El gobierno de Estados Unidos conocía al detalle cómo, dónde y de qué manera los militares de la dictadura brasileña torturaban sistemáticamente a sus opositores políticos. Según una serie de 43 documentos recientemente desclasificados que el vicepresidente estadounidense Joe Biden le entregó a la presidenta brasileña Dilma Rousseff hace dos semanas, durante su visita a […]
Según los documentos entregados por Biden, la actitud del gobierno de Richard Nixon ante la información que recibía era tibia tirando a permisiva, por no decir cómplice. En privado, Washington les hizo saber a los militares brasileños que no aprobaba estos métodos que «dañan la imagen de Brasil». Al mismo tiempo la Casa Blanca se cuidó de no denunciar ni criticar públicamente a la dictadura, a la que le reconocía su «éxito» en la «lucha contra el terrorismo».
Los documentos fueron desclasificados por los Archivos de Seguridad Nacional (ASN), una organización no gubernamental basada en Washington, y publicados ayer en la página web de la Comisión Nacional de la Verdad (http://www.cnv.gov.br/index.
La entrega de documentos por parte de Biden forma parte de una estrategia de acercamiento del gobierno de Barack Obama hacia Brasil, luego del daño que sufrieran las relaciones bilaterales el año pasado a partir de las revelaciones del ex espía Edward Snowden sobre cómo la agencia de inteligencia estadounidense NSA espiaba a Rousseff y a la empresa energética Petrobras.
«Espero que al tomar pasos para enfrentar nuestro pasado podamos encontrar la manera de enfocarnos en nuestro inmenso futuro», Biden le dijo a Rousseff durante la ceremonia de entrega de los documentos en el Palacio del Planalto de Brasilia. «Soy optimista que el gobierno de Obama entregará a la Comisión de la Verdad informes aun más detallados de la represión que permanecen ocultos en los archivos secretos de la CIA y la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa,» agregó Peter Kornbluh, director de Proyecto Brasil de los ASN.
En uno de los documentos desclasificados para la visita de Biden el cónsul general estadounidense en Río de Janeiro le informó al Departamento de Estado que los militares brasileños empleaban dos métodos de tortura diferentes. Por un lado, la tortura «moderna», la que produce «un dolor insoportable» pero no deja marcas en el cuerpo, que se usaba con estudiantes que no tendrían participación directa en la lucha armada y eventualmente serían liberados. Por otro lado, la tortura «tradicional», para los sospechosos de pertenecer a la guerrilla, quienes luego serían asesinados en ejecuciones extrajudiciales disimuladas como huidas o como «enfrentamientos armados».
A lo largo de siete páginas escritas a máquina, el cable fechado 16 de abril de 1973 detalla con dolorosa precisión distintos métodos de tortura física y psicológica empleados por los militares brasileños.
«Por su precisión y casi ausencia de tachaduras se trata de uno de los informes sobre tortura más detallados sobre técnicas de tortura que jamás se haya desclasificado en Estados Unidos», dijo Kornbluh a Página/12. El cable arranca así:
SUMARIO: las detenciones de presuntos subversivos por parte de agentes del Primer Cuerpo del Ejército han crecido dramáticamente en las últimas semanas. En su mayoría estudiantes universitarios, los detenidos han sido sometidos a un intenso programa psicológico de exigencias designado para extraer información sin dejar marcas visibles o duraderas en los cuerpos. Se dice que aquellos sospechados de ser duros terroristas son sometidos a métodos más viejos de violencia física que a veces puede causar la muerte. La explicación más creíble de este pico de detenciones es que el eficiente seguimiento policial de la información extraída tras las detenciones de principios de año llevó a un número más grande de subversivos para ser detenidos. Otra explicación menos lógica pero más difundida vincula a las detenciones con la sucesión presidencial. La reacción pública a estas detenciones ha sido moderada y calma, por ahora, en parte porque muchos creen que una campaña abierta para denunciar y criticar las detenciones sólo haría peor la situación de los presos y provocaría más detenciones.
Según el documento, para los estudiantes las torturas empezaban en el mismo momento en que los detenidos eran secuestrados a punta de pistola por policías civiles en vehículos sin chapa. Apenas los subían al auto, los encapuchaban y los obligaban a acostarse en el piso del asiento trasero. Al llegar a la comisaría lo desnudaban y lo dejaban varias horas en una celda fría y oscura, con parlantes enchufados que emitían gritos, sirenas y silbidos a altos decibeles. Después venía la rutina policía bueno-policía malo y después, si el prisionero no confesaba, la tortura continuaba:
En este punto, si el individuo no confiesa y se cree que posee información valiosa, se lo somete a tormentos físicos y psicológicos cada vez más dolorosos hasta que confiesa. Se lo coloca desnudo en un cuarto pequeño y oscuro con un piso de metal por el cual pasa una corriente eléctrica. El individuo siente el shock, si bien es liviano en intensidad, al ser constante eventualmente se vuelve imposible de soportar. El individuo permanece varias horas en este cuarto. Entonces puede ser trasladado a otro de los varios cuartos de «efectos especiales» en el cual distintos instrumentos son usados para generar miedo y molestias físicas. A veces se genera un cansancio mental y físico extremo, especialmente cuando llevan dos o tres días de tratamiento, ya que durante ese período no le dan ni agua ni comida.
En cambio los «terroristas duros» son torturados a muerte con «los métodos viejos de violencia física» y luego sus muertes son disimuladas como enfrentamientos armados, señala el despacho.
Muchas fuentes señalan que la «técnica del enfrentamiento armado» está siendo usada de manera creciente no sólo en Río sino en todo Brasil para manejar las relaciones públicas con respecto a las muertes de subversivos. Esta técnica se habría adoptado para los terroristas «duros» o los subversivos radicales conocidos, para obviar referencias a su muerte-por-tortura en la prensa internacional.
El 1º de febrero de 1971, el canciller estadounidense William Rogers le hizo saber a su colega brasileño Mario Gibson Barboza que le preocupaba la «represión y los duros métodos policiales» de la dictadura, dice en otro cable diplomático, fechado el 10 de ese año y mes.
Aunque reconoció que era un asunto interno de Brasil, el secretario dijo que causaba preocupación en algunos círculos de Estados Unidos e impactaba de manera adversa en la imagen de Brasil. El secretario se preguntó si el gobierno de Brasil podía hacer algo para mejorar esta situación. Gibson contestó extendiendo una invitación para que el secretario visite Brasil. Dijo que de la manera en que será recibido, de los discursos que se hagan y de los actos en que participe podrá verificar la amistad que existe entre los dos países y la dirección que Brasil está tomando para solucionar este problema.
Más allá de la «mala imagen» internacional, otro cable, esta vez del 15 de julio de 1972, dice que la sociedad brasileña tolera el uso de la tortura porque le atribuye a ese método parte del «éxito» en la «lucha antisubversiva»:
«Aunque hay amplias evidencias de que los métodos de interrogatorios duros siguen siendo empleados a nivel regional y local, en algunas áreas y por algunas unidades de manera más flagrante que en otras, a pesar de la fuerte publicidad internacional adversa sobre el tema, y a pesar del disgusto que dichas medidas les producen a los funcionarios de primer nivel, es improbable que estos excesos se eliminen completamente mientras este gobierno obsesionado con la seguridad crea que todavía exista una amenaza terrorista significativa, cuya eliminación es su prioridad número uno. Para bien o para mal, muchos brasileños le atribuyen el éxito de la campaña antiterrorista a la fuerza de las medidas aplicadas en contra de los terroristas».
© 2000-2014 www.pagina12.com.ar