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Caída del progresismo brasileño y permanencia del bolsonarismo

Fuentes: Observatorio en Comunicación y Democracia (OCD) - Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) [Imagen: Momento en que Lula da Silva y sus acompañantes ascienden por la rampa del Palacio de Planalto el 1 de enero de 2023 para proceder a la toma de posesión de Lula como presidente de Brasil. Créditos: Ricardo Stuckert]

El domingo 6 de octubre de 2024 terminó con algunas victorias y muchas derrotas a la izquierda y/o el progresismo brasileños, que se ven compelidos a combinar la disputa de la segunda ronda con el balance de resultados. Sin ninguna duda, la primera ronda fue una derrota, para los partidos progresistas y para el gobierno de Lula da Silva

Los partidos conservadores, sólo con el resultado de la primera vuelta, ya comandarán la mayoría absoluta de las prefecturas del país. Quizá no sea un caso de desesperación o derrotismo para el campo progresista: Guilherme Boulos llegó a la segunda ronda en Sao Paulo, incluso en desventaja; el PT competirá en otras cuatro capitales en la segunda ronda y ya ha asegurado 252, en una ligera recuperación de las pérdidas acumuladas, que la han hecho caer de 638 en 2012 a 182 en 2020.

En el marco general del país, los grandes ganadores fueron los partidos de centroderecha. Fundado en 2011, el PSD se ha convertido en partido de centroderecha más fuerte del país, superando al MDB después de dos décadas.

El PSD ganó 867 prefecturas, frente a las 656 de 2020. El MDB aparece con 832, contra 793 hace cuatro años. En tercer lugar llega el PP, con 734 alcaldes elegidos en primera vuelta. En 2020, había elegido 682. El partido republicano pasó de 213 prefecturas a 419. El PL creció, eligiendo a unos 500 alcaldes, pero se alejó de su meta de 1500 prefecturas. El PT de Lula pasó de 182 municipios conquistados en 2020 a 238 en la primera ronda.

Hay diferentes tipos de derrota, hay numerosos aspectos y variables a considerar, incluyendo las tácticas adoptadas y los pronósticos equivocados. Ahora toca sacar lecciones de la primera ronda y ganar la segunda vuelta. Una pelea sigue: recién terminó el primer asalto

¡Habrá autocrítica? La elección municipal es una cosa, la presidencial es otra, dicen los políticos. Pero cuando los partidos que apoyan al gobierno federal conducen a peor en una elección municipal, algo no está funcionando. O la población no está contenta con los resultados del gobierno o el gobierno se está comunicando muy mal con la población.

Asimismo, el país se enfrenta a otro fenómeno que la izquierda no ha evaluado como determinante en su caída de la popularidad: la agenda moral, también conocida como hipocresía conservadora, propagada en una alianza entre la extrema derecha y el fundamentalismo evangélico.

El pánico moral establecido en la sociedad, a través del llamado a una lucha del bien contra el mal, teniendo el comunismo como el diablo que corrompe a los niños pequeños y los alienta a cambiar de sexo, consumir drogas y votar a la izquierda, el pobre individuo que gana poco, olvida que su principal falta es financiera, abraza la causa divina de la defensa moral de la sociedad y los valores cristianos.

Es un hecho de que los concejales más votados en las principales ciudades del país son de extrema derecha . Tres millones seiscientos mil votos. Esta es la suma de los votantes de la derecha y la extrema derecha en la ciudad de Sao Paulo. Esta cifra representa más del doble de los votos de Guilherme Boulos en la primera vuelta.

Mientras gran parte del campo progresista sigue tratando a la población brasileña y periférica como intelectualmente pobre, la extrema derecha está logrando que esta misma población se sienta cada vez más participativa y decisiva en los procesos electorales del país. La capacidad de articulación política del fascismo brasileño ha estado provocando que la izquierda pierda votantes y votos importantes con cada sufragio universal.

En un país donde la educación es deliberadamente desechada para que los más pobres no desarrollen un sentido crítico y capacidad para evaluar el escenario social donde insertarse, todo esto suena arrogante y presuntuoso a sus oídos. Y responden en las urnas sin entender los mensajes “académicos” del progresismo. Mientras el bolsonarismo, la ultraderecha, se asienta y quiere todo el poder.

El bolsonarismo

Desde que el bolsonarismo emergió en Brasil, resultó bastante evidente que el fenómeno político iba más allá del personaje que le daba nombre. Inelegible hasta 2030 por haber cometido delitos electorales, aunque no se sabe si estará en la cárcel, el expresidente Jair Bolsonaro empieza a temer que el bolsonarismo pueda incluso prescindir de él. El aviso llegó de  una nueva figura llamada Pablo Marçal, que irrumpió en la disputa por la alcaldía de São Paulo.

No se sabe si habrá un más allá un bolsonarismo más allá de Jair Bolsonaro, ya que no se ha abierto el espacio para un cambio de liderazgo o un proceso de herencia en su base social y capital electoral. La forma organizacional de la extrema derecha en Brasil es una combinación de una ecología de emprendedores políticos que se cruza con la lógica de la política institucional para devenir piramidal. En la punta más alta, la principal figura funciona como intermediario entre la ecología y la lógica de las instituciones.

¿Hay izquierda?

Las llamadas izquierdas no tienen alternativas programáticas para la teología de la prosperidad de los evangélicos y para el discurso del emprendimiento en las periferias. Perdieron el voto cautivo de los pobres.

La izquierda no se apercibió aún de los impactos de los cambios tecnológicos en el mundo laboral y en el mundo cotidiano de la ciudadanía. Estos cambios culturales produjeron nuevas subjetividades y nuevas demandas en los trabajadores uberizados, que no son atendidas por los discursos con viejas recetas de los candidatos de izquierda.

La izquierda tampoco captó el potencial que pueden brindar las tecnologías digitales en términos de innovaciones de servicios públicos, articulación de las economías locales en los barrios y periferias, en la articulación de una economía colaborativa y bien común, en la estructuración de nuevos servicios de salud descentralizados.

Las izquierdas presentan propuestas como recetas de contenido formalistas y vacías. Ya no son padres de los programas sociales compensatorios de los gobiernos lulistas: cualquier partido las adopta y aplica en sus administraciones. Tampoco avanzó en el nuevo enfoque de la salud pública articulando la vida urbana con ecología, en la viabilidad de espacios comunes para múltiples actividades y conexiones en la oferta de productos y servicios locales, en la oferta de espacios

En Sao Paulo, no se dio la lógica: se pronosticaba una segunda ronda entre el “izquierdista” Guilherme Boulos y el neobolsonarista Pablo Marçal. El derechista Ricardo Nunes hizo una gestión mediocre, y los paulistas querían un cambio. Pero el propio Marçal se automarginó de la segunda ronda publicando un reporte falso sobre Boulos, y recició una gran cantidad de ataques de todos los lados. La diferencia entre Nunes y Marçal fue de unos 80.000 votos…

A lo largo de los años, la izquierda ha dado más importancia al marketing y menos a las estrategias. Esto ha producido campañas mediocres y malos resultados. Para cambiar este panorama, se necesitan campañas más incisivas, más combativas, más confrontativas y más movilizadoras.

Las izquierdas han perdido la capacidad de producir nuevos líderes en línea con nuestro tiempo. De la misma manera que ignoran los impactos de la transición digital, pocas aplicaciones han dado centralidades a la crisis climática y a la transición ecológica, cuestiones que afectan la universalidad de las personas, señala Aldo Fornazieri, profesor de la Escuela de Sociología y Política

Ls izquierdas tampoco conocen la noción de tecnopolítica, entendida como un conjunto de actividades que proyectan nuevas formas de hacer política a través de las tecnologías digitales, que implican estrategias persuasivas con el uso de la psicología política y la neurociencia, nuevas formas y lenguajes discursivos para optimizar la persuasión y la construcción de narrativas que consideran los impactos de la política de afectaciones.

La tecnopolítica permite diseñar nuevos líderes y nuevos actores políticos y sociales a través de los medios digitales. Ya no es sólo en el territorio ni en el movimiento social o sindical específico que se proyectan liderazgo y poder. La derecha ha notado los potenciales de proyección de las tecnologías digitales durante mucho tiempo.

Es cierto: no existe una relación directa entre los resultados de las elecciones municipales y el tema de las elecciones generales y la sucesión presidencial de 2026, cuando seguramente  no competirá Lula.

Pero la pérdida de sustancia programática y narrativa de la izquierda es preocupante sobre todo por su incapacidad de comunicarse con el pueblo. El gobierno federal, en manos de Lula da Silva,  pudo incluso aprovechar el buen momento económico que vive el país… pero no supo aprovecharlo.

Quizá el problema es más grave: el gobierno de Lula no tenga un proyecto futuro para el país mientras quedó patente la disonancia entre lo que el gobierno y el progresismo piensa y cómo actúa con el espíritu de nuestro tiempo.

Fuente: https://www.surysur.net/caida-del-progresismo-brasileno-y-permanencia-del-bolsonarismo/

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