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El 18 brumario de Jair Bolsonaro

El golpe dentro del golpe

Fuentes: Partido Comunista Brasileiro (PCB)

Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez

«Se comportaba como un genio ignorado, considerado por el mundo entero como un bobo»

Karl Marx, El 18 brumario de Luis Bonaparte

La verdadera meta del presidente militar es un golpe clásico que le permita la centralización política necesaria, bajo la espada militar, sin los incómodos compañeros del Congreso y del STF. De hecho, expresó varias veces tal intención, tanto en entrevistas como en declaraciones. Por tanto, la indignación que ahora manifiestan los señores parlamentarios y jueces ante la convocatoria que el Presidente realizó de un acto a favor del cierre del Congreso y del STF no pasa de pura escenificación, pura pantomima.

Lo que se esconde tras esa maniobra disuasoria es una compleja relación de fuerzas entre dos segmentos –la derecha y la extrema derecha– que miden fuerzas como boxeadores al comienzo del combate. Hemos trabajado con la hipótesis de que hay un segmento de las clases dominantes que pensó en utilizar a Bolsonaro como alternativa para derrotar al petismo e implementar la agenda más dura del capital en crisis. Ese segmento creía que podía controlar al militar Bolsonaro, dejándole a él sus rarezas, mientras que ellos se ocuparían de lo esencial: las reformas contra la clase trabajadora.

El problema es que no se trata, como hemos afirmado, de mera rareza. La profundidad de la crisis y las características de nuestra formación histórico-social actúan de manera que sirven de soporte al proyecto bolsonarista. En una situación normal, el absoluto fracaso de las medidas económicas del ultraliberalismo de Guedes llevaría a su sustitución por otra estrategia, como sucede en la alternancia democrática que se presenta como protectora del orden del capital: así como fue Lula sustituyó a FHC y éste a Itamar.

Las mismas clases dominantes interrumpieron de forma casuística la llamada normalidad democrática al deponer al presidente bajo el pretexto de las pedaladas fiscales. Como el fracaso de Temer apuntaba a la vuelta de Lula, inmediatamente aparecieron más causas jurídicas para quitarlo de en medio, haciendo posible, así, que el protofascista pudiese ganar las elecciones.

Se trataba, por tanto, de un mero coadyuvante en un plan mayor, un auxiliar para distraer al público mientras el mago preparaba la magia, un payaso de feria. Sin embargo, como diría Chico Buarque, “quem brincava de princesa acostumou com a fantasia” [quien jugaba a ser princesa se acostumbró a esa fantasía». Por eso el militar se cree un mesías, un mito, un salvador, y, al contrario que el centro izquierda, dispone de medios para resistir a los intentos de destituirlo.

¿Cuáles son esos recursos de que dispone el militar? Las aventuras de la gran burguesía monopolista lograron fracturar el país y forjaron la unidad de la extrema derecha, fundada en el irracionalismo y personificada en el capitán Bolsonaro. Tal hecho le confiere un apoyo por parte de las masas que excede la fidelidad momentánea del buen o mal desempeño de la economía, pues es precisamente ese nexo que se quería obliterar; no puede ser medido por investigaciones de aceptación del gobierno, una vez que se trata de pura ideología en funcionamiento: una cruzada contra la izquierda y los enemigos de la Patria y de la familia realizada por la gente de bien contra el mal. Evidente, el fundamentalismo religioso opera aquí de manera decisiva.

El pragmatismo de la derecha, que siempre funcionó tan bien (a punto de llegar a ser copiado acríticamente por el centro izquierda), ahora se enfrenta con algo que desconoce y teme. En situaciones normales, bastaba un pretexto cualquiera (que para el caso ni siquiera necesitaría ser inventado, ya que existen motivos de sobra), una campaña mediática para aislar a la figura y un desenlace institucional que alejara al militar, desplazando el eje del poder al Parlamento, con algún tipo de parlamentarismo ocasional o algo parecido, por ejemplo, con Mourão.

Si el capitán contara sólo con el apoyo de un segmento de las masas, ya habría caído. En este punto interviene otro factor: las armas. Además de las relaciones con las milicias (que sólo no son evidentes para las instituciones establecidas y para el ministro de Justicia), tenemos el apoyo de las corporaciones militares -como se puso en evidencia durante el motín de Ceará [N. del traductor.- iniciado el 19 de febrero por policías bolsonaristas en demanda de un aumento salarial mayor que el que se estaba sometiendo a votación en la cámara legislativa estadual a propuesta del PT en el gobierno; durante los días de motín aumentó el número de homicidios y la sublevación llevó a que los policías disparasen al ex gobernador y actual senador socialista Cid Gomes, del PDT. El motín llegó su término el 1 de marzo, después de que los policías llegasen a un acuerdo con los tres poderes del estado relativo a una subida salarial]- y de parte de las Fuerzas Armadas, como queda demostrado por la fuerte presencia militar en el gobierno. Este es un punto oscuro, es decir, hasta que punto el capitán podría mover segmentos de las fuerzas armadas en su defensa, aunque fuese para enfrentarlos a otros segmentos que se le opusiesen. Sin embargo, en este momento, no se trata de tener o no el apoyo efectivo; con que parezca que lo tiene es suficiente para el engaño.

Si interrumpiéramos el análisis en este punto, tendríamos prácticamente un empate. Aquellos que quieren retirar al militar tendrían posiciones institucionales, aparatos mediáticos, un segmento de masas y parte del aparato represivo. El capitán, por su parte, tendría a su favor (engañadas o no), parte de las masas, aparatos policiales y parte de las Fuerzas Armadas. Si tuviera que apostar, creo que en ese escenario él ya habría caído. Por eso, en su apoyo entra un factor diferenciador: me parece que él aún se sostiene y sobrevive porque las clases dominantes se encuentran fragmentadas.

Hay una fracción de las clases dominantes que, a pesar de percibir el inconveniente de la figura y sus riesgos, cree que es el mal menor. Finalmente, lo fundamental son las reformas y la recuperación de las tasas de lucro a niveles aceptables. Si el precio a pagar es la destrucción del país y una aventura fascista, esos señores están dispuestos a pagarlo –como ya hicieron en el pasado, dígase de pasada-. Creo que aquí está la clave del enigma de la coyuntura: el militar aún no cayó porque las clases dominantes están divididas en cuanto a la necesidad de apartarlo de la presidencia y las consecuencias que supondría esa acción. La Red Globo no está siendo contradictoria al denunciar trapacerías y después elogiar la política económica, tan sólo da expresión formal a la división interna de los verdaderos amos del país.

No debemos minusvalorar un dato. No estamos hablando de clases dominantes clásicas, que ponderan, piensan, tienen sus intelectuales orgánicos, hacen cálculos y pesan riesgos y oportunidades. La adhesión de la burguesía brasileña al imperialismo y la aceptación de su existencia subordinada y dependiente produjo un subproducto que tiene un impacto nada despreciable en la coyuntura actual –a saber, una especie de lumpenburguesía-. Se trata de una fracción de la burguesía que se beneficia directamente de la corrupción (cuando no directamente del crimen), desde pequeños fraudes hasta gigantescos pelotazos. Incluye tanto a un parlamentario que vio su patrimonio aumentado en 450% en dos años y que se hizo famoso por poner fin a un bloqueo a las tierras indígenas en Roraima, pasando por parlamentarios que, tras destituir a la presidenta electa en nombre de la familia y de las buenas costumbres, fueron detenidos por pedofilia, corrupción, asesinato y otros delitos, hasta llegar a los grandes empresarios que mantienen perniciosas relaciones con el Estado, que suponen contratos de grandes obras pagadas con presupuestos públicos, así como licitaciones y otros expedientes por los cuales el dinero público es expropiado por intereses privados.

En un momento concreto de la revolución cubana, el Che determinó que una de las dificultades en el enfrentamiento a las fuerzas de Batista sería que, a diferencia de otros ejércitos tradicionales, ellos tendrían que enfrentarse a una corporación que había transformado tanto al soldado como a los comandantes en socios de las fechorías, del tráfico de armas y de drogras, de los casinos, etc. En grado y forma diversa, presenciamos ese fenómeno en las fuerzas policiales y su desdoblamiento en las milicias. No se trata de que uno u otro policía tengan una conducta ilícita, sino de un sistema que envuelve desde el mando hasta la base de la corporación, incluyendo empresarios, políticos, jueces y gobernantes. Esa fracción está más preocupada en proteger sus negocios. No conecta con los crímenes de Bolsonaro, ni tampoco con las querellas parlamentarias, pero teme que al revelar los crímenes de uno acaben por exponer los suyos.

El golpe de 2016 fue perpetrado bajo el pretexto de mantener la estabilidad contra el clima de desasosiego que impedía las reformas, pero el régimen parlamentario con el capitán al frente es todo menos estable. La burguesía estaba lista para un gran acuerdo, «con Supremo, con todo», pero el capitán mueve piezas heterodoxas contra las cuales el parlamento puede poco. Derrotado el petismo (perdón a los optimistas, pero el petismo cayó de la mesa del juego, pues su única carta es una elección «limpia», por eso permanece a la espera de 2022), el militar abre sus baterías contra sus aliados: el STF y el Congreso. Pero, ¿por qué? Puede ser porque el genial plan económico no llegó y la milagrosa recuperación del crecimiento no llegó. Y sobre alguien tendrá que caer la responsabilidad. El capitán es tosco, pero no es burro (bueno, a lo mejor sí que lo es, pero sabe jugar) y sabe que él está preparado para ese papel –y que las consecuencias de no cumplir no son abandonar el cargo y volver a la barbacoa en su hermosa casa en una urbanización privada apenas frecuentada de la Barra [N. del traductor.- Barra de Tijuca, uno de los barrios más elitistas de Brasil, situado en la zona oeste de Río de Janeiro, con extraordinarias playas], sino ir a la cárcel junto con sus hijos. Por eso, acabará reaccionando –peor aún, tomando la iniciativa–, y tiene recursos para hacerlo.

El enemigo es el mismo: ¡el socialismo! Marx, en su magistral El 18 brumário de Luis Bonaparte, analiza el un momento en que Luis Napoleón se enfrenta con los intereses de los parlamentarioss, a quienes acusa de socialistas. Usando sus palabras: «Se presenta como socialista hasta el liberalismo burgués, como socialista la ilustración burguesa, como socialista la reforma financiera burguesa». Entre nosotros, dicho sea a modo de gracia, ya hay gente que dice que la ministra Regina Duarte es el plan de la izquierda para sabotear el gobierno de Bolsonaro, la Red Globo es izquierdista y el STF es una institución al servicio del comunismo internacional, a las órdenes de Venezuela.

El polvorín está lleno de explosivos, pero falta la chispa que lo hará explotar. Para los dos lados, lo que falta es movilizar el pretexto. En el caso del parlamento y de la fracción que quiere la salida de la pieza incómoda para seguir lo esencial del plan, el pretexto ya existe (el presidente ya cometió, según analistas nada sospechosos de izquierdistas, por lo menos diez crímenes de responsabilidad), pero se encontraron con una correlación de fuerzas que abre la posibilidad de enfrentamiento y ellos son, fundamentalmente, cobardes. El militar, al convocar los actos, colocó las instituciones contra las cuerdas, una vez que estas se vuelcan obligadas a responder o aceptar su destino de vivir bajo la amenaza de un irresponsable. Ahora, por cuenta de la pandemia del coronavirus, los actos fueron cancelados. Queda la impresión de que el virus acabó siendo una salida honrosa para el golpista y el Congreso. Sin embargo, parece sólo aplazar el problema.

Sigue el plan de interrumpir el proceso con un acto de fuerza, pero, para eso, el capitán militar necesita de una situación que justifique el acto de fuerza para cerrar el Congreso y establecer su dictadura. Y, evidentemente, esta no puede tener las enmiendas parlamentarias que refuerzan el presupuesto o profesores universitarios pelados, fumando marihuana y dando clase de marxismo en los cursos de ingeniería.

El viaje del militar a los EEUU nos da la pista. Lo que Bolsonaro necesita es una guerra, o al menos algo que parezca una guerra. Los venezolanos ya saben, Trump ya sabe… Los brasileños aún no, pero sabrán en breve.

Fuente: https://pcb.org.br/portal2/25119/o-31-de-marco-de-jair-bolsonaro/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar la autoría, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.