Los inmensos árboles y la abundante vegetación de la zona conocida como Mare Mare o Los Changurriales, a 9 kilómetros del poblado de Cantaura, en el estado Anzoátegui, oriente de Venezuela, era el sitio idóneo para que el 4 de octubre de 1982 los miembros del Frente Guerrillero «Américo Silva» celebraran el Pleno Regional de […]
Los inmensos árboles y la abundante vegetación de la zona conocida como Mare Mare o Los Changurriales, a 9 kilómetros del poblado de Cantaura, en el estado Anzoátegui, oriente de Venezuela, era el sitio idóneo para que el 4 de octubre de 1982 los miembros del Frente Guerrillero «Américo Silva» celebraran el Pleno Regional de Bandera Roja.
Aquel lunes de octubre la diana que despertaba a los insurgentes sonó a las cinco de la mañana. Fue un amanecer tranquilo, como se caracteriza en la apacible Cantaura. El día fue recibido con la preparación de una fogata para hacer el acostumbrado café mañanero que los cargaría de energía para la larga discusión de las líneas de acción del partido.
No habían pasado 30 minutos, tampoco habían tomado el primer sorbo del café negro, cuando el fuego encendido reveló a los cuatro aviones de Fuerza Área de Venezuela las coordenadas de la ubicación del frente.
17 bombas de 250 libras fueron lanzadas al campamento, mientras que 1.500 efectivos del ejército, Guardia Nacional y la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP) cercaban la zona con orden de aniquilar a los miembros del Frente Américo Silva.
«El rugido de los aviones y el bombardeo sonaban como si el cielo se hubiera resquebrajado en un intenso trueno antes de precipitarse la tormenta» compara el periodista Alexis Rosas en su libro, La Masacre de Cantaura, en el cual relata cómo 23 miembros del frente perdieron la vida en un ataque que puede equipararse con la guerra.
La operación la ejecutaría, según el testimonio de algunos sobrevivientes, el propio Henry López Sisco, también autor material de la Masacre de Yumare, ocurrida el 6 de mayo de 1986, durante la administración de Jaime Lusinchi.
27 años esperando justicia
El gobierno de Luis Herrera Campíns calificó la masacre como un «encuentro armado», pero las exhumaciones de los cadáveres demuestran todo lo contrario. La mayoría de las víctimas fueron ajusticiadas, sus cuerpos muestran signos de tortura y tiros de gracia en el cráneo.
La Federación de Derechos Humanos denuncia en esa época las extrañas circunstancias en la que murieron los miembros del frente, solicitaron una investigación al hoy extinto Congreso Nacional y la Fiscalía General de la República, pero toda la información se mantuvo archivada.
Fue en el año 2009, 27 años después de la Masacre de Cantaura, cuando la Fiscalía retomó el caso. En los últimos dos años han exhumado 18 cuerpos en Caracas, Barcelona, Anaco, Cumaná, La Guaira y Puerto Cabello, en los cuales han confirmado que la mayoría de las víctimas del ataque del 4 de octubre de 1982 fueron ajusticiados.
La Fiscalía está en la fase de investigación, explica Ricardo Ochoa, presidente de la asociación Cantaura Vive, quien recuerda lo difícil que era para los izquierdistas denunciar los atropellos de los gobiernos de la IV República.
«No le podíamos declarar abiertamente a la prensa porque de inmediato se nos abría un procedimiento por supuesta subversión», relata Ochoa, al tiempo que insiste que la diferencia entre la justicia en aquella época a la de ahora «es abismal».
Con la condena, en mayo de este año, de uno de los responsables de la Masacre de Yumare, en el cual fuerzas de seguridad asesinaron en 1986 a 9 dirigentes sociales en el estado Yaracuy, los sobrevivientes y familiares de los integrantes del Frente Guerrillero «Américo Silva» que perecieron en el ataque, tienen la esperanza de identificar a los autores materiales e intelectuales de la Masacre de Cantaura.
29 años después de uno de los hechos más sangrientos de la historia contemporánea venezolana, en el cual se registró el mayor número de víctimas desde que la subversión armada surgió durante el gobierno de Rómulo Betancourt, el próximo viernes 7 de octubre se realizarán dos nuevas exhumaciones en el Cementerio del Este de Caracas para continuar con las investigaciones.
«Hay un procedimiento que nos da luces de que este caso no quedará impune», dice Ochoa con una voz llena de optimismo.