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La Cipaya

Fuentes: Rebelión

A contracorriente de la apología neofascista, visto en su envergadura y complejidad, el proceso electoral recientemente transcurrido en Venezuela despeja una vez más la realidad negada mil veces por el imperialismo gringo; el chavismo existe, es un fenómeno de masas que trasciende a un proceso político cultural de la mayoría del pueblo venezolano en el centro de su historia contemporánea.

Reducir el chavismo a Nicolás Maduro y el gobierno constituye uno de los grandes errores de la oposición de derecha y las élites europeas y norteamericanas. Pero este error hace parte de su política en la pretensión de dislocar, socavar y reventar el proceso bolivariano desde el mismo día en que el chavismo apareció. La soberbia y la presunción de la verdad absoluta les ha traído la derrota.

En veinticinco años de agresiones y amenazas, debiera estar claro, el pueblo venezolano y su gobierno resultaron un hueso duro de roer. Sin lugar a dudas se le ha causado graves daños económicos y sociales, pero también se ha puesto en claro la tenaz resistencia, el deseo de vencer y, ante todo, la defensa del derecho a existir como nación independiente. Sería muy largo de referir las tropelías de los imperialistas, las trasnacionales y el ejército de políticos de derecha que, uno tras otro, son derrotados en ese muro de resistencia popular; y hay que estar conscientes, las oligarquías no se detendrán como no lo hicieron frente a otros proyectos sociales.

De otro lado, el ejército de políticos cipayos, es parte de la fuerza conjunta para aplastar al pueblo venezolano. El cipayismo es simplemente la fachada de una factoría imperial, pero también es un fenómeno de masas con radiografía neonazi, que presupone un trabajo intenso de reeducación burguesa durante años. Esta figura denominada “escuálida” es la versión más actualizada del asalto a la razón contra los pueblos.

Los cipayos operan desde dentro, están formados en la ideología clasemediera comandada por la plutocracia. Una ideología que se auto-reconoce natural en la condición humana especialmente incubada en diversos sectores con pensamiento elitista, clasista y racista, y por supuesto que se alimenta de todo tipo de actitud reaccionaria ante los cambios sociales. En base a esto, los cipayos operan con la disociación colectiva de la realidad como política pro-imperial a través de las redes sociales como nuevo formato de intervencionismo.

Nada sorprendente, siempre ha habido vendepatrias en nuestra América, sin ir lejos, Vicente Fox, Lenin Moreno, Mauricio Macri, Jair Bolsonaro, Javier Milei, todos ellos son cipayos consumados. Lo que distingue a esta nueva generación es la manufactura de una heroicidad de ficción por una libertad neocolonizada y fascista cuya política es instigar al odio y el entreguismo a los amos del norte.

El guion cipayo consiste en la promoción de la vergüenza por las raíces nacionales, el desprecio de la historia propia, de la identidad cultural y las tradiciones de lucha, la tergiversación de los hechos y la prédica del capitalismo. Reclama la destrucción de la cultura nacional, de los símbolos patrios, de los héroes nacionales, de la historia patria, de las relaciones comunitarias, de los vínculos familiares, de la convivencia solidaria, de la política popular, de la solidaridad. En contraparte proyecta el instinto salvaje, la depredación y la necrofilia como reflejo del capitalismo agresivo.

Sobre la base de una experiencia inmediata superficial de la realidad venezolana, proyectan una política reaccionaria cipaya que idolatra los ideales occidentales de libertad, democracia burguesa, del dejar hacer y de sueño americano al precio de violencia en todas sus formas contra las normas más elementales de la vida social. Reclaman beneficios de parasitismo, bonanza sin esfuerzo, entrega de recursos naturales y de la propiedad social, y propician la economía neoliberal. La libertad pregonada sigue la trayectoria de las leyes del mercado, ese es su resumen de flexibilidad política.

Todo lo que oponga resistencia es catalogado de dictadura, de régimen, sin sonrojarse lo más mínimo porque hablan desde el campo de la dictadura de las corporaciones. En nombre de su libertad de destrucción, así como Franco, podrían matar a más de la mitad de Venezuela con tal de entregar el país al hegemón del norte, porque así lo sostuvieron durante y después de las elecciones: “amanecer sin un solo chavista”. Trabajaron por provocar el enfrentamiento de pueblo contra pueblo, pero no lo lograron por la paciencia popular y la templanza de su gobierno dirigido por Nicolás Maduro.

Para este propósito los cipayos gastaron los recursos otorgados por sus patrocinadores plutócratas como Elon Musk y el gobierno norteamericano en la compra y adiestramiento de mercenarios, también en los barrios contratan “opositores violentos” desde sectores desclasados; la meta es, destruir centros de salud, escuelas, oficinas de seguridad pública, edificios públicos, servicios de electricidad, personas transeúntes y en especial, “matar chavistas, matar dirigentes populares y comunitarios”. Todo para imponer el miedo y hasta el arrepentimiento de cualquier lucha independiente. Sí, es el guion de las revoluciones de colores, recogiendo las experiencias imperialistas en Yugoslavia, Irak, Libia, y Ucrania en pro del cambio de gobierno y torcer la historia de sus pueblos por la intervención militar yanqui con fuerzas de choque en miras de golpes de estado. 

La OEA, ese viejo ministerio gringo para los asuntos de América Latina, hoy presenta los síntomas de la descomposición de la hegemonía norteamericana; aun así, los cipayos reclaman su intervención como parte del guion injerencista en la espiral de la política norteamericana. No aceptan que el adversario chavista sostenga una ética política porque lo miden por su racero, sin embargo, el chavismo es uno de los contendientes que más ha contribuido a revelar el pelaje de la OEA, el resultado, la OEA es intrascendente dado su desprestigio.

La cipaya María Corina Machado es esto, un personaje con largo historial en la promoción de sanciones económicas y bloqueo contra su país, promotora de grupos paramilitares, una vulgar vendepatria al servicio del capital, pero lo más relevante es su acción permanente para quebrantar el tejido social venezolano a efecto de tener las condiciones propicias para el asalto imperialista.

Sería un error presuponer que los cipayos son los responsables de todo, esto es elevar un papel que no les corresponde, porque subsisten muchas causas estructurales de los problemas de Venezuela en sus relaciones sociales y las circunstancias históricas de su desarrollo, así también de las dificultades con las que tiene que lidiar el gobierno chavista en sus distintas etapas. Pero lo más inmediato son los errores propios del gobierno, sus inconsecuencias en torno al cambio social y la política necesaria de rectificación.

En la rectificación, se requiere observar atentamente la magnitud y diversidad de los errores para concentrarse en la corrección. Abordar el problema de la economía, de las formas que esta debe tomar frente a los monopolios de cara al interés colectivo, de la auténtica industrialización que rompa con el rentismo petrolero, de la dependencia del dólar ahora más arraigado, de los procesos de justicia, de la recuperación de los salarios, de resolver el sabotaje a la industria eléctrica, hacer frente a la corrupción con una política estructurada más allá de la denuncia moral, de fomentar la democracia desde abajo, asegurar una política que beneficie realmente al pueblo patriota, que asegure y amplifique los programas sociales como bases materiales y culturales de su desarrollo.

Chávez no se equivocó y el pueblo chavista lo recuerda cuando le dijo a esta cipaya: “águila no caza mosca.

Gloria al bravo pueblo chavista con memoria de elefante, la patria no se vende, la patria se defiende.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.