Recomiendo:
0

Abolir la deuda para promover otro tipo de desarrollo

Fuentes: cadtm.org

Después de estallar de la crisis de la deuda en 1982, los paises en desarrollo (PED) viven al ritmo de los programas de ajuste estructural y las estrategias de lucha contra la pobreza iniciadas por el Fondo Monetario internacional (FMI) y el Banco Mundial. Inspiradas por el » consensus de Washington «, expresión que dicta […]

Después de estallar de la crisis de la deuda en 1982, los paises en desarrollo (PED) viven al ritmo de los programas de ajuste estructural y las estrategias de lucha contra la pobreza iniciadas por el Fondo Monetario internacional (FMI) y el Banco Mundial. Inspiradas por el » consensus de Washington «, expresión que dicta los diez mandamientos de la biblia económica néoliberal, estas políticas no han parado hasta reducir el peso del Estado – principalmente a través de la reducción de los gastos públicos y la supresión de subvenciones a los productos de primera necesidad que se convierten en inaccesibles para las poblaciones pobres- y promover estrategias de desarrollo dirigidas hacia el exterior. Los ingresos provenientes de las exportaciones debían de permitir a los PED rembolsar su deuda exterior contraída en divisas fuertes. Es en este contexto, que se dio la liberalización de intercambios comerciales y de movimientos de capitales, que se desregularon a la fuerza los mercados y que se generalizaron las privatizaciones de empresas públicas. Después de más de 20 años del mencionado comportamiento, los PED se encuentran en un impasse [1] del cual no podrán salir a pesar del cambio de discurso de las instituciones financieras internacionales. Su salvación y la nuestra pasa por otro tipo de desarrollo que sólo a través de una cierta libertad de acción mediante la anulación total e incondicional de la deuda exterior pública podrán implementar.

Una situación insostenible Los PED ya han rembolsado cerca de 10 veces el importe de la deuda de 1980 y a pesar de todo se encuentran 5 veces más endeudados. Entre 1997 y 2003 los poderes públicos del Sur rembolsaron a los ricos acreedores 323.000 millones de dólares de más de lo que recibieron en forma de nuevos préstamos. Contrariamente al discurso dominante que ha sido difundido en el Norte, los PED deben enfrentarse a una verdadera hemorragia de capitales [2] que se concentran en manos de una minoria tanto en el Norte como en el Sur. Esto tiene como consecuencia que los derechos fundamentales ya no estan garantizados: 2800 millones de personas sobreviven con menos de 2$ al día ; 252 millones sufren de malnutricion, 1200 millones no tienen acceso abastecimiento de agua bajo la forma de pozos ; 2300 millones no poseen infraestructuras sanitarias apropiadas ; el 17% de los niños en edad de frecuentar la escuela primaria no están escolarizados. Lejos de desaparecer, » las desigualdades, a escala planetaria, han alcanzado un nivel grotesco » [3].

La situación medioambiental no es mucho más alentadora. Sin embargo, algunos han intentado hacernos creer que si la contaminación aumenta en la primera fase del desarrollo, luego disminuye cuando las economías alcanzan la madurez. Sin embargo, el modo de desarrollo actual necesita un consumo cada vez más importante y la contaminación no deja de aumentar. Si se razona en términos «de huella ecológica», definida como la superficie necesaria para acojer todas las actividades humanas, se constata que esta representaba en 1999, el 120% del planeta en comparación al 70% en 1960 [4]. Este cálculo muestra que la humanidad ha sobrepasado la capacidad de absorción del planeta. Aunque los PED están lejos de ser los principales responsables de las degradaciones medioambientales constatadas – expulsan una cantidad 12 veces menor de dióxido de carbono (CO2) que los paises ricos – son estos países los que padecerán las consecuencias más graves de la contaminación, ya sea en forma de sequias provocando al mismo tiempo la desertificación y la degradación de los suelos, o al contrario, en forma de inundaciones y sus colaterales consecuencias igual de dramaticas. Frente a esta situación preocupante, las multinacionales del «agro-business» tratan de imponer la utilización de las semillas genéticamente modificadas fuente de jugosos beneficios para ellas y de una fuerte dependencia alimentaria para los paises pobres. Prueba de su poder, las economías occidentales, principales responsables de los diferentes atentados al medioambiente – contaminación del aire y del agua, acumulación de los residuos toxicos… – hacen que los PED soporten las consecuencias de un modo de vida al que no han tenido acceso, deslocalizando sobre su terreno las industrias altamente contaminantes [5].

Cambiar las palabras para no cambiar las cosas

Frente a las críticas cada vez más numerosas, las instituciones financieras internacionales han modificado su discurso a falta de cambiar sus prácticas. El ajuste estructural de comienzos de los 90, ha sido sustituido por la lucha contra la pobreza, sin que los PED experimenten cambios significativos. Es bajo esta óptica que la iniciativa PPME (países pobres y muy endeudados), ha sido lanzada por el G7 en 1996, y reforzada después en 1999. Se trataba de una política que ambicionaba reducir significativamente la deuda de 42 PED, de los cuales 34 se encuentran en Africa Subsahariana, 4 en América latina y 4 en Asia. Mediaticamente el mensaje fue hábil: la reducción de la deuda se destinaría a los servicios sociales, poniendo fin tanto al sobreendeudamiento como al subdesarrollo. Un primer balance de esta iniciativa hizo aparecer otra realidad bien diferente. Los alivios homeopáticos acordados por las instituciones internacionales han reforzado ante todo su influencia económica ya que los países afectados se pueden beneficiar de los alivios solamente al cabo de cuatro años de aplicación de las reformas neoliberales decididas por los expertos del FMI. No solo pocos países han finalizado este proceso (solamente 18 países, casi 9 años después de su lanzamiento [6]), sino que su deuda sigue haciendo estragos: «a partir de ahora, un acuerdo parece esbozarse dado que la iniciativa PPME y las diversas medidas adoptadas por el Club de Paris no han permitido acabar con el sobreendeudamiento de numerosos paises africanos. El hecho de que incluso los paises que han esperado (o están en fase de esperar) el «punto final» pronto mostraran un endeudamiento no viable, viene a sumarse a las criticas sobre inadaptación de los criterios aplicados en el analisis de la viabilidad del endeudamiento» [7].

El acuerdo anunciado el 11 de junio de 2005 y confirmado durante la cumbre del G8 de julio en Gleneagles, se inscribe en la continuidad. Este acuerdo concierne la anulación inmediata de la deuda de los ya mencionados18 PPME hacia el Banco mundial, el FMI y el Banco africano de desarrollo ( BAfD ). Calificado como histórico por sus promotores, el acuerdo sobre todo pretende disfrazar el fracaso de la iniciativa PPME reforzando la camisola liberal de la cual padecen estos países. Este acuerdo alcanza solamente 40 mil millones de dólares – de los 1 600 mil millones de dólares de la deuda exterior pública de los PED- y sin embargo ha encontrado fuertes resistencias en el FMI por parte de pequeños países ricos (Bélgica, Suiza, Noruega, Holanda) que estarían de acuerdo en la ya mencionada anulación si se mantienen las fuertes condicionalidades sobre los países que ya se encuentran estrangulados después de muchos años: para ellos «la condicionalidad es esencial para el uso efectivo de los recursos liberados en la reducción de la deuda«.

Estas gesticulaciones mediáticas pretenden ante todo hacer olvidar las promesas no mantenidas, particularmente en materia de ayuda al desarrollo [8] y que no van a realizarse los objetivos del milenio [9]. Como el ministro de economía del Reino Unido, Sr. Gordon Brown ha declarado con fuerza a comienzos de este año: » a este ritmo ninguno de los objetivos de desarrollo del Milenio será realizado en África no solamente a lo largo de los 10 próximos años sino en los próximos 100 años«. Este fracaso puede ser en parte atribuido al endeudamiento «insoportable» que ahoga las perspectivas de crecimiento del continente desde dos décadas según señala Jeffrey Sachs, consejero económico especial del Secretario general de la ONU, Koffi Annan [10]. La deuda es considerada como un factor central en este fracaso.

¿Que otro tipo de desarrollo?

El desarrollo actual centrado en la economía y que privilegia el intercambio comercial conduce a un impasse tanto social como ecológico. Conviene promover otras formas de transferencia de fondos, entre otras la donación que se distingue del intercambio comercial en que induce a una relación social motivada por el altruismo y basada en la reciprocidad. Esta donación no debe ser confundida con la precaria limosna consentida por los países occidentales que sitúan a los PED en una situación de inferioridad. La donación es creadora de vínculos e implica que la relación con el pueblo prime sobre la relación con las cosas. De esta forma, favorecer la donación significa dejar de considerar al Sur como «subdesarrollado» y renunciar imponerle el tipo de vida occidental en el cual el «tener mas» a sustituido al «mejor estar«.

Salir de la exclusividad del intercambio comercial significa también afirmar que la acción pública es necesaria y que encuentra su lugar junto a las relaciones del mercado. Significa mostrar el papel central de los servicios fuera del intercambio mercantil – los bienes públicos mundiales- y la satisfacción de las necesidades básicas de los PED. Significa denunciar con fuerza la religión de las tasas de crecimiento del PIB como último indicador del bienestar, lo que nos conduce a considerar únicamente lo que puede ser evaluado en términos económicos. De esta forma, ciertos sectores (agua, salud, educación, etc.) deben ser excluidos de la esfera comercial. Cada día, 33 000 niños mueren de enfermedades curables dada la falta de medios que les permiten beneficiarse de cuidados. El egoísmo de los grandes laboratorios farmacéuticos conduce cada año a millones de personas a morir de sida en África [11] debido a la protección de la propiedad privada -de las patentes- y de la búsqueda de altos beneficios, sinónimo de competitividad. ¿Como tolerar que el beneficio de las multinacionales sea más importante que la vida de millones de seres humanos? ¿Como aceptar que sea necesario crear sin tregua nuevos caprichos de consumo, contaminar para descontaminar (por ejemplo el agua) y destruir para reconstruir (por ejemplo Irak) con el único objetivo de crear el crecimiento y el beneficio? Al final, incluso el tsunami en diciembre del 2004 habría sido positivo para el crecimiento de Asia, ya que las zonas industriales no han sido afectadas y la reconstrucción se anuncia larga y costosa.

Finalmente, la única manera de integrar plenamente el factor ecológico es salir de la exclusividad del intercambio comercial y de nuestra miopía económica. Los cambios climáticos anunciados además de la prevista desaparición de las energías fósiles y de los problemas relacionados con el tratamiento de los residuos nucleares, simplemente debería llevarnos a desarrollar la investigación en materia de energías renovables. Sin embargo, preferimos continuar por el camino de que favorece la rentabilidad económica a corto plazo – bajo la presión de los lobbies de las industrias petrolera y nuclear – y anticipamos que el progreso técnico permitirá resolver todos nuestros problemas. Esto ultimo es cierto en materia de transportes donde «el todo al automóvil» encuentra una justificación económica que se opone a la razón ecológica. Así mismo la multiplicación de transportes en los procesos productivos es el resultado de la búsqueda de una producción a mitad de costo favorecida por la globalización liberal. Una globalización que no obstante es a corto a largo plazo, desastrosa ecológica y socialmente.

Este replanteamiento del economicismo vigente implica un cambio de mentalidad que tomará tiempo y que por lo tanto debe comenzar lo más rápido posible. Reducir nuestro consumo material, cambiar nuestra relación con la moneda y reconstruir el vinculo social, todo esto necesita un largo aprendizaje que puede ser comparado con una «descolonización de nuestras representaciones imaginarias» [12]. Este cambio no será posible si la relación de fuerza entre aquellos que se aprovechan del sistema actual y aquellos que lo sufren, no evoluciona. De esta forma para liberarse de sus cadenas, es imperativo que los PED dejen de rembolsar una deuda exterior que los constriñe a adoptar un modelo de desarrollo impuesto por en Norte, injusto socialmente e insostenible ecológicamente. Esta repudiación encuentra justificaciones que son a la vez económicas – los acreedores ya se han aprovechado y con mucho de los reembolsos -, históricas – las poblaciones del Sur están en el derecho de exigir el reembolso de una deuda como resultado de la esclavitud y de la colonización y la anulación de dicha deuda exterior seria una primera reparación de los daños cometidos -, jurídicas- en virtud del principio de la deuda odiosa según el cual toda deuda contraída por un Estado no democrático y que no ha sido aprovechada por las poblaciones locales, no es una deuda de Estado sino una deuda privada de los dictadores – y ecológicas – las dificultades de reembolso obligan a los PED a ceder sus recursos naturales a bajo precio y a aceptar en su territorio industrias contaminantes y los residuos de los países occidentales. La mencionada anulación constituye la primera etapa necesaria de un proceso dirigido al advenimiento de otro tipo de desarrollo.

Notas:

[1] Ver Eric Berr y François Combarnous, «Vingt ans d’application du consensus de Washington à l’épreuve des faits», Economie appliquée, tome LVIII, n°2, 2005

[2] Durante la cumbre del G7 de Okinawa en 2000, Kofi Annan afirmaba que el servicio de la deuda de los países del África subsahariana representaba el 38% de su presupuesto. Los cálculos efectuados por el Observatorio internacional de la deuda (OID) confirman esta tendencia. Ver http:oid-ido.org

[3] Ver PNUD, Informe mundial sobre el desarrollo humano 2002, Economica, 2002

[4] Attac (bajo la dirección de Jean-Marie Harribey), Le développement a-t-il un avenir? Pour une societé économe et solidaire, Mille et une nuits, Paris, 2004

[5] Lawrence Summers, quién fue economista en jefe al Banco mundial no dudo en afirmar que «los países subpoblados de Africa son largamente subcontamidos. La calidad del aire allá es de un nivel inútilmente elevado en comparación con Los Ángeles o Méjico (…) Hace falta alentar una migración más importante de las industrias contaminantes hacia los países menos adelantados (…) y preocuparse más de un factor que agrava los riesgos de tener un cáncer de la próstata en un país dónde la gente vive lo suficientemente viejo como para tener esa enfermedad, que en otro dónde dos cientos niños de cada mil mueren antes de cumplir cinco años«. Mencionado por Jean-Marie Harribey, L’économie économe, L’Harmattan, Paris, 1997.

[6] Uganda, Bolivia, Mozambique, Tanzania, Burkina-Faso, Mauritania, Mali, Benín, Guyana, Nicaragua, Níger, Senegal, Etiopía, Ghana, Madagascar, Honduras, Zambia, Rwanda.

[7] Conferencia de Naciones unidas sobre comercio y el desarrollo (UNCTAD), Le développement économique en Afrique. Endettement viable: Oasis ou mirage? (No está traducido al español), Naciones unidad, Nueva York y Ginebra, 2004

[8] Ver Damien Millet y Eric Toussaint, «Les faux-semblants de l’aide au développement», Le Monde diplomatique, juillet 2005

[9] Formulados en la Declaración del Milenio adoptada en Naciones unidas, estos Objetivos ambicionan realisar progresos significativos del 2000 al 2015 en materia de reducción de la extrema pobreza y del hambre, de acceso a la educación primaria, de igualdad de los sexos, de reducción de la mortalidad infantil, de mejora de la salud materna, de lucha en contra del Sida y otras enfermedades, de duración de los recursos del medio entorno y abogan por la implementación de una colaboración mundial para el desarrollo. La cumbre de la ONU de septiembre del 2005 constató el fracaso del porvenir de estos objetivos para 2015.

[10] UNCTAD, op. cit.

[11] No son menos de 22 millones de personas que ya murieron de esta enfermedad. En los países más contaminados, Zimbabwe y Botswana por ejemplo, al menos un adulto de cada tres está infectado y la esperanza de vida en estos países ha disminuido respectivamente de 35 años y 28 años.

[12] Ver Serge Latouche, Décoloniser l’imaginaire. La pensée créative contre l’économie de l’absurde, Parango, Paris, 2003