El acuerdo sobre el límite de deuda consagra una austeridad a largo plazo. Ha sido una enorme victoria para el Partido Republicano.
Dos hombres salen del Despacho Oval. Uno de ellos, el presidente Joe Biden declara que el acuerdo al que se acaba de llegar «reduce el gasto aunque se protegen los programas esenciales para los trabajadores y las trabajadoras, y estimula el crecimiento de la economía para todo el mundo».
El otro, el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, declara que el acuerdo llevará a «una histórica reducción del gasto, unas consecuentes reformas que harán que la gente logre salir de la pobreza para entrar en el mercado de trabajo, frenando, a su vez, los excesos del gobierno».
Contrariamente a lo que dice el presidente Biden, el acuerdo no hará «crecer la economía» y contrariamente a lo que dice el presidente de la Cámara de Representantes, tampoco permitirá que «la gente salga de la pobreza». Dicho acuerdo no afectará a las fuerzas armadas, a los veteranos de guerra, a la seguridad social ni al seguro de salud, y se centrará en recortes y límites en el ámbito de los gastos discrecionales no ligados a la defensa —en los que, como explica el Centro para el Progreso Americano (Center for American Progress), se incluyen muchos de los «programas más esenciales.»— Esos recortes son acumulativos y —a medida que la población crezca y los precios aumenten— acabarán siendo excesivos. En realidad, los límites a los gastos se aplicarán solamente durante dos años, pero el problema del tope de deuda aparecerá de nuevo, y por lo tanto, probablemente se tengan que renovar. El precedente ya se estableció. El presidente de la Cámara de los Representantes tiene razón: los recortes son históricos. El acuerdo significa austeridad a largo plazo. Realmente, fue una gran victoria del Partido republicano.
El acuerdo, según Peter Baker en The New York Times, contiene «importantes cambios en la permisividad medioambiental, en los requerimientos de trabajo en los programas de la red de ayudas o protección social, y en un aumento de los impuestos del servicio público de impuestos (Internal Revenue Service).» Todas estas reformas son éxitos para el partido republicano, beneficiando a las industrias del petróleo y de los minerales y a «los ricos evasores de impuestos» —circunscripciones bipartidarias, pero que no constituyen la base electoral del Partido Demócrata. Los «requerimientos de trabajo» para la SNAP (Supplemental Nutrition Assistance Program, Programa de ayuda complementaria para la nutrición) harán aún más dura la vida de la gente más pobre de Estados Unidos.
¿Qué obtuvo el presidente? Un aumento en el techo de la deuda, hasta que se produzca la siguiente elección. Y en ese momento se volverá a la misma situación. Por ello, Biden cedió sobre los siguientes puntos de principios, que anteriormente había mantenido: 1) el techo de deuda se debe elevar cuando sea necesario sin condiciones; 2) los programas de la red de ayudas y protección social y el aumento de impuestos son buenos y necesarios: y 3) el gasto interno discrecional no es en realidad excesivo pero debe estar en los niveles requeridos para cumplir los objetivos de interés público y las necesidades nacionales. Si Biden es reelegido, estas concesiones tendrán malas consecuencias en su próxima administración. Si es derrotado, permitirán al nuevo presidente utilizar el techo de deuda para llevar a cabo el programa republicano al completo.
¿Fueron necesarias esas concesiones por la gravedad de la inminente crisis? Esa es una enorme mentira, compartida por ambas partes, repetida por Wall Street y amplificada por los medios de comunicación que adoran las crisis y toman al público por imbécil.
No hubo crisis. La administración tiene múltiples caminos —sujetos a la ley y a la Constitución—para desactivar el techo de la deuda sin dar nada a cambio. Podría haber emitido la moneda de platino [1]. El temor de que el tribunal Supremo pudiera bloquearla fue rebatido por Phillip Diehl, antiguo director de la Moneda, que redactó la legislación habilitante. Dijo como jefe de la Moneda, «El hecho de que la moneda de platino tuviese un valor nominal de un billón de dólares fue una parte del intento.» Ahora bien, el Tesoro debería haber emitido bonos perpetuos, consolidados, que no están cubiertos por el techo de deuda porque no hay un capital para reembolsar. Podría haber emitido (probablemente) Bonos Premium (bonos que cotizan por encima de su valor nominal NdeT). Podría haber preguntado a la Reserva Federal para que compensara los cheques del Tesoro, con un interés cero, con una línea de crédito no garantizado. Finalmente, podría dejar algunos cheques sin fondos, dado el caso, y confiar en los grandes banqueros, sin mencionar al público indignado, para llamar al Congreso al orden. No hay ninguna posibilidad de que una crisis de default no pueda resolverse en pocas horas, como mucho.
El último punto merece unas palabras. Biden declaró que Estados Unidos nunca había entrado en suspensión de pagos de ninguna de deuda. Y eso es falso. En un excelente y reciente artículo, el historiador Éric Toussaint señaló que, en abril de 1933, el presidente Franklin Delano Roosevelt derogó la «cláusula oro» en todos los contratos de deuda de Estados Unidos, incluyendo las deudas públicas, por una orden ejecutiva, y devaluó el dólar, con respecto al oro, de 20,65 USD a 35 USD por onza, prohibiendo la mayoría de los holdings privados de oro. Fue una suspensión de pagos masiva. Los acreedores cuestionaron la acción de Roosevelt y el Tribunal Supremo la encontró inconstitucional, pero solo en principio. En una votación aparte, el Tribunal encontró que no había daños, y la prohibición del oro permaneció válida hasta los años 1970. Se produjo una devaluación de la deuda y se llevó a cabo una gran transferencia de riqueza hacia la clase trabajadora. Fue la llave para la recuperación económica. Roosevelt fue un luchador.
La cuestión del techo de deuda fue una farsa, pero revelaba una tragedia. La tragedia es que el presidente no quiere luchar. No quiere defender ningún principio. No quiere utilizar sus poderes para proteger y defender el pueblo estadounidense. No quiere estar con los demócratas en el Congreso ni con sus partidarios en el partido Demócrata. Quiere que lo vean sentado, uno junto al otro, con el presidente republicano de la Cámara de Representantes. Quiere conseguir los aplausos de la clase dirigente, por su «compromiso» y por haber alcanzado un acuerdo «bipartidario». Pues bien, el presidente Biden tiene lo que quería. El presidente de la cámara de Representantes tiene lo que quería. Dejemos que defiendan las consecuencias.
Nota:
[1] La moneda de platino de 1 billón de dólares https://es.wikipedia.org/wiki/Moneda_de_un_bill%C3%B3n_de_d%C3%B3lares
James K. Galbraith está al frente de la cátedra «The Lloyd M. Bentsen Jr. Chair» en relaciones Gobierno/Negocios en la Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, en la Universidad de Texas, en Austin. Fue director ejecutivo de The Joint Economic Committee in the US Congress.
Texto original: https://www.thenation.com/article/economy/debt-ceiling-deal/
Traducción: Griselda Piñero Delledonne
Fuente: http://www.cadtm.org/Estados-Unidos-El-acuerdo-sobre-la-deuda-es-una-tragedia