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Dinero y modo de producción capitalista: Una crítica de la Teoría Monetaria Moderna (TMM) a partir de la teoría del dinero de Marx

Fuentes: Sin permiso

“…ni siquiera el amor ha sido capaz de dejar en ridículo a tantos hombres como las disquisiciones acerca de la naturaleza del dinero. Karl Marx (1859)

En los últimos años la mal llamada Teoría Monetaria ‘Moderna’ (TMM) ha logrado un importante grado de notoriedad e influencia entre economistas críticos y algunos discursos económicos de la izquierda. El poder seductor de la TMM está ligado a su capacidad de ofrecer argumentos aparentemente sencillos y efectivos para desmontar los lugares comunes del dogma neoliberal que domina la política económica: Por ejemplo, la TMM refuta la idea de que las políticas expansivas de gasto del Estado deben quedar siempre subordinadas a la ineludible necesidad de preservar la estabilidad presupuestaria y la ‘sostenibilidad’ de la deuda pública, mediante el ejercicio de una ‘responsable’ austeridad fiscal. También desmiente el argumento de que la dependencia de los gobiernos de los mercados internacionales de deuda, y la disciplina que estos imponen, restringe irremediablemente el campo para practicar políticas fiscales expansivas e intervencionistas. Finalmente, la TMM desbarata el postulado neoliberal de que es necesario sacrificar el objetivo de pleno empleo para garantizar la estabilidad de precios. 

Los argumentos clave de la TMM pueden sintetizarse así[1]:

En primer lugar, el carácter predominantemente ‘fiduciario’ del dinero ‘moderno’ significa que el dinero de cualquier Estado que disponga de su propia moneda (de ‘soberanía monetaria’) en realidad constituye un simple ‘título de deuda’ o ‘promesa de pago’ de ese mismo Estado. De igual modo que todo emisor de deuda, por definición, dispone en exclusiva del poder de crear sus propias promesas de pago en la cantidad que quiera, siempre y cuando estas sean aceptadas por los receptores de dichas promesas, la TMM afirma que el Estado dispone de un poder ilimitado para crear su propio dinero. Es decir, por definición, el Estado no necesita haber recaudado antes de nadie sus propios ‘títulos de deuda estatales’ (su dinero fiduciario) para poder gastar su moneda, ya que solo él goza del poder de crear su propio dinero. Por lo tanto, el único límite real a la capacidad del Estado de autofinanciar su gasto mediante la creación de dinero propio es la voluntad de los receptores de estos ‘títulos de deuda’ estatales (de este dinero ‘fiduciario’) de aceptarlos a modo de pago. La TMM, por supuesto, reconoce que la generación de un nivel potencialmente ‘excesivo’ de inflación también impone límites al nivel de gasto estatal. Pero, como explico más abajo, argumenta que esta restricción no está reñida con la posibilidad de utilizar el gasto estatal autofinanciado con la creación de dinero para lograr el pleno empleo.[2]   

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