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La Fábrica de Sueños. "Nymphomaniac Vol. 2" (2013), de Lars von Trier

Un despertar sin interés por el futuro

Fuentes: Rebelión

Paradójicamente, ser capaz de estar solo, es la condición para ser capaz de amar. ERICH FROMM

Quien acepta una injusticia en silencio, se convierte en cómplice de ella. JEAN-PAUL SARTRE

La gran verdad, la tremenda verdad, es esta: sufrir no sirve para nada. CESARE PAVESE

La memoria es un monstruo. Uno olvida, ella no. Simplemente archiva las cosas, las guarda, las esconde y las trae al recuerdo con voluntad propia. Se piensa que uno tiene una memoria. No es cierto… la memoria lo tiene a uno. JOHN IRVING

Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, vía Cine-Club Al Filo del Tiempo, se llega al fin del tributo a Lars von Trier con Ninfómana Vol. 2 (2013), filme sobre el exceso que satura y que frente al Vol. 1 plantea una franca decadencia en cuanto a enfoque y tratamiento del tema: la hipersexualidad, más que ninfomanía, que padece Joe, que tras pasar por el sadismo y el masoquismo, las terapias de autoayuda (que no son), el mundo del trabajo, sin éxito, y con ello cierra toda posibilidad de salir del abismo existencial en el que está, para caer por el tobogán, primero, de la ‘autoindulgencia’, el lío con los psicólogos y, más tarde, por la escalera que desciende al infierno de la delincuencia, del crimen, del asesinato. Por último, cuando cree haber tenido un despertar, tal despertar la conecta más con el pasado que con el presente, para al cabo sucumbir en medio de la culpabilidad, la soledad y la renuncia a la sexualidad: para ello, reúne su terquedad, su fuerza y su agresión masculina.

El Vol. 2 inicia con un pajazo que anuncia el resto del metraje, mezclado además con excesos de sadismo y masoquismo, en medio de la irremediable soledad de Joe, con la que ella es incapaz de convivir y, por ende, no logra amar. Lo que evidencia Seligman al hacer alusión a la llamada paradoja de Zenón: Joe es Aquiles y la tortuga es su orgasmo: le da una ventaja de cien metros al animal. El lío es que antes de que pueda pasar a la tortuga debe llegar donde ella inició tras cien metros. Pero, llega y ya el bicho se desplazó, debe ir al siguiente punto donde la tortuga se mueve y así sucesivamente. Así, Aquiles nunca le ganará. Igual, porque Joe perseguía a alguien, jamás logró la plena satisfacción, ya que amar no es perseguir sino encontrar. El pretexto es que su coño se entumeció y se burla de las matemáticas por ridículas: las que en un gesto de auto burla denuncia el propio Trier. Y Joe se enfurece con Seligman por excitarse con los números, pero no con su historia: lo que puede pasar con el espectador.

Sólo que a la inversa: que se excite con la historia y se harte con los números, en especial de sadismo y masoquismo, recurrentes y repugnantes. Los que hasta cierto punto evidencian las propias aberraciones de Trier, el fascismo y nazismo acumulados. Joe cree adivinar el hecho de por qué Seligman no se emociona con sus historias sucias: porque no se identifica con ellas pues se trata de un ser asexual, según se define él mismo. Nunca has estado con una mujer, le dice Joe. Y tampoco con un hombre, dice éste con humor negro/blanco, el de Trier. Seligman ha leído mucho sobre temas sexuales: Los cuentos de Canterbury, El Decamerón, Las mil y una noches. A su modo, también como Joe es virgen e inocente. Ambos hablan sobre un cuadro estilo Andrei Rublev (Rubliov) (1), el del filme de Tarkovski, y los íconos vinculados con la Iglesia de Oriente, la de la felicidad, mientras la de Occidente es la iglesia del sufrimiento. Algo que, claro, se corresponde con la inquietante verdad que esconde Joe…

Aquella según la cual sufrir es una suerte de sucedáneo del masoquismo y, por ende, no sirve para nada, una verdad muy difícil de refutar. Lo que lleva, por contraste, al orbe de la mentira en el CAP. VI: La Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente (El Pato Silencioso). Flashback a los 12 años de Joe. Fundido a negro de más de 20” hasta que se escucha el canto de los pájaros, se ven las abejas y los cauces de agua: todos, símbolos de la fertilidad. La niña, con chompa roja, sobre la grama. De repente, surge la angustia cuando empieza a levitar, mira a ambos lados y hacia abajo, se detiene en el aire y a su lado dos mujeres: una al izquierdo y otra al derecho, encerradas por un doble arcoíris. Surge el intertítulo: Los hombres peligrosos. Joe está sola con Marcel, mientras Jerôme viaja casi todo el tiempo. Y cuando vuelve a casa, la acusa todo el tiempo por descuidar al niño. En el fondo, la forma de disfrazar su ira, con celos, por los amantes de Joe. Quien, a propósito, planea ir donde nunca antes había soñado.

Para estar, v. gr., con un hombre que no tiene un lenguaje común: al cabo, parece decir Trier, el amor es un lenguaje que no requiere lenguaje, apenas lengua y clítoris, podría creer el espectador o lengua y verga, parece pensar Joe, algo lícito en los tres casos. A ésta la encendía tener o imaginar una situación sexual bajo el prisma de la imposible comunicación verbal. Para sólo sentir, como quien dice, pero callada. Y aparece Tobías, el intérprete y puente con los dos negros de otro mènage a trois, que parece más pensado por Trier que para Joe. La cosa ocurre en un hotel barato, como se puede entender tratándose de negros y por obvio racismo. Si estaba en contra del sadismo y la violencia de K, Joe no se explica cómo pudo hacer lo que hizo. La forma más fácil de captarlo, tiene que ver con su naturaleza rebelde. El que ahora lo contactara fue el último intento desesperado por rehabilitar su sexualidad. Atribuye al método el factor nodal de razón: ¿El método de la violencia?, inquiere Seligman.

No se olvide que aquél que no grita una injusticia a tiempo, de acuerdo con el Che, o la acepta en silencio, de acuerdo con Sartre, resulta claro cómplice de ella y no tiene escapatoria, máxime si no recibe sanción de la sociedad ni de la Justicia. CAP. VII: El espejo. Otra paja violenta, esta vez en el baño, hasta el punto de ver correr la sangre. Joe entra a la oficina de una empleadora que le habla sobre los rumores en torno a ella: que tiene muchos tipos, que se acuesta cada noche con muchos y, desde luego, pasa toda la noche con ellos: y se pregunta, pero, y entonces, ¿qué quiere esta gente?, pero eso es cosa mía y no de Joe. En fin, que ella no es de confiar. La gente, seguro tiene miedo de que ella no pueda permanecer lejos de esos hombres. Para la empleadora, la suya es una adicción intratable, la manda a los grupos de autoayuda y no le sugiere sino exige una terapia. Y que, si deja ese empleo, igual pasará en el próximo y en los siguientes. Joe regresa al año después de que perdió a su hijo y a Jerôme.

Por miedo al embarazo, no tomó sus píldoras y, así, luego decidió abortar: por eso, no le importa el sexo del bebé. Se trata de uno indeseado, lo cual de hecho legaliza el proceso. Pero, otra cosa piensa la sociedad y el médico que la ve. Es la onceava semana, así que en efecto no hay impedimento legal para el aborto, dice el médico. Al pretextar una cortapisa legal, Joe le dice que ella no puede, que lo quite él. Debe tener consulta informativa con un psicólogo, antes de que pueda efectuarse. Joe manda al carajo a la psicóloga y decide retirar el feto sola. La violencia contra sí misma no requiere extensión: sierras, ganchos y punzones, van y vienen sobre su cuerpo hasta llegar a producir entre el público el efecto contrario al que busca el aborto y, por contraste, vía Trier, o vía guion, se convierte en publicidad política (no pagada) antiabortista. Máxime cuando la sangre surge de su vagina y con ello los gritos agudos que laceran y el llanto, con su cabeza tirada hacia atrás en el improvisado colchón… 

Seligman, o Pierrot según Joe, lamenta que haya tenido que infligirse tanto dolor. Pero, agrega, el aborto es perfectamente comprensible: el niño no tendría una vida digna de ser vivida. El aborto en sí no es asesinato, dice, y Joe le dice que en vez de usar clichés diga qué hay en el aborto. Es asunto 100% femenino: un hombre no puede entender la situación o el dolor. Aquí sí acierta Trier. En cuanto al método, tanto menos, mejor. Joe hace un reparo: que Seligman primero dijo que como hombre no podía entender los sentimientos de una mujer al tener un aborto, lo que es como decir ‘no entiendo a las víctimas del terremoto, ¡porque son chinos!’ Joe piensa haber acordado que la empatía es la base de todo humanismo, y tiene razón. Pero, ve como muy conveniente para los hombres dejar que el aborto sea algo exclusivo de las mujeres. Así, se eximen de la culpa y todo lo demás. Pero, lo más grave es que el Sistema es machista y patriarcal, entonces de entrada están exentos de responsabilidad.

Otra observación de Seligman, sobre si su método no es digno de discusión, provoca aún más a Joe al preguntarle: ‘¿Qué regocijo producirá oír a una joven embarazada hablar sobre los detalles lúgubres en torno a eliminar un feto?’, sea por vía clínica o por otra vía. Regresa a la palestra la discusión sobre comer algo que una vez estuvo vivo: ‘Si crees que el aborto es tan atroz, entonces sólo falta ir a un matadero para reses o novillos’: o cómo son sacrificados los animales, para luego ser comidos. Para Seligman, ese es un hecho con el cual hay que vivir, incluso si tratamos de reprimirlo. Joe: ‘Igual pasa con el aborto’. Seligman parece darme la razón con lo que ya dije sobre el propio Trier, al decirle a Joe que suena como un antiabortista texano. En este caso una mujer, Abby Johnson (2), quien fue proaborto y en 2024 dijo: Esta es una elección en la que compite el presidente más provida [Trump] que hemos tenido en la historia (3). Sí, cómo no, y el más misógino. Como todos los plutócratas que hoy lo siguen.

En efecto, que siguen a Trump en su desquiciada aventura fascista y, claro, criminal de lesa humanidad. Joe dice que al menos es tan proaborto como Seligman. Aunque cree que los tabúes son en extremo perjudiciales para el ser humano. Hay que ver el aborto desde la orilla de las víctimas de violación, incesto y hambre. El otro reparo de Joe a Seligman: ¿está diciendo que las personas son por lo general muy estúpidas, para tomar decisiones basadas en el conocimiento? Y señala: ‘Y esto viene de un hombre que hace una hora hablaba de su fe en las cualidades humanas’. Joe alaba su momentánea emoción, le parece muy divertida en un asexual. Joe se molesta un poco por no guardar compostura ni control en la entrevista con la psicóloga para hacerse un aborto con anestesia general: lo cual ayuda no poco a desmentir a ese personaje femenino abusivo que a veces se insinúa. Joe cree que incendiar el carro tuvo que ver con un nuevo amanecer o con un despertar. Seligman cree en una cualidad.

Una nueva cualidad suya, la de ver el amanecer antes que los demás. Joe cree que nunca tuvo un lugar en la sociedad y que esta no tiene un lugar para ella. Claro, pocas cosas más subversivas y que menos encuadren en el orden social, que una mujer rebelde, y rebelde desde lo sexual, ya ni siquiera desde el amor, su eterno padecer. De repente, sin que lo diga, Joe pareció tener un despertar: esto lo remarca el símbolo de la sabiduría, el búho, cuando dice que cambió la sociedad respetable del lado diurno por el lado de la noche; estaba, en suma, cambiando de lados en la guerra entre el principio del placer y el de realidad. Si una vagina, que es vertical y cerrada, por ciega, se mira desde otro ángulo, horizontal v. gr., puede convertirse en una mirada, en un ojo, emblema de órgano abierto, también a la luz y, por tanto, ayuda innegable para interpretar/entender la vida. El órgano por el que he comprendido el mundo es el ojo, Goethe dixit. Esto podría inferirse de lo que con tino le dice a Seligman. 

Joe: ‘Se esconden las cosas cuando se vuelven familiares. Pero, si se mira desde otro ángulo, puede tomar otro significado’. Y le da la razón a Seligman cuando mira al piso y nota que antes era sólo la mancha de té que se le cayó, pero ahora es otra cosa: ‘¿Puedes ver lo que puede llegar a ser?’ Un revólver, dice Seligman, pero ella dice que no, porque tiene un tambor giratorio: Es una pistola. ¿Puedes ver de qué tipo? Pero, él no recuerda nada de eso en su Literatura. Joe: Pero, es algo que recuerdo en la mía, Ian Fleming. James Bond, reaparece. Con algo de imaginación esa pistola puede ser una Walther PPK, automática, con balas 7.65 mm., la misma arma que fue fabricada para James Bond, luego de que su pistola favorita, la Pietro Beretta, fuese destruida. Justo, o injusto, más bien, una pistola será el arma que marque el epílogo del filme, uno no tan obvio como podría decirse, ni tampoco falto de razones tan lógicas como comprensibles a la luz de los elementos desperdigados a lo largo del metraje…

CAP. VIII: El arma. Thomas Mann dijo en alguna parte, según Seligman: “La tentación resistida, no es un pecado, sino una prueba de la virtud”. Joe no resiste a la tentación, lo que desde la visión positivista prueba que carece de virtud y, por ello, pasa del trabajo asalariado a la delincuencia común y de ahí al… Tal vez por eso mismo Joe declara cargar la misma cruz que el pedófilo o El caballero deudor (Jean-Marc Barr): la cruz de la soledad. Joe se refiere a Mann y pregunta si hay algo acerca de ese autor y los niños; Seligman asiente y cree que lidió con ello al escribir. Y ganó una medalla: el Premio Nobel. Joe relata que había otra razón de su empatía, que Seligman hallará tan mainstream. Ha visto a un hombre que lleva la misma cruz que ella, ya citada: ambos fueron parias sexuales. Él, cacorro, ella, hipersexual. Después del otro humillante 3+5 de Jerôme, cuando Joe una vez más demuestra que su pistola (no) tiene balas (ni) de salva, le dice, después de que P la orina: Rellena todos mis agujeros.

Y agrega, por favor. Y queda tirada, como se presumía desde el inicio del Vol. 1, en el piso luego de ser violentada, no de tener un accidente, sin entender aún por qué el arma no funcionó, entonces Joe notó al revisarla que tenía balas en el barril. Simple, no funcionó. Igual que la Beretta de Bond. Seligman cree saber lo suficiente para decir que incluso si se tiene balas en una PPK, habrá que quitar el seguro pues no se puede disparar sin desbloquear la pistola. Con lo que ha decretado su propio fin, pero aún no lo sabe. Luego ya tampoco lo sabrá, una vez caiga asesinado: es lo peor de la muerte, la sorpresa que carga. Uno debe halar y deslizar para soltar el mecanismo. P no lo hizo, porque como ella dijo, no tenía intención de disparar a alguien. Y cierra: No sé sobre Bond, pero supongo que parecía evidente por tus libros y filmes, que tenías que desbloquear una pistola automática. Joe le otorga absoluta razón a Seligman, lo ha visto en los filmes una y mil veces. Seligman señala algo esencial…

Que al principio Joe dijo que su único pecado fue haber exigido más de la puesta del sol. En otras palabras, creyó que quería más de la vida, de lo que era bueno para ella: Eras un ser humano exigiendo sus derechos y, más que eso, eras una mujer exigiendo sus derechos. Joe: ¿Y así se perdona todo? Y Seligman le pregunta si alguien podría levantar una ceja en caso de que dos hombres suban a un tren en busca de mujeres, o si un hombre hubiera tenido la vida que ella tuvo o que la historia de Mrs. H sería muy banal si Joe fuera hombre y su logro o conquista hubiera sido una mujer. Y añade: Cuando un hombre deja a sus hijos debido a su deseo, lo aceptamos con indiferencia, pero tú, como mujer, tuviste que asumir la culpa, una carga de culpa que nunca podría ser aliviada. Tu aborto era legal. Pero, más que nada, era un castigo que te habías impuesto a ti misma. Es decir, todo el oprobio y la culpa que has acumulado a lo largo de los años, eran demasiado para ti, y reaccionaste agresivamente.

Casi como un hombre, tengo que decirlo. Y ella se defendió contra el sexo que la oprimió, mutiló y mató igual que a millones de mujeres, en nombre de la religión, la ética o quién sabe qué. Joe le replica: Pero, quería matar a un ser humano. Pero no lo hiciste, le hace ver Seligman. A causa de un hecho fortuito, recuerda Joe. Lo que ella llama hecho fortuito, para él es resistencia subconsciente. Así que hacia afuera Joe quiere matar, pero en el fondo celebra el valor humano, en un velo de olvido que cubre su saber sobre cómo desbloquear un arma. Mientras puede parecer un cliché en la actualidad, Joe está predispuesta a rebatir los argumentos de Seligman. Y se permite confesar que contarle su historia y el modo como insistió y lo permitió, la tranquilizó pues así ella liberó su dolor. Joe toma la decisión, aunque sea una entre un millón, como le dijo su terapeuta de forma cuestionable, de estar sana, tanto mental como físicamente y también en el corazón: su objetivo es deshacerse de su sexualidad.

Pero, ¿eso vale una vida?, le pregunta Seligman. Para Joe es la única manera de poder vivir: renunciar a su sexualidad, subraya. Y se propone desafiar todas las probabilidades como un árbol deforme en una montaña: el mismo que ella ha visitado. Y aclara que reunirá toda su terquedad, su fuerza, su agresión masculina. He ahí por qué lleva el nombre de hombre, Joe o Hey Joe, como se dijo respecto al Vol. 1. Aunque, sobre todo, gracias a su nuevo y tal vez primer amigo. Y agradece a Seligman, talvez porque puede ser feliz después de que todo esté dicho y hecho. En todo caso, se alegra de que el disparo no salió porque se hubiera convertido en asesina. Lo que luego será, pero aún no lo sabe, se reitera. Y se excusa para ir a dormir. Seligman se asegurará de que no sea molestada. Y el zorro asexuado dice enseguida lo que creí que iba a pasar… y me reí. Y cuando te despiertes, tal vez puedas hablar acerca de tu futuro conmigo. Le pregunta si en su nueva vida consideraría buscar a su hijo. Joe: Es posible.

Al otro día, cuando Seligman entra, levanta la cobija y se dispone, sutil como es, a penetrar por detrás a Joe y ésta reacciona a la defensiva, aquél bajo el mismo método de buenos modales que cual caballos de Troya violan todo fortín humano o institucional, le suelta: ‘Pero si tú te has cogido a miles de hombres’, y ella , sin más, ahora sí auxiliada por esa arma que parece propia pero es prestada, la memoria, retira el seguro de la pistola: tal vez se le han tirado encima J y P o los jijue-puticas Jerôme y Patricia. Entonces, retira el seguro y se oye un disparo. Ya Joe es parte de la delincuencia y su despertar no tiene que ver con su futuro sino con su pasado. Como pasa con Juve, el dipsómano que vende a su amigo por USD$100 en El cementerio de los elefantes (2008), de Tonchy Antezana. Al final, suena Hey Joe con la Gainsbourg. A Joe le han causado mucho daño. Como no pudo matar al hosco Jerôme, ahora lo hace con su salvador: ahora ella es la condenada, por la sociedad, de tiempo atrás…

En relación con Joe, no hay que olvidar lo que dice Rodolfo Llinás: ‘Lo del bien y el mal son pendejadas nuestras. Todo lo que hace el hombre lo hace por conveniencia’. Mucho más, si se toma el caso del erudito (muy, no poco) impostado, Seligman, cuyo repertorio de todo caletre parece prestado por Trier mismo al hablar de política, religión, ninfomanía, satiriasis, filosofía, literatura, psicología, (a)sexualidad, erotismo, etc., simplemente hace parte del llamado ‘juego von Trier’ en el que el cineasta impele a cambiar de signo las cosas: así, una conducta personal, sea la de Joe, que deriva en adicción u obsesión, sea la de Seligman, que deviene cambio o transformación, de asexuado a hombre sexual activo, efecto negado por la muerte, es decir, una vez cae asesinado. El cambio de nombres por iniciales, factor de anonimia y a la vez de culpa; el encierro permanente de los sujetos narrativos, con lo que entraña de claustrofobia; la pulsión sexual infantil, que entremezcla fresnos con sátiros, etc.

Estos, los ya adultos sátiros, en tanto las ninfas y las náyades (espíritus arborícolas) que en la Antigüedad se representaban en graciosa actitud fugitiva, se consideraban objeto de sus persecuciones lujuriosas (4). Ya en el filme, la introducción de la voz ninfomanía, resultado de un desmedido y artificioso vértigo en la edición final, busca vincular la libido primordial con las tonterías de la infancia o adolescencia que acaba por conformar la suma de un mal que Joe se auto diagnostica. Eso marca un divorcio entre su posición de prepotencia y desdén frente a lo científico con el recurso al exorcismo que en nada se diferencia de la autoayuda y por eso Joe lanza toda suerte de dardos antes de huir en desbandada. Y llega a las huestes de la soledad, el relativo arrepentimiento (frente a la terapeuta), la culpa. De ahí que recurra a K, esa bestia del sadismo que la lleva de paso al masoquismo y la hunde en la impotencia, hasta que su involución la lleva a pensar que el asexuado podría salvarla de su hiperlascivia. 

No podría obviarse que es casi imposible soportar la transformación de Jamie Bell del niño que busca ser bailarín en Billy Elliot (2000), de Daldry (5), entre mineros de la Era Thatcher, a esa piltrafa de persona víctima de sadismo y maltrato a las mujeres urgidas de sexo y por qué no de afecto o erotismo. Tampoco, que es muy evidente la falta de solidez del personaje J o Jerôme, que más tarde se sabe que se apellida Morris, lo que lo hace un mini-minor, sí, de la actuación, en tanto poco a poco se desdibuja entre la arrogancia del inicio, la intermedia dependencia de Joe, y la huida final con su hijo Marcel, también hijo de ella. Un detalle que puede pasar desapercibido y que lo haría responsable hipotético de paternidad y tutoría filial, pero que desde una mirada más profunda proyecta la imagen patética del machismo patriarcal. Máxime con la puñera que permite probar que aquel rostro tumefacto no es algo accidental sino un acto de sevicia/saña, ponzoña/celos, hacia la indefensa mujer y madre Joe.    

En conclusión, Ninfómana Vol. 2, tiene un guion muy largo, un tratamiento desigual respecto al Vol. 1 y presenta un cúmulo de excesos en el tiempo de las secuencias que afecta el metraje, lo que se hubiera resuelto con fundidos encadenados. Sus personajes son tan postizos como Jerôme o irrelevantes como El pedófilo deudor, o corto en su rol como Shia LaBeouf que logró gracias a su pene y no a su talento porque se le nota (6), o exagerado como K, que aquí no es Kafka, con semejante fardo de fascismo, sadismo y masoquismo, que ya quisiera Pasolini para Saló o los 120 días de Sodoma, con todo y sus círculos de sangre y mierda. Acá, en Ninfómana Vol. 2, de asco y repugnancia por tanto despropósito hacia la mujer, por cuenta de un guionista misógino que no se para a pensar con cuidado en los efectos de sus desatinos fílmicos y su mal enfoque/trato filosófico sobre un tema de tanto peso y gravedad: la salud física y mental de las mujeres y claro, por obvia extensión, de la Humanidad entera.   

Lo cual no pretende restarle mérito a lo que lo tiene, sobre todo, en el Vol. 1 y se desdibuja en el Vol. 2 por razones de guion, enfoque, tratamiento y (poca) creación de personajes, todos al parecer trazados con el lápiz machista y misógino, asexual y fascista de Trier. Las señales de decrepitud del camarero (Udo Kier) y L (W. Dafoe) retuercen la visión de anti-cine en la que riñen la lógica y la chifladura y donde se pretende mixturar las eruditas lecturas sexuales de Seligman con asuntos tan dispares como Ian Fleming y su James Bond, el polímata Freud con el escritor y alcohólico Poe, el nudo Prusik y el árbol torcido de la montaña que Joe visita y retoma como emblema existencial. Así como el abuso sobre el cuerpo y el sexo va unido a la idea de Poder (7), la narrativa fílmica está filtrada por lo sacro y lo profano, el ateísmo y la creencia, el drama psicológico y la mirada maternal, temas y asuntos que Trier interviene sin titubeos y a veces exagera en su modo de extrapolar: así aterriza en una torcida manipulación.    

La rápida empatía entre Joe, mujer acosada por la noción de sentirse pésima, en razón de su hipersexualidad antes que ninfomanía; por la tara más social que privada, de transgresión y rebeldía (el erotismo, extensión del deseo, es contracultura) (8), como deriva de franqueza y honestidad y, por contraste, de sobradez y prepotencia; y ese adulto mayor asexual, con carisma por su cultura y elegancia, capacidad de escucha y elocuencia, tino para callar como hablar, todo eso impide matricular a Ninfómana Vol. 2 con género fílmico alguno. Aunque, bueno, es un filme porno en toda regla, o carente de ella, un drama existencial vía sufrimiento, aborto, psicólogos y demás, un thriller psicológico y un filme pasado de metraje (178’) sobre una mujer atrapada sin salida (9) que da saltos entre ironía y horror, sadismo y masoquismo, sin evitar el paso del melodrama al terror. El mismo terror que habita al final a la mujer Joe, ya no hombre, en un despertar sin interés alguno por el futuro, por estar anclada en el pasado.     

A Santiago por su sabiduría y carácter para rechazar la pornografía no sólo como género cinematográfico.

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) https://co.video.search.yahoo.com/yhs/search?fr=yhs-sz-002&ei=UTF-8&hsimp=yhs-002&hspart=sz&param1=325768054&p=andrei+rubliev+pel%C3%ADcula+wikipedia&type=type80260-2133086105#id=2&vid=f0a758188dbbb36690f253d30e72bbad&action=click 

(2) A quien se suman: Hillary Clinton, Amy Schumer y Kamala Harris frente a la ley del aborto en Texas. https://www.harpersbazaar.com/es/cultura/ocio/a37460341/ley-aborto-texas-polemica-hillary-clinton-amy-schumer/  

(3) https://www.univision.com/local/houston-kxln/elecciones-estados-unidos-2020/la-polemica-historia-de-abby-johnson-la-activista-provida-que-participo-en-la-convencion-republicana 

(4) BIEDERMANN, Hans. Diccionario de símbolos. Paidós, Barcelona, 1993, 573 pp.: 415.

(5) https://rebelion.org/billy-elliot-la-vocacion-libertaria-contra-el-sistema/ 

(6) https://www.sensacine.com/noticias/cine/noticia-18516286/ 

(7) https://rebelion.org/franz-kafka-y-las-hojas-de-ruta-del-panoptico-genocida-de-america/ 

(8) GUILLEBAUD, Jean- Claude. La tiranía del placer. Edit. Andrés Bello, Barcelona, 2000, 427 pp.: 275.

(9) https://rebelion.org/atrapado-sin-salida-historia-de-vida-en-medio-de-la-muerte/ 

FICHA TÉCNICA: Título original: Nymphomaniac Vol. 2. En castellano: Ninfómana. País: Dinamarca / Alemania / Francia / Bélgica. Año: 2013. Gén.: Porno / Drama / Thriller psicológico. For.: 35 mm; color y b/n; 178 min. Dir. y guion: Lars von Trier. Int.: Joe (Ch. Gainsbourg); Seligman (S. Skarsgård); Joe, joven (S. Martin); L (W. Dafoe); K (Jamie Bell); Jerôme (Shia LaBeouf); Padre de Joe (Ch. Slater); Mrs. H (Uma Thurman); P (Mia Goth); B (S. Kennedy Clark); Jerôme, viejo (Michaël Pas); Caballero deudor (Jean-Marc Barr); Camarero (Udo Kier); Joe, 10 años (Ananya Berg); B, 12 años (Morgan Hartley). Prod.: María Cécilie Gade / Luisa Vesth. Mon.: Molly Marlene Stensgaard. Prod.: Zentropa. Dist.: Nordisk Film / Les Films du Losange / Concorde Filmverleih. Estreno: 71° Festival de Venecia, 2014.    

Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, corrector de estilo, traductor y, sobre todo, lector. Fundador y director del Cine-Club Andrés Caicedo, desde 1984. Colaborador de El Magazín EE, 2012; columnista, 2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, se lanzó en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por MLK: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, coautoría con Luís E. Soares, publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, lo lanzó UFES, 20.feb.21. Invitado por Pijao Eds. al Encuentro Nal. de Narrativa vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por la UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, 25.nov.23). El 14.abr.2025 fue publicado en Brasil La Fábrica de Sueños – Ensayos sobre Cine, primero de siete libros por salir en este año. Autor en ARC, Rebelión, Magazín de EE, Las2Orillas y traductor/coautor, con Luis E. Soares, en dichos medios. Director del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. E-mail: [email protected]

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