América Latina ha sufrido a lo largo del último medio siglo la terrible influencia de EEUU que ha utilizado su fuerza militar, política y económica para convertir a sus países en patios traseros pobres esquilmados por el imperio. Cuando un país ha intentado tomar la riendas de su destino (Chile, Argentina, Uruguay, Nicaragua, Honduras,…), el […]
América Latina ha sufrido a lo largo del último medio siglo la terrible influencia de EEUU que ha utilizado su fuerza militar, política y económica para convertir a sus países en patios traseros pobres esquilmados por el imperio. Cuando un país ha intentado tomar la riendas de su destino (Chile, Argentina, Uruguay, Nicaragua, Honduras,…), el gigante norteamericano ha cercenado con un golpe militar (sus dictaduras) al gobierno elegido democráticamente. Difícilmente se puede entender que la potencia del Norte, «paladín de la democracia», haya ocasionado tanto daño a sus vecinos latinoamericanos, a no ser por su avaricia para apropiarse de sus recursos naturales y su cultura con la inestimable colaboración de las oligarquías que controlaban la vida de los ciudadanos de esas naciones.
Pero los tiempos están cambiando. Algunos países de América Latina, poco a poco, están consiguiendo alejarse de la dominación de las políticas norteamericanas, de los tentáculos sangrantes de sus grandes multinacionales y de los organismos financieros internacionales (FMI, BM).
Venezuela es un ejemplo de ello. Los cambios sociales y políticos realizados por el PSUV (partido de H. Chávez y N. Maduro) en los últimos 15 años han sido fundamentales para situarlo entre los países más avanzados de Latinoamérica. Lógicamente tanto las nacionalizaciones de importantes sectores de su economía, como la organización social comunitaria, el desarrollo de un cierto estado de bienestar (sanidad, educación, dependencia, paro, vivienda…) y la salida de la órbita e influencia de los poderes económicos y políticos internacionales (EEUU, FMI,…), creando alternativas con organizaciones propias (ALBA, UNASUR, CELAC) para el desarrollo económico, político y cultural de América Latina, ha llevado tanto a la oligarquía venezolana como al gigante del norte (EEUU) a intentar por medios ilícitos (golpe de estado, huelgas salvajes, terrorismo callejero) recuperar el Gobierno que las urnas les ha negado en las últimas cuatro elecciones generales y en las tres regionales y municipales.
A pesar de ser el país del mundo que ha tenido más procesos electorales (17 en década y media) y que ha sido el más vigilado por observadores internacionales (OEA, UE,…), que han ratificado la limpieza de los resultados, desde bastantes medios de comunicación occidentales y en boca de políticos de derechas se ha tachado antes a Chávez y, ahora, a Maduro de dictadores. Mienten para dañar los importantes cambios políticos y sociales de Venezuela y olvidan el comportamiento democrático de una sociedad bastante madura que ha asumido un enorme protagonismo en el desarrollo de su país.
Los avances políticos, sociales y económicos han sido posibles por la recuperación (nacionalización) por parte del Gobierno Bolivariano de los enormes recursos naturales y económicos del país (petróleo, gas, agua, cemento, banca, reforma agraria,…) que han posibilitado:
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El debilitamiento de la riqueza en manos de la oligarquía venezolana y grandes multinacionales extranjeras.
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La inversión de importantes medios económicos en campañas (misiones) para desarrollar la calidad de vida y el acceso a bienes y servicios (sanidad, educación, vivienda…) que estaban vetados para la inmensa mayoría de la población venezolana:
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Se ha fortalecido la democracia con la participación de los ciudadanos en organizaciones comunales.
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Se ha incrementado el gasto social hasta un 60 %.
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Se ha reducido la pobreza desde el 48,6 al 27,8 %.
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Se ha acabado con el analfabetismo, según ha declarado la UNESCO.
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La atención primaria y gratuita de los servicios de salud se ha extendido al 95 % de la población. El Gobierno destina el 9 % del PIB a sanidad.
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Se ha implantado el salario mínimo más elevado de Latinoamérica (636 dólares mensuales).
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Se ha propiciado el acceso a la tecnología con la implantación gratuita a internet para todos los ciudadanos.
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Se ha aumentado la cooperación de los países latinoamericanos con la creación de organismos supranacionales de cooperación social, política y económica: ALBA, UNASUR, CELAC.
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Pero, claro está, el gobierno democrático de Venezuela es un «mal ejemplo» que hay que erradicar porque se ha convertido en un modelo peligroso para otros muchos países por implantar una economía social, controlada desde el poder democrático (ejecutivo, legislativo y judicial), por mejorar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de su población, por no aceptar las injerencias de otros gobiernos (EEUU) y el control económico de los organismo internacionales (FMI. BM…) y por disminuir el poder y la influencia de la oligarquía venezolana en la sociedad.
Después de las últimas elecciones generales (14-Abril-2013) ha habido un incremento de la propaganda de guerra contra el Presidente elegido, Nicolás Maduro. Washington ha decidido que ha llegado el momento de acabar con el Gobierno Bolivariano. Y desde el 12 de Febrero de 2014 (rebelión terrorista mediante la guarimba).se ha movilizado todo su arsenal desestabilizador -desde los paramilitares colombianos que infiltran en Venezuela para perpetrar actos de terrorismo hasta el sabotaje económico y financiero y la utilización de las redes sociales en internet-.
En los últimos tres meses, la violencia se ha recrudecido. Los actos vandálicos realizados por elementos encapuchados perfectamente organizados, apoyados económica y logísticamente por la oligarquía venezolana, la extrema derecha y la CIA ha utilizado barreras metálicas erizadas de clavos para interrumpir la circulación de los vehículos, ocasionando así numerosos accidentes. En lugar de manifestarse pacíficamente, los guarimberos cortan las vías en las alcaldías opositoras, impiden por la fuerza el paso a los vecinos y los secuestran en sus hogares, los asfixian quemando basura y destruyen árboles, señalizaciones, edificios públicos, instalaciones eléctricas y telefónicas, transportes colectivos y de alimentos. Los terroristas recurren a la amenaza, la agresión física y al asesinato con disparos en la cabeza y tiros por la espalda. Disponen de arsenales distribuidos estratégicamente para el abastecimiento todo tipo de artefactos incendiarios y armas para perpetrar los atentados, algunos de los cuales han sido descubiertos por el Gobierno. Ya han asesinado a 39 ciudadanos.
Esta oleada terrorista de los últimos meses ha sido neutralizada por las fuerzas de seguridad del Estado con el apoyo de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Aunque los medios de comunicación occidentales, teledirigidos por la CNN (utilizada por la CIA) quieren presentar a los manifestantes como jóvenes estudiantes, se ha demostrado que de los 1.529 detenidos en el primer mes de violencia, sólo un tercio eran estudiantes. La mayoría son mercenarios, bien equipados y entrenados, pagados por los sectores más radicales de la derecha venezolana y la CIA. Aunque controlada por ahora, la violencia terrorista continuará, pues su objetivo fundamental es sembrar el caos y la desestabilización y así propiciar un golpe de estado o una intervención extranjera.
La comisión de cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas -Unasur- (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela), que participó los días 25 y 26 de marzo en la Conferencia Nacional de Paz, promovida por el Ejecutivo venezolano, en la que participaron algunos partidos de la oposición. instó a deponer todas las acciones violentas en Venezuela, condenó cualquier tentativa de ruptura del orden constitucional de este país y manifestó su compromiso con el respeto a los derechos humanos.
El Gobierno venezolano debe responder con diálogo, pero con firmeza a esta situación, y poner a todos estos terroristas y sus aliados en manos de la justicia para que el país siga la senda del progreso y estabilidad democrática. Venezuela es hoy el punto de mira de una gigantesca operación para acabar con los gobiernos democráticos progresistas de América Latina. Si cae Venezuela ¿cuál será el siguiente? Por ello, hay que apoyar al Gobierno de Nicolás Maduro y su proyecto bolivariano. Seguro que el pueblo venezolano sabrá defender su constitución y su estado democrático.
* Juan García Ballesteros es Presidente del Colectivo Prometeo y miembro del Frente Cívico
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