La combinación de una crisis económica superpuesta a la anterior no resuelta con la explosión de la pandemia, le da un carácter inédito a la crisis actual.
La pandemia afectó a la economía desde afuera. Es un elemento exógeno no esperado que no proviene de la acumulación del capital y sus contradicciones, pero al mismo tiempo también tiene un carácter endógeno que está dado por la actividad humana que altera los equilibrios bio-ecológicos estimulando la transmisión de virus de animales a seres humanos.
Colapso mundial
El impacto producto del “Gran confinamiento”, en una economía que ya venía flaqueando, ha sido global. Esto explica la rapidez y profundidad del desplome del PIB mundial en el 2do trimestre de este año. Todas las grandes economías cayeron al mismo tiempo, algo que no pasó siquiera en la Gran Crisis de los años 30 del siglo pasado. El pico de la caída fue en abril (también en Argentina), con excepción de China donde el virus se manifestó antes, el piuco se registró en enero/febrero. El gobierno fue muy eficiente en el control de la pandemia, y ya en abril su economía comenzó la recuperación.
Los estímulos fiscales y la expansión monetaria (financiada con endeudamiento o con emisión como es nuestro país) a la que recurrieron todos los países evito que la debacle fuera mayor y empujó a que ya en mayo/junio se iniciara una recuperación global que se ve ahora perdiendo impulso por la segunda ola de contagios en Europa y el rebrote en EEUU.
El disparador
La pandemia fe el disparador de la crisis pero esto no nos puede hacer olvidar que en su informe previo el FMI hablaba de “ralentización sincronizada” y calificaba al crecimiento mundial como uno de los más lentos desde la crisis financiera del 2008-2009. Junto con el BM, la OCDE y muchos analistas afirmaban que el retroceso de la economía mundial era producto de la guerra comercial, del Bréxit y de los problemas políticos que se acumulaban.
En realidad ocultaban la crisis estructural como fuente de la debilidad del crecimiento. Como lo he señalado en notas anteriores esta debilidad se manifestaba en el pobre crecimiento del comercio internacional; en la baja tasa de inversión global; en la falta de mejoras en la eficiencia productiva; en la baja tasa de crecimiento de la productividad. Todos estos indicadores eran inferiores a los que se registraban antes de la crisis del 2008.
Hay que agregar la nueva oleada de acumulación de deudas –de los Estados y corporaciones- la más grande desde los años ’70, que está creciendo más que la economía. La deuda total global que era del 320% del PBI mundial a principios de año, escaló al 330 con la pandemia.
Sobre esta realidad inocultable cayó sorpresivamente la paralización de la economía. Así la pandemia no ha sido más que el fulminante que detonó una crisis generalizada del capitalismo como sistema.
¿Cuándo se saldrá de la crisis?
La pandemia no fue más que el fulminante que detonó una crisis generalizada e inédita del capitalismo como sistema. ¿Cuando se verá luz al final de este túnel ?
En la reciente reunión de otoño del FMI y el BM hubo algunas coincidencias: que es muy temprano para retirar las políticas de estímulo, que hay que esperar hasta que la recuperación sea duradera; que esta no es una crisis financiera/crediticia por lo que bajar el costo del crédito ya no estimula a la economía y que la recuperación “…será lenta, muy incierta y desigual”. Hay algo que quedó en el aire: la resolución de esta crisis no depende tanto de la recuperación de la tasa de ganancia, porque no es una crisis clásica, sino de cuando termine la pandemia. O sea: todo depende de la vacuna. En estos días hubo noticias alentadoras pero todavía no hay certezas.
Transiciones
La crisis económico-sanitaria se desenvuelve en el marco de confrontaciones de carácter estratégico -tanto disputas comerciales y por el control del avance tecnológico como conflictos políticos- todas tensiones derivadas del pasaje del centro del poder económico mundial del eje anglosajón –EEUU/Gran Bretaña- al eje asiático – República Popular/Sudeste de Asia. Declinación gradual de los EEUU y ascenso sostenido de China, su economía superara en pocas décadas a la estadounidense lo que no implica que EEUU deje de ser la primera potencia mundial.
Paradojalmente cuanto mayor ha sido la tensión entre las dos potencias mayor ha sido el intercambio comercial, por lo que es válido preguntarse ¿que primará a futuro la competencia o la cooperación?
¿Qué estructura de poder mundial?
A la salida de la 2da. GM y bajo la hegemonía de los EEUU se construyó toda una red de instituciones internacionales destinadas a garantizar la gobernanza global. Naciones Unidas, Consejo de Seguridad, OMS, OTAN, FMI, BM , BID, BIRF, luego de la implosión de la URSS y la caída del Muro de Berlín se conformaron el G7 primero y el G20 después. Esta red que dominó las relaciones geopolíticas durante más de 70 años ya hace tiempo que viene dando muestras de insuficiencia para contener las contradicciones a escala global, los embates de la administración Trump en los últimos 4 años no han hecho más que exponer y agudizar esa crisis.
La democracia liberal impuesta en todo el mundo occidental luego de la 2da. GM está también en crisis. Se vio con la oleada de revueltas populares que recorrió buena parte del globo durante la segunda mitad del año pasado, se ve ahora cuando en medio de la pandemia los Estados no logran que sus ciudadanos respeten normas mínimas para enfrentar el Covid19. Quedó expuesta en las recientes elecciones presidenciales en EEUU (supuestamente el máximo exponente de este régimen político).
Hoy la gobernanza global está sostenida, aunque no garantizada, por el G2 (EEUU-China). Pero la hegemonía norteamericana está en declinación y la República Popular no está en condiciones -tampoco parece querer- de jugar ese rol. Así hay una vacancia muy peligrosa que alimenta el ascenso de liderazgos autoritarios asentados en una suerte de “fascismo societal”, tal la definición de Boaventura de Souza Santos.
En la crisis del 2008 el G20 jugó un papel y logró conformar una suerte de Junta de Estabilidad Financiera; en el 2001 fue el Consejo de Seguridad el que jugó un papel contenedor. La vacancia actual condiciona a las potencias para acordar un conjunto de medidas comunes para enfrentar la crisis sanitaria y la debacle económica.
¿Los recientes resultados electorales en los EEUU cambiaran algo? Es muy pronto para saberlo.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-