Las primeras medidas adoptadas por Donald Trump, envueltas en toda una parafernalia teatral y pretendidamente solemne, una presentación jaleada por veinte mil seguidores y con el magnate sumido en una actitud displicente e imperial, deja mucha inquietud en el aire. Varios factores son destacables.
En primer lugar, debemos aguardar si los anuncios que afectan a la política económica de manera directa se harán efectivos en su totalidad. Recordemos que, en el anterior mandato de Trump, medidas que se comunicaron mediáticamente fueron muy matizadas, y su emisión sirvió al magnate como herramienta de negociación. Muchos analistas señalan que ahora la decisión de Trump es más firme, y sus nombramientos van en la dirección que formuló en sus promesas electorales: camino de la discordia, del conflicto, de la crispación.
En segundo término, si cuajan los aranceles se pueden producir unas consecuencias precisas:
1. La ralentización comercial con Europa. Las exportaciones europeas a Estados Unidos significan el 20% del total; en torno al 5% del PIB europeo. La industria química, de equipamientos y maquinaria probablemente serán los sectores más afectados por la política arancelaria de Trump. Igualmente, productos agroalimentarios como el aceite de oliva o los quesos recibirán el impacto correspondiente. La dependencia de Alemania y Francia de las exportaciones hacia Estados Unidos se sitúan en torno al 10% de su PIB; mientras que esa variable es del 5% para España. Los colectivos industriales y agroalimentarios pueden verse afectados, por tanto, con esas proposiciones proteccionistas. El turismo de Estados Unidos hacia Europa puede verse beneficiado si el dólar se va revalorizando, espoleado por las medidas del nuevo presidente (de hecho, el dólar viene apreciándose desde el mes de septiembre de 2024 más de un 6%; los datos expuestos proceden de CaixaBank Research, IM12, diciembre de 2024).
2. Un posible redireccionamiento del comercio de China, siguiendo una tendencia inversora que ya arranca del primer quinquenio del siglo XXI. En efecto, las inversiones exteriores chinas entre 2005 y 2013 se canalizaron en casi un 74% hacia Asia, Sudamérica, África, mundo árabe y Australia; y apenas un 8,13% hacia Estados Unidos. Para el analista Derek Scissors, del American Enterprise Institute, la inversión global documentada de China se mantuvo estable en 2024. La cadena de suministro de vehículos eléctricos sigue siendo prominente. El volumen de construcción aumentó, liderado por la edificación de plantas de energía solar y de otro tipo. Arabia Saudita fue el socio más activo. El Ministerio de Comercio de China podría cerrar una inversión récord para 2024; la existente en 2016 generó acuerdos titulares y reevaluaciones de políticas en todo el mundo. La inversión china en Estados Unidos –señala Scissors– no es actualmente un tema importante (https://www.aei.org/research-products/report/2-5-trillion-20-years-of-chinas-global-investment-and-construction/. http://www.aei.org/files/2014/01/10-china-invests-somewhat-more-in-the-world_151254764847.pdf). En paralelo, en 2015 un 66% de las exportaciones de China se desarrollaban en países avanzados; el dato se ha contraído hasta el 56% en 2023, mientras se ha incrementado –al calor del aumento de inversiones, como hemos señalado– en las naciones emergentes, en torno al 44% (CaixaBank Research, IM12, diciembre de 2024). Los flujos comerciales entre China y la Unión Europea se han estabilizado, mientras se han reducido hacia Estados Unidos y Japón. Además, países como México, Vietnam y otros emergentes ofrecen ya mercados alternativos a los productos y servicios chinos. Esas rutas ya exploradas, tangibles y efectivas, previsiblemente se verán implementadas por el impacto de los aranceles de Trump. Otro factor es remarcable: imponer un arancel del orden del 60% a las importaciones chinas puede derivar a una depreciación de su moneda. Esto, a su vez, podría enjuagar en parte el encarecimiento arancelario impuesto por Estados Unidos, de forma que ello quizás represente una mejora en la competitividad de los productos chinos hacia esas rutas a las que aludíamos. No es arriesgado pensar que los costes de esa política de Trump los acaben sufragando los propios consumidores estadounidenses.
3. La elasticidad de la demanda estadounidense –es decir, cuánto puede variar la cantidad demandada de los productos sometidos a arancel en función de los cambios en sus precios– determinará la efectividad de las medidas desplegadas por Trump. Además, debe considerarse la posibilidad, bastante real como ya hemos indicado, que los países afectados por los aranceles busquen otros mercados alternativos al de Estados Unidos, toda vez que las elasticidades de importación y exportación de los países de altos ingresos promedian en torno al 1,4; mientras en las naciones en desarrollo esa cifra se ubica alrededor del 0,7, tal y como se revela en el reciente estudio de los economistas Shantayanan Devarajan, Delfin S. Go y Sherman Robinson, para el Banco Mundial. véase: https://openknowledge.worldbank.org/server/api/core/bitstreams/0fae79c1-a353-4b20-8e4f-8670bd9b4182/content). Estas medidas proteccionistas van a suponer una caída de la apertura comercial, el impacto a la apreciación del dólar –lo que afectará al euro, en un contexto de debilidad de la economía europea– y una posible subida de tipos de interés por incremento de los precios. La emisión del mensaje proteccionista ha podido llenar de regocijo a los partidarios del nuevo presidente, que ven una “recuperación” de un cierto orgullo perdido ante sus competidores, con la mirilla siempre puesta en China. Pero esta estrategia económica puede actuar también como un boomerang. De hecho, Martin Wolf, un importante gurú de la economía liberal, con una palestra muy consultada en el Financial Times, ya ha calificado de “estupidez” la promulgación de esa política arancelaria de Trump, pensando el presidente que serán los extranjeros quienes pagarán sus aranceles. Pero –como apuntamos anteriormente– van a ser los propios estadounidenses los que verán encarecer sus productos (véase: https://www.ft.com/content/86c5adf3-0178-423b-9d00-2af9aaec14a8).
En tercer lugar, Trump ha prometido una importante rebaja de impuestos, que sobre todo va a favorecer a las rentas altas y a las empresas. Esto inferirá por un lado mayores beneficios empresariales; y, al mismo tiempo, una determinante reducción de ingresos fiscales cuya traslación al gasto público va a ser relevante. Teóricamente, esa bajada de tributación tiene efectos-llamada a la inversión exterior. Pero, a su vez, va a contribuir al fortalecimiento del dólar, que ya hemos anotado. Si a ello añadimos el otro anuncio de Trump, la expulsión de fuerza de trabajo inmigrante y el impedimento a su entrada legal en el país, de manera que en conjunto esto va a reducir la oferta laboral, la situación va a afectar al crecimiento económico por esa contracción de trabajadores (que, además, se ubican en una gran mayoría en trabajos de servicios, de construcción y agrarios).
En conclusión, si lo expuesto se acaba confirmando, son previsibles los siguientes movimientos: incremento de la inflación, fortalecimiento del dólar, reducción de las exportaciones estadounidenses e impacto sobre la política monetaria si la situación se extrema, subiendo los tipos de interés. Un aspecto sobre el que Trump ha puesto un énfasis específico, exigiendo a Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal –al que Trump ha calificado como “cabeza hueca”–, que baje los tipos de interés de forma inmediata, transgrediendo también aquí la independencia de otro contrapoder a la presidencia de Estados Unidos. Por consiguiente, no está claro que todas esas medidas acaben beneficiando en el medio plazo a la economía de Estados Unidos. Las incógnitas son múltiples. Una: la respuesta de la población si las posibilidades apuntadas se hicieran realidad en su totalidad o en parte: qué reacción puede haber, de carácter social –como está indicando por ejemplo Bennie Sanders–; o en las elecciones parciales en dos años. Dos: qué mecanismos puede tener el Estado de Derecho para poner diques de contención a muchos despropósitos que el nuevo presidente quiere ejecutar. Y, finalmente, tres: qué actitud adoptarán el resto de países ante anuncios y amenazas perpetrados por Trump, impregnados de matonismo, de un desprecio absoluta hacia la ciencia, y de falta de respeto a la independencia de las naciones y al derecho internacional.
Carles Manera. Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, en el departamento de Economía Aplicada de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears y doctor en Ciencias Económicas por la Universitat de Barcelona. Consejero del Banco de España. Consejero de Economía, Hacienda e Innovación (desde julio de 2007 hasta septiembre de 2009); y Consejero de Economía y Hacienda (desde septiembre de 2009 hasta junio de 2011), del Govern de les Illes Balears. Presidente del Consejo Económico y Social de Baleares. Miembro de Economistas Frente a la Crisis Blog: http://carlesmanera.com. View all posts by Carles Manera →
Fuente: https://economistasfrentealacrisis.com/boomerang-economico-los-aranceles-de-trump/