Nuestra América vive una convulsionada realidad política sobresaltándose de crisis en crisis. También la norteña zona gringa vive sus estertores agitada por una convulsión (¿financiera?) que señala claramente un cambio de época: se trata nada menos que del final inevitable del neoliberalismo más dogmático. No obstante y en la medida que se trata de una […]
Nuestra América vive una convulsionada realidad política sobresaltándose de crisis en crisis. También la norteña zona gringa vive sus estertores agitada por una convulsión (¿financiera?) que señala claramente un cambio de época: se trata nada menos que del final inevitable del neoliberalismo más dogmático. No obstante y en la medida que se trata de una ideología orgánica y consustancial al poder real (económico) de la sociedad no desaparecerá, sino que se metamorfoseará bajo ropajes cuasi keinesianos; tal como demuestra la persistencia y tozudez de los economistas y corifeos mediáticos de tal orientación para imponer el salvataje que se debate en las corrientes horas en el parlamento norteamericano. Precisamente allí se verificó un curioso episodio ilustrativo de la relación mentada en el título del presente editorial. Los mails, mensajes telefónicos y otros medios para enviar la voluntad del ¿soberano? convencieron a varios miembros de la Cámara Baja de la existencia de una voluntad popular, consistente en rechazar el descarado intervencionismo estatal propiciado por los aventureros globales y demás filibusteros que se reúnen (a veces) en Wall Street. Fue un episodio de características inéditas: legisladores de ambas bancadas desobedecieron las órdenes partidarias y se insubordinaron contra el poder real asumiendo (casi) por única vez el extraño papel de ser expresiones fieles a sus representados: la sociedad civil. Luego y con el proyecto reformulado debió ser redoblada la presión- incluyendo acciones desplegadas por ambos candidatos- para que se diera media sanción en el Senado. Seguramente con semejante parafernalia se saldrán con la suya. Pero queda la reflexión referida al hecho que si con el escaso despliegue realizado se logró asustar de tal modo a los poderosos, cuanto más se hubiera logrado con manifestaciones masivas que excedieran a la elite activista que siempre se moviliza en E.E.U.U.
Precisamente en los territorios más australes se verifica lo más intenso y aleccionador de la relación postulada en el título. La profunda imbricación de los gobiernos boliviano y ecuatoriano con los anhelos y luchas de sus pueblos (al punto que son una auténtica coagulación de la historia de combates desplegada por las fuerzas subalternas) les permitió triunfar en sendos referéndums. Seguramente, las derechas racistas, golpistas, fascistas y genocidas seguirán conspirando por imponer sus estrategias neocoloniales. Pero queda claramente visualizado y señalado que cuando representantes y representados- sociedad política y sociedad civil- asumen un rumbo común anticipado por los pueblos en luchas ancestrales resulta muy complejo para los portavoces y sirvientes del imperio imponer sus designios. Por el contrario, en nuestra Argentina, sectores decisivos en las capas medias han sido atraídos por la derecha. Al tiempo que los más pobres- si bien simpatizan con el gobierno nacional- no se movilizan mayormente ni logran construir influencias sobre las fuerzas influenciadas por la derecha.
No quedan dudas que Ecuador, Bolivia y Venezuela son un ejemplo de la relación más deseable entre sociedad civil y sociedad política y marcan el rumbo para la construcción de una América unida, independiente y digna.