Las dos grandes economías tienen síntomas de inestabilidad. Macron sume a Francia en el caos por su apuesta por gobernar con la ultraderecha mientras una Alemania que pelea por sortear la recesión se encamina a elecciones tras colapsar el tripartito
Son las dos grandes economías. Los dos faros que guían a la UE. Pero el otrora poderoso eje franco-alemán comienza a resquebrajarse. Y lo hace cuando el continente se encuentra en medio de un vendaval geopolítico con la guerra en Ucrania entrando en una nueva fase que apunta a la negociación, la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca y el recrudecimiento de la guerra comercial, también con China. Todo eso mientras la UE pelea por no quedarse atrás y reforzar su competitividad. Las crisis políticas en Francia y Alemania amenazan con lastrar a la UE en un momento delicado.
Primero fue el colapso del Gobierno alemán, que ahora ha entrado en ‘modo electoral’ hasta el próximo 23 de febrero. El tripartito que pilotaba el socialdemócrata Olaf Scholz llegó a convertirse en un socio impredecible para la UE con bandazos en algunas políticas, como las distintas posiciones respecto al envío de armamento a Ucrania o el bloqueo que impuso a la prohibición de la venta de coches diésel y gasolina a partir de 2035. Aquella fue una cesión (aunque temporal) a una de sus industrias clave en un momento en el que, además, la locomotora de Europa comenzaba a griparse tras décadas de falta de inversión. La economía se contrajo un 0,3% en 2023 y la previsión para este año es que lo haga un 0,1% con lo que sería el segundo ejercicio con el crecimiento negativo.
A eso se suma el caos en el que se encuentra la política francesa después de la decisión de Emmanuel Macron de mirar a la ultraderecha a la hora de formar el nuevo Gobierno, que ha marcado un récord de corta duración al triunfar la moción de censura sin haberse cumplido sus primeros 100 días. Francia no está precisamente en un buen momento desde el punto de vista fiscal. Además de tener uno de los ratios de deuda más elevados de eurozona, su déficit está previsto que se incremente hasta el 6,2% -más del doble de la cifra estipulada en la eurozona para las cuentas saneadas- y el camino de descenso será lento, según las estimaciones de la Comisión Europea.
“Los recortes del gasto debidos a las medidas de austeridad crearon una presión significativa tanto en el Gobierno francés como en el alemán durante sus negociaciones presupuestarias. Esto ocurre en un momento en que las inversiones en el sector de las tecnologías limpias y la descarbonización de la industria deberían aumentar drásticamente para reforzar la competitividad y la prosperidad”, explica sobre las crisis políticas en esos dos países Linda Kalcher, directora ejecutiva del think tank Strategic Perspectives.
España, convencida de que se sortearán turbulencias
En términos económicos, en el Gobierno de Pedro Sánchez no esperan que haya un efecto contagio a otros países, y especialmente para el caso de España, que se ha convertido en el alumno aventajado siendo la economía de la eurozona con una mayor previsión de crecimiento los próximos años. “Tranquilidad absoluta”, señalan fuentes del Ministerio de Economía, que apuntan a que los inversores se centran en “los fundamentos económicos” de cada país y “hay confianza plena” en el caso de los mercados españoles.
Además, esas fuentes sostienen que el crecimiento de España como “principal motor económico” de la UE en los últimos años se ha producido en un contexto en el que el resto de socios no estaban precisamente “boyantes”. “Cuanto mejor le vaya a nuestros países vecinos, mejor nos va a ir a nosotros; pero somos perfectamente capaces de mantener este crecimiento y esta confianza de los mercados”, apuntan esas fuentes. Tampoco en la Comisión Europea muestran una preocupación extra por la situación, aunque la falta de presupuestos complica el cumplimiento de la senda fiscal pactada con París.
Pero en tiempos de tribulación, la estabilidad tiene un valor incalculable. Y es ahí donde el eje París-Berlín, que tradicionalmente es el que mueve los hilos de las decisiones europeas, flojea lastrando al club comunitario en un momento en el que tocan tomar decisiones determinantes de cara al futuro, como la preparación para el retorno de Trump o los debates sobre el Pacto Industrial Limpio con el que la Comisión Europea aspira a reforzar a la industria. Scholz, que tiene complicado seguir al frente, y Macron, que tiene que volver a formar un Gobierno y sigue noqueado tras dos derrotas consecutivas, tienen suficientes problemas dentro de casa como para prestar atención a los debates europeos.
“Con la nueva Comisión Europea y el nuevo presidente del Consejo Europeo, António Costa, volverá a haber una dirección más firme desde Bruselas. Los gobiernos debilitados de Alemania y Francia pueden verse compensados si sus líderes dan un paso al frente para dar una respuesta europea unificada a la administración Trump entrante, a la brecha de inversión y a la carrera por la competitividad con China”, reflexiona Kalcher sobre la oportunidad que pueden encontrar Macron y Scholz.
Por el momento, en medio de su zozobra, emerge Ursula von der Leyen como figura de poder y consenso de la UE. Tras semanas de tensión entre populares y socialistas por la composición final de la Comisión Europea por la inclusión de la extrema derecha en una vicepresidencia con el italiano Raffaele Fitto, y la campaña del PP de Alberto Núñez Feijóo contra Teresa Ribera, el gobierno comunitario ha echado a andar, aunque lo ha hecho con el menor apoyo de la historia. Von der Leyen sabe que tiene el mando.
De hecho, no ha dudado en subirse a un avión para intentar rubricar el acuerdo con Mercosur que llevaba resistiéndose durante décadas. El viaje se produce en plena catarsis política en Francia, que es uno de los países que lidera la oposición a ese texto comercial por las consecuencias que tendría para el sector agrícola europeo.
“Hay acontecimientos políticos en nuestros estados miembros y hay negociaciones de acuerdos comerciales o de asociación que la Comisión Europea lleva a cabo con un mandato de nuestros Estados miembros”, contestó el portavoz de Comercio comunitario, Ollof Gill, a las reiteradas preguntas de los periodistas sobre el posible cierre de ese acuerdo con el rechazo de París.
“Si los franceses no quieren el acuerdo, ellos no deciden más nada, quien decide es la Comisión Europea”, expresó la semana pasada el presidente de Brasil, Lula Da Silva. Hace tiempo habría sido probablemente impensable tomar una decisión de ese calado sin el beneplácito de Francia o Alemania.
El riesgo del auge del antieuropeísmo
Si antes eran Italia y España los grandes países acostumbrados a la inestabilidad, con cuatro primeros ministros entre 2014 y 2022 en el caso italiano, y varias repeticiones electorales en el español, ahora las tornas han cambiado. Y a la espera de que llegue un nuevo líder a la cancillería alemana y cuando la carrera de Macron se encamina a su fin, el vendaval está en Berlín y París, mientras que Pedro Sánchez y la ultraderechista Giorgia Meloni permanecen sin grandes sobresaltos. Las miradas también se posan en el primer ministro polaco y expresidente del Consejo Europeo Donald Tusk, de la familia del Partido Popular Europeo.
Otro de los grandes temores en cada comicio que se celebra en la UE es el auge de las fuerzas de la ultraderecha y antieuropeístas. Y es un peligro que sobrevuela tanto en Alemania, donde los ultras de Alternativa por Alemania han obtenido recientemente unos resultados históricos en elecciones regionales, como en Francia, donde la coalición de izquierdas se impuso en las últimas legislativas, pero Marine Le Pen tiene un electorado cada vez más estabilizado.