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Entrevista al economista y catedrático Juan Torres López

«La concentración de la riqueza que tenemos hoy en día es incompatible con la democracia»

Fuentes: Ganas de escribir

El economista publica «Cómo sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra» (Deusto), donde analiza el «terremoto económico» que puede provocar la ola ultraderechista.

Juan Torres López se jubiló el pasado 1 de octubre como catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla tras más de 40 años de docencia, pero no ha perdido la ilusión por estudiar y analizar el mundo que le rodea. En su último libro, Cómo sobrevivir al trumpismo y a la economía de la motosierra (Editorial Deusto), muestra su preocupación por el escenario económico y político global que se presenta tras la llegada al poder de la ultraderecha de Trump y advierte de que  «la humanidad se enfrenta a problemas que la ponen en peligro». Como buen académico e intelectual, Juan Torres López no solo hace un diagnóstico de la situación, sino que también aporta alternativas para avanzar hacia un sistema económico más empático. 

«Tengo la completa convicción de que la humanidad se enfrenta a problemas que la ponen en peligro», afirma usted en el libro. ¿Puede detallarnos esos problemas?

Para empezar, la amenaza climática se ha convertido en un problema existencial para el planeta. Además, las dificultades económicas, comerciales y financieras han derivado en unas condiciones geopolíticas complicadas en las que están involucradas potencias nucleares, lo que implica un claro riesgo bélico. A todo eso hay que añadir que la cantidad de dinero invertido en sectores económicos frágiles, volátiles y casi me atrevería a decir que explosivos, es hoy día tan inmensa que cualquier perturbación va a tener consecuencias incomparables en relación con cualquiera de las crisis que hemos vivido antes.

En el libro usted proyecta una mirada al futuro. ¿Qué es lo que ve? 

Yo no puedo anticipar el futuro, pero aún así preveo una situación de enorme conflicto. La ciencia social nos ha enseñado que la desigualdad exagerada lleva el colapso de las sociedades y hoy tenemos la desigualdad más grande la historia. Pese a ello, la humanidad aún tiene en sus manos la posibilidad de organizar la vida económica y social de manera pacífica y democrática. Sin embargo, hay grupos muy minoritarios pero muy poderosos que maniobran para evitarlo. En esa tensión nos vamos a mover. Sí, me da la impresión de que tenemos por delante un camino de mucho desorden y de mucho conflicto. Vamos a transitar por el borde mismo del precipicio. 

Y en en ese camino plagado de tensión aparece Donald Trump. ¿Su irrupción es el presagio de un cambio de era?

 La llegada de Trump es la expresión exagerada de problemas que son exagerados: exclusión, pobreza, desposesión… Su irrupción se explica porque ha nacido un nuevo tipo de capitalismo que busca que implosionen las instituciones y la democracia, y para ello nada mejor que personas como el presidente de Estados Unidos, un auténtico pirómano que lleva consigo un discurso de demolición incontrolada. Trump es la consecuencia de lo que está ocurriendo ahora en el mundo, no la causa.

¿El trumpismo y esa economía de la motosierra ponen en peligro la democracia?

La democracia corre peligro porque un capitalismo con la concentración de la riqueza que tenemos hoy en día es materialmente incompatible con la democracia. Los grandes grupos tecnológicos, estos nuevos señores feudales que operan en el mundo, necesitan mucha libertad de acción y esa libertad que reclaman es incompatible con un sistema democrático. La democracia implica contrapesos, cesiones y equilibrio. No es que esté en peligro, es que la democracia está en estado de demolición.

¿Cómo se explica entonces el apoyo de las clases más desfavorecidas a Trump, a Milei, a Vox y a los defensores de ese capitalismo depredador?

Cualquier grupo que quiera dominar necesita capturar la voluntad de aquellos a los que domina. El capitalismo de nuestra época ha tenido un éxito extraordinario en hacer aquello que dijo en su día Margaret Thatcher, cuando afirmó que lo importante no era la economía, sino cambiar el alma y el corazón de la gente. 

¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Cómo ha conquistado el capitalismo el alma de la gente?

Lo ha hecho con una teoría económica que es el fraude intelectual más grande de todos los tiempos: el neoliberalismo. Todo ello trufado con un aparato mediático y con una estrategia cultural digna de ser aplaudida si no fuera porque detrás de ella se esconde una mentira de las mismas proporciones que la concentración de la renta y del poder económico tan inmenso que están acumulando los grandes capitalistas. Estos han sabido captar las voluntades y dar una falsa sensación de seguridad a los desposeídos. La ultraderecha tiene un discurso engañoso, tramposo y trilero porque no le cuenta a la gente las consecuencias reales de sus propuestas. Pero cuando estás desesperado y crees que nada funciona, pues te vas con el que te echa la mano el hombro y con el que empatiza contigo. Pero nada de esto hubiera sido posible si no se hubiera dado al mismo tiempo un fracaso histórico y brutal de las izquierdas. 

¿En qué ha fallado la izquierda a la hora de hacer frente a Donald Trump o a Javier Milei?

Los movimientos progresistas han sido incapaces de proporcionar un manto de comprensión y de complicidad a los grupos sociales que están siendo desposeídos. Las izquierdas se han divorciado de la sociedad, se han divorciado del corazón y del alma de la gente, y eso ha dejado el camino libre a la derecha y, lo que es peor, a la extrema derecha, que es la que hoy en día habla directamente a la gente. En este sentido, el ejemplo de la reciente elección de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York es muy sintomático: cuando la izquierda habla a la gente también consigue éxitos.

¿Cree usted que la izquierda está en crisis?

 La izquierda se ha articulado en los últimos años en torno a partidos cesaristas que han perdido la organización, la militancia y hasta el pulso de la sociedad. Está claro que los partidos de izquierda deben reaccionar. 

¿Pueden el Estado y las políticas públicas ejercer un contrapoder frente a esa ola ultraderechista?

El Estado tiene un papel en la economía tan fundamental que ni siquiera renuncian a él los anarcoliberales. Quien quiera hacer política económica de cualquier tipo que sea necesita al Estado. Otra cosa es pensar que el Estado como aparato administrativo es lo que puede resolver los problemas. No es así. Yo creo que las fórmulas que permiten poner en marcha una actividad económica alternativa al actual modelo tienen más que ver con el protagonismo colectivo, con el desarrollo de proyectos comunes y con el cuidado de la gente. El Estado  tiene que ser un instrumento de ciudadanía, de descentralización y de un nuevo tipo de expresión de la voluntad colectiva.

«La derecha asume un discurso político que es instrumental y que está al servicio de otros intereses»

¿No cree que más pronto que tarde a la derecha y a la ultraderecha se les terminará por ver las costuras?

La derecha en realidad no tiene que ser coherente. Asume un discurso político que es instrumental y que está al servicio de otros intereses. La derecha solo tiene que convencer a la gente de que bajar los impuestos es bueno o de que las pensiones privadas garantizarán que la gente sea feliz en la jubilación. No tiene que dar más explicaciones, simplemente se trata de convencer a la gente por la vía que sea, porque para eso le pagan grupos financieros muy poderosos. Pero para poder convencer de esa manera se ha construido un modelo de conocimiento que, insisto, es el mayor fraude intelectual de la historia. Las teorías neoliberales son un velo que se echa sobre la realidad cuando lo que se quiere es concentrar la renta de una manera extraordinaria en un grupo de población muy pequeño. Y lo han conseguido. Ese fraude ha pigmentado de tal manera el hacer de las instituciones y de los Gobiernos que fracasan constantemente en sus predicciones.

¿Este fraude intelectual del que habla es deliberado o inocente?

No lo sé, solo sé que es un fraude. Pongo un ejemplo: el Fondo Monetario Internacional que, posiblemente, sea la institución más poderosa en el mundo de la economía internacional, el lugar donde trabajan los economistas que se supone son más sabios, los mejor pagados, los mejor informados, los que tienen más medios a su alcance, falla constantemente en sus predicciones: de 3.200 pronósticos acierta solo el 6% y de 153 recesiones económicas solo ha sido capaz de adelantar cinco.  En ningún otro ámbito de la vida económica o social se permitiría que estuviera al mando de la nave gente con tan poco éxito. Se equivocan constantemente, pero en realidad es que no les importa.

¿Lo peor está por llegar?

 No tengo certezas, pero mi olfato, si se me permite la expresión, me está preocupando muchísimo en las últimas semanas. Hay movimientos en la economía internacional que son muy preocupantes. Creo va a haber una crisis gigantesca, brutal, dolorosa y muy destructiva. Eso es completamente seguro. El mérito no es predecir la crisis, sino decir cuándo va a ocurrir.

«El mérito no es predecir la crisis, sino decir cuándo va a ocurrir»

¿Cómo será esa crisis?

Tendría una dimensión distinta pero mucho más grande que la crisis de 2008. Ahora se están produciendo movimientos en el sector tecnológico que pueden ocasionar un problema en cadena en otras actividades y otros sectores económicos. Me estoy refiriendo al desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA). La apuesta por la IA se está llevando a cabo con una ingeniería financiera, con unas condiciones de uso energético y con una aceleración que nos abocan a un escenario no ya insostenible, sino irrealista. La financiación circular, por ejemplo, entre las empresas que están desarrollando los chips está llamada antes o después a romperse por algún lado. Y si se rompe, se estarán involucrando cantidades de dinero que seguramente nunca antes habíamos visto en términos proporcionales. Una paralización de ese tipo de proyectos podría ser muy grave.  Además, a eso hay que añadir el hecho de que no estamos viviendo el desarrollo de una tecnología en un espacio geopolítico homogéneo, sino en un conflicto entre Estados Unidos y China. De desatarse, la crisis tendría consecuencias verdaderamente impresionantes.

El desarrollo de la Inteligencia Artificial parece inevitable, en cualquier caso.

No tengo la más mínima duda de que la Inteligencia Artificial va a jugar un papel fundamental en el modo de producir, distribuir y consumir bienes y servicios. Su desarrollo es ciertamente inevitable y se va a producir de cualquier manera; es una tecnología que sabemos que va a prolongarse, que va a proyectarse y que vamos a disponer de ella, pero se está llevando a cabo de una manera exagerada y, como he dicho antes, a través de procedimientos que no tienen base en en la realidad ni tienen sustento suficiente como para evitar la caída.

«Se están produciendo movimientos en el sector tecnológico que pueden ocasionar un problema en cadena en otras actividades y otros sectores económicos»

 ¿Hay alternativa al actual capitalismo? ¿Otro capitalismo más humano, por así decirlo?  

En realidad, y no por modestia sino más bien por realismo, no es que yo proponga alternativas; más bien yo miro en el mundo y compruebo que hay formas alternativas de organizar la vida económica que no responden a la lógica del mercado ni a la lógica capitalista, y que incluso funcionan mejor. El mundo puede funcionar de otra manera; lo vemos en una variedad extraordinaria de iniciativas ciudadanas o incluso en las políticas públicas. 

¿El mundo aún está a tiempo de cambiar a mejor entonces?

No vamos a despertar un día y encontrarnos, de un día para otro, con un mundo diferente, con unas fuerzas políticas distintas, con una forma de hacer política alternativa o con empresas que funcionen con nuestro criterio. No, las cosas no son así. Las sociedades no funcionan así. Los procesos de transformación social son muchas veces sutiles. Si no se analiza bien cómo están evolucionando las cosas, es muy difícil que uno pueda intervenir con éxito en la evolución de esos procesos.

No me ha quedado claro si es usted optimista o pesimista de cara al futuro. 

Yo lo que tengo es esperanza, porque la esperanza es el sueño de los seres despiertos. Ahora, la esperanza no significa que uno no sea consciente de los riesgos y de los peligros que tenemos por delante.

Jorge Otero. Periodista. Licenciado en Sociología, cursó el Máster de El País y formó parte de la primera redacción digital de dicho diario. Trabajó y colaboró en varios medios durante más de diez años (Terra, Sports.com y 20 Minutos, principalmente) antes de recalar en Público en 2008, donde actualmente trabaja como redactor, centrado en información de última hora y economía.

Fuente: https://juantorreslopez.com/