En este artículo el autor realiza una comparación entre los multimillonarios esclavistas que se presentan como defensores de la libertad y los pastores-empresarios bolsonaristas.
Dice el viejo refrán popular: «es vivir para ver». Y los que aún estamos vivos, en el Brasil del año 2024, tenemos razones fundadas para estar estupefactos por lo que está sucediendo. Es que, por mucho que aspiráramos a sumar muchos años más a nuestras vidas, nunca imaginaríamos que llegaríamos a ver lo que estamos viendo.
Pero, ¿qué podría causarnos aún más asombro en quienes hemos estado contemplando tantas cosas absurdas en los últimos tiempos? Es innegable que, ante tantos horrores, nos hemos acostumbrado a presenciar escenas increíblemente contradictorias, como cuando crueles predicadores del egoísmo, del odio y de la maldad nos aparecen diciéndose representantes de Jesús, y no como siervos del diablo.
¿Cómo no sentirnos perplejos al ver que nuestros «héroes» en la lucha contra la corrupción han dado pruebas de ser los practicantes más empedernidos de la más abyecta corrupción?
¿O acaso no ha sido con base en los argumentos de la lucha contra la corrupción que la pandilla de la Lava-Jato ha logrado destruir gran parte de la infraestructura productiva de nuestro país, desviando el equivalente a miles de millones de dólares de recursos públicos para uso privado?
¿Qué podría molestarnos aún más que el hecho de que, a menudo, nos enteramos de que ciertas personas son perseguidas, criminalizadas y tildadas de antisemitas por iniciativas de instituciones y gente vinculada a la ideología más racista y supremacista de la actualidad? En otras palabras, basta con que alguien alce la voz contra el sionismo y el monstruoso genocidio que el Estado de Israel está cometiendo contra el pueblo palestino para «merecer» que los sionistas lo incluyan en la categoría de antisemitas.
De la misma manera, es espantoso ver cómo a los más deplorables vende-patrias les gusta hacerse pasar por gloriosos patriotas. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con gente que va a las calles vestida con la camiseta verde-amarilla de nuestra selección de fútbol y con la bandera brasileña en mano para pregonar la entrega de nuestras riquezas naturales al imperialismo? Sí, me refiero a esos que se golpean el pecho por amor a la patria, mientras proponen la entrega de nuestra empresa petrolera a los gringos, el desmantelamiento de nuestra industria naval y la subordinación total de nuestro país a los centros financieros extranjeros.
Empero, como dicen que desgracia pequeña es una tontería, nos hemos adentrado a una nueva fase de aberraciones hipócritas. Ahora, estamos viendo cómo los tradicionales apologistas de la esclavitud salen en público a pedir y clamar por libertad. Sí, por increíble que parezca, son los amos de esclavos y sus representantes los que más se quejan hoy día de la falta de libertad.
Cuando los patriarcas del bolsonarismo brasileño recurren a uno de los mayores multimillonarios del planeta para encabezar una protesta contra un supuesto cercenamiento de su libertad, ¿cuál es el sentido que debemos atribuirles a sus manifestaciones? ¿Estarían insatisfechos porque los trabajadores han estado perdiendo su derecho a organizarse y a luchar por mejores condiciones de vida? ¿Sería porque no están de acuerdo con los obstáculos que se han puesto al funcionamiento de los sindicatos de las clases trabajadoras?
Si avanzamos un poquito por el camino de la ironía, tal vez realmente hagan sentido las quejas que los dueños de esclavos andan haciendo respecto a las restricciones a la libertad de expresión. Es muy probable que se hayan indignado bastante al darse cuenta de que hay una persona que ha estado sufriendo mucho por la violación de esa libertad a que se refieren.
Sí, los multimillonarios esclavistas y sus seguidores bolsonaristas seguramente deben de estar muy preocupados por la implacable persecución que el establishment estadounidense ha estado llevando a cabo contra Julian Assange por el simple hecho de haber revelado al mundo los monstruosos crímenes de guerra cometidos contra la población civil de Irak por las fuerzas de ocupación de Estados Unidos. Es obvio que los multimillonarios estadounidenses y nuestros bolsonaristas están exigiendo que se respete la famosa Enmienda Número 1, y piden la inmediata retirada de todos los cargos en contra de Julian Assange. ¿O acaso no es esto lo que está pasando?
Si no fuera por tal motivo, quizás los multimillonarios esclavistas y nuestros bolsonaristas estuvieran indignados por la abrumadora censura que se ha impuesto a todas las voces que buscan difundir puntos de vista diferentes a los emitidos por los voceros del gran capital imperialista. Con toda seguridad, se rehúsan a aceptar el hecho de que todos los medios de comunicación rusos hayan sido prohibidos en Europa, en Estados Unidos y en las redes digitales que controlan. Tampoco deben concordar de ninguna manera que se esté practicando la censura más descarada en contra de todos los medios y personas que se atreven a hablar en protesta por los monstruosos crímenes del sionismo israelí y su genocidio contra el pueblo palestino.
Si no son estas las razones que están llevando a los multimillonarios esclavistas y los bolsonaristas a protestar por la falta de libertad, ¿qué otras motivaciones podrían estar detrás de sus acciones? Para ahorrarles a los lectores largos y angustiosos momentos de reflexión, yo mismo ofreceré las respuestas buscadas.
Para los multimillonarios esclavistas y los seguidores de su filosofía, entre los cuales, en Brasil, se destacan los bolsonaristas, el único y sagrado derecho, el que siempre debe prevalecer sobre todos y cada uno de los demás, incluido el derecho a la vida, es el de la PROPIEDAD. En otras palabras, para ellos, la facultad de ejercer plenamente la posesión y el usufructo de los bienes materiales está por encima de cualquier otro valor imaginable.
Sin embargo, no saquemos de esto conclusiones precipitadas. El derecho a la propiedad existe y es sagrado (para quienes defienden esta tesis, por supuesto), pero no es un derecho que se extienda a todos y en todas las condiciones. La garantía a la propiedad sólo es legítima para aquellos que la merecen. Si esto no queda bien entendido, cualquier campesino que posea una pequeña parcela de tierra donde cultiva para su subsistencia también se sentiría agraciado y podría creer que su tierrita también es intocable. ¡No, absolutamente no! El derecho a la propiedad no existe para servir a este tipo de gente. No podemos confundirlos con los dueños de miles de hectáreas. Estos sí son los beneficiarios naturales del sagrado derecho de propiedad.
Debido a que la propiedad es un derecho sagrado, también debe considerarse sagrado el poder defenderla. Y dado que los rifles y otras armas de fuego son artículos indispensables para garantizar que la propiedad no sea violada, los multimillonarios y los bolsonaristas abogan por el sagrado derecho de los ciudadanos a poseer y portar sus armas. Pero, una vez más, no podemos caer en el absurdo de creer que esto se extiende a los trabajadores de a pie, o a aquellos, por ejemplo, que viven en una favela. Con respecto a los sujetos de este último grupo, la manera tradicional de la policía lidiar con los que sean sorprendidos portando un arma ya ha sido establecida hace mucho tiempo: es disparándoles en la cabeza, y se acabó. Poseer y llevar consigo un arma es un derecho sagrado, pero solo unos pocos son dignos de tal sacralidad. ¡No es algo para cualquier terco!
Y la propiedad total sobre su propio cuerpo es otro de los derechos que debería considerarse sagrado. Lo que hacemos con nuestro cuerpo solo tiene que ver con nosotros mismos. Por ejemplo, nadie puede obligarnos a vacunarnos en contra de nuestra voluntad. El cuerpo es nuestro y sólo nos vacunamos si queremos hacerlo. No hay nada de eso de prevenir el contagio, etc. Cada uno sabe lo que le conviene hacer con su cuerpo. Y por ser esto algo tan sagrado, las iglesias bolsonaristas lo han asumido y lo defienden.
Sin embargo, esas iglesias bolsonaristas advierten: no hay que sobrepasar los límites en este asunto de los derechos de propiedad total sobre el propio cuerpo. De lo contrario, pronto habrá personas insinuando que una mujer puede decidir por su propia cuenta si aborta o no, puesto que se trata de su propio cuerpo. ¡Absurdo!, ¿no? A menos, por supuesto, que la mujer sea la esposa, hija o pariente de un pastor bolsonarista, o esté dotada de recursos económicos suficientes para acudir a una buena y discreta clínica, de esas que ofrecen un buen servicio médico por un buen pago, sin ponerse a abrir la boca en el mundo.
Es que los multimillonarios esclavistas que claman por libertad son como los pastores- empresarios bolsonaristas, que pretenden que las iglesias de su propiedad sean consideradas el verdadero camino para llegar a Dios, pero se dedican principalmente a promover el odio y el mal y a predicar a favor de todo lo que Jesús combatió en su paso por la humanidad. En otras palabras, ¡son hipócritas y estafadores en todos los sentidos!
En síntesis, espero que este intento de abordar un problema tan grave mediante el uso de la ironía haya logrado su objetivo: alertar a todos los verdaderos patriotas de los riesgos que corre la nación frente a la agresión concatenada que está sufriendo por parte del poder del gran capital imperialista y sus «quintas-columnas» dentro de nuestro país.
Publicado originalmente en portugués en: https://www.brasil247.com/blog/quando-os-escravocratas-clamam-por-liberdade
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