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Acerca de la sobreproducción y la sobreacumulación

Fuentes: rolandoastarita.blog/

En una nota anterior presentamos como ejemplo de la actualidad de la explicación de las crisis por sobreproducción la crisis hipotecaria y de la construcción de 2007-2009, en EEUU (aquí). La situación del sector de la construcción e inmobiliario en China es otro ejemplo: se calcula que existen, en 2024, unos 7 millones de viviendas vacías que no encuentran compradores. Pero además de las mercancías (en este caso viviendas) sin vender, hemos mencionado como fenómenos de sobreproducción la importante capacidad ociosa que hoy está afectando a ramas enteras de la economía china y global (producción de acero, la petroquímica, baterías de litio, paneles solares y automóviles, al menos de combustión interna).

Lo que sigue está dedicado a esta segunda forma de sobreproducción. Se debe a que me he encontrado con marxistas que piensan que no es correcto hablar de sobreproducción cuando estamos ante sobrecapacidad productiva (o elevada capacidad ociosa). En lo que sigue trataré de demostrar que esta diferenciación es tan artificiosa como insostenible.


Sobrecapacidad, manifestación de la sobreproducción

 Nuestro planteo es que la baja utilización de la capacidad productiva constituye una de las formas en que se manifiesta la sobreproducción. Un tema que precisó Marx cuando explicó que la sobreproducción debe entenderse en dos sentidos: “sobreabundancia de todos los medios de producción y sobreabundancia de todos los tipos de mercancías no vendidas en el mercado” (p. 448, t. 2, Teorías de la plusvalía).

Tengamos presente que el fundamento de la sobreproducción es la naturaleza misma de la producción capitalista, la cual consiste en “producir sin tener en cuenta los límites del mercado” (p. 446 t. 2 ibídem). La razón de por qué esto es así es sencilla de comprender: el capitalista que no aumenta la productividad, y la producción, sea con el cambio tecnológico, con economías de escala, o por el aumento de la explotación del trabajo, resigna participación en el mercado a manos de sus competidores y, en última instancia, su empresa no sobrevive. De ahí el impulso a aumentar permanentemente la producción. Sin embargo, “el mercado se amplía con más lentitud que la producción” (ibídem). Y llega un punto en que aparece la sobreproducción (p. 449, ibídem). En esa instancia, si el capitalista no disminuye la utilización de capacidad productiva, incrementará el inventario de mercancías sin vender, y agravará las pérdidas. Debe entonces disminuir el ritmo de producción; lo que es otra forma de la sobreproducción.

Otra manera de verlo es con el ciclo del capital, descrito por Marx: Dinero – Mercancía (Fuerza de trabajo y medios de producción) … P… (Proceso productivo) Mercancía valorizada M’ – D’. Si las mercancías M’ no se venden, o si lo hacen solo parcialmente, estamos ante el caso típico de sobreproducción. La circulación del valor se atasca en esa fase, y se desvaloriza el capital adelantado. Pero también es sobreproducción si la empresa pasa a operar con elevada capacidad ociosa, para reducir el crecimiento de los inventarios. Ahora es el valor del capital constante el que no circula (en situaciones normales es trasladado a la mercancía por el trabajo concreto). Tanto en este, como en el caso anterior, habrá presión bajista sobre los precios, caída de las ganancias y de la tasa de ganancia.

Observamos que en este punto se da algo curioso. En los pasajes de Teorías de la plusvalía que citamos, Marx polemiza con la postura de Ricardo y sus seguidores, según la cual podía haber sobreacumulación de capital, pero no sobreproducción de mercancías. Pues bien, pareciera que algunos marxistas hoy tienen la posición inversa: admiten que puede haber sobreproducción de mercancías (aunque no expliquen la crisis por sobreproducción), pero sostienen que la sobrecapacidad no es sobreproducción. Olvidan que la sobreproducción de mercancías supone la sobreproducción de capital. Por este motivo Marx define la sobreproducción del capital como la sobreproducción de valor destinada a producir plusvalía. O sea, es la sobreproducción de mercancías destinadas “a la reproducción a escala ampliada, que es lo mismo que la sobreproducción pura y simple” (p. 456, ibídem; énfasis nuestro). Ello ocurre cuando “una parte demasiado grande del producto está destinada, no al consumo como renta sino a obtener más dinero (para la acumulación); no a satisfacer las necesidades personales de su dueño, sino a darle dinero… más poder sobre el trabajo ajeno, es decir, a aumentar su poder” (ibídem).

El ejemplo de los armadores griegos, sobreproducción y crisis

Para ver el asunto todavía con un ejemplo tomado de la realidad: cuando ocurrió el alza de los precios de las materias primas, acompañado de un rápido crecimiento del comercio internacional, los armadores griegos, que poseían el 16% de la capacidad naviera mundial, invirtieron, entre 2000 y 2006, mucho dinero para la renovación y ampliación de sus flotas. Era la manera de defender sus participaciones en el mercado frente a los otros capitalistas griegos, y frente a competidores de otros países, europeos principalmente. El resultado fue que ya antes de 2007-2009 había mucha sobrecapacidad de transporte naviero, y amenazaba con seguir creciendo. En 2008 los analistas del sector esperaban que en los siguientes cuatro años unos 6000 barcos nuevos (petroleros, transportadores de contenedores y barcos para carga seca) entraran en servicio en todo el mundo, lo que representaría un equivalente al 60% de la flota existente en ese momento.

En consecuencia, con el estallido de la crisis se pasó a una situación de mucha y generalizada sobreoferta, caída de precios de los fletes y desvalorización de los capitales invertidos. Fue un episodio de sobreproducción de mercancías (los nuevos barcos construidos) y sobreacumulación de capital constante (barcos para los cuales no había suficiente carga para emplearlos a plena capacidad). Un caso parecido fue la sobreinversión de la industria turística y hotelera griega en los primeros años de la década del 2000. Terminó en sobreoferta de plazas hoteleras y de turismo, caída de precios y hundimiento de las ganancias. De nuevo, un hotel con baja tasa de ocupación es una manifestación de sobreproducción.

Una explicación que va en contra de ideas establecidas en la izquierda

En muchos círculos marxistas hay una fuerte resistencia a aceptar la explicación de las crisis por sobreproducción. En algunos casos se sugiere que esa explicación sería adecuada para las crisis del siglo XIX, pero no para las del siglo XX o XXI. En otros, se niega que la sobreproducción pueda ser un fenómeno recurrente y característico del modo de producción capitalista, sea en el siglo XIX, en el XX o XXI. Una variante de esta posición dice que las crisis deben explicarse suponiendo que oferta y demanda siempre coinciden (con lo cual la sobreproducción estaría descartada ab initio). Adoptado este criterio, el hecho de que Marx y Engels hayan explicado las crisis del siglo XIX por sobreproducción ni siquiera se considera.

Cabe preguntarse pues cuál es la razón de esta resistencia. El estudio empírico –presiones bajistas sobre los precios por ofertas que superan en mucho a la demanda, caída de las ganancias y crisis- muestra que la sobreproducción es un fenómeno real y actual. ¿Por qué entonces una negación tan generalizada y persistente de la explicación de las crisis por sobreproducción?  

Una primera respuesta, que hemos adelantado en otras notas, es que la explicación de las crisis por sobreproducción supone la tendencia del capital a ampliar la producción. En ese marco, como ha observado Paul Sweezy (en Teoría del desarrollo capitalista), el problema a explicar es por qué la ampliación de la producción desemboca, una y otra vez, en crisis y recesiones (o depresiones). En cambio, si se asume que la tendencia de largo plazo del capitalismo contemporáneo es al estancamiento –era la posición de Sweezy- la sobreproducción no tiene cabida, y el problema es explicar por qué puede haber períodos de crecimiento de las economías capitalistas. Este es el enfoque que gozó de mayor aceptación entre los marxistas, desde, al menos, las primeras décadas del siglo XX. En este consenso confluyeron diversos enfoques “estancacionistas”; de la “crisis final, y derrumbe del capitalismo”; o de su progresiva senilidad. Entre ellos se cuentan los marxistas que explican las crisis por el bajo consumo de los asalariados. También los que, basados en la ley de Marx de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, sostienen que la acumulación del capital se debilita a medida que disminuye la tasa de ganancia (que estaría descendiendo desde principios del siglo XIX).

Además, la mayoría de estas explicaciones se combinó con la idea de que el capitalismo de la libre competencia ha sido suplantado por el capitalismo monopolista (Hilferding, Lenin, Trotsky, los economistas soviéticos, Sweezy, Baran, Mandel, los teóricos de la dependencia, entre otros). Según esta perspectiva, los trusts pasaron a controlar la producción, pudieron fijar los precios de manera concertada y frenaron el cambio tecnológico. Por eso también habrían podido amortiguar las crisis. Un ejemplo de esta postura es el Tratado de Economía Marxista, de Ernest Mandel, que contribuyó a la formación de muchos de nosotros en los 1960 y 1970. Según Mandel, con el capitalismo monopolista las guerras de precios habían pasado a ser “un fenómeno raro”; los precios monopolistas se fijaban de manera que “aseguran de antemano la expansión constante de las empresas”; la ganancia “ya no es aleatoria”; y la política monopólica de precios “implica también la eliminación del riesgo de las crisis económicas”. Es comprensible que marxistas que se han formado en estas ideas, y permanecen anclados a ellas, consideren “anticuada” la explicación de las crisis de Marx y Engels por sobreproducción.

 En cualquier caso, la tesis del monopolio controlando precios y producción es lo opuesto de la explicación de las crisis por sobreproducción. Es que en este segundo escenario la competencia se despliega vía guerra de precios (la ley del valor se impone de esta manera) y los capitales no controlan la producción. A lo que se suma que el cambio tecnológico es un arma de la guerra entre los capitales (y del capital contra el trabajo). De ahí los booms impulsados por el crédito y por la especulación; la sobreproducción; el derrumbe de los precios y las ganancias; el estallido de la crisis y el giro de la economía a la depresión.

 Marx resume la noción de sobreproducción

Para terminar, veamos cómo Marx resume la noción de sobreproducción: “La sobreproducción está condicionada de modo específico por la ley general de la producción de capital: producir hasta el límite de lo establecido por las fuerzas productivas, es decir, explotar el máximo volumen de trabajo con el volumen dado de capital, sin tener en cuenta los límites reales del mercado o de las necesidades respaldadas por la capacidad de pago; y esto se lleva a cabo por medio de una continua expansión de la reproducción y la acumulación, y entonces por una constante reconversión de la renta en capital, en tanto que, por otro lado, la masa de productores se mantiene apegada al nivel medio de necesidades y tiene que mantenerse apegada a él de acuerdo con la naturaleza de la producción capitalista” (p. 457, ibídem; énfasis nuestro).  

Fuente: https://rolandoastarita.blog/2024/12/17/acerca-de-la-sobreproduccion-y-la-sobreacumulacion/