Alguien dijo que los BRICS «no es un grupo de amigos», sino que «lo conforman un grupo de países de distintos modelos políticos, que se plantean propósitos trascendentes a mediano y largo plazo, que se inspiran en la configuración de un mundo multipolar…». De donde concluyo que si tienen fundamentos para ser amigos, ¿qué mayor cosa para ser amigos que tener metas «propósitos trascendentes» comunes y «a mediano y largo plazo»? Y hasta coinciden en configurar un mundo multipolar. Son modelos distintos, como personas diferentes, pero tienen muchas cosas en común. A nadie se le pide en ese caso que sea como uno quiere, sino que se aprovechan las coincidencias, No hacerlo, no pensar así, es dejarse llevar por los sentimientos, y particularmente por el odio, una triste ideología, o conexiones inconfesables.
Como solíamos decir en la Cumaná de mis amores, de niñez y juvenil, «no voy a echar de mi pecho maravilla», hablando de lo «maravilloso y hasta liberador» que sería para Venezuela su entrada a ese grupo.
Bastante «para mi gusto», siguiendo con lo balurdo de los cumaneses, no de San Francisco o los pequeños espacios de los godos, sino de los playeros, he leído sobre el tema de los BRICS.
Y hablo de lo playero, pues en mi tiempo vivir cerca y hasta en la orilla de la playa, era cosa para gente ordinaria, orillera. Gente que necesitaba estar allí pegada a la teta de la vaca, la playa, para comer dada la generosidad del mar.
La gente «de la alta» y de apellidos prestigiosos, aunque estuviesen como estaban en la ruina, de muy poca cultura y viviendo de pasadas glorias de mantuanos, pecando por montón, pero metidos en las iglesias, buscando ser exculpados de manera gratuita y por lo que vivían de la mentira y mayormente de adular al Gobierno de turno, sobre todo a las dictaduras, a partir desde Gómez, vivía en el centro de la ciudad, lejos de las amenazas de las olas y la «hediondez», dado su refinado olfato, del dulce olor de las algas. Pero también, por el temor a los frecuentes fenómenos como eso que ahora llaman tsunami, que en Cumaná provocaban los demasiados frecuentes temblores y hasta terremotos. Por eso, los de la «alta» en Cumaná buscaban vivir lo más cerca posible de la «pata del cerro».
Por supuesto la vida cambia. Y uno de repente se descubre mañana siendo, hasta en apariencia, lo contrario de lo que antes fue. Como que los godos, mantuanos y sus copiones, los ricos nuevos y de las nuevas formas de hacerse rico y hasta los endeudados para vivir como ricos, descubrieron que lo «high» es vivir a la orilla de la playa. Eso sí, cuidando que el «hedor» de las algas y las agallas de pescado no hieran su delicado olfato.
Como dije, pese lo playero, bastante he leído de los BRICS y no logro entender cómo alguna gente ve en ello, como aquello de la punta del arcoíris, el que toca la tierra, donde según el cuento infantil y hasta narrativa playera, se encontraba un tesoro escondido, un buen y abundante cardumen y por esa señal descubierto. Al club de los BRICS no entra todo el mundo y menos «como perro por su casa». Para recibir el «plácet» hay que tener una economía que tenga determinados números, pues su fin, cambiar las relaciones en el mundo del capital, que mucho tiene que ver con eso de la multipolaridad, necesita fuerzas, aliados que tengan cómo empujar, dar y recibir. No es sólo un asunto de política o una asociación de pordioseros o monjes santificados para planificar el bien. Por esto, pese los tantos países ganados para un mundo multipolar, donde uno pueda comprar con libertad donde le convenga y desatarse de las cadenas impuestas por la moneda sin respaldo en su país de origen como el dólar o «respaldo» de las armas de éste, pero que pone las normas a todo el mudo «libre», no todo el mundo entra ni dejan entrar a los BRICS. Hay que tener un aval y una fuerza que empuje, no es asunto de darle entrada a quien sea, por ideología o formalidades gubernamentales, aunque nada de aliento tenga para el empuje.
Hoy, pese las pendejadas que de lado y lado digan, el petróleo no sólo es un combustible que por sí sólo, ayudado por el fuego, puede desatar una enorme fuerza destructiva, sino que sigue siendo una mercancía de un enorme valor y lo seguirá siendo por unos cuantos años más, como para quien lo tenga y pueda manejarlo como una codiciosa mercancía que todavía es, le sirva para construir una enorme, rica y diversificada economía que lo libere de él mismo y de las grandes economías del mundo, de quienes provocan el nacimiento retador de quienes forman los BRICS y hasta de estos mismos. Es esto una versión o mejor un recurso de los mismos países que lideran la lucha por el multipolarismo, pero no necesariamente la opción para que los países más débiles, quedados atrás en la carrera por el crecimiento, la independencia y bienestar de sus pobladores, también alcancen sus ansiadas metas.
Es una oportunidad para entrar en un grupo que pudiera servir para romper ataduras y hasta contribuir al multipolarismo, pero no es el ticket o pasaporte de entrada al cielo. Pudiera ser hasta como un plácet para entrar a un club exclusivo, donde uno podría hallar ciertas ayudas y opciones para mejores negocios y hasta contribuir, si uno puede, para darle un cambio al mundo y los negocios, pero no que, al entrar, nos va a cambiar la vida, como a quien entra al cielo, la isla de Jauja o Barataria.
Pero en nuestro caso, más allá de los BRICS mismos, nos llama poderosamente la atención que el Gobierno de Lula, que para nuestros fines es mejor decir el de Brasil, ha optado por objetar o vetar la entrada de Venezuela a ese organismo o asociación con fines económicos en lo inmediato, pero sin duda con repercusión en el cuadro político mundial. Si buscamos explicación a ese asunto y para ello jorungamos por «arribita» – recuerden que habla un balurdo playero de los de antes- pudiéramos hallarla infantilmente en que Lula, hablo de él, pues es el jefe de Estado brasileño, ha juzgado al gobierno de Venezuela en función de las recientes elecciones. No juzga desde la perspectiva de Venezuela que, como país, necesita y ellos, los del BRICS, necesitan que entre.
El presidente brasileño, quien, en esta nueva etapa, ha sido bastante sinuoso y hasta esquivo frente al Gobierno venezolano y más después de las elecciones del 28J, pues espera por la publicación de las actas, por lo que pareciera creer que el Gobierno de Venezuela, a partir del enero del 2025, pudiera ser ilegal. Y siendo así, no es digno de entrar al grupo BRICS. Olvida que Bolsonaro estuvo en ese grupo y hasta también torpedeó la entrada de Venezuela y que el fin del organismo no es otro sino generar una alternativa, nueva forma de comerciar en el mundo para romper con la unipolaridad. Si para entrar a los BRICS hubiese que cumplir normas estrictas como la democracia, entendiendo ésta como la entiende Lula, según mi parecer, se necesita pulcritud democrática a todo costo, tendrá que revisar lo hasta ahora hecho y hasta la lista de integrantes, pues allí están países que no parecieran cumplir las normas que Lula exige y hasta Arabia Saudita no ha entrado, no porque se le hayan impedido por falta de democracia e igualdad, sino porque espera verle «el queso a la tostada».
Para entrar a los BRICS, que no es tan urgente y necesario para nosotros como formar un gran bloque latinoamericano según lo soñó Bolívar, no es prioritario o más bien necesario, indispensable, pedirle credenciales a los gobiernos, como que sean pulcramente democráticos y nada autoritarios, que no lo son todos los de los BRICS o no reúnen esas condiciones, sino las necesidades de las multitudes, los derechos de los pueblos a vivir con decencia. La decisión de Lula no pone como fundamental la contradicción frente a las economías que intentan seguir controlando y explotando al mundo y especialmente a los débiles, como lo han venido haciendo por años, a través del dólar, la única moneda de cambio, hasta ahora, valedera y llave para abrir y cerrar puertas.
La antes aparente claridad de Lula, después de su paso por la presidencia, las acciones en su contra de parte del capital y el Estado brasileño, y por detrás los amos del norte, la contra de los BRICS, lo que llegó a su máximo estado de agresión en los tiempos de Bolsonaro, se ha vuelto bruma o él se ha estado volviendo confuso y nada que tenga que ver con la claridad de Confucio. El gesto de Lula de vetar a Venezuela como estrategia, fundamentada en lo del 28J o Maduro, que no es Venezuela, «no tiene ni pie ni cabeza», pero sí deja una profunda duda, pues «una cosa no es estrictamente igual que otra».
Repito, de manera deliberada, revisemos la lista de los países miembros o asociados de los BRICS y la inherente a los que están a la espera y meditando para entrar, pero bastante deseados. ¿A quién vetó Lula? ¿A Maduro o a Venezuela? ¿Es eso sensato? El odio, como las malas compañías, corroen.
Lula se pasó de la raya, confundió las pestañas con…»bueno es culantro, pero no tanto», para terminar a lo balurdo y playero.