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Deriva semántica y ambivalencia estratégica

Fuentes: El tábano economista

La retórica de ocultar los fracasos económicos (El Tábano Economista)

Los cambios semánticos —alteraciones deliberadas en el significado de palabras o frases— han sido un recurso clave del neoliberalismo conservador para suavizar conceptos incómodos. En política, las palabras nunca son inocentes. Cuando la administración Trump habla de «protección fronteriza» en lugar de «redadas masivas», o de «ajuste fiscal responsable» en vez de «recortes sociales», no se trata de simples eufemismos. Es una estrategia calculada —una deriva semántica— para suavizar realidades impopulares. Pero en 2025, con una economía vacilante y una guerra en Ucrania sin fin, el gobierno ha encontrado su mejor cortina de humo: la obsesión con la inmigración.

En 2025, la administración Trump ha centrado su agenda en el «América First», con medidas proteccionistas, aranceles radicales y negociaciones contradictorias en Ucrania. Ante los magros resultados en estas áreas, la política migratoria emergió como su único «éxito» visible, pese a su inminente riesgo de colapso.

Una encuesta de CBS News/YouGov (junio de 2025) reveló lo que la Casa Blanca ya sabía: el 54% de los estadounidenses apoya las deportaciones de Trump, cifra superior a su aprobación en economía (42%) o inflación (39%). Este respaldo se divide en líneas partidistas: el 93% de los republicanos la avala, frente al 18% de los demócratas. Para los votantes conservadores, la retórica antiinmigrante funciona como un «caramelo de distracción» que desvía la atención de otros fracasos.

El despliegue de la Guardia Nacional en Los Ángeles tras las protestas por redadas migratorias —ignorando al gobernador Gavin Newsom— evidenció el cálculo político detrás de estas acciones. Newsom, potencial candidato demócrata en 2028, representa un riesgo para Trump, quien usa la confrontación para consolidar su base.

En tema económicos, de enero a junio de 2025, las políticas mostraron su fragilidad. Los aranceles fueron intermitentes, sujetos a negociaciones bilaterales (como la tregua temporal con China), impugnaciones legales (el fallo de la Corte Internacional de Comercio en mayo) y presiones económicas.Las negociaciones comerciales y las pausas temporales fueron otro factor clave de la intermitencia. Esta dinámica demostró que los aranceles no eran meros impuestos estáticos, sino instrumentos flexibles utilizados como palanca en las negociaciones en curso.

Finalmente, la evolución de los datos económicos y su justificación también influyó en la dinámica política. La administración articuló sistemáticamente su justificación para los aranceles, basándose en la seguridad nacional, la soberanía económica y la reducción de los déficits comerciales. Los análisis externos de organismos como la Oficina de Presupuesto del Congreso, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, destacaron continuamente los impactos económicos negativos de las políticas, desde caída del PBI mundial y de EE.UU. en particular, aumento de la inflación, recesión, pérdida de empleo, entre otras, contribuyendo aún más al entorno dinámico e impredecible.

Detrás de la retórica trumpista de impulso a la economía bajando la tasa de interés late una batalla silenciosa entre la Casa Blanca y la Reserva Federal. En marzo de 2023, cuando quebraron Silicon Valley Bank y Signature Bank, la Fed inyectó U$S 300 mil millones en 48 horas para salvar a la banca. Hoy, sin embargo, se resiste a los recortes de tasas que Trump exige. La razón es simple: la Fed no responde al presidente, sino a los negocios de sus dueños —JP Morgan, Bank of America y otros gigantes que controlan sus directorios regionales—.

«Es un cártel privado disfrazado de institución pública», denuncia la economista Nomi Prins. Los datos le dan la razón: mientras la Fed frena estímulos, los beneficios de los grandes bancos crecieron un 22% en el primer trimestre de 2025, gracias a tasas de interés altas por la deuda. Trump lo sabe, pero no puede enfrentarlos abiertamente.

Sin solución interna, la guerra en curso sigue teniendo un impacto enorme en todos los aspectos de la vida y los negocios en Ucrania. Empresas que operan en esa nación, como Enwell Energy PLC (empresa de exploración y producción de petróleo y gas), han visto disminuir sus ganancias debido al conflicto y a las medidas regulatorias.

El Fondo de Desarrollo de Ucrania es un gran negocio y BlackRock Financial Market Advisory participa activamente en la prestación de servicios de apoyo al Fondo firmando acuerdos con el Ministerio de Economía de Ucrania para ayudar a crear una plataforma para atraer capital privado. Esto indica un interés comercial en la reconstrucción de Ucrania después de la guerra.

El mismo BlackRock participa en el 25% de las compañías de Wall Street, sobre todo en el área de defensa, relacionada con Ucrania e Israel, así como bancos y sus propios fondos en los que domina la ganancia por la tasa de interés de la deuda americana. Es decir, está en la pelea interna por los negocios financieros y los negocios externos de la guerra.

La promesa de Trump de «acabar la guerra en 24 horas» se esfumó. El conflicto en Ucrania sigue siendo un negocio lucrativo. Mientras el Departamento de Defensa anuncia «apoyo estratégico», BlackRock —el gigante financiero con U$S 10 billones en activos— firmó un acuerdo con el gobierno ucraniano para «atraer capital privado a la reconstrucción». No es altruismo: sus fondos son principales accionistas de Raytheon y Lockheed Martin, cuyas acciones subieron un 18% este año.

«Es el círculo perfecto: se venden armas para destruir, luego se presta dinero para reconstruir», señala un informe de Oxfam. Trump no ha podido romper el esquema interno de deuda, interés, guerra y sistema financiero, las corporaciones están de los dos lados del escritorio.

Dado la ambigüedad de los logros económicos y la danza de la desaprobación encubierta de los actores por ponerle fin a la guerra de Ucrania, la promesa de Trump de ser «pacificador», terminó de sufrir un duro golpe tras el ataque de Israel a Irán, las opciones son cada vez más escasas. Trump ha recurrido a una fórmula peligrosa: menos Estado para Wall Street, más control policial en las calles. Es el nacionalibertarismo, una mezcla de libertarismo económico y autoritarismo cultural que seduce a su base.

La pregunta no es si la estrategia colapsará, sino cuánto daño hará antes de caer. Mientras, las palabras seguirán siendo su mejor arma: por ahora, «crisis» se escribe «oportunidad»«fracaso» se llama «transición», y el “miedo”, «seguridad». La fijación por la inmigración no es solo una política, sino una cortina de humo para ocultar fracasos en comercio, empleo y paz internacional.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/06/15/deriva-semantica-y-ambivalencia-estrategica/