En la última entrega expuse -no sin temor al linchamiento o «fuego aliado»- tres razones por las cuales consideró -en concordancia con otros analistas del campo progresista-nacional-popular- que la mejor opción para Brasil, en el marco de la elección presidencial que tendrá lugar el próximo domingo 7 de octubre, es el candidato Ciro Gomes. También, […]
En la última entrega expuse -no sin temor al linchamiento o «fuego aliado»- tres razones por las cuales consideró -en concordancia con otros analistas del campo progresista-nacional-popular- que la mejor opción para Brasil, en el marco de la elección presidencial que tendrá lugar el próximo domingo 7 de octubre, es el candidato Ciro Gomes. También, expliqué las razones por las cuales la coyuntura brasileña es especialmente importante para el resto de los países latinoamericanos, particularmente México, que perfila -tal vez tardíamente- un período de gobernabilidad «progresista» (aunque tal caracterización todavía esté en suspenso). Acerca de esto último, y en referencia a ciertos signos prematuros de desencanto político respecto a la próxima presidencia de Andrés Manuel López Obrador -ya aliado con las vetustas y corruptas élites políticas- advertí en otra oportunidad:
«El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva -acaso la figura de la izquierda más elogiada por propios y extraños- está en la cárcel. Cristina Fernández de Kirchner resiste una virulenta persecución judicial en Argentina. Rafael Correa, el expresidente ecuatoriano, fue inhabilitado políticamente por una confabulación caprichosa del oficialismo. Y otros tantos líderes del progresismo en Sudamérica atraviesan situaciones de acoso y cacería sin precedentes. México no puede ignorar las lecciones del sur. La política de ‘conciliación de clases’ es una bomba de tiempo. No se puede construir un programa político sostenible, en beneficio de las mayorías, sin tocar los privilegios y las fortunas concentradas. No es posible conquistar la soberanía, la justicia social y la paz sin una transformación de fondo. Es necesario alterar el reparto del orden jerárquico, desactivar la guerra contra la población, alfabetizar políticamente a las bases populares, pluralizar las fuentes de información, y recuperar el control de las industrias estratégicas. El progresismo que representa AMLO acaso encierra el mismo peligro que los progresismos del sur: la eventual derechización del voto y el ascenso de un fascismo social, como ya se advierte en Brasil y Argentina» (https://bit.ly/2pBDCQK).
Reedito la anterior advertencia porque infelizmente cada vez cobra más verosimilitud y factibilidad el escenario descrito, puntualmente en Brasil. Ya Ciro Gomes había alertado, con algunos años de antelación, que la polarización política de los brasileños, divididos entre petismo y anti-petismo sólo beneficiaría al establishment ultraconservador golpista. Y en efecto, nadie parece estar dispuesto a discutir o dialogar racionalmente los catalizadores de tal divisionismo, y sí en cambio, a adherir alguna de las dos posiciones, sin reparar en las especificidades de la crisis.
En este entorno, la bancocracia brasileña, que gobierna sin contrapesos, continúa alejada del escrutinio ciudadano. En Brasil, cinco bancos -uno extranjero, dos domésticos-privados y otros dos nacionales-estatalizados- controlan el 85% de las operaciones bancarias. Cabe hacer notar – no sin ignorar la multicausalidad de tal inercia- que esta concentración financierista se produjo en el marco de los 14 años de gestión petista. Por cierto, Brasil tiene las tasas de interés más altas del mundo. Actualmente, el «cártel bancario» (dixit Ciro Gomes) domina las dos cámaras -alta y baja-, el poder judicial y el ministerio de economía. Además, controla la totalidad de las casas encuestadoras, que a todas luces están manipulando la intención de voto en favor del candidato fascista Jair Bolsonaro.
A unos días de la elección, y de acuerdo con los índices divulgados por el Instituto Datafolha, y excluyendo los votos blancos o nulos, Bolsonaro registra 39% de las intenciones de voto, Fernando Haddad 25%, y Ciro Gomes 13%.
Recientemente, Ciro advirtió: «Eu vou quebrar o cartel dos bancos. Vou quebrar pesadamente, já no primeiro dia» («Voy a quebrar el cártel de los bancos. Voy a quebrarlo severamente, desde el primer día»). La bancocracia está apostando por arrojar al ostracismo político a Ciro Gomes, y cerrar la elección entre dos candidatos, ninguno hostil a su agenda plutocrática (recuérdese que Haddad contempla al presidente del consejo administrativo del banco Bradesco, Luiz Carlos Trabuco, para comandar el ministerio de Hacienda), y con ello seguir explotando políticamente la polarización que ensombrece a Brasil y su pueblo.
Reitero, por lo sostenido en el primer artículo y el presente, Ciro Gomes es la mejor opción. Es el único candidato que propone desmontar las dos raíces de la desmoralización-crisis brasileña, y que el PT no desmontó -acaso prohijó- durante los cuatro ciclos (uno interrumpido golpistamente) que gobernó el país: a saber, el modelo de gobierno coalicionista, que obliga al gobernante en turno a mantener a hampones en posiciones de poder clave; y el modelo de bancarización neoliberal, que condena al país a la reproducción de asimetrías económicas catastróficas.
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