Como hemos subrayado y resulta evidente, estamos ante la crisis más amplia y profunda del pensamiento de la cultura europeo-norteamericana, que amenaza arrastrar a la humanidad al colapso definitivo en el siglo XXI. Solo será posible enfrentarla procurando una síntesis superior de la cultura universal. Estamos persuadidos que es posible alcanzar una fase más alta […]
Como hemos subrayado y resulta evidente, estamos ante la crisis más amplia y profunda del pensamiento de la cultura europeo-norteamericana, que amenaza arrastrar a la humanidad al colapso definitivo en el siglo XXI. Solo será posible enfrentarla procurando una síntesis superior de la cultura universal. Estamos persuadidos que es posible alcanzar una fase más alta del pensamiento filosófico, político y social si dejamos a un lado los esquemas impuestos en el siglo XX sobre lo que se llamó izquierda y lo que se denominó derecha, y vamos a la esencia humanista de los mejores pensadores en más de 2 mil años de historia. Para ello debemos exaltar lo que sea útil al interés de la cultura, cuya primigenia y principal categoría es la justicia y promover la búsqueda de las esencias en todas las corrientes fundamentales de pensamiento, que nos permita superar la profunda crisis de civilización que atravesamos y encontrar caminos confiables hacia el futuro.
Desde el mítico Prometeo encadenado; Cristo y el vasto movimiento social que significó el cristianismo; las rebeliones de esclavos, siervos de la gleba, obreros asalariados, campesinos; la lucha de los pueblos contra el yugo colonial hasta el Che Guevara y en nuestros días, la experiencia histórica muestra que ha sido la lucha de los hombres y mujeres en favor de la libertad y contra los excesos del poder ilimitado de los Estados, las Iglesias y las clases sociales que han ejercido a través de esas instituciones el poder, la que ha hecho posible el avance hacia la democracia, la justicia social y la solidaridad con verdadero alcance universal. Lenin dijo que «no hay revolución sin teoría de la revolución» y hoy tenemos ante nosotros el enorme desafío de proporcionar a los movimientos sociales, partiendo de las experiencias de cada pueblo y país y de la tradición utópica de nuestra cultura latinoamericana y caribeña, ese pensamiento que haga posible que los sueños de hoy se conviertan en la realidad de mañana.
Para materializar estas ideas pongamos en práctica una línea de trabajo encaminada a relacionar las enseñanzas de los próceres y pensadores de Nuestra América. Esa línea es la que hemos llamado el ALMA del ALBA, es decir, la Alternativa Martiana para las Américas, como parte importante de la bolivariana. El presidente Chávez en su discurso en la Plaza de la Revolución José Martí en La Habana, en ocasión en que recibió el Premio Internacional José Martí, de la UNESCO, habló precisamente de las posibilidades de que el ALMA y el ALBA trabajaran de manera conjunta.
Haciendo todo el esfuerzo ideológico, educacional y cultural con estas siglas del ALMA del ALBA, podemos asimismo promover la idea martiana del bien. José Martí dijo que Dios estaba en la idea del bien y si la promovemos, será válido para creyentes y no creyentes. La dicotomía que se estableció desde tiempo muy antiguo entre las ideas religiosas y las de carácter científico puede superarse, y hay que hacerlo con los postulados martianos en relación con el bien. En la tradición cubana no existía antagonismo entre ciencia y creencia en Dios. Las ideas religiosas cubanas nacieron situando el tema de Dios como una cuestión de conciencia personal sin antagonismo con la ciencia, ni tampoco el pensamiento científico cubano formuló tal antagonismo. Con la idea martiana del bien podemos unir a creyentes y no creyentes.
Un nuevo pensamiento filosófico de consecuencias educativas y políticas basado en la elección de las ideas de los grandes próceres y pensadores de América y de la historia universal puede lograrse sobre el fundamento de la justicia, como categoría principal de la cultura y sol del mundo moral, para alcanzar los valores éticos y los sistemas jurídicos indispensables para el equilibrio del mundo. Para ello podemos partir de principios bolivarianos y martianos, contenidos en las siguientes ideas del Libertador y del Apóstol.
Martí dijo: «Patria es humanidad, es aquella porción de Ia humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer;-«[1] y señaló también que su política se inspiraba en el noble propósito «Con todos, y para el bien de todos».[2]
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1] J.Marti: La revista literaria dominicense, Obras Completas, Editorial Ciencias Sociales, 1973, t. 5, p. 468
[2] J. Martí, Discursos revolucionarios, Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891, t. 4, p. 279