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La prosperidad de Jesús y la de los mercaderes del templo

Fuentes: Rebelión [Imagen: Algunos de los pastores-empresarios más conocidos de Brasil: Edir Macedo, Valdemiro Santiago, Silas Mafalaia, RR. Soares y Marcos Feliciano; en la parte inferior, su verdadera Biblia, el dinero. Créditos: RRSS]

En este texto el autor intenta mostrar los mecanismos que la extrema derecha, que se apoya en la iglesia evangélica neopentecostal, manipula el concepto de prosperidad y señala de qué forma se podría recurrir a la propia figura de Jesús para enfrentar ese mismo concepto.


Últimamente, el tema de la búsqueda y el logro de la prosperidad ha cobrado enorme relevancia en el debate que permea los círculos de seguidores de diversas ramas de las iglesias que se dicen cristianas.

Antes de avanzar con cualquier argumentación sobre cuál es nuestra comprensión del significado del término «prosperidad», vale la pena dejar suficientemente claro que nadie, bajo ninguna circunstancia, debería tener como su objetivo el de alcanzar la pobreza, o en ella permanecer. En otras palabras, la miseria y la carencia nunca deben servir como metas para ningún ser humano.

Habiendo hecho esta aclaración, tratemos de seguir adelante hacia lo que realmente nos interesa: definir nuestra comprensión de lo qué es la tal prosperidad y de cómo deben esforzarse por alcanzarla quienes se sienten y quieren permanecer sujetos a los compromisos de Jesús.

Como pudimos constatar en las referencias hechas por varios de los candidatos que compitieron en las recién concluidas elecciones municipales brasileñas, hay quienes entienden que la prosperidad se logra cuando el individuo muestra signos de haber acumulado una significativa riqueza en recursos financieros y materiales. Así, según esta lógica, cuanto más expresivo es el patrimonio obtenido, mayor y más intensa habrá sido la bendición recibida de Dios por este individuo.

Es innegable que la lógica mencionada en el párrafo anterior es perfecta y enteramente congruente con las expectativas de quienes poseen grandes fortunas y no quieren que haya cambios en las estructuras sociales. Según tal óptica, aquellos que son ricos tendrían todo el derecho y la justificación para hacer alarde de su riqueza, puesto que han recibido las bendiciones de Dios para disfrutar de esta condición. A su vez, los pobres se encontrarían en la situación opuesta, una vez que, al no haber sido bendecidos, no serían merecedores de prosperidad. A ellos les correspondería encontrar la manera de alcanzar la gracia de Dios y, con esto, también comenzar a prosperar.

Por ello, es muy comprensible que los capitalistas y sus admiradores se aferren a esta visión de prosperidad, ya que es una forma de eximirlos por completo de cualquier responsabilidad por los males sociales existentes. Sin embargo, lo que me parece indigno y monstruoso es tratar de defender este punto de vista aludiendo a Jesús, pues este tipo de pensamiento resulta ser un verdadero crimen contra lo que simboliza el legado de su vida.

Sin necesidad de aferrarnos a ninguna referencia de carácter religioso, no nos cabe duda de que a lo largo de toda su vida Jesús siempre se mostró indisolublemente asociado a la preocupación prioritaria por las condiciones existenciales de las mayorías populares. Si en los relatos de los evangelios nos es fácil encontrar y citar episodios que evidencian su opción preferencial por los más necesitados, nos resulta extremadamente difícil, o incluso imposible, detectar algún pasaje en el que Jesús aparezca reconociendo que la posesión de riquezas materiales es un don divino.

A menos que uno esté imbuido de inmensa perversidad y mala fe, no hay posibilidad de tomar los ejemplos de la conducta de Jesús y sus enseñanzas como posiciones que nos inducen al individualismo egoísta. La verdad va exactamente en la dirección opuesta a esto. Lo cierto es considerar que la adhesión de sus seguidores será tanto más sincera cuanto menos individualistas ellos sean. En otras palabras, las conclusiones que se pueden extraer de sus lecciones, necesariamente, nos llevan a pensar el mundo de manera colectiva. Entonces, lo que debe considerarse esencial es que todos nos dediquemos a luchar para poner fin a la miseria y la penuria. Pero no solo para beneficio de cada uno de nosotros de forma aislada, sino siempre teniendo en cuenta a toda la humanidad.

En consecuencia, si nos guiamos por el sentimiento que emana de la figura de Jesús, concluiremos que la prosperidad que deseamos no debe limitarse a nuestra posibilidad de disfrutar individualmente de los bienes materiales. Lo más importante es que estemos dispuestos a luchar para que la justicia, la dignidad y el bienestar no nos beneficien tan solo a nosotros, sino a todos. Por lo tanto, uno de los puntos cruciales de esta filosofía es la convicción de que la riqueza generada debe distribuirse de manera justa, para que nadie quede excluido. Solo cuando seamos conscientes de que actuamos con este propósito, podremos sentirnos seguros de que seguimos por el camino que nos conducirá a la prosperidad en conformidad con los deseos expresados por Jesús.

El caso más ejemplar de la validez de lo mencionado en el párrafo anterior nos lo da la trayectoria emprendida por el mismo Jesús, que pasó toda su vida sin ostentar nada en términos de riqueza material. Sin embargo, la determinación con la que se puso a luchar para que los más necesitados pudieran vivir con dignidad lo convirtió en un grandioso modelo para quienes se preocupan por diferenciar la verdadera prosperidad del mero egoísmo.

En resumen, para aquellos que tenemos la intención de cultivar este sentimiento en nuestros corazones, la prosperidad representa nuestro sueño de aumentar la riqueza, pero con el compromiso de siempre actuar motivados por el espíritu de fraternidad y solidaridad, que nos impulsa a querer compartir, con la aspiración de servir a los que más necesitan nuestra ayuda. Por lo tanto, aunque Jesús no poseía casi ninguna riqueza terrenal cuando fue ejecutado, pocos a lo largo de la historia pueden decir que fueron tan prósperos en humanitarismo como lo fue él.

Publicado originalmente en portugués en: https://www.viomundo.com.br/voce-escreve/jair-de-souza-a-prosperidade-de-jesus-e-a-dos-vendilhoes-dos-templos.html

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