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Acerca de un «salario máximo». Poner límites salariales a la clase ejecutiva

Fuentes: Toomuch.org

Desde las rutas de senderismo de Oregón hasta las salas de juntas de los altos cargos en Berlín, los críticos del cada vez más tambaleante y desigual sistema corporativo buscan nuevos límites que vinculen la remuneración del personal ejecutivo con el sueldo de los trabajadores. ¿Qué se necesita para que una idea sea tomada en serio? […]

Desde las rutas de senderismo de Oregón hasta las salas de juntas de los altos cargos en Berlín, los críticos del cada vez más tambaleante y desigual sistema corporativo buscan nuevos límites que vinculen la remuneración del personal ejecutivo con el sueldo de los trabajadores.
 
¿Qué se necesita para que una idea sea tomada en serio? Fácil. Las nuevas ideas empiezan a ganar impulso en el momento en que la sociedad entera decide defenderlas hasta convertirlas en bandera.
 
Es exactamente este proceso el que se está produciendo alrededor del concepto que algunos llaman «salario máximo», idea que plantea que debemos limitar los ingresos de los altos mandatarios a los ingresos del resto de los mortales.
 
Este pasado invierno se han visto propuestas muy llamativas procedentes de dos sectores radicalmente distintos para limitar los ingresos de los ejecutivos.
 
La primera apareció el pasado mes con la publicación del nuevo manifiesto del movimiento por el medio ambiente, Enough Is Enough: Buiding a Sustainable Economy in a World on Finite Resources. Los autores – el ecologista de Oregón Rob Diez y el británico economista y ecologista Dan O’Neil – se han integrado en los debates de los scruffy «abraza-árboles» de manera notoria. ­
 
No encontraríamos ni un ápice de scruffy [1] «abraza-árboles» dentro de los miembros de la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán. Los ejecutivos, directores corporativos y economistas de este grupo se codean con los «hombres de negro» más conocidos de Alemania. Es más, no sólo se codean con ellos sino que son ellos los que definen el código oficial que determina el comportamiento que se espera de las empresas alemanas.
 
Las mayores empresas alemanas – de Adidas a Bayer pasando por Siemens y Volkswagen ­­- suscriben este código. Bajo el control de la Ley Alemana de las Sociedades Anónimas las compañías deben declarar año tras año que siguen manteniendo el acuerdo del código.
 
La semana pasada, los miembros de la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán hicieron pública la última enmienda del código. Incluía lo siguiente: un mandato según el cual todas las empresas de inversiones alemanas debían señalar un límite en las compensaciones de sus ejecutivos, tanto en términos de su cantidad total como individual.
 
Estas enérgicas recomendaciones aparecen poco después del crecimiento de la indignación pública alemana alrededor de las remuneraciones de los directivos. Esta opinión pública, reconoce el presidente de la Comisión Klaus-Peter Mueller, «no ha pasado desapercibida en nuestra comisión».
 
La nueva enmienda del código alemán no cuantifica el número máximo de dólares establecidos para un sueldo máximo. La enmienda – que se espera que finalice en mayo – deja en las manos de cada empresa la decisión sobre la paga máxima de sus ejecutivos.
 
Pero los miembros de la Comisión dejaron claro la semana pasada que el nivel de los sueldos – el director ejecutivo más bien pagado de Alemania, el miembro de Volkswagen Martin Winterkom, recaudó 23,7 millones de dólares en 2011- ha aumentado de un modo desorbitado.
 
«El sistema de remuneraciones no puede ser indefinido», explica Manfred Gentzel, miembro de la Comisión y anterior presidente del consejo del mercado de valores más grande de Alemania.
 
Las mejores empresas alemanas, añade la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán, deben pautar de inmediato nuevos límites para los sueldos máximos de los ejecutivos que vayan en relación con las remuneraciones que se destinan a los empleados comunes.
 
Algunas de las empresas industriales más significativas del mundo ya aplican esta norma, cuentan Rob Dietz y Dan O’Neils en su nuevo Enough is Enough. En el Reino de España, las empresas de manufactura y venta que pertenecen a la Cooperativa Mondragón marcan el límite del sueldo siguiendo una proporción de tres a nueve en referencia al sueldo de los trabajadores.
 
«Tales diferencias salariales», añaden Dietz y O’Neil, deberían convertirse en un patrón mundial. Ven en esta proporción una poderosa arma contra el crecimiento de desigualdades a nivel global. También entienden la lucha contra la desigualdad esencial para la lucha por la sostenibilidad ambiental.
 
«La gran brecha de ingresos», comparten, «llevará a un estado enfermizo de competición y consumo de los materiales y la energía mucho más allá de lo requerido para satisfacer las necesidades de la gente».
 
La Humanidad, dicen Dietz y O’Neil, está ya «consumiendo recursos y emitiendo desechos un 50% más rápido de lo que puede llegar a ser sostenible». Nunca acabaremos con el excesivo consumo de los recursos no renovables y la sobreexplotación de los recursos renovables, mientras la economía siempre quiera más.
 
En el fondo, tanto los scruffy que comulgan con las ideas de Dietz y O’Neil, como los stuffy de la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán, quieren llegar a un lugar común: una buena gestión.
 
Las pagas excesivas para los ejecutivos, ambos sectores han llegado a entender, rompen con esta buena gestión. Unas escandalosas pagas a los mandatarios dan poder para que estos se comporten de un modo también escandaloso – tanto en su empresa como en el mundo – en busca de todavía mayores recompensas.
 
Necesitamos limitar este gran poder. Los scruffy y los stuffy, si trabajaran de la mano, podrían ser capaces de empezar a poner todos estos límites en su lugar.
 
N. de la T.:

[1] Debido a la difícil traducción de ‘scruffy’ y ‘stuffy’, juego de palabrás en inglés, se ha considerado oportuno mantenerlo en el idioma original. Por un lado, los ‘scruffy’ son aquellas personas desaliñadas, que no siguen los formalismos ni convenciones y son alternativos al sistema (parecido a lo que en español informal llamaríamos un «perroflauta»). Por otro lado, los ‘stuffy’ son personas de tendencia conservadora, estirados y fieles al sistema establecido (en español informal hablaríamos de los «hombres de negro»).
 
 
Sam Pizzigati es miembro asociado del Institute for Policy Studies, ha escrito recientemente sobre desigualdad. Su último libro, The Rich Don’t Always Win: The Forgotten Triumph over Plutocracy that Created the American Middle Class, acaba de ser publicado.
 
Traducción para www.sinpermiso.info: Marta Mestre

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5694