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Un mar de arena y un universo de minas

Fuentes: El tábano economista

El capitalismo es el genocida más respetado del mundo (Ernesto Che Guevara)

La carrera por las energías renovables, como la solar o la eólica, que reducirían la dependencia de fuentes de energía contaminantes, ha desatado en los últimos años una feroz competencia entre potencias por la apropiación de los recursos necesarios para su desarrollo. Esta lucha refleja una versión ampliada de las reconfiguraciones geopolíticas que están ocurriendo a nivel global. África, en particular, se ha convertido en un epicentro estratégico al albergar muchos de los minerales esenciales para las tecnologías renovables, como el cobre, el cobalto y el litio, todos ellos ingredientes clave para la fabricación de los bienes necesarios en la transición energética.

Esta disputa, como en muchos otros aspectos del orden capitalista mundial, es una batalla entre los poderosos e invisibles, entre las naciones dominantes y aquellas relegadas al margen del sistema global. En este contexto, el término «dalits» —usado en India para referirse a los miembros más pobres y discriminados de la sociedad— adquiere un significado más amplio, aplicable también a los países que han sido excluidos de las dinámicas de poder y desarrollo. Las luchas por recursos vitales como los minerales africanos reflejan las profundas desigualdades estructurales del orden global.

En el caso de los países suelen ser los que más sufren los daños colaterales, ya sea por catástrofes naturales o por decisiones políticas ligadas a beneficios corporativos. Estas medidas tienen en cuenta que quienes deciden sobre las bondades de tal o cual decisión pública no son los mismos que sufren sus consecuencias. Es decir, la muerte de soldados ucranianos a 9.500 kilómetros de Washington puede volver inflexible la posición americana sobre la guerra de Ucrania, por el simple hecho de no soportar los resultados de la pérdida de la infraestructura o de la población. Lo mismo sucede con las políticas económicas colonialistas francesas en África, ningún parisino sufre los pésimos resultados de una moneda como el franco de la Comunidad Financiera de África (CFA) o de la explotación de los recursos naturales, pero sí cosecha sus beneficios.

Para poner un ejemplo, Níger ocupa el puesto 189 entre 191 países en desarrollo humano, es el tercer productor mundial de uranio y le proporciona a Francia el 20% de dicho mineral. Con 56 reactores en operación, Francia es el país de la Unión Europea con más unidades nucleares, el 70% de la electricidad gala tiene ese origen, el porcentaje más alto de todo el mundo, mientras que el 85% de la población de Níger no tiene acceso a la electricidad.

El Sahel, cuyo nombre en árabe significa «orilla de un mar de arena», es una franja que recorre África de oeste a este, pasando por Mali, el sur de Argelia, Níger, Chad, Sudán y Eritrea. En esta región, una sucesión de golpes militares ha tenido lugar en los últimos años, comenzando en Mali y Guinea en 2021, continuando en Burkina Faso en 2022, y más recientemente en Níger y Gabón en 2023, ya tratados en este blog (véase Primavera caqui, la caída del franco africano). Las razones que los militares han esgrimido para justificar el derrocamiento de gobiernos no difieren mucho de las utilizadas en otras partes del mundo: estancamiento económico, inseguridad persistente y tensiones entre los modelos de negocio de Occidente y China.

Comencemos con la inseguridad. La operación Barkhane fue llevada a cabo por las Fuerzas Armadas Francesas desde el 1 de agosto del 2014 en los países aliados de la región del Sahel que, supuestamente, luchaban contra el terrorismo y contra grupos insurgentes en la región. Al inicio de esta operación se incorporaron unos 3.000 militares. En 2014, Francia creó el G5 Sahel (un acuerdo militar que incluía a Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) y abrió nuevas bases militares en Gao (Mali), Yamena (Chad), Niamey (Níger) y Uagadugú (Burkina Faso) engrosando un extraño ejército de entre 11.000 a 30.000 soldados.

A todas luces, según la figura 1, el accionar de las tropas francesas no tuvo el poder disuasivo esperado. Cabe señalar que el objetivo exacto de la intervención militar francesa no era en ningún caso proteger a la población o restablecer la democracia, sino más bien garantizar el control de los recursos minerales y energéticos por parte de las empresas occidentales.

Bajo el pretexto de la ayuda «humanitaria», o de la lucha contra el terrorismo, la región ha sido víctima, desde hace poco más de una década, de una avalancha de potencias extranjeras de diversas formas, en particular a través de intervenciones militares en zonas identificadas como ricas en minerales (metales raros y estratégicos) y recursos energéticos (petróleo, gas, uranio, hidrógeno).

Desde entonces, la región de África Occidental nunca ha conocido un momento de estabilidad: golpes de Estado, inseguridad e intentos de balcanización en varios países. Los focos de conflicto se multiplican en la región y se extienden incluso a los países costeros (Benín, Costa de Marfil, Togo) en un contexto de amenazas de injerencia extranjera.

Pero si se siguen las fechas, la inocencia occidental se desvanece. El centro de la disputa fue cuando China, el principal proveedor de tierras raras, en 2010, impuso un embargo a las exportaciones a Japón y estableció cuotas para otros países, en particular de Europa occidental, por una disputa territorial con Japón por las islas Senkaku. Esto penalizó severamente a la industria de alta tecnología y provocó un fuerte aumento del precio de estos minerales críticos en todo el mundo, reconfigurando la geopolítica a través de las tierras raras.

Fue en este punto cuando la Unión Europea reforzó su plan de acción para asegurar el suministro de minerales importantes mediante la elaboración de la primera lista europea de materias primas extractivas críticas 2010. El desafío era asegurar las cadenas de suministro mediante la adquisición de acciones en minas, la creación de existencias estratégicas y la identificación y protección de depósitos en países que desconocen que poseen recursos tan importantes. África occidental en general, y en la zona del Sahel en particular, una de las regiones más pobres del mundo, no le faltan riquezas en el subsuelo, por lo que la doctrina desarrollada por el imperialismo occidental y, trágicamente implementada en Libia (asesinato del ex líder libio Muammar Gaddafi y posterior agitación allí) en 2011, por la Francia de Sarkoz bajo la cobertura de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), comenzó el avance.

Hoy, como en el pasado, las minas de África Occidental pertenecen en su mayoría a grandes empresas francesas como Orano, TotalEnergy, las grandes estadounidenses ConocoPhilips, AngloAmerican, AngloGold Ashanti, BHP Billiton, Rio Tinto y la china CNCP. El ingreso de China en el juego será un problema, si todos buscan lo que expone el cuadro siguiente.

Como parte de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de China (2013), el Partido Comunista Chino (PCCh) comenzó a dirigir las inversiones en minas de minerales críticos a nivel mundial. Uno de estos puntos calientes de inversión es la República Democrática del Congo (RDC). En 2020, la RDC fue el mayor minero de cobalto del mundo, responsable del 41% de su producción global.

La presencia minera china en África, mucho menor que la occidental, se concentra en cinco países: Guinea, Zambia, Sudáfrica, Zimbabue y la República Democrática del Congo (RDC). Entre ellos, la República Democrática del Congo, Zambia y Zimbabue son el crisol de la nueva carrera de la energía verde en África. Son el hogar del cinturón de cobre de África y la mayor reserva de litio y cobalto.

Más del 70% del cobalto del mundo se produce en la República Democrática del Congo y China es el principal inversor extranjero. Posee alrededor del 72% de las minas de cobre y cobalto activas de la República Democrática del Congo, incluida la mina Tenke Fungurume, la quinta mina de cobre más grande del mundo y la segunda mina de cobalto a nivel global. Zimbabue es otro país en el que China ha estado invirtiendo en el contexto de la carrera por la energía verde. Zimbabue alberga las mayores reservas de litio de África.

Si uno mira atentamente cómo EE.UU. y Europa perdieron África, se entiende por qué es importante América Latina para la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson. Hay que aprender de la forma en que otros mercados emergentes gestionan sus relaciones con China. Por ejemplo, con la ayuda de China, Indonesia ha asumido el control del mercado mundial del níquel. Indonesia empezó prohibiendo las exportaciones de níquel en 2014, con el objetivo de crear sus propias industrias de procesamiento y fabricación. Este plan contó con el apoyo de inversiones chinas, lo que daría una mirada estratégica del níquel de Indonesia.

China modificó el modelo para África a partir del 2021, centrándose en la agricultura, la minería, el transporte y la construcción, así como en la formación de talentos, lo que incluye la formación técnica y profesional, lo que se dio a llamar el modelo Hunan. El modelo tiene como objetivo apoyar la Visión 2035 para la Cooperación China-África impulsando la cooperación médica, la reducción de la pobreza y el desarrollo agrícola, el comercio, la inversión y la innovación digital, entre otras.

La industria solar china es un punto relevante que intenta cerrar la brecha energética de África, brindando energía sostenible a los millones de personas que no tienen acceso a ella. Por ejemplo, en el Foro de Cooperación China-África de este año, se espera que China avance con su Programa del Cinturón Solar de África. Se trata de una agenda, apoyada por el Instituto de Recursos Mundiales, que busca no sólo utilizar la energía solar para cerrar la brecha energética de África, sino también centrarse en abastecer de energía solar a escuelas e instalaciones de atención sanitaria.

Sin embargo, no todo es color de rosa. Las extensas críticas a la “diplomacia de la trampa de la deuda” de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, muestran que es un modelo de financiación y el dinero es dinero. Estados Unidos y sus aliados están preocupados por el dominio de China en el mercado mundial de minerales críticos, tanto que el Departamento de Estado, a través Comando Sur de Estados Unidos y Elon Musk, ya toman las decisiones económicas del corporativo Estado argentino. 

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/09/08/un-mar-de-arena-y-un-universo-de-minas/