Introducción
El injurioso ataque de que ha sido objeto el espléndido, persuasivo y articulado sermón del reverendo Jeremiah Wright a favor de la dignidad humana (y la tenue defensa que hizo Barack Obama del reverendo en tono de disculpas) muestran claramente qué tipos de ética, política y estrategia imperan en la actualidad usamericana [1]. El reverendo Wright no se había limitado simplemente a «comentar» en su homilía una omisión ética de nuestro acontecer, sino que expuso los principios generales del comportamiento de los Estados, el papel de la conciencia individual ante los crímenes contra la humanidad y la necesidad de llamar a las cosas por su nombre y de implicarse frente al mal. La hostil reacción y el carácter de las críticas que ha recibido dicho sermón por parte del espectro completo de políticos, medios de comunicación y, en particular, de los partidos políticos… y de dos (y medio) de los candidatos a la presidencia [2], ponen de manifiesto lo más esencial de la relación entre el Estado y la religión.
El aluvión de páginas sin sentido que se han arrojado contra el brillante análisis del reverendo y su minuciosa disección de los grandes crímenes de nuestra época recuerdan la venganza evangélica que precedió a la condena de Jesucristo, si bien sería necesario corregir las palabras benévolas de éste, ya que su célebre «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 24, 34) aquí no cuadran: estos asesinos verbales sí saben lo que dicen. Por supuesto, la agresión contra el reverendo Wright busca explícitamente desacreditar y descalificar al senador Barack Obama, candidato demócrata a la presidencia que durante mucho tiempo ha sido miembro de la parroquia de la United Church of Christ de Chicago, regentada por Wright. Buena parte de los comentarios son acusaciones infames de que su sermón fue una «bomba incendiaria», un panfleto «anti-usamericano» «racista» y «políticamente extremista». Frases del sermón que criticaban la construcción del imperio fueron tachadas de maldiciones contra el país. Condenas morales de la «guerra y el dinero» fueron descontextualizadas para acusar al reverendo de ser «un hombre lleno de odio», un «incitador de prejuicios» y un «racista extremista». Las injurias y los injuriadores provenían de círculos políticos liberales y conservadores, de escritores, de expertos en los medios y de comentaristas políticos.
Por su parte, el candidato a presidente Barack Obama basó su ¿defensa? de Wright en establecer una separación estricta entre, por un lado, la «persona» (o la personalidad) afable, benigna y respetada del reverendo y, por el otro, su análisis, su diagnóstico político y su sentencia, que consideró inaceptables. Al defender al mensajero mientras que condenaba el mensaje, Obama se puso de parte de los defensores políticos y los apologistas de un orden brutal, militarista e imperial, lo cual le ha permitido seguir adelante en su campaña electoral.
Bases teóricas y analíticas fundamentales
El sermón de Wright se basó en cuatro puntales teóricos y conceptuales:
A) En primer lugar, la idea principal era que las continuas guerras imperiales a gran escala y las acciones militares dan lugar a contraataques, que tienen como objetivo propiedades y vidas usamericanas, tanto militares como civiles, dentro y fuera de USA. Dado el autoritario ambiente político y la hostilidad de los medios, con el fin de corroborar su aseveración, Wright citó las palabras de Edward Peck, un antiguo embajador de Washington y miembro durante mucho tiempo del Departamento de Estado. Contrariamente a los analistas políticos proimperiales que predominan en las universidades más prestigiosas de USA -los cuales desestiman las bases historiográficas de las interpretaciones críticas con el imperio-, los argumentos teóricos de Wright se basan en experiencias históricas, que él enumeró para reforzar su propósito. Su discurso se teje en torno al ataque árabe-musulmán del 11 de septiembre contra el World Trade Center y el Pentágono. Citó las salvajes agresiones coloniales y poscoloniales contra Oriente Próximo, incluidos los ataques militares y el boicot económico de Iraq, el bombardeo de Sudán, el apoyo usamericano de regímenes terroristas y la destrucción israelí de vidas palestinas y libanesas. La fórmula de causa-efecto utilizada por Wright –acción imperial seguida de reacción contraimperial- refuta los argumentos propagandísticos de esos prestigiosos catedráticos, quienes extrapolan la violencia contraimperial para alejarla del ensangrentado marco histórico usamericano, y ello con el fin de presentar la siguiente acción imperialista como una reacción defensiva.
La corrección histórica y teórica que hace Wright de las falsas premisas sobre las que se basan profesores ortodoxos y políticos convencionales en lo relativo a la violencia internacional establece las bases para un comentario detallado y un juicio moral de los principales conflictos de nuestro tiempo.
Al enumerar de forma sucinta la secuencia de acciones militares violentas usamericanas, desde el robo de territorios a los indios nativos del país hasta la destrucción nuclear de Hiroshima, pasando por las guerras coloniales en África, la invasión de Panamá y el bombardeo de la isla de Granada, Wright estableció la base histórica de su sentencia, a saber, que el motor de la política exterior de USA es «el militarismo y el dinero». Sus críticos, incapaces o mal dispuestos a poner en entredicho su relato histórico, han recurrido a ataques personales mediante la técnica de la calumnia, atribuyéndole un estilo «estridente» o un «lenguaje incendiario».
B) En segundo lugar, Wright ofreció una argumentación socio-psicológica para entender el sentimiento masivo de violencia entre las elites contemporáneas tras el 11 de septiembre, sentimiento que fue imbuido y manipulado desde arriba para que aceptasen la respuesta militar.
Wright estableció una secuencia de «sentimientos» psicológicos en tres etapas: 1) la
veneración por los sitios atacados y la pena por las víctimas; 2) la
venganza contra un «Otro» general (designado por los gobernantes imperiales) y 3) el
odio y la
guerra contra enemigos e inocentes desarmados, sin distinción. Recurriendo a analogías históricas con textos bíblicos -el Salmo 137, que trata de la veneración de los israelitas al templo de Jerusalén, de la destrucción de éste por los caldeos y del retorno y venganza israelitas (matanza y expulsión de todos aquellos ajenos a la tribu de Israel)-
[3], Wright dibuja un paralelo con la veneración usamericana por el «dinero», simbolizada por el World Trade Center, y por los «ejércitos» (el Pentágono); con su sed de «venganza» -arraigada en los «sentimientos» de dolor, pena, cólera, indignación, destrucción y carnicería sin sentido»-, todo lo cual conduce, según Wright, al odio y a las exigencias de que se ataque y castigue a «alguien exterior» («para que
pague por lo que hizo»). En los tiempos que corren, esto implica matar a adversarios armados y a civiles desarmados: en Afganistán y en Iraq, a soldados y civiles. Wright elucida con brillantez el vínculo emotivo y político entre «veneración» (por las pérdidas) y «guerra», presumiblemente para restaurar los «lugares venerados» del dinero (la credibilidad financiera) y la potencia militar (la credibilidad imperial).
El entramado socio-psicológico de Wright nos permite comprender la manera en que el gobierno de Bush combinó los objetos de veneración de masas (la pérdida de vidas humanas) con los lugares sagrados de la elite (Wall Street y el Pentágono) para convertirlos en una poderosa máquina de guerra. Curiosamente, la cita que hizo Wright de la indiscriminada venganza bíblica israelí («Bienaventurado el que tomará y estrellará tus niños contra las piedras», versículo 9 del salmo 137) es el reflejo de la política y la práctica llevadas a cabo por los israelitas usamericanos contemporáneos del Pentágono que diseñaron la total destrucción y el desmembramiento de Iraq. Incluso si Wright no señaló dicho paralelismo en su homilía, éste salta a la vista en su mención de las injusticias actuales, más concretamente de la opresión que los israelíes ejercen sobre los palestinos como parte de las injusticias del mundo.
C) En tercer lugar, el reverendo Wright vinculó su análisis histórico y teórico con una serie de sentencias morales y prescripciones políticas. Todas las guerras de los últimos 500 años han tenido dimensiones económicas y raciales («riqueza y color»), pues han enfrentado a elites blancas ricas contra pobres de color. La violencia imperial provoca la violencia de los oprimidos; el terror de Estado que se sustenta en la superioridad armamentista engendra individuos deseosos de sacrificar sus vidas con respuestas terroristas. Confrontado con estas condiciones históricas y sociales, Wright aconsejó al pueblo usamericano (no sólo a sus feligreses negros) que hagan un «examen de conciencia». Al hacer hincapié y dar prioridad al «examen de conciencia», Wright buscaba debilitar el esfuerzo de las elites políticas por dirigir la atención de las masas hacia las faltas de «otros pueblos», que son el objetivo imperial de las agresiones. Wright recalcó la necesidad de crear una solidaridad principal (en la familia) y una solidaridad secundaria (en la comunidad), así como un afecto (el amor), para romper el vínculo con la elite guerrerista. Al enfatizar la necesidad del examen de conciencia, Wright rechazó abiertamente la fidelidad ciega a la elite y la fe en las mentiras de ésta, destinadas a la guerra.
D) La lógica socrática del examen crítico de conciencia («conócete a ti mismo») y de la solidaridad permite que Wright prevea un futuro de «transformación social». Armado con un conocimiento social de la realidad histórica y actual de las guerras imperiales, declaradas por la ambición de las elites, Wright postuló la necesidad de cambios estructurales fundamentales «…en la manera que hemos estado haciendo las cosas como sociedad, como país, como máxima potencia arrogante. No podemos seguir destrozando otros países». En otras palabras, Wright vinculó los cambios en el conocimiento espiritual y social del individuo con la acción social y política colectiva, dirigida a una transformación fundamental de la estructura social y del sistema económico y político, es decir, de todo eso que nos hace ser un superpoder arrogante.
Según sus propias palabras, Wright quiere convencer al pueblo usamericano de que transforme las guerras militares imperiales en guerras políticas internas contra el racismo y las injusticias de clase. Propuso una redistribución fundamental de la riqueza a través de la reasignación del presupuesto público. Citando el «regalo de 1.300 billones de dólares en exenciones de impuestos para los ricos», replicó con una propuesta de financiación pública de asistencia médica universal y de reconstrucción del sistema educativo para ponerlo al servicio de los pobres.
El reverendo Wright, al dirigirse al pueblo usamericano, no sólo condenó las catástrofes humanas infligidas por los arrogantes constructores del superimperio a los trabajadores dentro y fuera del país, sino que señaló las fenomenales oportunidades históricas que existen para el cambio. El suyo no fue un mensaje de salvación espiritual en otro mundo extraterrenal: es un llamado a la acción aquí y ahora; no es una crítica superficial del mal comportamiento individual o de «políticas fallidas» (como diría luego Obama, su antiguo feligrés), sino un profundo análisis estructural del fracaso de un sistema que está pidiendo a gritos una «transformación social» de las políticas actuales de guerras imperiales y de terrorismo estatal e individual.
Conclusión
Las razones que explican los feroces y repetidos ataques personales contra el reverendo Wright por parte de los medios, los dirigentes políticos y los apologistas académicos del imperio están más claras que el agua: buscan impedir que un análisis enérgico, razonable, lógico y relevante como el de Wright pueda influir en la opinión pública usamericana o afecte de cualquier modo la campaña presidencial.
De similar importancia, los ataques de los políticos y de los medios contra el reverendo Wright pretenden destruir la libertad de conciencia, es decir, la separación de la Iglesia y el Estado. Lo que buscan los críticos es una religión y unas figuras religiosas al servicio del Estado, que bendigan a los planificadores de la guerra, que honren a los criminales de guerra, que despierten el odio de las masas contra pueblos previamente designados por el Estado. El superpoder arrogante honra a los pastores, a los sacerdotes y a los rabinos que siguen la política estatal vomitando odio contra árabes y musulmanes. Lo que hace el reverendo Wright, ni más ni menos, es defender de palabra y de obra la libertad y la autonomía de individuos e instituciones contra la voraz diseminación del poder estatal totalitario.
Es evidente que el irracional e injurioso ataque contra el reverendo Wright es un truco político reaccionario más en una campaña electoral racista y, sobre todo, un ataque fundamental contra nuestras libertades democráticas y contra la autonomía de nuestras instituciones religiosas.
Notas del traductor
[1] Véase, por ejemplo, este «comentario» de un sitio web cristiano en español: http://www.noticiacristiana.com/news/newDetails.php?idnew=83829
[2] Esta ironía retórica de James Petras se explica porque tanto Hillary Clinton como John McCain se apresuraron a criticar sin matices el sermón de Wright, mientras que Barack Obama, el «medio candidato», se situó en el limbo de la ambigüedad.
[3] He aquí el Salmo 137 (tomado de la Biblia en versión de Reina-Valera, 1909):
1 Junto á los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sión.
2 Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas.
3 Y los que allí nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:
4 Cantadnos algunos de los himnos de Sión. ¿Cómo cantaremos canción de Jehová en tierra de extraños?
5 Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, mi diestra sea olvidada.
6 Mi lengua se pegue á mi paladar, si de ti no me acordare; si no ensalzare a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría.
7 Acuérdate, oh Jehová, de los hijos de Edom en el día de Jerusalén; quienes decían: arrasadla, arrasadla hasta los cimientos.
8 Hija de Babilonia destruida, bienaventurado el que te diere el pago de lo que tú nos hiciste.
9 Bienaventurado el que tomará y estrellará tus niños contra las piedras.
El escritor y traductor español Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Su novela más reciente es La cinta de Moebius (Alcalá Grupo Editorial, 2007). Durante el mes de abril de 2008 aparecerá su libro de ensayos Cuba en el corazón, publicado por la misma editorial. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.