Reencontrarse con Rodolfo Walsh es un acontecimiento. Descubrir la rítmica de su escritura, la puntuación que nos indica en la lectura, las imágenes detrás de las palabras, su mirada social, cultural, poética y política. Esta condición que evocamos tiene algo de lo vivido, leído, escuchado, visto; un presente que lo interpreta y un futuro que lo posibilita.
¿Qué escribiría hoy Walsh?
Con la agudeza de un periodista que cree en el libro como acción, y en la tradición del testimonio como verdad objetiva, la historia de Operación Masacre es conocida. Walsh escucha la famosa frase de “hay un fusilado que vive”, juega al ajedrez, indaga hasta que descubre que son más de uno, y la denuncia judicial tiene peso de denuncia política. Su escritura expone, describe, define, sentencia y anticipa un momento histórico en la Argentina. El oficio de escribir intuye que en la injusticia hay más que una noticia.
Esta obra abierta es, además de un clásico del periodismo de investigación y no ficción, una método expuesto de la crónica como género, un ensayo que afirma el poder de la escritura en la política.
1957, además de ser el año de la primera edición de Operación Masacre, también dio lugar a la escritura de los cuentos “La trampa” (Mire yo conozco un hombre enteramente común, pero se le ocurren las ideas más atroces) y “Zugzwang” (No hay bicho más peligroso que el hombre que escribe). En 1964, el autor que para ese entonces ya había escrito “Cosa Juzgada” le escribe en una carta a Donal Yates: “no se si te he hablado de Macedonio, si no lo he hecho debo hacerlo ahora, Macedonio es en el consenso secreto de los intelectuales argentinos, nuestro más positivo genio” El documento publicado por el Gato Negro en 1994, año en que sale una nueva edición de Operación Masacre, desarrolla una perspectiva sobre la literatura argentina que va de Borges a Arlt, pasando por Viñas, Sábato y Cortázar.
Macedonio Fernandez es el autor del “Museo de la novela de la eterna”, una publicación póstuma que recoge escrituras ordenadas en el desorden de múltiples prólogos que anteceden la novela y en los que define la teoría de que es allí donde el lector/a se encuentra con la literatura. Operación Masacre, además de prólogos, tiene epílogos en cada edición, donde el mismo Walsh enuncia transformaciones de una publicación a otra.
La escritura está insoportablemente viva en estos textos.
En 1972, el diario La Opinión pública un diálogo entre Rodolfo Walsh y Miguel Briante sobre el destino de la narrativa argentina y el contexto que atraviesa el país: “Entre escribir una novela y vivir la novela junto al pueblo, no había elección posible (…) uno quería hacerse una pregunta teórica, que es una pregunta clásica, decisiva ¿para quién estoy escribiendo?” (R.W)
Como Emilio Renzi, el alter ego de Ricardo Piglia, en Operación Masacre, Walsh inicia el recorrido como Francisco Freyre, la ficción y lo real se cruzan, se convierten en un nuevo modo de hacer presente el porvenir de su propia condición. Emerge la tensión constante entre la acción política y la acción poética. Es sabido ya, que “Beto”, “Neurus”, “Norberto Freyre”(en algunos testimonios Francisco o Pedro), pasa a la clandestinidad. La cédula que porta con este nombre durante 1976 y 1977 la tramita un comisario peronista a quien conoció en el caso Livraga.
El primer nombre pensado para esta historia es “Fusilados al amanecer”. Esa enunciación literaria, casi de película de terror, luego se transforma en la frase certera de la política nacional en dictaduras: Operación Masacre. Los cuadernos de Enriqueta Muñiz, a quien el propio autor le dedica el libro, narran este pasaje. Mutación simbólica que lo convierte en referencia obligada del periodismo de investigación antes incluso que Truman Capote.
“Fusilados al amanecer” implica la acción concreta del hecho narrado con una ubicación de tiempo y espacio que da respuesta a los interrogantes de qué y cuándo sucede lo que denuncia, indaga en un plural que protagonizan quienes son víctimas de la acción (los fusilados) y propone una poética del relato que el amanecer nos introduce como imaginario de lo sensible. Podríamos decir que era un posible título para la historia del “fusilado que vive”. Sin embargo, la política está fuera del juego lingüístico en este primer título.
La operación en cambio, se posiciona como aquello que ejecuta una acción, que es predeterminada, que constituye incluso una decisión de manipular algo o alguien, indaga en otro tipo de definiciones que además sentencia como masacre.
Volvamos al prólogo del 57: “Mientras ideólogos sueñan, gente más práctica tortura y mata. Y eso es concreto, eso es urgente, eso es de aquí y ahora”. Faltaban casi 20 años para la más feroz de las dictaduras.
«El libro comprende hoy no sólo a un fusilamiento de cuerpos en el basural, sino el intento de masacrar todo aquello que el peronismo deja sobre la cultura».
El título de Operación Masacre es la definición de un accionar delictivo, que contempla mayor violencia de lo posible, que invoca un sentido de la justicia y que en el libro comprende hoy no sólo a un fusilamiento de cuerpos en el basural, sino el intento de masacrar todo aquello que el peronismo deja sobre la cultura.
Poco tiempo antes de su propio fusilamiento en combate (desigual) en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos en marzo del 77, Walsh escribió, como militante político la “Carta abierta a la Junta Militar”; como escritor de ficción el cuento “Juan se iba por el río”; y como oficial de inteligencia montonera una serie de notas para la conducción.
“Es como si no pudiéramos tener dos ideas en la cabeza al mismo tiempo: si hay contradicciones, las consideramos antagónicas, cuando nos damos cuenta que no son antagónicas, nos olvidamos de que existen. Esto es reaccionario: anular con una opinión hechos de la realidad” (1976-1977)
En el prólogo de la edición de 1994, Osvaldo Bayer concluye: “Rodolfo Walsh no existe. Es solo un personaje de ficción. El mejor personaje de la literatura argentina. Apenas un detective de una novela policial para pobres- Que no va a morir nunca”. En el gesto de afirmar su condición de inmortal, se subraya la importancia de la literatura en su obra, al mismo tiempo que se carga de sentido la operación política del oficio de la escritura.
Leonardo Favio se definió a sí mismo como un peronista que hace cine. Operación Masacre es el inicio de Walsh como un peronista que escribe, pero no de un escritor peronista. No es lo mismo.
Quizás sea tiempo de volver (verdaderamente) a Walsh.
Fuente: https://www.agenciapacourondo.com.ar/dossier/volver-walsh