El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por los que no tienen conciencia al hacer negocios
Un relato es la narración estructurada de un hecho, real o imaginario, que se hace a través del lenguaje oral o escrito. Dicho de otra forma, un relato es el recuento, generalmente breve, de una serie de eventos ocurridos en la realidad, en la imaginación o, en el caso de los dueños del mundo, una construcción que determina y orienta los debates futuros. Su destino es desempeñarse como policía del pensamiento, un templario de las ideas impuestas. Quien está fuera de la narrativa asignada es incoherente, confuso, absurdo, irreal, por eso hablamos tanto de los relatos que se tejen en el Foro de Davos como del Club Bilderberg.
Para que se entienda la importancia de establecer un relato daremos un ejemplo. El 24 de febrero de 1616 la Inquisición de la Iglesia Católica declaró “formalmente herética”, además de “ridícula y absurda”, la idea que la Tierra giraba en torno al Sol, y no al contrario, por lo que Galileo Galilei fue condenado por su teoría y la Inquisición lo obligó a retractarse de su disparatada idea heliocéntrica. Obviamente lo hizo, pero añadió “Eppur si muove” (Y, pese a todo, se mueve). La idea del relato es esa, ridiculizar y descartar a quienes están fuera del consenso, ajenos a los parámetros establecidos por la narrativa; aunque tengan razón, serán desoídos. Debemos reconocer que se ha logrado significativos avances desde la época de Galileo, antes lo mataban, ahora se los sepulta civilmente.
Anunciada por Emmanuel Macron en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida como COP27, que se celebró en Egipto en noviembre del 2022, Francia organizaría una cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Global que, dependiendo de su alcance, podría ser vista solo como otra reunión internacional que se suma a las conferencias climáticas periódicas de las partes sobre contaminantes orgánicos persistentes (COP), reuniones del G7 y el G20, o como un punto de inflexión de ellas; lo que sí es claro, el relato se tiene que instalar.
Esta cumbre, convocada y ya celebrada en París los días 22 y 23 de junio, pretende iniciar la revisión del sistema financiero internacional, que ha quedado obsoleto por la proliferación de crisis, provocadas por el mismo sistema financiero internacional. Y aquí comienza una iniciativa, amparada en crónicas aterradoras, con beneficios financieros verdes encubiertos detrás de múltiples deseos fallidos, iniciativas por demás absurdas, que encubren la realidad deseada.
Una serie de expertos se reunieron en Barbados, por invitación del Gobierno de este país, y participaron en varios días de intensos debates sobre el camino a seguir por la comunidad mundial ante los graves retos a los que se enfrenta la humanidad en la actualidad, y en particular a un ambicioso proyecto basado en la propia experiencia de la isla: dar a los países vulnerables acceso a recursos financieros para responder al calentamiento global. De esos debates surgió la Iniciativa Bridgetown. Propone utilizar como garantía los U$S 500.000 millones en derechos especiales de giro del FMI para crear un nuevo fondo fiduciario que lograría reunir el dinero necesario para que los países en vías de desarrollo que sufran desastres naturales ¡derivados del cambio climático! puedan tener el derecho a, y esto es textual “una pausa de dos años en el reembolso de su deuda externa”.
Aunque parece absurdo el pedido, y que se encuentre redactado y editado en el discurso de la Primera Ministra Mottley en la Asamblea General de la ONU, ya que si una isla está bajo agua, resultará difícil que pueda cubrir sus compromisos, ni ahora ni dentro de dos años, tiene su picardía que organismos financieros y países desarrollados tomaran la idea. Ya lo veremos.
El segundo punto de la iniciativa Bridgetown tiene que ver con ampliar los préstamos multilaterales a los gobiernos, en lo que se dio a llamar “bienes públicos globales”, una estrategia que aborde la transición energética, la crisis climática y la financiación del desarrollo, es decir, financiar las necesidades de los países pobres en cuestión del clima, estabilidad, resiliencia, y adaptación para la protección de la biodiversidad.
La pandemia de COVID‑19, y el cambio climático, empobrecieron más y concentraron los ingresos de manera más acelerada que en las últimas cuatro décadas, amplificando las deudas nacionales, por lo que ahora financiar la lucha contra la pobreza y el cambio climático es imposible. Por lo tanto pasó a ser un problema mundial la necesidad de contar con bienes públicos que también “sean mundiales”. Espero que quede claro: ahora los bienes tienen que ser sustentables.
No había problema cuando el primer mundo se desarrolló y contaminó, y tanto ellos como las empresas multinacionales contribuyeron a multiplicar los riesgos ambientales con inmensas ganancias. Ahora, con la transición energética, inventada por los países centrales que carecen de los bienes intermedios para llevarla a cabo, entienden que si colaboran, financian, y se apropian de materias primas, se beneficiarían de las soluciones. Valga resaltae que el tercer punto de la iniciativa Bridgetown es “diseñar un asalto global masivo a la crisis climática”.
Entonces, el relato indica que, como en el último medio siglo no se pudo combatir la pobreza, adicionarle ahora la lucha contra el cambio climático de manera simultánea no lo resistirían ni la restricción presupuestaria ni los niveles de endeudamiento del tercer mundo. Y de ahí se agarró el presidente francés Macron ¿Cómo que no se puede? ¡Se puede combatir la pobreza y lograr un desarrollo sustentable! Es un reto que supera a todos los demás, pero que resulta insostenible en el círculo vicioso del endeudamiento actual. Según la ONG Oxfam, «el 93% de los países más vulnerables a las catástrofes relacionadas con el clima están endeudados o cerca de estarlo”.
Es en el tema de la deuda donde la iniciativa converge con otra agenda: la reforma de las instituciones de Bretton Woods, es decir, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, fundados en 1944. Supuestamente destinadas a garantizar la estabilidad macroeconómica, ya no están en sintonía con la realidad y las necesidades globales del nuevo siglo. La deuda, las reformas bancarias, el sector privado y la creación de nuevas fuentes de ingresos son los cuatro pilares de esta cumbre, cuyo objetivo, en palabras del Palacio del Elíseo, es «desbloquear las conversaciones» para crear un impulso político, o incluso «refundar Bretton Woods».
La idea es apropiarse de las materias primas y sobre endeudar a los países que no son responsables del cambio climático. Se necesita un relato público, una hoja de ruta con vistas a las próximas citas de 2023, en particular, a la COP28 en Emiratos Árabes el 12 de diciembre de 2023. Aunque parece broma que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se lleve a cabo en tierras del séptimo productor de energía no renovable.
Uno de las ideas que encubren la realidad es el desafío de recuperar la confianza a nivel internacional. Esta confianza se ha visto afectada, en parte, por la dificultad de lograr la promesa hecha en 2009 en la COP15 de Copenhague, y reafirmada en 2015 en París: aportar 100.000 millones de dólares anuales, desde entonces a 2020, para ayudar a los países a adaptarse. La suma prometida se ha estancado en 83.000 millones y durante el 2023, es decir, ocho años después, es posible que se reúna. El segundo son otros 100.000 millones de dólares, los Derechos Especiales de Giro (DEG), sacados para rescatar las arcas en la época de Covid-19. Pero el sistema de redistribución es manifiestamente desigual, ya que es proporcional a la pertenencia de cada país al FMI. Por ejemplo, de los 650.000 millones de dólares en DEG emitidos en el marco de la pandemia, sólo 33.000 millones se destinaron mecánicamente a África.
A la reunión en París acudieron 39 jefes de Estado, de los cuales 26 son africanos, 45 ministros y otros tantos responsables de grandes instituciones, entre ellas las principales afectadas por una reforma de los acuerdos de Bretton Woods: Kristalina Georgieva, directora del FMI; Ajay Banga, del Banco Mundial, así como Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil y directora del Nuevo Banco de Desarrollo, creado por los Brics, y el sultán Al-Jaber, que preside a la vez la próxima COP28 y la compañía petrolera nacional de los Emiratos Árabes Unidos.
¿Cuál es la mejor manera de apoyar el espíritu empresarial y estimular un sector privado generador de empleo? Movilizando recursos financiamiento locales, instituciones públicas, fondos privados y el desarrollo de iniciativas probadas y comprobadas, como la Alianza para el Emprendimiento en África. Con el discurso de restablecer la confianza Norte-Sur, el sector privado puede ser una nueva fuente de ingreso y se podría negociar la deuda y reformar las instituciones financieras para que solventen, a través de los estados, nueva deuda para el desarrollo sustentable, siguiendo la lógica del nuevo consenso de Washington, tratado previamente en nuestro blog.
El tema de los minerales críticos ha sido destacado en el escenario mundial. El Foro Regional, previo a la COP27 de la nuevo consenso de Washington), declaró que Europa y América del Norte no podrán obtener resultados sobre el Acuerdo de París o los Objetivos de Desarrollo Sostenible sin un cambio rápido hacia la energía limpia y las energías renovables. Con este fin, el foro enfatizó la importancia de aumentar los esfuerzos para financiar minerales crudos críticos y administrarlos de manera sostenible. La estrategia del Secretario General de las Naciones Unidas para la Transformación de las Industrias Extractivas para el Desarrollo Sostenible también pone de relieve la gestión sostenible de minerales críticos.
El continente africano, el gran olvidado, podría beneficiarse del cambio hacia tecnologías y energías limpias. El continente tiene el 30% de las reservas minerales del mundo, incluido muchos minerales esenciales para la transición verde. Por ejemplo, la República Democrática del Congo (RDC) produce alrededor del 70% del cobalto del mundo, mientras que Sudáfrica tiene la mayor parte de las reservas de manganeso. Madagascar y Mozambique tienen proporciones significativas de grafito, y Zimbabue tiene grandes depósitos de litio.
El desafío es que una cantidad muy limitada de los minerales críticos de África se procesa en el continente. China es el actor dominante en el procesamiento de minerales, refina el 73% del cobalto, el 40% del cobre, el 59% del litio y el 67% del níquel. Una gran parte de estos minerales se importa sin procesar de otros lugares, incluida África. China también domina las cadenas de valor de la tecnología verde, produciendo más del 80% de los paneles solares del mundo y más del 70% de las celdas de batería de iones de litio del planeta.
Ahora, para traer a la palestra temas de confianza: quien propone este nuevo Pacto Financiero Mundial, Francia, es un viejo conocido de África, continente al que ha estafado por más de 50 años con una unión monetaria cuyo nombre es Franco de cooperación financiera de África Central,mejor conocido como CFA.
Esta divisa, que emplean 14 países africanos, la mayoría de herencia gala, apenas es conocida fuera de los territorios donde se usa. Pero fue denunciada dentro de las internas europeas por autoridades italianas, que acusaron a Francia de usarla para enriquecerse «empobreciendo a África». Después de 1945, el objetivo de Francia era facilitar el drenaje de recursos de estos territorios conquistados hacia la metrópolisy, a la vez, asegurarse el control económico de estas colonias.
El valor del franco CFA está ligado al de la divisa que use Francia (antes el franco francés y ahora, el euro), que tiene un poder decisivo sobre él. Existen dos versiones emitidas por bancos centrales diferentes, el Banco Central de los Estados de África Occidental (BCEAO, por sus siglas en francés) y el Banco de los Estados de África Central (BEAC), y valen lo mismo pero no son intercambiables. Francia tiene representación en ambos organismos. Las autoridades francesas defienden que los africanos son quienes deciden y que la iniciativa de hacer cambios o eliminar el franco CFA debe venir de ellos.
El Tesoro Público francés es un gendarme poderoso para las casas de cambio de los países africanos que usan el franco CFA. Los dos bancos, tanto el BCEAO y el BEAC, tienen la obligación de depositar el 50% de sus reservas internacionales dentro de una «cuenta especial» del Tesoro Público francés, que, a cambio, garantiza la convertibilidad de los francos CFA a euros. Los dos francos CFA son desconocidos para los mercados internacionales. Solo pueden ser convertidos en moneda extranjera a través del Tesoro francés. Asimismo, los billetes y monedas de franco CFA siempre son fabricados, sin recurrir a una licitación internacional, por las imprentas del Banco de Francia.
Con la idea de obtener ventajas financieras y volver a extorsionar al tercer mundo, los países centrales atacan nuevamente para quedarse con las materias primas necesarias para la transición energética, bienes de las cuales carecen, ahora con el discurso de ayudar a no aumentar el calentamiento global y la contaminación de las cuales el sur global, excluido China, no ha tenido la más mínima incidencia. Nadie estaría en contra de un mundo más sustentable, y lo que esa frase signifique. Editaremos las nuevas Venas abiertas del Sur Global. Los préstamos con cláusulas climáticas se encuentran entre los instrumentos innovadores previstos: si el país en cuestión se ve afectado por un ciclón, sus reembolsos se reprogramarán automáticamente durante los años siguientes. !Voilá!
Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2023/07/02/refundar-bretton-woods/