La financiarización está detrás del aumento del poder de mercado de determinadas corporaciones
Desde estas líneas venimos haciendo hincapié en un concepto, la financiarización, que, entre otras cosas, supone la monetización de los ingresos provenientes de los clientes de distintas actividades económicas, a través de dividendos, salarios sobredimensionados de una gerencia cortoplacista, recompra de acciones… Pero, además, dicho proceso de monetización se ha trasladado también, sin ningún rubor, a todo lo indispensable para la vida humana, entre ello determinados derechos humanos básicos –alimentos, agua, luz, energía, vivienda, salud, educación, medio ambiente, etc. Ello viene a colación de mi más reciente post, en estas líneas, donde se proponía una simbiosis del decrecimiento y la Teoría Monetaria Moderna. Un lector y buen amigo, me comentó que previamente a alcanzar metas más altas y altruistas, como la simbiosis propuesta, hemos de poner fin a la monetización de todo lo que se mueve.
En Occidente, bajo la apariencia de democracia, da igual quien gobierne porque el núcleo duro de las políticas económicas se mantiene bajo argumentos profundamente autocráticos: esas políticas son las “correctas” y “eficientes”. No hay alternativa. Saben ustedes perfectamente que bajo esos tan “científicos argumentos”, lo que no deja de ser un mero eslogan profundamente distópico, simplemente se defienden los intereses de una élite profundamente ególatra, que no está dispuesta a ceder absolutamente nada en la defensa de sus abultados privilegios. Por contra, bajo una gobernanza alternativa, que hasta ahora ha demostrado ser mucho más eficiente y justa, la china, si las políticas económicas diseñadas fracasan, simplemente se cambian. Y ahí está la paradoja.
En las democracias aparentes el inmovilismo es total porque al final la clase política actúa al dictado de una superclase que está por encima
En las democracias aparentes el inmovilismo es total porque al final la clase política actúa al dictado de una superclase que está por encima y le determina lo que es “realmente eficiente”. En China, bajo un partido único, aquello que no funciona, se cambia. O volvemos a la esencia de las democracias, “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, parafraseando al discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln, y recuperamos el lema de la Revolución francesa, “libertad, igualdad, y fraternidad”, o ya no seremos ejemplo de nada y para nadie.
La monetización de la actividad humana
Nuestras democracias, a través del actual sistema de gobernanza neoliberal, se han transformado en Totalitarismos Invertidos, término introducido en 2003 por Sheldon Wolin, profesor emérito de filosofía política de la Universidad de Princeton. Por aquel año, publicó una de sus obras más relevantes, “Inverted Totalitarianism”, que después desarrolló en su obra “Democracy Incorporated: Managed Democracy and the Specter of Inverted Totalitarianism”. La antidemocracia, y el dominio de la élite son elementos básicos del totalitarismo invertido. Yo añadiría, desde el punto de vista económico, un elemento que todavía emponzoña más nuestras frágiles democracias, la monetización de todo, incluidos los derechos humanos, como elixir dulce y venenoso que inocula la financiarización.
Desde estas líneas hemos detallado hasta desgañitarnos en qué consistía el concepto de financiarización. Abarca diferentes fenómenos, interconectados pero distintos, como la globalización de los mercados financieros, el aumento de la inversión financiera y de los ingresos procedentes de dicha inversión, la creciente importancia del valor para los accionistas en las decisiones económicas; la estructura cambiante del gobierno corporativo; la creciente deuda de los hogares; la creciente frecuencia de las crisis financieras y la movilidad internacional del capital. Pero lo más dramático, frente a la inacción de la política pública, es que este proceso de financiarización y/o mercantilización se ha extendido a ciertos derechos humanos.
Desde el acceso a la energía, la alimentación, o la vivienda, hasta, recientemente, al agua, pasando por las pensiones públicas, todos y cada uno de estos derechos humanos básicos han sido, están siendo, y serán sometidos, si no existe una política pública decidida que lo impida, a un intenso proceso de financiarización, con la extracción de rentas y aumento de la desigualdad y pobreza que ello conlleva. Lo último, la idea de extenderlo en un futuro no muy lejano, aprovechando la lucha contra el cambio climático, a la misma biosfera.
Frente a ello, la brutal crítica que desde el gobierno chino se hacía a los gigantes nacionales de Internet “por estar demasiado concentrados en el éxito rápido y obsesionados con monetizar su gran base de usuarios cuando lo que deberían hacer es invertir en innovación tecnológica y obtener mayores beneficios dentro de ese sector”. Se les conminaba además a que “hicieran más por asumir la responsabilidad en la promoción de la innovación en ciencia y tecnología, fundamental responsabilidad social de ese tipo de empresas”. Y reiteraba la importancia de los nuevos reglamentos en curso para “erradicar el monopolio de la industria, con 27 empresas, entre ellas Alibaba, Tencent y JD.com en la lista”.
En paralelo, exactamente lo opuesto a lo que se está haciendo desde estos lares, donde ni siquiera se han tomado en serio la literatura académica reciente sobre “market power” y sus consecuencias, el gobierno chino incrementó la vigilancia sobre los casos “demasiado grandes para quebrar”, multiplicando los controles para evitar riesgos sistémicos. Se trataba de una estrategia diseñada para fortalecer los esfuerzos antimonopolio y la prevención de una “insalubre expansión de capital”. Es decir, el sector público iba a desempeñar en el futuro un papel de mayor significación en este ámbito. Las iniciativas del Partido Comunista chino apuntaban claramente a limitar el poder de las grandes empresas privadas que afectarán tanto a su tamaño como a sus actividades a fin de que no pongan en riesgo ni la seguridad financiera, ni económica, ni política del país.
Desde el país del lejano Oriente decidían meter mano sin titubear en dos temas que constituyen ya un cáncer en Occidente: la financiarización de la economía, y el poder de mercado de determinadas empresas. Mi tesis, que debo demostrar académicamente, es que la financiarización está detrás del aumento del poder de mercado de determinadas corporaciones.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/analisis/democracias-occidentales-no-ponen-coto-financiarizacion