, como el Protocolo de Montreal sobre la Protección de la Capa de Ozono o el Convenio internacional que reglamenta la caza de las ballenas.
El Presidente Obama se enfrenta tambiéna los desacuerdos significativos que subsisten con el Japón sobre el tema fundamental de la agricultura. En efecto, Tokio desea preservar de la obligación de abrir sus mercados ciertos sectores (en especial el ganado y el arroz).
Por su parte, la Unión Europea desea incluir en el marco del TTIP medidas de regulación bancaria y financiera, iniciativa a la que se oponen los Estados Unidos. Estos últimos proponen un ritmo gradual que permitiría, en una primera fase, adoptar el texto, y dejar abierta la discusión sobre los temas de regulación financiera en los próximos años.
Indudablemente El Gobierno de Obama ha sufrido una serie de dificultades. Como lo afirmó en el Discurso sobre el estado de la Unión, el Presidente norteamericano intentará,negociar con el Congreso y hacer presión en su propio partido para que los representantes cambien de decisión. Pase lo que pase, la Casa Blanca tendrá que revisar su estrategia y su agenda. El TPP y el TTIP no serán aprobados en su estado actual y en el lapso previsto.Barack Obama esperaba concluir las negociaciones del TPP con sus once miembros antes de su próximo viaje oficial a Asia, previsto en la primavera de 2014. Pero los otros países implicados mantendrán en suspenso su posición en espera de una clarificación de la situación política norteamericana.
En el plan de la política interna, ¿Cuál es el equilibrio de fuerzas ? ¿Qué puede pasar?
La mayoría de los Demócratas es hostil al » fast-track » mientras que una mayoría – pero no la totalidad – de los Republicanos es favorable. Si la Cámara de Representantes aprueba el » fast-track «, lo que debería suceder, la presión será grande para que Harry Reid cambie de opinión. Pero, al mismo tiempo se está consolidando una coalición » anti-fast-track » heterogénea y poco coherente, que reúne a los » Liberal Democrats » (el ala izquierda, que rechaza el principio mismo de los acuerdos de Libre Comercio) y los » Tea Partiers » (libertarios-liberales que rechazan, por principio político, toda delegación de poderes a la presidencia).
Si esta coalición se reforzara en las próximas semanas, determinará seguramente el porvenir de esta secuencia política. De su éxito o de su fracaso podría depender el porvenir del » fast- track «. La presión de los aliados coyunturales podría conducir a que John Boehner, Presidente de la Cámara de Representantes, decida a su vez no inscribir el tema del » fast-track » en el Orden del Día legislativo de la Cámara. En ese caso, perseguiría el mismo objetivo que su homólogo demócrata: evitar que se acentúen las divisiones existentes en el campo republicano.
Notas
[1] Doce países están implicados en las negociaciones: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur, Vietnam. Corea del Sur confirmó el 29 de noviembre de 2013 su intención de sumarse a este conjunto geoeconómico que representa un 30 % de su PIB y una quinta parte de sus exportaciones mundiales.
[2] Colombia se declaró interesada en sumarse a las negociaciones.