
1. Introducción
A lo largo de la historia, la humanidad ha ido adoptando diversas formas de organización social y económica, lo que ha garantizado la reproducción de las sociedades humanas hasta nuestros días. Así, la forma de organización o modo de producción preponderante durante la prehistoria fue la comuna primitiva, mientras que el esclavismo y el feudalismo fueron característicos de las Edades Antigua y Media, respectivamente. Desde el final de la Edad Media y hasta la actualidad, las relaciones de producción capitalistas han ido progresivamente convirtiéndose en hegemónicas a lo largo y ancho del planeta. En general, la historia de la humanidad demuestra que los modos de producción particulares presentan un carácter histórico en el sentido de que su existencia es el resultado del desarrollo social y, más particularmente, de la causalidad entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas (esto es, combinaciones de trabajo vivo más medios de producción) y la base económica adoptada. Por tanto, se puede intuir que la hegemonía del modo de producción capitalista no es imperecedera y que, en definitiva, dicho modo de producción está históricamente acotado, pudiendo el progresivo desarrollo de las fuerzas productivas conllevar su superación (como en esencia fueron superados la comuna primitiva, el esclavismo y el feudalismo).
En este marco, el presente texto pretende exponer de una manera sintética y didáctica, únicamente en forma de noción, por qué el capitalismo tiene necesariamente límites históricos. Para ello, adoptaremos un punto de vista económico heterodoxo, esto es, crítico. En la Sección 2 introducimos los conceptos básicos en torno a los procesos de producción y circulación del capital necesarios para la comprensión de la discusión posterior. Apoyándonos en lo descrito en la Sección 2, en la Sección 3 exponemos por qué el capitalismo tiene límites históricos de acuerdo con la ley del descenso tendencial de la rentabilidad. Finalmente, la conclusión se expone en la Sección 4.
2. Producción y circulación del capital
Si bien la noción objeto de exposición que nos ocupa puede describirse en pocas líneas, creo importante introducir los conceptos básicos que la conforman con el fin de mejorar su comprensión. Así, para comenzar, vamos a considerar el caso de una empresa privada que se dedica al desarrollo de software, algo muy extendido en la actualidad, esto es, en los albores de la Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0. Sin pérdida de generalidad, la Figura 1 ilustra un ciclo productivo de dicha empresa de desarrollo de software. En general, este ciclo se conoce como proceso D–M–D’ o circuito capitalista.
El empresario, o capitalista, de nuestro ejemplo partirá de la disposición de un capital D (ya sea gracias a un crédito, a consecuencia de un proceso de acumulación anterior, etc.) que invertirá en la adquisición de una serie de medios de producción, así como en la compra de fuerza de trabajo. En primer lugar, por medios de producción entendemos todos aquellos elementos que requieren los trabajadores para desempeñar su tarea. En el caso de nuestra empresa de desarrollo de software, estos medios de producción podrían corresponderse con un local de trabajo, ordenadores, paquetes de desarrollo de software, etc. En segundo lugar, con fuerza de trabajo nos referimos a la capacidad de trabajo de los trabajadores, los cuales serán programadores de software en nuestro ejemplo. La parte del capital D destinada a la adquisición de los medios de producción se conoce como capital constante, c, mientras que la parte restante se denomina capital variable, v, la cual se dedica a la compra de la fuerza de trabajo requerida (salarios de los empleados y costes vinculados a ellos). Por tanto, resulta evidente que D=c+v, conociéndose la suma c+v como capital adelantado.
Lo que hemos descrito en el párrafo anterior es el paso D–M del proceso D–M–D’ (circuito capitalista). Este paso D–M se constituye como un consumo productivo, pues el capital D se destina a la compra de una mercancía M, es decir, medios de producción y fuerza de trabajo, con el fin de llevar a cabo un proceso productivo, que es el desarrollo de software en nuestro ejemplo. Nótese que hemos indicado que tanto los medios de producción (que han de ser comprados en el mercado) como la fuerza de trabajo son mercancía. A este respecto, podemos afirmar que la economía capitalista es la máxima expresión de las economías de mercado, pues, en ella, hasta la fuerza de trabajo toma la forma de mercancía (y de ahí la existencia del denominado mercado laboral). Como mercancía en el modo de producción capitalista, la fuerza de trabajo también se supedita a la oferta y la demanda. El ejemplo más obvio de esto último es el desempleo: existe más oferta de fuerza de trabajo de la que una determinada sociedad requiere ocupar desde el punto de vista del criterio rector del modo de producción.
Continuando con el esquema de la Figura 1, diremos que los medios de producción y la fuerza de trabajo se combinan para generar un producto P. En nuestro ejemplo, los desarrolladores de software emplean los ordenadores y los paquetes de desarrollo instalados en ellos para elaborar un nuevo software con unas determinadas especificaciones, el cual se constituye en producto. Una vez obtenido P (por ejemplo, un software de facturación para empresas), este se convierte en una mercancía M’ que es socialmente validada en el mercado, esto es, vendida por el empresario por una cantidad monetaria D’ (por ejemplo, a una empresa fabricante de muebles que desea informatizar su facturación). Todo ciclo productivo persigue la valorización o fructificación del capital D, luego, lógicamente, se espera que D’ sea un capital acrecentado, es decir, D’>D. Esto es posible gracias a que el proceso de trabajo, y, más particularmente, el trabajo vivo (directamente atribuible a la fuerza de trabajo), es capaz de valorizar el capital. Así, el excedente resultante de este ciclo productivo, conocido como plusvalía en el modo de producción capitalista, pv, se corresponde con pv=D’–D. Típicamente, la plusvalía derivada de un ciclo productivo se destina, en variable proporción, tanto a consumo improductivo del empresario (es decir, a adquisición de bienes para su consumo personal) como a acumulación, lo que significa invertir en un nuevo proceso productivo para la valorización de capital, D–M–D’ (notación abreviada de D–M–P–M’–D’ de acuerdo con lo desarrollado). De hecho, la dinámica inherente al modo de producción capitalista obliga a cada capitalista individualmente a perseguir la continua valorización de su capital en pos de su supervivencia. Obsérvese que parte de la plusvalía pv podría destinarse a la devolución de un crédito cuyo objeto fue la obtención del capital inicial D, etc.
En particular, ¿qué es lo que busca renovadamente a lo largo del tiempo nuestro capitalista del desarrollo de software y todo capitalista en general? La respuesta es maximizar la rentabilidad del capital invertido D, pudiendo definir rentabilidad, g’, como
g’= (D’ – D) / D=pv / (c+v).
3. Límites históricos del capitalismo
Es posible considerar la economía de la sociedad capitalista actual en su conjunto como la de una gran empresa global, por lo que podemos aplicar los conceptos discutidos en la Sección 2 a este escenario general. De este modo, podemos hablar de ciclo productivo de la economía de una sociedad en su conjunto.
Definimos a continuación la composición orgánica del capital, q, como la relación existente entre la magnitud del capital destinado a medios de producción y la magnitud del capital invertido en fuerza de trabajo, magnitudes que, como ya sabemos, se denotan a través del capital constante c y del capital variable v, respectivamente:
q=c / v.
Empíricamente, la composición orgánica del capital tiende a aumentar con el paso del tiempo en el modo de producción capitalista, es decir, con la consecución de ciclos productivos. Esto es debido a que, en primer lugar, cada capitalista individualmente invierte en la mecanización (es decir, automatización) de sus procesos de producción con el fin de incrementar la productividad, fortaleciendo su posición competitiva en el mercado. Agregadamente, esta dinámica conlleva la disminución paulatina de v por una disminución de la inversión en fuerza de trabajo, así como un posible incremento de c (ambos como consecuencia de la creciente mecanización), lo que favorece el aumento de q. Si definimos la tasa de plusvalía, pv’, como
pv’=pv / v,
la rentabilidad, expresada por la ecuación g’ = (D’ – D) / D = pv / (c + v), puede reescribirse en términos de pv’ y de la composición orgánica del capital, q, como
g’ = (D’ – D) / D = pv / (c + v) =pv’ / (1+q).
Puesto que, a diferencia de para q, no podemos establecer con certeza la existencia de una tendencia para la tasa de plusvalía pv’ (entrando su determinación en el terreno del conflicto de clases), es evidente que, de acuerdo con la ecuación inmediatamente anterior, la evolución al alza de la composición orgánica del capital conlleva una reducción de la rentabilidad. Esto es lo que se conoce como ley del descenso tendencial de la rentabilidad, estrechamente vinculada con las crisis económicas de escasez de plusvalía. Si, por ejemplo, g’(t) ≤g’(t–1), observamos que la rentabilidad de la economía global no ha experimentado un crecimiento tras el ciclo productivo t con respecto al anterior, t–1, y, por tanto, podemos hablar de crisis económica, esto es, interrupción/ralentización del proceso de acumulación como consecuencia de la escasez de plusvalía, la cual a su vez puede ser resultado de una creciente mecanización de los procesos productivos (recuérdese que sólo el trabajo vivo, directamente atribuible a la fuerza de trabajo, es generador de plusvalía).
Como se ha especificado, el decrecimiento de la rentabilidad es tendencial, es decir, no es necesariamente monótono, y, por tanto, puede haber (y, de hecho, hay) repuntes de la misma localmente acotados en el tiempo. Así, por ejemplo, el incremento de la composición orgánica del capital puede ser temporalmente compensado o mitigado incrementando la tasa de plusvalía pv’ mediante el pago de salarios por debajo del precio real de la fuerza de trabajo (es decir, mediante la reducción generalizada de salarios). No obstante, es evidente que la progresiva mecanización de los procesos productivos, la cual se ve acelerada en el contexto de la Cuarta Revolución Industrial, conlleva la progresiva eliminación de la plusvalía, tal que, en el límite, g’=0 de forma estacionaria (equivalente al fin del modo de producción capitalista). En consecuencia, no es descabellado afirmar que la autodisolución del modo de producción capitalista se encuentra programada en sus propios genes, luego, efectivamente, el capitalismo presenta límites históricos vinculados al impresionante grado de desarrollo de las fuerzas productivas que él mismo engendra.
4. Conclusión
En este texto se ha expuesto, desde el punto de vista de la economía crítica, por qué la hegemonía del modo de producción capitalista está históricamente acotada como consecuencia del progresivo desarrollo de las fuerzas productivas que el propio capitalismo genera. Para justificar tal carácter histórico, se ha discutido la conocida como ley del descenso tendencial de la rentabilidad, la cual se encuentra estrechamente vinculada con el continuo crecimiento que experimenta la composición orgánica del capital en el conjunto de la economía. Además, para comprender correctamente esta exposición, previamente se han presentado conceptos básicos relacionados con la producción y la circulación del capital.
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