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Vasallaje económico, pleitesía política

Fuentes: El diario [Foto de familia de los líderes asistentes a la reciente cumbre de la OTAN en La Haya. J.J. Guillén/EFE]

En un alarde de incontinencia –y de irresponsabilidad–, Alberto Núñez Feijóo ha declarado que si él llega al gobierno de la nación cumplirá con el 5% exigido por Trump. A su vez, subraya el líder derechista, bajará los impuestos. Ya es cansino que tengamos que repetir, por enésima vez, que la curva de Laffer está ya en el cesto de los papeles

La actitud del máximo dirigente de la OTAN, Mark Rutte, con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ya ha sido reiteradamente calificada como entreguismo vergonzante que excede cualquier regla de cortesía diplomática. No insistiremos. Pero más allá del ridículo con el que este personaje se ha manifestado, la cuestión trascendente es hasta qué punto el capitalismo, en la versión tecnofeudal que caracteriza la economía de Estados Unidos (siguiendo al economista Yanis Varoufakis), se está imponiendo en el concierto internacional, en el que los mayores actores globales por su peso político, económico y militar (AlemaniaCanadáFranciaItaliaJapónReino Unido y la Unión Europea, entre otros) agasajan y rinden vasallaje a un presidente cuyo país, Estados Unidos, no está pasando, precisamente, por una coyuntura económica sólida. Dos acontecimientos importantes, de signo distinto, pero suficientemente ilustrativos, determinan esta afirmación.

Por un lado, la decisión del G-7 eximiendo del pago de impuestos a las multinacionales estadounidenses para que los beneficios que obtienen en los países en los que operan escapen a una mínima contribución fiscal. Esta determinación contradice lo que se ha ido avanzando en diferentes encuentros económicos en los que, entre otros, los importantes trabajos de Gabriel Zucman han constituido una guía clave para establecer mecanismos tributarios que afecten a los grandes consorcios empresariales y a los milmillonarios. Por su parte, Olivier Blanchard, jefe del FMI entre 2008 y 2015, ha indicado que “El acuerdo sobre el impuesto mínimo, logrado con esfuerzo, representó un avance, evitando una carrera a la baja en el impuesto a las ganancias. Este acuerdo lo vuelve prácticamente inoperante. Y el G-7 obtuvo muy poco a cambio… Esto me preocupa sobre la postura negociadora de Europa en las actuales negociaciones arancelarias”.

La capitulación que se ha visto en la reunión del G-7, aceptando que las multinacionales de Estados Unidos eludan el impuesto mínimo global del 15%, demuestra una vez más que urgen reglas de juego que corrijan los enormes desequilibrios de renta y riqueza en el mundo. Los dirigentes del G-7, sin embargo, han entregado, genuflexos, esta gran gabela a Trump que, infantilmente ufano, se ve como claro vencedor ante sus vasallos.

Otro aspecto crucial, la guerra en Gaza, constituye también un acto de pleitesía hacia Trump en su cruzada por defender al gobierno de Netanyahu y su conducta genocida en la Franja. La condena al ataque de Hamás de octubre de 2024 –demos los gritos de rigor, no vayamos a ser acusados de favorecer el terrorismo– no puede esconder que estemos asistiendo a una respuesta desproporcionada de naturaleza genocida que ha puesto en serios desequilibrios a la región, extremados, además, con la llamada “guerra de los doce días”, entre Israel e Irán.

En tal contexto, la actitud de la Unión Europea ha sido lamentable. Con respuestas tibias, sin la contundencia que se espera de un espacio geopolítico y económico sustancial. Los silencios europeos alimentan la desafección ciudadana donde anidan los “huevos de la serpiente”: la ultraderecha. También aquí son urgentes respuestas inequívocas que supongan elevarse desde el arrodillamiento previo a Estados Unidos para encarar la situación con rigor económico y herramientas diplomáticas y políticas. Lo ha subrayado Josep Borrell, presidente del CIDOB y ex alto representante de la UE para la Política Exterior: “(…) lo que está pasando en Gaza es una tragedia sin nombre y Europa se ha desacreditado frente al resto del mundo. Con la excepción de España, Irlanda y de algún otro país, todos le han dicho a Netanyahu que está matando a demasiada gente, pero que le dejan continuar y además haciéndolo con nuestras armas”.

No es la defensa, es más guerra comercial

En paralelo, nos encontramos el 5% sobre PIB de gasto en defensa, un sorpasso al2% acordado en la cumbre de la OTAN de Newport celebrada en 2014 con el objetivo puesto en 2024. De entrada, debe decirse que el 5% sobre el PIB, más allá de lo redondo del número, parece no ser más que un guarismo convertido en totémico. El vehemente interés de Estados Unidos en incrementar el gasto de la OTAN en defensa, ¿es por la defensa o es por el interés de su conglomerado militar e industrial, añadiendo a su política arancelaria más elementos que persigan, por la vía del chantaje, disminuir su déficit comercial?

La economía de Estados Unidos se ralentiza. Se contrae un –0,5% en el primer trimestre de 2025. Es obvio que la idea del equipo de Trump –a quien le importa un bledo la defensa de Europa– es contribuir también a revertir esa situación a través de su industria armamentística. De ahí su obsesión por comprometer el nivel de gasto de la OTAN al 5% porque sabe que gran parte de ese gasto se convertirá en ventas y exportaciones de su industria militar. Ahora bien, lo que Estados Unidos exige a la OTAN no se aviene con los datos de la propia economía norteamericana: 3,1% en 2023 y 2,7% en 2024, estos son los porcentajes sobre PIB en Estados Unidos en gasto en Defensa. Es decir, por debajo del 5% que exige a sus aliados.

Datos históricos sobre gasto norteamericano en Defensa contribuyen a situar mejor el tema: en plena guerra del Vietnam –con un despliegue militar enorme por parte del ejército norteamericano– Estados Unidos invertía el 8,6%, y entre 1979-1985 (todavía en plena Guerra Fría, con proyectos faraónicos como la Guerra de las Galaxias) ese indicador oscilaba entre el 4,5% y el 5,7%. Con estas cifras para esas coyunturas, exigir el 5% a los países de la OTAN es claramente desproporcionado. Y desproporcionado, además, cuando la única amenaza que pudiera percibirse –más allá de la agresión que sufre Ucrania– provendría de Rusia, un país cuyo PIB es 20 veces inferior al PIB que suman los Estados Unidos y la UE e, incluso, ocho veces inferior al PIB de la UE (FMI 2024, estimado en octubre de 2023).

La estrategia comercial de Trump

La estrategia central de Trump es comercial, no es otra. Preocupación por la defensa europea: ninguna. La tesis determinante es incrementar los pedidos militares a las industrias estadounidenses en plena fase de desindustrialización, conduciendo a las naciones a un esfuerzo descomunal. Y habida cuenta de que existe otra tenaza que oprime: el informe del FMI (‘Euro Area: IMF Staff Concluding Statement 2025′) advierte que, dada la evolución de la deuda, se debe ir hacia políticas de disciplina fiscal que implicarían ajustes muy severos en las cuentas públicas europeas. Como consecuencia, aparecen en el horizonte recortes en aquellas partidas de gasto que permitirían compensar el incremento de gasto en el apartado de defensa. No hace falta ser muy perspicaz para intuir que los ajustes se realizarían esencialmente en el gasto social: sanidad, educación, cuidados, pensiones… haciendo aún mayor el nido en el que se incubarían los huevos de la serpiente.

La UE tiene otras alternativas, aquellas que la conducirían a su propia autonomía estratégica: coordinar los esfuerzos en defensa de cada Estado miembro con el resto de los Estados de la Unión; dirigir el gasto y la inversión hacia las capacidades industriales de la que ya disponen los Estados miembros; centrarse en inversiones con mayores multiplicadores sobre la renta, la riqueza y el empleo; unificar el mando de la coordinación… alternativas que marcarían caminos muy distintos al que se propone desde la Administración Trump que deberían concitar el apoyo sin restricciones de los gobiernos de los Estados de la Unión, del Parlamento Europeo y de la CE. Sin embargo, actitudes que sólo están encaminadas al “apaciguamiento” de un personaje tan ridículo e ignorante como matón, aunque se considere todopoderoso porque “reina” sobre el 25% del PIB mundial, nos sitúan –si la decepción acabara por embargarnos– ante escenarios lamentables sobre los que la Historia está llena de enseñanzas.

En España, la posición del presidente del Gobierno ha sido contundente, y ha promovido dos grandes movimientos: por un lado, la comprensión de la opinión pública y parlamentaria en países europeos –Gran Bretaña, Italia, Bélgica– cuyos dirigentes callaron en La Haya ante Trump, de forma que la vía española es observada con admiración en debates políticos y artículos positivos en la prensa internacional; por otro, el enfado de dirigentes europeos: el caso de la italiana Meloni es ilustrativo, pues sabe que cumplir con el 5% es un camino de enorme complejidad que puede conducir a protestas sociales, de manera que la posición española la deja en mal lugar cuando el gobierno italiano se proponía asentir, firmar y no cumplir, y tenía como objetivo táctico que España hiciera lo propio, también sin rechistar.

¿Y en España?

En un alarde de incontinencia –y de irresponsabilidad–, Alberto Núñez Feijóo ha declarado que si él llega al gobierno de la nación cumplirá con el 5% exigido por Trump. A su vez, subraya el líder derechista, bajará los impuestos. Ya es cansino que tengamos que repetir, por enésima vez, que la curva de Laffer está ya en el cesto de los papeles. Pero las opciones conservadoras la rescatan, desarrugan el papel –o la servilleta– y la vuelven a releer e interpretar. Ante esa ideología explícita, veamos algunos datos: en 2024, España dedicó casi el 1,3% del PIB al gasto en defensa: unos 20 mil millones de euros. Llegar al 2% equivale a unos 33 mil millones de euros; es decir; 13 mil millones de euros más. Si fuera el 5%, como parece querer Feijóo, supondría –dependiendo obviamente de la evolución del PIB– una asignación de unos 70 mil millones de euros: 50 mil millones de euros adicionales a lo que se espera con el 2%.

Esto significaría un desafío fiscal de consecuencias catastróficas para las partidas que desarrollan y consolidan el Estado del Bienestar. Los capítulos de sanidad, educación, servicios sociales, incluyendo otras infraestructuras públicas, serían los más damnificados. Esto no se atenúa con reducciones de ingresos, como indica Feijóo; todas las evidencias –y cuando decimos todas es esto: todas– constatan que esa política tributaria reduce las capacidades fiscales y supone un incremento notable del déficit público y de la deuda pública. Este es el escenario en el que se podrían encontrar las cuentas públicas de España si determinadas ocurrencias se desarrollaran.

El tema de la aportación económica a la OTAN tiene dos derivadas cruciales en el caso de España: la noción de soberanía no exenta de la voluntad de colaborar solidariamente en la medida de las capacidades de cada país, lo que comporta realizar los cálculos precisos para evitar distorsiones en el presupuesto público; y la aportación de propuestas razonables, que no estén circunscritas a la pelea política cotidiana –muy tóxica en estos momentos– y, sobre todo, que no engañen a la población. Llegar al 2% sobre el PIB representa un esfuerzo, sin duda; pero hacerlo al 5% supone un hachazo sobre el Estado del Bienestar. Nadie en su sano juicio va a llegar a esa cifra; solo la defienden el fanatismo y la genuflexión ante Trump.

Conclusión

La desglobalización desencadenada desde la llegada de Donald Trump está provocando movimientos tectónicos en la geopolítica internacional. Y, en este contexto, buena parte de los gobiernos –con la excepción del Gobierno español– han optado por una conducta más entreguista, aseverativa de buena parte de los caprichos del presidente estadounidense. Muestras de vasallaje y entreguismo que no son garantía de nada, y menos con la conducta voluble y desordenada de un personaje que, lamentablemente, gobierna sobre más del 25% del PIB mundial. Es necesario que, sobre todo en la Unión Europea, se deshinquen las rodillas de la tierra y se hable en condiciones de igualdad, sin admitir amenazas, sin tolerar narrativas matonistas, con la dignidad fundamental para que las posiciones de Trump no se consoliden ni se acaben extendiendo como una densa mancha de alquitrán que todo lo ahoga.

Carles Manera. Catedrático de Historia e Instituciones Económicas.  @carlesmanera

Jorge Fabra Utray.  @JorgeFabraU

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/vasallaje-economico-pleitesia-politica_129_12431523.html