Foto: Jordan Goudreau, Instagram
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
La maquinaria imperial se puso a funcionar a pleno rendimiento la pasada semana cuando el gobierno de EE.UU. exigió la liberación de dos de sus ciudadanos –veteranos de las Fuerzas Especiales que al mando de sesenta hombres que pretendían promover un golpe de Estado en Venezuela y/o capturar a su presidente electo– y su retorno a Estados Unidos.
Ya es de por sí bastante malo que EE.UU. conociera por adelantado, casi con certeza, los detalles de esta invasión que supone cruces de fronteras y desembarcos en playas, en la que participaron desertores de las fuerzas venezolanas supuestamente implicados en el narcotráfico y reconvertidos en mercenarios. Pero ¿qué cómo puede además Estados Unidos tener el descaro de afirmar que la víctima del golpe, Venezuela, no tiene el derecho legítimo a castigar a los criminales, sino que debe liberarlos y devolverlos a un país, Estados Unidos, que durante años ha intentado derribar a su gobierno electo?
Sin embargo, los medios de comunicación de Estados Unidos presentan esta historia como si solo tuviera que ver con la seguridad de dichos mercenarios estadounidenses. Caso aparte es el periodista de AP Joshua Goodman, quien ha escrito un excelente reportaje de investigación en el que sugiere que el intento de golpe fue una operación bastante chapucera destinada al fracaso desde sus inicios por la arrogancia y la incompetencia de algunos de quienes la planearon.
Pero, por un momento vamos a darle la vuelta a la situación y a imaginar cómo reaccionaría el gobierno de Estados Unidos si capturara a un grupo de mercenarios fuertemente armados financiados por alguna potencia extranjera (digamos que Venezuela, hipotéticamente) intentando invadir la costa del país para propiciar un golpe de Estado y tal vez capturar o matar al presidente?
Estoy seguro de que el Congreso ordenaría un ataque contra el país de origen de los mercenarios, posiblemente el lanzamiento de una serie de misiles Tomahawk y varios ataques aéreos contra bases militares, por ejemplo. Y la gente saldría a manifestarse a las calles exigiendo una mayor revancha.
Imaginemos ahora que el gobierno del país de origen de quienes planearon el ataque contra EE.UU. sugiriera además que “utilizarían cualquier herramienta a su alcance” para “intentar traer de vuelta a casa a los mercenarios prisioneros”, una afirmación que supone la amenaza nada sutil de ejecutar acciones militares o terroristas. ¡Llegados a ese punto, Estados Unidos le declararía la guerra total!
Sin embargo, esto es precisamente lo que el Secretario de Estado Mike Pompeo ha hecho al amenazar públicamente a Venezuela con el uso de “cualquier herramienta a su alcance” para traer a ambos mercenarios de Venezuela, la actual “bestia negra” del establisment de la política exterior de ambos partidos.
¿Qué es lo que sabemos a estas alturas del estrambótico plan llevado a cabo por unas cuantas docenas de mercenarios armados para propiciar un golpe de Estado contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro?
Según Stars & Stripes (Barras y Estrellas), un periódico destinado a las fuerzas armadas en activo de Estados Unidos, los dos estadounidenses detenidos, Aaron Barry y Luke Denman, formaron parte de las fuerzas especiales conocidas como Boinas Verdes y sirvieron en Irak y Afganistán junto a Jordan Goudreau. Este individuo, director de Silvercorp USA, una turbia compañía “de seguridad” privada, con sede en Melbourne (Florida), fundada en 2018, que no proporciona ninguna información sobre su gestor o sus promotores, afirma haber organizado y financiado la chapuza de intento de golpe, lo que denominan “Operación Gedeón”.
(Según su propia web : “Silvercorp USA fue fundada con un propósito: ofrecer a gobiernos y corporaciones soluciones realistas y oportunas ante problemas irregulares”. El video de presentación muestra grupos de hombres, incluyendo el propio Goudreau, con pesados uniformes militares antibalas, fuertemente armados, conduciendo todoterrenos por el desierto, saltando en grupo en paracaídas y disparando contra supuestos enemigos. El sitio no ofrece ninguna información sobre los propietarios o el equipo directivo de la compañía).
Una cosa está clara: Goudreau y su compañía Silvercorp han actuado por intereses económicos, así que es evidente que alguna entidad con mucho dinero respaldaba la invasión abortada. Sabiendo quién es el propietario de Silvercorp y los jefes asignados a este operativo, veteranos de las fuerzas especiales de EE.UU., yo diría que el principal sospechoso es Estados Unidos, y probablemente la CIA, para la cual las fuerzas especiales son una especie de ejército privado para operaciones secretas.
Según las autoridades venezolanas, en el complot participaron 60 personas, entre las que había desertores del ejército venezolano, y todas ellas han sido detenidas o, en el caso de ocho de ellas, muertas. El gobierno venezolano afirma que el incidente fue planeado por Estados Unidos para que pareciera una iniciativa de la DEA [la oficina antinarcóticos estadounidense]. Recientemente Estados Unidos ha acusado a Maduro y a otros funcionarios y oficiales del ejército de “narcoterroristas”.
Si este ha sido efectivamente una tentativa fracasada de Estados Unidos para destituir al presidente Maduro, sería solo la última de una serie de intentos ilegales de derrocar al gobierno venezolano, que empezaron con un golpe de la Administración Obama contra el presidente Hugo Chávez, cuya elección en 1999 dio inicio a la revolución “bolivariana” al establecer un gobierno popular que nacionalizaría la industria petrolera y otorgaría beneficios económicos a los sufridos pobres de ese país.
Estados Unidos no reconoce al vicepresidente y sucesor de Chávez, Maduro, como legítimo líder de Venezuela y ha dado su apoyo al títere derechista Juan Guaidó, además de cerrar la embajada venezolana en Washington.
Esta no sería la primera vez que Estados Unidos muestra un interés patrimonial por la seguridad de los invasores estadounidenses de un país extranjero. Realizó grandes esfuerzos para liberar a los exiliados cubanos que participaron en la invasión de la Bahía de Cochinos en 1961 (organizada y financiada por Estados Unidos), hasta el punto de llegar a pagar a Cuba un rescate de 53 millones de dólares en alimentos y medicinas a cambio de su liberación. Será interesante averiguar lo que tendrá que hacer EE.UU. para que Venezuela libere a los dos “supervisores” de esta última afrenta a la soberanía nacional del país y cuánto le costará.
En determinado momento, avergonzados por décadas de intentos fracasados por levantar al pueblo cubano contra Fidel Castro y la revolución encabezada por este, Estados Unidos decidió abandonar dichos métodos y centrarse en las sanciones económicas y diplomáticas para aplastar al país. Puede que, tras el falso intento de golpe del año pasado y de esta chapucera “invasión” mercenaria, Estados unidos reconozca que tampoco va a conseguir levantar a las masas venezolanas contra su gobierno. Ni siquiera la estrangulación económica parece que vaya a funcionar. Claro que los pobres de Venezuela son quienes más sufren las consecuencias de las brutales sanciones impuestas por Estados Unidos a su país, pero también saben que si el gobierno de Maduro cae y le reemplaza un régimen marioneta respaldado por Estados Unidos, los ricos y la clase media venezolana, las cosas no harán más que empeorar para ellos.
A menos que la Administración Trump haga una oferta económica importante al gobierno venezolano y se comprometa a dejar de inmiscuirse en sus asuntos internos, supongo que los cabecillas estadounidenses de la invasión, Barry y Denman, van a pasar un tiempo considerable mirándose el ombligo en una prisión venezolana.
David Lindorff es miembro fundador del blog de noticias ThisCan’tBeHappening! y coautor del libro Barack Obama and the Politics of Illusion (AK Press)
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