Trump escala posiciones en sus declaraciones de guerra comercial y recién ha empezado su segundo mandato. Ante la protesta del Gobierno colombiano por las condiciones de deportación de sus ciudadanos, el 47 presidente estadounidense respondió con un furibundo anuncio de 25 % de aranceles (lo que obligó a Petro a echar atrás sus exigencias).
Contra Canadá y México, sus vecinos y socios comerciales, acaba de firmar una subida arancelaria también del 25 %. ¿Las razones? Según Trump, el coladero que son sus fronteras para el paso de drogas e inmigrantes ilegales. A China le ha impuesto, por ahora, un 10 % arancelario. Pero la promesa electoral fue de un 60 %.
Las guerras comerciales son, en el siglo XXI, uno de los instrumentos estratégicos más controvertidos en el ámbito de las relaciones internacionales.
La economía, un factor geoestratégico
Los aranceles han sido utilizados históricamente para proteger las industrias locales y equilibrar las balanzas comerciales. No obstante, su empleo actual va más allá de su propósito original.
Estas políticas han transformado las dinámicas económicas globales, reconfigurando cadenas de suministro y mercados, e impactando profundamente en las estructuras geopolíticas, sociales y financieras.
Competitividad y fortaleza tecnológica
El uso contemporáneo de las guerras comerciales responde a una lógica más compleja y multifacética. En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, los aranceles impuestos por los últimos gobiernos han buscado tanto limitar la competitividad de China como preservar la supremacía tecnológica y económica estadounidense.
Esta estrategia, sin embargo, no se limita a un enfrentamiento bilateral. Estados Unidos también ha impuesto barreras comerciales a socios tradicionales como la Unión Europea y Canadá. Así, las alianzas tradicionales se han convertido en secundarias frente al objetivo unilateral de maximizar beneficios.
Esta política ha sido justificada bajo argumentos de seguridad nacional, un recurso legal que ha generado tensiones en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y que desafía los principios de no discriminación y multilateralismo que han sustentado el sistema comercial global desde mediados del siglo XX.
Los impactos de estas políticas repercuten tanto en las relaciones entre gobiernos como, de manera directa, en los consumidores y productores.
Aranceles y economía doméstica
La implementación de aranceles sobre productos provenientes de China, como bienes tecnológicos y equipos manufacturados, ha hecho aumentar sus precios en mercados como el estadounidense.
Como ocurre siempre que los bienes se encarecen, esto ha perjudicado especialmente a los sectores más vulnerables de la población, al exacerbar las desigualdades económicas y afectar a su poder adquisitivo.
Muchas empresas, para mantener su competitividad, han optado por relocalizar sus operaciones en países como Vietnam, Malasia o México, lo que conlleva costes de transición y adaptación.
Regionalización contra el proteccionismo
A nivel global, las guerras comerciales han desencadenado un fenómeno de regionalización, con el surgimiento de instrumentos como el Acuerdo para la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), liderado por China y firmado por países de Asia y Oceanía, y el Acuerdo Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP), suscrito por países de las costas del Pacífico de Asia y Latinoamérica. Con estos acuerdos, los países firmantes buscan contrarrestar los efectos de las políticas proteccionistas estadounidenses.
Desde 2019 Estados Unidos mantiene el bloqueo a la elección de nuevos miembros del Órgano de Apelación de la OMC. Esto ha debilitado su capacidad de resolver disputas y ha incrementado la incertidumbre y la posibilidad de que las tensiones comerciales se intensifiquen.
Si bien la regionalización obliga a revisar la sostenibilidad del sistema multilateral de comercio, en este contexto de inestabilidad e incertidumbre los países buscan alternativas que les garanticen estabilidad económica. Aunque estas soluciones refuercen la fragmentación del comercio global.
Guerra comercial y geopolítica
El impacto de las guerras comerciales también se manifiesta en la esfera geopolítica. La rivalidad entre Estados Unidos y China, impulsada en parte por los aranceles y las restricciones tecnológicas, redefine las alianzas internacionales.
Por un lado, países como Japón y Corea del Sur han estrechado lazos con Estados Unidos para contrarrestar la influencia china.
Por otro, economías emergentes en América Latina, como México y Brasil, hacen frente a presiones para alinearse con uno de estos bloques, lo que limita su capacidad de maniobra y autonomía en el escenario global.
En Europa, las tensiones con Estados Unidos han llevado a la Unión Europea a preparar nuevos aranceles y a fortalecer las regulaciones para proteger sus industrias estratégicas, como la automotriz y la tecnológica.
Incertidumbre y volatilidad
Si bien la fijación de aranceles puede ofrecer a los países que los aplican beneficios inmediatos en términos de ingresos fiscales o influencia política, sus costos sociales y económicos pueden ser enormes.
Las guerras comerciales afectan a los flujos de bienes y servicios, pero también a la estabilidad financiera.
Las tensiones comerciales aumentan la volatilidad de los mercados bursátiles, afectan las decisiones de inversión y debilitan las perspectivas de crecimiento económico global.
La incertidumbre generada por el proteccionismo obliga a las empresas a adaptarse a un entorno cambiante e impredecible. Las guerras comerciales han evidenciado la fragilidad de las cadenas de suministro globales, la importancia de diversificar fuentes de producción y la necesidad de fortalecer instituciones multilaterales que promuevan un comercio justo y equitativo.
¿Qué hacer?
La solución va más allá de eliminar aranceles o revertir políticas proteccionistas: se necesita un enfoque más estratégico y resiliente. Esto implica fomentar la cooperación internacional para abordar las tensiones comerciales, reformar los mecanismos de resolución de disputas de la OMC y promover la relocalización de cadenas de suministro hacia regiones más estables.
Los países que aplican aranceles también deben considerar el impacto de esta medida en las familias. El aumento de los precios debe obligar a tomar medidas que mitiguen el aumento de las desigualdades sociales y protejan a los sectores más vulnerables.
Las guerras comerciales del siglo XXI reflejan un equilibrio complejo entre la protección de los intereses nacionales y la preservación de la estabilidad global. La clave para avanzar radica en adoptar un enfoque basado en la cooperación y la sostenibilidad que, además de los beneficios económicos inmediatos, también tome en cuenta el bienestar colectivo y la cohesión internacional a medio y largo plazo.
Armando Alvares Garcia Júnior. PDI. Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja