China no solo produce. Construye rutas, moderniza puertos y aprovecha países para mantener su dominio global
En 2019 la estatal China Cosco Shipping Ports adquirió el 60% del puerto de Chancay a una minera peruana por 225 millones de dólares. Esta compra marcó el inicio de una inversión colosal de 3.500 millones de dólares —16 veces el monto inicial— destinada a modernizar el puerto y transformarlo en un eje estratégico para las rutas comerciales entre Asia y América Latina.
La primera fase del proyecto no solo acorta el tiempo de envío entre Perú y China de 35 a 23 días, ahorrando más del 20% en costos logísticos, sino que también fortalece una estrategia más amplia: la diversificación de rutas comerciales para sortear los crecientes aranceles impuestos por Estados Unidos.
En el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, muchas empresas de este último país han adoptado la estrategia de “deslocalización cercana”, ensamblando productos semiacabados en países estratégicos y etiquetándolos como «Hecho en Vietnam» o «Hecho en México». Esta práctica permite reexportarlos a mercados clave como Estados Unidos y Europa, evitando los altos aranceles y aprovechando acuerdos comerciales.
Por ejemplo, la fábrica de muebles Man Wah en Monterrey, México, produce lujosos sofás «Made in Mexico» destinados a cadenas estadounidenses como Costco y Walmart. Sin embargo, la compañía es de capital chino, y su planta fue construida bajo esta lógica estratégica. Según la Asociación de Parques Industriales de México (AMPIP), todos los espacios industriales programados para 2027 ya han sido vendidos, reflejando el auge de este modelo.
Vietnam, por su lado, ha experimentado un crecimiento similar, en gran parte impulsado por la reconfiguración de las cadenas de suministro liderada por empresas chinas. Durante los años de la presidencia de Donald Trump, el superávit comercial de Vietnam con Estados Unidos pasó de 38.343 millones de dólares en 2016 a más de 120.000 millones en 2023, consolidando su rol como un engranaje clave en la red industrial de China. Este incremento no se debe solo a la competitividad vietnamita, sino a su integración como satélite en la cadena de suministro china, especialmente en sectores como el textil, la electrónica y la industria fotovoltaica.
China domina más del 90% del mercado mundial de energía fotovoltaica. Sin embargo, las barreras comerciales impuestas por Europa y Estados Unidos, que incluyen aranceles del 25% a productos chinos bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974, han impulsado la construcción de fábricas en Vietnam. Empresas como Jinko Energy y Longi Green Energy ensamblan módulos fotovoltaicos semiacabados en Vietnam, los cuales luego son exportados a mercados occidentales aprovechando beneficios arancelarios.
Lo mismo sucede con la industria textil. A pesar de su crecimiento, entre el 55% y 60% de los insumos textiles y materiales auxiliares todavía provienen de China, lo que subraya la dependencia del país como extensión industrial china. En sectores como los textiles de alta gama, Vietnam carece de autonomía tecnológica e industrial, manteniéndose como un eslabón subordinado en la cadena de valor global.
México y Vietnam desempeñan roles complementarios en la estrategia económica china, pero desde perspectivas diferentes. Vietnam actúa como un satélite estratégico en Asia, integrado profundamente en las cadenas de suministro tecnológicas y textiles de China. En contraste, México, con su proximidad geográfica a Estados Unidos y su participación en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, o T-MEC, se convierte en un punto clave para la reexportación de productos chinos hacia el mayor mercado del mundo. En 2023, México aumentó sus exportaciones en U$S 52.900 millones de dólares, gran parte de ellos vinculados a cadenas productivas chinas.
Sin embargo, la relación entre México y China también ha generado tensiones. Aunque el 20% de las importaciones mexicanas provienen de China, el gobierno mexicano ha tenido que equilibrar cuidadosamente estas relaciones frente a la presión estadounidense por limitar la influencia china en la región.
La política de aranceles de Estados Unidos, que incluye tasas de hasta el 25% a productos chinos, y propuestas para gravar con hasta un 200% ciertos bienes, busca frenar esta estrategia de evasión. Sin embargo, estas medidas tienden a trasladar el costo a los consumidores estadounidenses, aumentando la inflación.
En este contexto, México y Vietnam no solo representan oportunidades económicas para China, sino que también desafían el orden comercial global liderado por Estados Unidos. Mientras Washington endurece las reglas de origen y revisa tratados, la influencia china sigue adaptándose, redefiniendo rutas comerciales y fortaleciendo su posición en un mundo multipolar.
La competencia entre China y Estados Unidos por el dominio comercial global no solo está transformando cadenas de suministro y patrones de inversión, sino que también redefine las dinámicas de poder en economías intermedias como México y Vietnam. En este nuevo orden multipolar, el desafío para estos países será equilibrar los beneficios económicos de su integración en cadenas globales con las presiones políticas y comerciales de las dos principales potencias del siglo.
De todas maneras, en el caso mexicano, Estados Unidos y Canadá intentan sacar ventajas con datos falsos acusando a México de ser el mayor receptor de inversión extranjera directa del gigante asiático. Lo cierto es que entre 2016 y 2023, según la información difundida, China ha invertido en América del Norte alrededor de 395 mil millones de dólares, de los cuales 269 mil millones de dólares (68.1%) tuvieron como destino Estados Unidos; 124 mil 639 millones (31.5%), Canadá, y sólo mil 684 millones de dólares (0.3%) México.
Estados Unidos recibe 160 veces más inversión extranjera directa (IED) de China que México. Esto no convenció a Doug Ford, primer ministro de Ontario, Canadá, quien insinuó que su país debería avanzar en un acuerdo comercial bilateral con EU si México no toma medidas enérgicas contra las importaciones de autos chinos que ingresan a América del Norte.
El verdadero motivo, BYD, el fabricante chino que más coches eléctricos vende, – competencia directa de Tesla – pondría una planta en México. El movimiento de BYD muestra cómo los fabricantes de coches eléctricos chinos están buscando vías alternativas para acceder al mercado estadounidense como dijimos. Si la inversión fuera a Estados Unidos o Canadá, no habría quejas.