El escritor italiano Alberto Prunetti publica en España la historia de su padre, un soldador que trabajó durante cuarenta años hasta que se prejubiló envenenado por el amianto
Renato con su hijo Alberto Prunetti en los años setenta
Hace ya mucho tiempo que la novela obrera no alcanza el furor de los años sesenta y setenta cuando compartió cierta hegemonía cultural junto a otros movimientos como el Free Cinema, en el cine, o la canción protesta en la música. La clase trabajadora dejó de ser la protagonista, que pasó a ser la clase media y burguesa en mayor o menor grado, y los conflictos materiales se convirtieron en existenciales. Sin embargo, con la excepción de las películas de Ken Loach o Costa-Gavras, que no han cejado en el empeño, de vez cuando aparecen libros que ponen otra vez sobre el tapete al trabajador. Y que son publicados por grandes grupos editoriales. Ocurrió en España en 2012 y 2013 a raíz de la crisis económica que dejó una buena riada de trabajadores precarizados (y en el paro).
También en Italia donde aparecieron títulos como ‘Amianto’, de Alberto Prunetti, que aunque costó su publicación, finalmente vio la luz en 2012 y hoy está considerada una de las mejores novelas italianas del siglo XXI. Pero después, una vez más, el silencio.
‘Amianto’ acaba de llegar a España de manos de la editorial asturiana Hoja de Lata. Su autor es ahora el director de un sello, “Working class”, que busca espacio para este tipo de historias. “Para nosotros no es fácil encontrar lugar en las editoriales. Las historias burguesas parecen historias de éxito y las historia obreras parecen siempre cosas tristes. Pues no. Mis historias están siempre rellenas de humor y conflicto. A mí lo que me aburren son los ricos”, explica Prunetti a El Confidencial.
‘Amianto’ es la historia de un obrero metalúrgico que trabajó incansablemente, de fábrica en fábrica por todo el país, desde que tenía 14 años hasta que tuvo que prejubilarse por enfermedad a los 57 años. Un tumor causado por el amianto que se coló en sus pulmones. Murió solo dos años después del diagnóstico. Con una indemnización que llegó tarde y sin reconocimiento.
Ese obrero, Renato, existió. Era el padre del escritor, que hace unos años tuvo muy claro que acabaría llevando esta historia al papel “porque conozco muy bien la vida de los obreros de los años setenta y ochenta y partir de tu propia historia es un principio que me encanta; de hecho, la nueva ola feminista lo utiliza como un principio ético y político. Además, se ve fácilmente cuando alguien escribe de trabajadores sin conocer las historia de quien trabaja”, sostiene Prunetti, que en la novela maneja con bastante soltura un vocabulario muy especializado en cuanto a aparejos y herramientas de trabajo de los soldadores como su padre.
Por otra parte, aunque sea la historia de un hombre, en realidad es una historia sobre la reconversión industrial, la aparición de un tipo distinto de obreros y la precarización incluso en trabajos cualificados. Es decir, todo lo que sucede desde 1960 hasta los años noventa y la crisis de los 2000. “Es que para entender el trabajo precario de los hijos, hay que volver a la histórica derrota de los obreros en los primeros ochenta. La derrota obrera explica el fracaso de la generación precaria. Y ahora hay una nueva clase obrera porque donde hay menos obreros con mono azul y con las manos sucias de grasa, hay mujeres y emigrantes que limpian, que trabajan en hospitales y en residencias”, comenta Prunetti.
Alberto Prunetti (Richard Nourry)
Su padre, Renato, entró a trabajar cuando aún existían los convenios colectivos, los sindicatos tenían cierta fortaleza y se podía negociar. “Eran una clase muy solidaria, muy unida. Todos estaban juntos con sus monos en el mismo lugar. Eran casi como un ejército. Pero entonces hubo una reestructuración. La gran empresa se convirtió en muchas empresas más pequeñas. La deslocalizaron al exterior. Dividieron a los trabajadores con contratos distintos. Tampoco los uniformes son iguales. Así es más difícil buscar intereses comunes y solidaridad. Y esto hay que entenderlo, contarlo, y ver qué se puede hacer para cambiar las relaciones de poder”, afirma el escritor, quien por otra parte tampoco quiere regodearse en la nostalgia de un pasado en el que, por ejemplo, tampoco existían las medidas de seguridad que hay ahora: “No, no hay que volver nostálgicamente al pasado porque el pasado no vuelve, y si vuelve lo hace en forma trágica. Hay que buscar nuevas formas de solidaridad y defender los derechos de todos para que no nos separen”.
Ahora hay una nueva clase obrera. Son las mujeres y emigrantes que limpian, que trabajan en hospitales y en residencias
Pero sobre esta búsqueda de una nueva solidaridad que en el libro casi desaparece con los años finales de Renato, Prunetti se queja de que tampoco parece estar siendo una labor de los partidos de izquierdas. “El ataque más duro a los trabajadores, la abolición del derecho 18 del Estatuto de los Trabajadores, lo hizo en Italia [el expresidente Matteo] Renzi, que se decía hombre de izquierda. Para mí era un hijo de un empresario y ahora habla como si estuviera a la derecha de la asociación de empresarios italianos”, manifiesta el escritor, que tampoco confía en el Movimiento 5 Estrellas. “Ellos mismos se dicen “ni de derecha, ni de izquierda”. Pero una vez que han estado en el poder sus políticas han sido de derechas. Ahora no tienen mucho futuro porque si muchos jóvenes trabajadores pensaron que era una novedad, ya han perdido confianza en los 5S. Sus recetas son neoliberales. El problema es que en Italia no hay un partido que ponga en el centro el problema de los trabajadores. Así que la derecha trata de meterse en ese vacío”, alerta Prunetti.
Renato (izquierda) en la fábrica (ARCHIVO FAMILIAR)
Es el populismo ultraderechista de personajes como Matteo Salvini el que puede capitalizar el desencanto de las clases trabajadoras y precarias. Algo que no suena demasiado lejos. “En realidad, a la derecha no le interesan los trabajadores, pero utilizan el nacionalismo para dividir a la clase trabajadora capitalizando el voto y hacer un buen servicio a los empresarios, que son su verdadera clase social de referencia”, conmina Prunetti, que, por otra parte, cree que la crisis causada por el Covid-19 con todos los meses de confinamiento y las consecuencias económicas también pueden ser punta de lanza para los más radicales.
A la derecha no le interesan los trabajadores, pero utilizan el nacionalismo para dividir a la clase trabajadora capitalizando el voto
“En Italia la gestión del confinamiento fue muy autoritaria, con fuertes limitaciones de los derechos de reunión y con una fuerte parálisis de los movimientos sociales. Tenemos que decir que los obreros que fueron obligados a trabajar han convocado unas huelgas que no se veían desde tiempo. Quizá hay posibilidades de un nuevo protagonismo social”, señala.
Y también cree que hay que seguir contando cómo es la situación de quienes trabajan aunque cada vez se parezcan menos al obrero que fue su padre, con su lona de amianto y sus gafas ahumadas mientras soldaba tubos. “El lugar menos seguro es el lugar donde se trabaja. Peor ahora que tenemos el coronavirus. Pero los dueños dicen que es seguro. Yo no les creo. Yo creo a quien denuncia la inseguridad. Pero quien lo hace, pierde el trabajo. Por eso, hay que contar historias de trabajadores ya que no nos lo van a contar ellos, que nos dejan solos, divididos y explotados. Hay que luchar, contar y juntarse».