Dios. Usted es Emilio Botín, magnate del Grupo Santander, dedicado a las finanzas, etc. Botín. Sí, Dios mío, soy yo. Dios. Procedamos con su juicio, aquí, a diferencia de cuando usted vivía, todos son iguales ante la ley de Dios. Botín. Lo comprendo y acato, Dios mío. Dios. Se le acusa a usted de pecador, […]
Dios. Usted es Emilio Botín, magnate del Grupo Santander, dedicado a las finanzas, etc.
Botín. Sí, Dios mío, soy yo.
Dios. Procedamos con su juicio, aquí, a diferencia de cuando usted vivía, todos son iguales ante la ley de Dios.
Botín. Lo comprendo y acato, Dios mío.
Dios. Se le acusa a usted de pecador, como a todo el mundo. ¿Cómo se declara?
Botín. Dios mío, he sido un pecador, no soy un santo pero creo que os he servido con mi trabajo y he servido a la sociedad, no creo que sea justo que me enviéis al Infierno. Merezco vuestra compasión y vuestra comprensión.
Dios. Bien, tiene la palabra el Fiscal Celestial.
Fiscal. Señor Juez Supremo e Infalible, este hombre no es merecedor de entrar en el Reino de los Cielos y estar junto a Vos. Con su trabajo usurero ha llevado a la desesperación a millones de sus semejantes, se creía que era Vos mismo en la Tierra y que las leyes humanas no estaban hechas para él. Ha influido en la opinión libre de los seres humanos poseyendo medios de comunicación y ha querido para los demás lo que no quería para él.
Dios. Explicaos mejor.
Fiscal. Por ejemplo, sabéis que su cuerpo yace en Puente San Miguel, en Cantabria, en su panteón privado y en Puente San Miguel tiene además su casa principal en Cantabria. ¿Conocéis aquel lugar, Señor Juez Supremo?
Dios. Fiscal, la pregunta ofende a este tribunal, Yo lo conozco todo.
Fiscal. Le ruego a su Señoría Altísima que me perdone. Entonces, habréis comprobado que se trata de un lugar casi paradisíaco, lleno de árboles y de calidez cuando, al mismo tiempo, estaba contribuyendo a destrozar con sus inversiones la costa cántabra y cortaba los árboles que le estorbaban a sus intereses privados.
Dios. ¿Algo más?
Fiscal. Sí, Señor, luego está lo que afirmó su Hijo de la aguja, el camello, el Reino de los Cielos y el rico, que todo el orbe sabe de sobra.
Dios. Tomo nota. Tiene la palabra el Defensor Celestial.
Defensor. Señor Juez Supremo y Dios nuestro. El señor Botín ha actuado en un mundo que ya conoce su Altísimo porque lo creó Vuesa Merced y en él colocó al hombre como ser libre (luego se ha sumado la mujer por su cuenta) y el hombre eligió la maldad, por lo general. Y en esa selva de maldad, el señor Botín se ha desenvuelto bien, dentro de su imperfección como humano: ha sido una persona temerosa de Vos, ha donado dinero a los necesitados, ha sido un benefactor de la cultura, ha creado miles de puestos de trabajo, ha sido uno de los mejores en ese trabajo que lo ha desarrollado sinceramente para agradaros, él no tiene la culpa de estar en un mundo como del que procede. La culpa es en todo caso colectiva, si pecó a veces de soberbia es porque otros, como los políticos, es el caso de vuestra sierva Mª. Teresa Fernández de la Vega, lo permitieron, si ha llevado a término negocios legales y ha construido casas y viviendas junto a la playa es porque la plebe así lo quiere para imitar a los ricos, no por culpa del señor Botín; es cierto que ha pecado pero sus buenas obras poseen mucho más peso, sí, no es perfecto pero, ¿cuántas familias de bien trabajan y comen gracias a su iniciativa? ¿No es cierto que el nombre de la católica España ha relucido y reluce en el mundo gracias a su labor incansable? No olvidéis, Ser Supremo y Supremo Juez, que él y el fruto de su trabajo fueron blanco de las iras de Hugo Chávez al que Vos mismo, con vuestra inmensa sabiduría, condenasteis al Infierno sin juicio alguno por la evidencia del caso. Mi colega el Fiscal Celestial empieza a estar influido por el populismo del propio Chávez y de Podemos.
Fiscal. ¡Protesto, Altísimo! El defensor especula, pretende desacreditarme para defender al señor Botín descalificándome a mí. Yo en ningún momento he hablado de las tendencias neoliberales de mi colega de la defensa y podría haberlo hecho.
Dios. Se acepta la protesta. Letrados, les aconsejo que no sigan por ese camino de descalificación personal y se atengan a los hechos.
Defensor. Ruego clemencia a su Señoría Suprema si he procedido mal en mi intervención. Termino, Altísimo. Ya sabía yo que mi colega iba a salir con lo del camello, la aguja, el rico y el Reino de los Cielos. Pero recuerdo a su Altísima lo que dijo exactamente su Hijo y, si no, puede Vuesa Señoría Suprema llamarlo a declarar como testigo, si así lo estima conveniente su Señoría.
Dios. ¡Cómo os atrevéis! Sabéis que no se encuentra bien, se le reproducen continuamente las heridas de su martirio…
Defensor. Una vez más, le ruego de nuevo a su Altísima que me perdone. Leeré entonces el texto evangélico completo de San Mateo sobre el asunto de la riqueza: «Jesús dijo entonces a sus discípulos: «Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos.24 Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». 25 Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». 26 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible». Por tanto, mi Juez Supremo, apelo a vuestra misericordia para con mi defendido, en función del apartado 26 del citado evangelio. La misma idea se encuentra en el evangelio de San Lucas, 24 y siguientes. Además, de todos es sabido que su Hijo aceptaba la amistad con personas que se tenían por ricas, sin ir más lejos, Zaqueo y José de Arimatea.
Fiscal. Señoría y Supremo Juez, yo también sé leer el Evangelio. Antes diré que Zaqueo era rico pero repartió su riqueza entre los pobres. Y ahora, leo: «Mateo 6. 24. Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero». El señor Botín ha servido más al dinero que a Vos, Señoría Altísima y Juez Supremo.
Defensor. No es cierto, muchos saben de sus buenas obras en hospitales y universidades y, aunque fuera cierto, permítame Su Señoría Suprema acudir otra vez al Nuevo Testamento: «Mateo 8. 12. Jesús: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. 13 Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Y es más, apelo de nuevo a la comprensión y misericordia de Su Señoría. Leo: «Mateo 7. 11. Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!».
Botín. Eso, Dios mío, le pido a vuestra Altísima que me dé cosas buenas.
Dios. Señor Botín, le ruego que deje a su abogado el Defensor Celestial que haga su trabajo, yo juzgaré.
Fiscal. Mi Señor y Juez Supremo, permitid que lea yo de nuevo algo de los santos evangelios: «Mateo 10.37. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí». Esto lo dice también San Lucas en 12. 51-53; 14. 26-27; 9. 23-24; 17 .33. ¿No es evidente, Altísimo, que el señor Botín ama más a su hija Ana Patricia que a Vos mismo?
Defensor. ¡Protesto! El fiscal especula, sólo Vos, Altísimo, podéis saber eso.
Dios. Se acepta la protesta.
Defensor. Apelo de nuevo a San Lucas 15.7: «Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento». Señoría, me permitís hacerle una pregunta a mi defendido.
Dios. Sea.
Defensor. Señor Botín, aunque sabemos que vuesa merced es un hombre justo y temeroso de Dios, si como dice el fiscal -con indudable mala fe- no fuera así, ¿os arrepentís de vuestros supuestos pecados?
Botín. Sí, sí, me arrepiento.
Defensor. No hay más preguntas.
Fiscal. Mi Señor Altísimo…
Dios. No, fiscal, no ha lugar a más preguntas, además, a veces se han tomado vuesas mercedes la palabra sin mi autorización y me han mareado con tanta cita y tanto número. El juicio queda visto para sentencia.
Botín. Dios mío, si me permitís una observación ya que estamos reunidos y antes de que levantéis la sesión. ¿Tenéis asegurado el Cielo contra un ataque de Lucifer, pongamos por caso? De no ser así, con el máximo respeto os indico que nuestra aseguradora…
Dios (interrumpiendo). ¡Señor Botín! Desde luego, genio y figura hasta después de la sepultura.
Fiscal. ¿Lo veis, Altísimo y Celestial Juez Supremo? ¡La codicia lo ciega!
Defensor. De ninguna manera, Señor y Dios mío, el señor Botín demuestra con su propuesta ser un emprendedor que puede hacer mucho bien a nuestro Cielo.
Dios. ¡Dios mío! Dame paciencia. Ya tengo bastantes elementos de juicio, he dicho que esto queda visto para sentencia. ¡Se levanta la sesión! ¡San Pedro!, ¿estáis ahí con las llaves?
San Pedro. Sí, mi Dios, ¿conmino al nuevo inquilino a pasar a la sala de espera?
Dios. Sí, hasta que acabe de deliberar.
San Pedro. Acompañadme, por favor, señor Botín. (San Pedro abre la puerta de una gran sala con sus enormes llaves).
Botín. Mire, no es por nada, pero mi servicio al cliente podría dotarlo de una pequeña tarjeta magnética e informática y no tendría usted que usar esas llaves tan engorrosas. A cambio…
Fiscal (interrumpiendo). ¿Acaso no tiene ya bastante con los abusos que ha consumado en vida, señor Botín y le pongo como ejemplo los swaps?
Defensor. El señor Botín sólo intenta que ganemos en competitividad, es el rey del emprendimiento.
San Pedro. Mire, señor Botín, no me fío de las tecnologías pero sí de mi cabeza, de mis manos y de las costumbres, ¿cómo me van a querer mis fieles en la tierra con una tarjeta magnética en las manos? Entrad, por favor.
Botín. Gracias, ¿tardará mucho el veredicto?
San Pedro. Uf, vaya a saber vuesa merced, ¿sabe vuesa merced cuántos expedientes y sumarios tiene Dios encima de la mesa? Está sobrepasado de trabajo.
Botín. Eso me suena, el tiempo siempre ha jugado a mi favor y tengo entendido que éste del Cielo se calcula en siglos, no en días…
San Pedro. En efecto.
Botín. ¡Qué bello es vivir y morir!
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