Dilma Rousseff durante auditoría militar en Rio de Janeiro, en 1970(Créditos: Archivo Nacional de la Comisión de la Verdad) Hoy hace 50 años, el 16 de enero de 1970, una militante de 22 años, Dilma Rousseff, fue arrestada por agentes de la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, un período en el […]
Hoy hace 50 años, el 16 de enero de 1970, una militante de 22 años, Dilma Rousseff, fue arrestada por agentes de la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, un período en el que el país se enfrentó a la represión de las libertades civiles y la libertad de expresión, y el régimen persiguió a los activistas políticos y a cualquier persona cuya conducta ellos consideraban desviada de la norma.
«La tortura es algo extremamente complejo. Creo que todo mundo que pasó por la prisión siempre va a tener esa marca. No me gusta ver películas, por ejemplo, que pasan tortura. No es que no me guste. Yo no veo. Es peor, ¿no? Yo no quiero ver. La tortura es algo que toca aquello que es más profundo y que lo constituye usted». La declaración de la expresidenta Dilma Rousseff, 50 años después del momento en que fue presa por la dictadura militar, el 16 de enero de 1970, trae pulsante un proceso que marcó la historia brasileña y que aún encuentra ecos en la actualidad. «El dolor es siempre una amenaza de muerte, cuando se trata de tortura.»
Sobre resistencia y superación, para Dilma, la clave es no guardar odio. «Yo creo que no hay cómo pasar la vida teniendo pena por eso, eso es un absurdo. Porque no es posible tener odio. Odio es dar a quien hizo eso contigo un poder que no puede tener. Usted tiene de mirarlos como ellos son: banales. Son banales.»
Hija de padre búlgaro y madre brasileña, Dilma Vana Rousseff nació el 14 de diciembre de 1947, en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais. En 1964, ingresó en el Colegio Estadual Central de Belo Horizonte, actual Escola Estadual Governador Milton Campos, donde tuvo, ya en los primeros años de la dictadura militar, los primeros contactos con el movimiento estudiantil y la militancia política.
La joven Dilma Rousseff ingresó en la organización Política Obrera (POLOP) y, al defender la lucha armada contra la dictadura, se alineó al Comando de Liberación Nacional (COLINA).En esa época, tenía cerca de 20 años y cursaba Economía en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). Además de Belo Horizonte, Dilma vivió y militó profesionalmente en Rio de Janeiro y en Porto Alegre.
A partir de la fusión de COLINA con la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR), que originó la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (VAR-Palmares), Dilma se convierte en dirigente de la nueva organización y, tiempo después, se muda a São Paulo.
Dilma fue detenida el 16 de enero de 1970 en un bar en la Rua Augusta, región central de São Paulo. El lugar era utilizado para encuentros clandestinos entre militantes. Torturada por los órganos de la represión y encarcelada en el Presidio Tiradentes, también en la capital paulista, la expresidenta recuerda ese momento doloroso y de resistencia.
La primera mujer electa democráticamente presidenta de Brasil, con mandato a partir de 2011, tuvo en 2016 un revés, cuando fue separada del cargo por un golpe orquestado por distintos sectores de la política, de los medios y del Poder Judicial, situación esta retratada en la película Democracia en Vertigem [Al filo de la Democracia], de la cineasta Petra Costa y que fue nominada al Oscar como mejor documental. «Creo que la película Al filo de la Democracia tiene un gran mérito, que es denunciar el surgimiento en Brasil de un proceso de extrema derecha, que, de una cierta forma, tiene características similares al que acontece en otros países del mundo», opina la expresidenta.
Con Brasil de Fato, Dilma también habla sobre las actuales disputas electorales, con elecciones en este año y las próximas en 2022, y garantiza que no competirá por ningún cargo, pero tampoco abandonará la política.
En el análisis del actual momento por el cual pasa Brasil, ella declara que «El centro fue destruido por el proceso. No crea un tipo de centroderecha graciosamente. Al contrario de lo que ocurrió en los Estados Unidos y en Alemania, que el neoliberalismo se impone en los marcos de la democracia liberal, aquí, para imponer el neoliberalismo fue necesario un gobierno neofascista.
Y este gobierno neofascista construye en la destrucción del centro. Entonces, ¿cuál es el centro con el que es posible conversar? ¿Qué no esté completamente comprometido y contaminado por la política neoliberal neofascista? Porque creer que el neofascismo es algo solitario, solo, y no es como una especie de hermano siamés del neoliberalismo es no entender la historia. Es no entender que aquellos que posan como de centro y que son neoliberales, pactan con el neofascismo. Pueden hasta fruncir las narices y levantar las cejas, pero apoyan. Porque sólo ellos pueden entregar las reformas neoliberales que ellos quieren.»
Mariana Lemos y Camila Maciel.- El día 16 de enero, se cumplen 50 años de su prisión política en la dictadura militar. En esa época, usted tenía 22 años. Siendo un episodio que marca su trayectoria, nos gustaría que nos cuente cómo se dio su prisión en 1970.
Dilma Rousseff.- Yo tenía 22 años cuando fui presa, el 16 de enero de 1970. Por lo tanto, son 50 años. Brasil, en aquel momento, estaba saliendo de un gobierno democrático, electo por voto popular, presidido por João Goulart y encaminándose hacia un proceso acelerado de dictadura. Ese proceso comienza en 1964.
Ahora, es interesante que el golpe no instituye la dictadura en un acto sólo. Ele va instituyendo capas crecientes de arbitrio y autoritarismo. Primero, prende y suspende los derechos políticos de grandes líderes políticos de la época y líderes del movimiento social también, sindicalistas.
A continuación, suspende derechos políticos de algunos agentes institucionales, tanto en el área del Ejército como en el área del Poder Judicial. No sólo deputados y senadores, pero también jueces y militares son casados. A continuación, ese es un proceso creciente, va se fechando. La dictadura instaura censura a la prensa, prohíbe partidos y comienza una escalada muy acentuada de cierre de los espacios políticos y democráticos de participación.
Entonces, se elimina el derecho a huelga, se elimina el derecho de manifestación, se detiene trabajadores, se detiene manifestantes del movimiento estudiantil. Obras culturales, de teatro, por ejemplo, sufren invasiones, así como El Rei da Vela, si no me engaño.
Y usted tiene un proceso interesante, porque había también en Brasil, de otro lado, entre 1964 y 1968, un proceso de insatisfacción grande y también de movilización muy grande que se presentaba en el cine. El Cinema Novo, por ejemplo, tiene todo un conjunto de obras muy importantes. Usted tiene también en la música y en todas las áreas. Y ese es un proceso también que va a caer muy fuerte sobre la cultura en Brasil.
De hecho, es propio de los procesos de autoritarismo y de dictadura, que usted tenga un cierre también en el área cultural. Porque el mundo de la cultura es un mundo crítico. Y, en una dictadura, no sólo no se acepta crítica política como no se acepta crítica de costumbres. Hay hasta un periodista, que es nuestro Stanislaw Ponte Preta, que creó el «Festival da Besteira que Assola o País» [Festival de las Bestialidades que asolan el País], que justamente evidenciaba que Brasil estaba siendo objeto de absurdos como de ese tipo que vemos hoy, por ejemplo, diciendo que las niñas visten de rosa y los niños visten de azul. Había eso también en aquel momento. Fue Stanislaw que lo evidenció y demarcó lo que acontecía cuando se instaura el autoritarismo.
Y eso fue creciendo. Cuando llega diciembre de 1968, aparece el AI-5, que yo creo que es el marco más claro de construcción definitiva de la dictadura. Y ahí comienza la represión. Usted reprime movimientos sociales, reprime movimientos obreros, campesinos. Hay un proceso de represión violento. Y ese proceso comienza y afecta también a todas las organizaciones alternativas de izquierda que surgen en ese proceso.
Porque una de las cosas más graves de la dictadura es hacer que las personas, principalmente la juventud, dejen de creer en la democracia. Que crean que no hay espacio para la democracia. No Brasil, durante un período, había esa visión de que jamás dejarían un espacio democrático para que las personas se manifiesten. Todo eso lleva a movimientos y a la construcción de organizaciones políticas fuera de las organizaciones tradicionales. Porque la dictadura militar instaura un bipartidismo entre Arena y MDB y anula todos los demás partidos y prohíbe la organización de esos partidos.
Entonces, surgen organizaciones clandestinas. A mi me arrestan en el proceso de endurecimiento del régimen militar, que lleva, a partir del final de 1969 y comienzos de 1970, a una constante busca de presos políticos por la represión. Entonces, esa captura y colocación en presidios hasta ilegales, en prisiones ilegales, o sea, en las cuales usted como preso no era reconocido hasta ir a la prisión, que funcionaba como una especie de notaría en el cual te identificaban. Todo eso se acentúa mucho y se radicaliza mucho durante el gobierno [Emílio Garrastazu] Médici.
Y es el proceso que comienza y que, después, va a producir no sólo tortura, que ya existía, pero la tortura sistemática. Y incluyendo lo que ellos llaman necesidad de muertes y asesinatos políticos, porque creen que las personas no son recuperables. Y es en ese contexto que, a comienzos de los años 1970, ya había sido creado el DOI-CODI en São Paulo y en Rio, y en otros estados, pero el foco principal estaba en São Paulo y en Rio.
Yo fui detenida en São Paulo, por el DOI-CODI 2, del segundo Ejército, que era llamado también Operación Bandeirante, porque una parte de eso fue financiada por un segmento de la elite económica paulista que pagaba, por ejemplo, muchas veces, la gasolina, el transporte de toda la operación y también era responsable por las llamadas quentinhas [raciones de alimento caliente] que comienzan a aparecer. Yo creo que las primeras quentinhas aparecieron para alimentar a los presos políticos de ese país.
Mariana Lemos y Camila Maciel.- Una película que retrata ese período es Torre das Donzelas [Torre de las doncellas], lanzada en 2019, que habla sobre las mujeres presas en la dictadura militar en el presidio Tiradentes, en São Paulo, que fue donde usted permaneció presa. Sobre eso, ¿cómo fue la vida dentro de la cárcel, tanto del punto de vista de la convivencia con las otras presas políticas, pero también de la vida cotidiana?
Dilma Rousseff.- La película Torre das Donzelas es una muestra, una visión de un segmento. Es una película de ficción. No es un documental stricto sensu. Tiene un contenido de ficción. Primero, porque intentaron reconstruir el presidio de Tiradentes, y el presidio de Tiradentes es imposible de reconstruir por una estructura de hierro. Era un lugar que decían que, anteriormente, había servido para vender esclavos.
Tenía, esa torre – era una torre mismo, propiamente dicha – tenía paredes muy anchas, esas paredes coloniales antiguas extremadamente anchas. Tanto que usted podía sentarse en una ventana. Yo mido 1,70 m, hoy debo haberme encogido un poco, pero en aquella época yo creo que medía 1,70 m. Y me sentaba en la ventana estirada. Cabía en la ventana tanto a lo ancho como a lo largo.
Era muy irónico. Porque era un lugar que, visiblemente, sirvió para la peor cosa que este país ya tuvo, que fue la esclavitud. Tenía aquella escalinata que comenzaba unida y después se dividía y tenía un lado derecho muy alto. Entonces, es muy difícil que usted vea la torre.
Yo les dije a ellas cuando fui a grabar: «Yo creo que no es adecuado. Ustedes creen en lo que ustedes hicieron, pero en mi memoria no tiene nada que ver con esta arquitectura de hierro. No es eso». Y es importante entender porque era así. Porque usted organiza la cotidianidad en una cárcel disputando dos cosas: tiempo y espacio.
¿Qué es una cárcel? Es el control de su tiempo. Entonces, el control de su tiempo es el siguiente: siempre que impusieron una disciplina en una cárcel, está descontrolando el tiempo. Si dicen: «De mañana usted hace eso, medio día usted hace eso y a la tarde usted hace eso, y a la noche…». Y el espacio, por supuesto, porque te trancan en una celda.
¿Cuál fue la iniciativa política que las presas mujeres tuvieron dentro de la Torre? Ellas controlaban el tiempo y el espacio, dentro de sus posibilidades limitadas. ¿Qué significaba eso? Procurar quedarse el máximo de tiempo posible con la celda abierta, permitiendo que usted circulase de un lado al otro.
Voy a insistir, eran espacios extremadamente susceptibles de ser circunscritos, porque eran paredes muy anchas. Y, ahí sí, esas paredes anchas, generalmente estaban bloqueadas por una puerta de hierro. Una presa, inclusive, una vez, se cerró una puerta en el dedo y se lo rompió, fractura expuesta, porque la puerta era bastante ancha.
Entonces, nosotros conseguíamos ir de una celda a otra, porque controlábamos el espacio también, y el tiempo. Nosotras decidimos que hacer con el tiempo. Comenzamos a cocinar nuestra propia comida, a buscar los libros, el mayor volumen de libros posible dentro de una prisión. Yo creo que una de las cosas más importantes que nosotros conquistamos fue eso: teníamos muchos libros.
Y teníamos discos. Yo conocí el tango en la prisión. No era de mi zona. Yo era de Minas Gerais, nací en Belo Horizonte. Y viví mi vida adulta allá y después fui a Rio.
Entonces, lo cotidiano era una disputa constante. El preso es un preso, principalmente cuando está en grupo. Un preso individual es diferente, solo. Porque la soledad en la cárcel es una cosa muy dura. Por eso yo creo que el presidente Lula tiene un gran mérito de haber sido capaz de construir para si una vida decente dentro de una prisión. Porque usted construye una vida decente, pero nosotros teníamos muchas compañeras. Era mucha gente. Entonces construimos una cotidianidad, a pesar de los pesares.
Y, al mismo tiempo, construimos también una vida política, porque dirigíamos, dentro de nuestras posibilidades, o sea, limitadas, dirigíamos nuestra vida. Nosotros definimos quién cocinaba, cuántos equipos eran, quién lavaba la Torre, cuántas veces por semana, quién entraba… En fin, nosotros construimos una cotidianidad, era de eso que yo hablé, de conquistar el espacio y el tiempo.
De la misma forma, estábamos en una etapa de la cárcel. La cárcel en Brasil era así en aquella época. Usted era detenida y usted desaparecía. Al entrar en la cárcel usted desaparecía. No había registro. Y ahí, había tortura sistemática por un tiempo. Y generalmente esa tortura se daba en las estructuras controladas por las Fuerzas Armadas, básicamente el Ejército.
Después de eso, usted era llevada a partir de un determinado tiempo. En mi época eran unos dos meses, más o menos. Usted iba al DOPS, Departamento de Orden y Política Social, y hacia aquello que se llamaba «hacer la notaría», que era hacer su registro. Le tomaban esas fotografías de perfil, de frente, le tomaban las huellas digitales y declaraba. Porque la declaración obtenida en la Operación Bandeirante no aparecía. Porque en el proceso de tortura en Brasil, ellos mantuvieron las apariencias.
Había un momento que era de los cortocircuitos. ¿Dónde se daba el cortocircuito? Desde el momento en que usted salía del DOI-CODI, ¿no es cierto? El proceso de notaria es el proceso de cortocircuito. El te legalizaba. Entonces ese es un momento fundamental. Porque es ahí que los datos del proceso comenzarían a aparecer.
Y había otra característica también, que yo vi aquí repetida en esos procesos de la Lava Jato. Ellos segmentaban la acusación. ¿Qué es segmentar la acusación? Yo integraba una organización política. Yo nunca participé en acción armada, etc. Pero yo integraba una organización política. Entonces, yo no era condenada por integrar una organización, yo era condenada por los estados por donde yo anduve. Entonces tenía un proceso en Minas, uno en São Paulo y otro en Rio de Janeiro. Y ahí usted llevaba tres temas. Porque eso también te mantenía en la cárcel, ¿no?
Cuando usted salía, incluso sobrando tiempo, después de cumplir, yo fui condenada, yo creo que a seis años y medio. Yo cumplí tres años. Después, yo cumplí tres años ¿por qué? Porque, en mi proceso, la Justicia anulaba sentencias. Porque uno era juzgado tres veces por la misma cosa. Entonces yo acabe siendo condenada a dos años y un mes. Y estuve tres años. Ellos no te devolvían ese año que usted estuvo demás porque la ley de seguridad decía que no había devolución, ni proceso contra el Estado ni nada. Entonces esa era la idea.
Y la tortura es algo extremamente complejo. Creo que todo el mundo que pasó por la prisión siempre va a tener esa marca. A mi no me gusto ver películas, por ejemplo, que pasan tortura. No es que no me guste. No veo. Es peor, ¿no? No quero ver. La tortura es algo que toca aquello que es más profundo y que constituye usted.
¿Qué constituye un ser humano? La inmensa capacidad de sentir dolor físico, y psicológico también. Pero el físico es algo que nos identifica con el resto de la humanidad e, inclusive, con los mamíferos, los animales. Ellos también sienten dolor. El dolor es una cosa, en el caso del ser humano, es siempre una amenaza de muerte, cuando se trata de tortura. Uno está ligado a la otra. Entonces es dolor. La percepción del dolor y de la muerte. Eso es lo que es la tortura. Y todos nosotros, cada uno de nosotros, tenemos horror a sentir dolor.
Cada pedazo de su cuerpo reacciona a la posibilidad de la muerte, por eso cuando una persona está con mucha depresión es que se mata. Si no tiene depresión, es muy difícil que se mate. Es complicadísimo, no se mata, incluso en situaciones limites. Para que usted de ese paso, es algo muy difícil. Entonces, nosotros tenemos que enfrentar el hecho de que trabajan con eso, trabajan con el dolor y la muerte. Eso es la tortura. Dolor y muerte sistemáticamente.
Y con algo terrible, qué es hacer que la persona pierda su dignidad. Ese es el componente del dolor psicológico. Ellos quieren que usted pierda la dignidad, que usted traicione sus convicciones, que usted abandone lo que piensa. Eso es, tal vez, la consecuencia mayor de la cárcel. Usted está preso y es eso lo que hacen.
Yo tengo inmensa solidaridad con algunos de los compañeros que fueron llevados a renunciar a sus convicciones después de procesos de tortura, yendo a la televisión. Es solidaridad lo que yo tengo para con ellos. Ese proceso de destrucción de alguien es un proceso de hacer que la persona se transforme en un muerto viviente. ¿Qué hace una persona después de traicionar lo que piensa, después de traicionarse a si mismo? Queda muerto andando por la calle.
Entonces, ese proceso, que es un proceso que los Estados Unidos hacían en Abu Ghraib [prisión iraquí], es un proceso que usted percibe que tiene un componente extremadamente fascista o nazi, de destrucción de la persona. Ese proceso es un complemento elevado a la enésima potencia de la tortura y de la muerte también.
Entonces, yo vi gente que fue llevada en esos esquemas y creo que cada uno de nosotros sólo aguanta la tortura engañándose. Uno se dice: «Ahora aguanto cinco minutos más, dos más. Ahora aguanto tres minutos más». Porque uno no imagina que va a aguantar un día, porque eso es una eternidad. Comenzó el dolor y el tiempo pasa a ser minutos o segundos. Entonces, uno tiene que auto engañarse. Es así que uno hace. Uno se auto engaña. Y miente.
Una vez yo fui al Senado, y un senador, si no me engaño, Agripino Maia dijo: «Pero usted mintió ante la tortura». Estoy orgullosa de haber mentido. En la dictadura o usted miente o usted no sobrevive. En la democracia es que se dice la verdad.
Entonces, ese es un proceso y hay una porción de personas, todas las personas que estuvieron dentro del presidio pasaron por eso. Ellas vivieron eso. Entonces eso está subyacente. Nos reíamos, bromeábamos, jugábamos vóley, siempre que podíamos, o siempre que se conquistaba ese espacio, pero tenemos esa marca, cada una de nosotras. Y es con eso que convivimos y creamos cotidianidad, porque tiene también otras ventajas. Teníamos 20 años, nos parecía que una persona de 30 era muy vieja. Entonces, cuando usted tiene 20, también es más fácil todo eso, usted tiene fuerza vital para superar eso. Y yo creo que no hay cómo pasar la vida teniendo pena de eso, eso es un absurdo. Porque no es posible tener odio. Odio es darle a quien hizo eso contigo, un poder que no puede tener. Usted tiene que mirarlos como ellos son: banales. Son banales. Pueden ser tachados de criminales, ¿pero qué criminal no es un poco banal?
Mariana Lemos y Camila Maciel.- Hoy vivimos un escenario en que el gobierno Bolsonaro tiene el militarismo como una de sus bases. Ya tenemos casos de censura a investigadores, artistas, organizaciones sociales. ¿Presidenta, en su evaluación, es posible relacionar esos dos momentos? ¿Cuáles son las aproximaciones del tiempo de la dictadura con la coyuntura actual que estamos viviendo?
Dilma Rousseff.- Yo creo que son diferentes. Cuando ocurrió el proceso de la dictadura, usted tenía un tipo de gobierno. La forma política de la dictadura, ella implica que hagamos una imagen, así tal vez es más fácil, es imaginar que la democracia es un árbol, la dictadura implica un corte radical del árbol. Usted corta las ramas, usted no deja piedra sobre piedra. Usted quita todos los derechos: organización, manifestación; cierra el Congreso. Usted cierra todas las hipótesis. Se afecta a la sociedad como un todo.
Y este proceso que nosotros estamos viviendo, en la crisis del neoliberalismo, en el caso brasileño, usted tiene una especie de invasión del árbol por hongos parásitos por procesos de contaminación, que corroen la democracia por dentro. Ahí usted tiene, por ejemplo, la Lava Jato, que tal vez haya sido el mayor instrumento para construir la agenda neoliberal.
La Lava Jato existe para construir la posibilidad de quitarles derechos a los trabajadores, la posibilidad de una reforma de las Pensiones que produce 1,3 millones personas esperando su jubilación, con filas en el INSS, cosa que nosotros habíamos acabado. Produce la venta de nuestras estatales. Vendieron la EMBRAER a la Boeing, una empresa que está en crisis porque se les cayó un jet, sin hablar de que ellos ya venían teniendo problemas, al punto de la Airbus ya sobrepasó a la Boeing ahora.
Pero, de cualquier forma, ellos entregan la soberanía brasileña, porque ellos se someten a todas las exigencias del neoliberalismo tardío. Ese sistema, que ya está en crisis en el mundo, que crea una brutal desigualdad, que destruye las políticas sociales y la reducción inmensa de la miseria y de la pobreza que nosotros hicimos.
Pues bien, eso sólo ocurre porque la Operación Lava Jato construye la narrativa de la corrupción, que es una estratégica para destruir no sólo el Partido de los Trabajadores (PT), sino que destruye los otros partidos, de derecha, de centro. Tanto es que surge el neofascismo del Bolsonaro. Entonces, el fenómeno del neofascismo es típico de ese proceso.
El otro proceso es la dictadura militar. Yo no quiero hacer un juicio de valor, creo que los dos son pésimos, pero, en ese caso, del neofascismo aún hay espacios democráticos. Hay que percibir eso. Lo que no significa que el pueblo brasileño no pueda sufrir mucho más bajo el gobierno de una forma de extrema derecha, como es el del Bolsonaro, que está contra todo.
Está contra todos los aspectos culturales de la vida que se coloca de rodillas ante los Estados Unidos, que hace con que el país pierda toda la autoestima que conquistó en los últimos años en los gobiernos del PT.
Entonces, es una situación de descalabro económico, social, político y cultural. No hay área que no tenga esas heridas. Porque, por ejemplo, el gobierno [Ernesto] Geisel no fue un gobierno entreguista, fue un gobierno que autorizó la muerte, que es absolutamente sin palabras que no sean aquellos adjetivos que tenemos que usar. Es un terror de Estado, es un absurdo la muerte de adversarios como forma de lucha política. Que es el caso de la autorización de muerte de los presos en la época del gobierno de Geisel. Pero el gobierno Geisel tiene un mérito, porque defendió la economía brasileña. Y ese mérito va a ser reconocimiento dele, porque no entregó el país. No negoció la soberanía del país.
Mariana Lemos y Camila Maciel.- Estamos en un año electoral. Las elecciones municipales ya dan señales de un escenario para 2022 también. Usted fue candidata al Senado en 2018, en una elección marcada por la ascensión del bolsonarismo. ¿Usted tiene planes de ser candidata en algún momento?
Dilma Rousseff.- No, no tengo ninguno. No tengo más planes electorales. Yo tengo planes políticos, lo que no significa planes electorales.
Mariana Lemos y Camila Maciel.- Con relación a las elecciones, tomando como lección el escenario de 2018, ¿cuál cree usted que debería ser la postura de la izquierda brasileña en una próxima disputa electoral?
Dilma Rousseff.- La izquierda brasileña y los progresistas brasileños tienen que unirse. Yo creo que es en eso que todos creen. Yo creo interesantísimas las propuestas sobre que es necesario ir hacia el centro. Sólo que, quien habla de que es necesario ir al centro, o sea, que las políticas de consenso que lleven a una desradicalización, que posibiliten una despolarización, parten del principio de que es un centro, un centro político.
De hecho, en Brasil, hubo un centro político. Podemos hasta llamar a ese centro político, centro democrático. Ese centro democrático estaba claro en la Constituyente de 1988, que tenía el Dr. Ulysses [Guimarães], Mário Covas, personas de estatura, que eran personas que tenían compromiso con el país. ¿Qué sucedió? El centro político en Brasil fue fragmentado y, en los últimos años, en el caso por ejemplo del PMDB (MDB), ese centro político construyó una hegemonía por la derecha en los años de Eduardo Cunha.
Pero no fue solo eso lo que sucedió. El arma [de la Operación] Lava Jato, que es fundamental, fue construida para destruir al PT. Pero tuvo también un efecto, que fue afectar a partidos que no estaban previsto que lo fueran, como el PSDB [Partido de la Socialdemocracia Brasileña]. Incluso aunque fueron tratados de forma absolutamente diferenciada, fueron bastante afectados. En especial, aquel que no supo perder. Nuestro querido golpista, que no supo perder. Pero ellos acertaron en construir un gobierno ilegítimo como el de Michel Temer y llevar al gobierno toda la propuesta…
Porque Temer tiene razón cuando dice que Bolsonaro lo completa. Es verdad. Ambos son neoliberales. Pero lo que acontece es que, con eso, el centro fue destruido. O mejor dicho, el centro se destruyó. Aécio Neves, José Serra, por el PSDB. El PSDB se desmanteló. Alckmin fue un competidor importante a la Presidencia y llevó 4% sólo en la última elección, que produjo Bolsonaro.
El centro fue destruido por el proceso. No crea un tipo de centroderecha graciosamente. Al contrario de lo que ocurrió en los Estados Unidos y en Alemania, que el neoliberalismo se impone en los marcos de la democracia liberal, aquí, para imponer el neoliberalismo fue necesario un gobierno neofascista.
Y este gobierno neofascista construye en la destrucción del centro. Entonces, ¿cuál es el centro con el que es posible conversar? ¿Qué no esté completamente comprometido y contaminado por la política neoliberal neofascista? Porque creer que el neofascismo es algo solitario, solo, y no es como una especie de hermano siamés del neoliberalismo es no entender la historia. Es no entender que aquellos que posan de centro y que son neoliberales, pactan con el neofascismo. Pueden hasta fruncir las narices y levantar las cejas, pero apoyan. Porque sólo ellos pueden entregar las reformas neoliberales que ellos quieren.
Entonces, la elección necesita de ese polo verdaderamente democrático, integrado por el personal más progresista de izquierda. Y que percibe que no existe neofascismo sin neoliberalismo, y no existe neoliberalismo sin neofascismo. No se puede creer en la división de esos dos. Es eso lo que caracteriza las elecciones de 2020.
Mariana Lemos y Camila Maciel.- Presidenta, sobre el documental Al filo de la democracia no se habla en otra cosa esta semana desde que la película fue nominada al Oscar de 2020. ¿Cómo recibió usted la noticia de la indicación y lo que significa políticamente ese reconocimiento internacional de la obra de la directora Petra Costa?
Dilma Rousseff.- Yo creo que la película Al filo de la democracia tiene un gran mérito, que es denunciar el surgimiento en Brasil de un proceso de extrema derecha, que de una cierta forma tiene características similares al que acontece en otros países del mundo. Pero, para efectos sólo del país, yo considero que es muy importante lo que Petra Costa muestra en esa película. Porque muestra con imágenes del momento en el que, desde su punto de vista, ocurrió. Y desde mi punto de vista también: fue un golpe de Estado.
O sea, un proceso en base en los fundamentos jurídicos de la Constitución Brasileña, que prevé un impeachment en el caso de crimen de responsabilidad, sin crimen de responsabilidad. Programa un golpe de Estado justamente para viabilizar una agenda que había sido derrotada en cuatro elecciones consecutivas.
Creo que esa narrativa muestra toda la acción de los principales sujetos de aquel momento. Entonces, la prensa, las responsabilidades de la prensa en este proceso del golpe están evidenciadas. Así como la responsabilidad del PSDB, las responsabilidades en el surgimiento de los líderes de derecha, que hoy ocupan el escenario. Y, sobre todo, ella evidencia cómo eso abrió caminho para la llegada de Bolsonaro al poder.
Traducción: Pilar Troya, para Brasil de Fato.