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Sobre “democracia” y “república”

Acerca del Brasil y el fin de ciclo continental

Fuentes: La Tecl@ Eñe

Como sostenía Aristóteles, en este artículo Guillermo Caviasca recorre el espinel que va desde los elementos y actos políticos universales que definieron los populismos regionales a lo particular en cada uno de los procesos. Así, identifica las causas del grave retroceso de los gobiernos populistas y del feroz avance del neoliberalismo en nuestro continente.

Es lamentable lo que sucede en Brasil, nos afecta a los pueblos latinoamericanos. Pero es solo parte de un giro a la derecha de la superestructura política y económica regional que se viene manifestando en los últimos tiempos, especialmente a partir de que la expansión económica se detuvo. Por diferentes caminos la «derecha» avanza sin cesar, deshaciéndose de gobiernos a los que descalifica como «populistas», para revertir los cambios más o menos progresistas de la última década.

A la disconformidad del imperialismo (o resignación inicial), que debió reestructurar parte importante de su programa para la región, se sumó a la oposición, hacia la mitad de las gestiones, parte sustancial de la gran burguesía local, y lo que es mas sorprendente, el rechazo hacia estos «progresismos» de una parte importante de las clase media y aún de la clase trabajadora. En un proceso digno de un análisis exhaustivo se constituyó un «frente de hecho» entre clases y fuerzas antagónicas (aunque bajo la indiscutible conducción de la derecha pro monopólica y pro imperialista).

Sin embargo lo sorprendente en el caso brasileño es que la retroversión la realizan por mecanismos más o menos legales. Claro, es difícil encontrar que Dilma, haya cometido delitos que ameriten su destitución, o que haya generado una situación social y económica que pueda ser considerada terminal como para sacarla por inepta. No, eso no sucede. Por mecanismos que las instituciones prevén, un poder, el legislativo con aval del judicial y apoyo publicitario destituye a la cabeza del ejecutivo legal también. Es como la condena judicial por un crimen a alguien que a todas luces no debe ser juzgado. El grado de desparpajo, los argumentos de sus juzgadores despeja cualquier tipo de duda sobre la naturaleza política del juicio. Se destituye a Dilma para retomar el gobierno en forma directa por las elites, para retomar el camino del «consenso de Washington». Es una resolución sobre los límites de un régimen político, sobre los límites de la democracia y la naturaleza republicana. 

Primero deberíamos evaluar algunas cuestiones sobre los regimenes democráticos de las últimas décadas y las definiciones de «golpes de estado».

Se considera golpe de estado cuando una institución interna que es parte del Estado toma el conjunto del gobierno desplazando a otras fracciones del Estado. 
No necesariamente los golpes han sido reaccionarios. San Martín dio un golpe de estado contra el inepto triunvirato, de un golpe de estado nació el peronismo. También de golpes o relacionados con golpes estuvieron Velasco, Torrijos, Nasser, etc. Chávez dio su primer paso con un golpe de estado contra la degenerada y asesina «democracia» venezolana. Algunos de ellos fueron legitimados posteriormente por abrumadores resultados electorales, peor otros no.  Y, para tomar ejemplos de signo ideológico indiscutiblemente socialista, en última instancia la toma del poder por los bolcheviques fue un golpe en medio de una revolución, cuando desplazaron al gobierno de Kerenski y dispersaron la constituyente, asumiendo el poder el Partido con los soviets.

No es aconsejable apegarnos a formalismos burgueses cuando hablamos de estabilidad de una forma de gobierno, sino deberíamos repudiar la caída de Fernando De la Rua porque un levantamiento popular interrumpió el legal devenir del sistema institucional. En este sentido el revolucionario peruano Ricardo Napuri advertía, en pleno desarrollo de los procesos populares latinoamericanos, que el acuerdo de defender la institucionalidad formal sin otras consideraciones podía ser un problema para cualquier proceso de cambio profundo, popular, que fuera por acciones de masas, e inclusive para los progresistas en el gobierno, si decidían avanzar, ya que esto requeriría cambios fundamentales en el sistema institucional.

Hoy, la amplia mayoría de las instituciones mundiales consideran a la destitución de Dilma legal y al gobierno de Maduro al borde de ser una «dictadura». Lo importante que queremos señalar no es esto último, sino el tipo de conciencia y expectativa, de límites ideológicos, las actitudes combativas con que se organizan los sectores sociales movilizados en respaldo de los cambios. Los gobiernos progresistas latinoamericanos mantuvieron las condiciones que generaron su desplazamiento: una estructura económico social con  fuerte (o absoluta en algunos casos) articulación al mercado mundial y a los comodities, mas una estructura política e ideológica que sobrevalora el sistema liberal.

Ante cualquier proceso político o movimiento de masas, un marxista, o simplemente una persona inteligente, debe analizar a quien beneficia con el golpe, insurrección, levantamiento, crisis etc.; que contenido de clase tiene; cual es su programa implícito o explícito; como opera en las relaciones de fuerza existentes en la sociedad nacional y en la evolución de estas; que medios utiliza o se propone utilizar para hacer efectivos sus objetivos; como opera en las relaciones internacionales, etc.

Sin embargo, suponemos con cierta certeza, que cuando se habla de golpes, en el campo popular en este momento latinoamericano, en el sentido común, remitimos a las dictaduras integralmente nefastas de las décadas pasadas recientes. Allí una parte del Estado, sus FFAA, respaldadas activamente por organizaciones de la sociedad civil que nucleaban  a las clases propietarias  y con el consenso de una parte importante de la población, suprimieron el funcionamiento del conjunto del sistema institucional legal, especialmente su poder legislativo y los partidos políticos, con el objeto de suprimir a otra parte de las organizaciones de la sociedad civil y una parte de las partido políticos portadores de ideas de cambio del sistema o diques de contención contra los programas de los grupos económicos y las transnacionales.

No es el caso de hacer una comparación entre las últimas dictaduras y estos procesos destituyentes, en lo institucional/legal son distintos. Para encontrar similitud hay que interrogarse con las preguntas planteadas antes. Ahí si, en lo estructural económico y en los contenidos de clase, encontramos paralelos.

Es quizás el caso Alberto Fujimori en el Perú de la década de 1990 el que formalmente tiene más similitudes con los movimientos destitutorios actuales. Allí el poder ejecutivo con el respaldo de las FFAA y los grupos de poder económico nacionales y extranjeros disolvió el congreso para aplicar el plan neoliberal y represivo sin trabas. Luego reformó la constitución electoralmente y consiguió acceder nuevamente al gobierno por el método electoral.

Lo sorprendente en Brasil es que la misma Dilma concedió en el plano de los intereses económicos mucho de lo que los poderosos le reclamaban, mucho más que Cristina en Argentina por ejemplo. Pero igual la voltearon. Eso deberia dejar una lección

Varias preguntas caben ¿por que el PT no consiguió en estos años lograr una renovación aunque sea parcial de la clase política y es tan minoritario en el parlamento? ¿Por que la defensa del pueblo es más bien débil? ¿Los cambios durante el periodo del PT que nivel de profundidad tuvieron? ¿Afectaron la estructura del poder?

Antes los golpes necesitaban de un poder militar capaz de neutralizar e imponer. ¿Por que hoy los golpes son tan «suaves» casi «legales»?

No olvidemos que en Argentina, finalmente, Macri terminó ganando una elección. O sea acá no hubo golpe ni suave no duro, aunque si un discurso muy fuerte de la oposición, de considerar ilegítimo el gobierno K, de considerarlo ilegítimo, casi ilegal, «antirrepublicano», de condena al «sistema populista».

Desde hace mas de 2000 años se discutió el tema y es justamente la cuestión institucional y de clase, de «pobres y ricos» de «los mas y los menos», que era la terminología que usaban los filósofos griegos para estos asuntos. Era la diferencia entre «democracia» y «república». En realidad Aristóteles, ese agudo pensador, en su análisis de la sociedad griega y ateniense específicamente, teorizó dos tipologías de regímenes políticos que expresaban diferentes valoraciones del asunto. Para él existía democracia y demagogia, monarquía y tiranía, aristocracia y oligarquía, siendo el segundo polo la degeneración del primero.

Para Platón, si embargo, la democracia era el gobierno de los inexpertos y en realidad implicaba el gobierno de los manipuladores y demagogos.Frente a él su discípulo pensaba en la «superioridad epistemológica de la mayoría» aunque también señalaba el riesgo del gobierno de los pobres (mayoría) pudiera degenerar en perdida de la virtud, ya que en general consideraba que esta podía encontrarse mas entre los ricos. Platón consideraba a la aristocracia como la mejor forma de gobierno, aunque ambos hablaban de la «república» como el concepto que refería a la forma institucional correcta. El riesgo de la democracia, era la degeneración en demagogia y hasta en tiranía. Por eso Aristóteles (que era menos aristocrático que Platón) consideraba algo así como una República democrática la mejor forma de gobierno legítima.

En realidad el pensamiento griego que mencionamos estaba originado en los problemas de la sociedad atenienses de la época que había evolucionado hacia formas de gobierno «democráticas» (con una base de trabajo esclavo, no esta demás recordarlo). Existía una preocupación por le hecho que la mayoría de los ciudadanos libres impusieran su voluntad en el reparto de fortunas y/o de recursos de la polis, además de las reticencias de las clases privilegiadas de ceder el poder político a esa mayoría de «pobres». Esto nunca sucedió ya que para hacer política se requería recursos y por eso Aristóteles y Platón hablan de «demagogia» o «tiranía».

El riesgo práctico que estas dos últimas formas de gobierno planteaban era que atentaban contra la propiedad y la estabilidad de la riqueza. Es interesante ver como en el presente los gobiernos más democráticos (o, al menos, más democráticos que todos los que los precedieron) son acusados de demagógicos (o su equivalente «populistas») y hasta de «tiranías» o «dictaduras».

Dejemos a la democracia y la tiranía, enfoquémoslos en el concepto de República. República: moderación, estabilidad, equilibrio de poderes, un armado institucional que dé a las minorías un lugar de poder que su numero no garantiza, pero si su «virtud». Seria el régimen perfecto, estable, sobre el que se fundaría la convivencia, evitando los excesos. En el renacimiento y la modernidad reaparece esta discusión y se renueva el concepto de república, mas cercano a la república romana, con su separación de poderes, sus equilibrios, espacios institucionales moderadores y retardantes. Nuevamente aquí aparece el equilibrio de clases. Ya que, como el mismo Rousseau pensaba, la «democracia» era posible solo con «equivalencia de fortunas». 

Pero los filósofos griegos señalaban también los riesgos de que las minorías se excedieran, de dos formas. Una, que en realidad el «gobierno de los mejores (de la «virtud») fuera un gobierno de los ricos, que no poseían necesariamente virtud, o sea que se degenerara en oligarquía. Y que oprimieran que la mayoría retrotrayendo las libertades de la polis a situaciones de exclusión de ciudadanía y libertad mediante la dependencia económica de los pobres.

En nuestro contexto ¿El PT se «excedía» en el reparto y/o cambio estructural? ¿Alguno de los `progresismos latinoamericano lo hizo como para desatar esta virulenta reacción? Creemos evidente que no, sin embargo la «acusación de «populismo», que remite a demagogia y hasta tiranía, es discurso hacia las masas

El tema es que, aunque parezca de un marxismo ramplón, si no cambia la estructura, no cambia la superestructura. Las Clases Dominantes latinoamericanas son más conservadoras de los que imaginamos, y la «grieta» no existe, lo que existe son proyectos de país incompatibles, uno anclado en un pasado elitista y oligárquico, y otros que debe mirar hacia el futuro independiente, popular y democrático: una lucha que se debe resolver alguna vez.

Porque la estabilidad y moderación de un régimen político se originaba, según los propios clásicos, a partir de la intervención del «legislador». Quién en realidad era la representación de un momento político en el que se abolían antiguos privilegios oligárquicos y serviles, y el régimen político que lo sustentaba. Hoy hablaríamos de «revolución». O sea, la estabilidad se daba después de la fundación de un régimen político y económico que contuviera al conjunto de los ciudadanos.

Aun así, y dentro del régimen político existente, Aristóteles sentenciaba que la cuestión para evitar caer en demagogia era no repartir comida y monedas, sino propiedad de la tierra. O sea, hacer a los pobres propietarios rurales (que era la abrumadora fuente de riqueza de la época). Básicamente los pensadores griegos, que eran moderados, no dudaban que la mucha riqueza o la mucha pobreza debían dejar de existir en una sociedad para que fuera estable en una polis que conservara su autonomía, y se debía fundar un régimen político que las evitara.

Las claves de este reflujo latinoamericano podemos encontrarlas en: el sostenimiento de una institucionalidad que favorece al statu quo, así se asumen los regímenes políticos vigentes, con sus formas de estado y burocracia otorgándoles una naturaleza ahistórica; el abandono de la organización política de las masas como base de poder y de creación de formas de estado que las incluya institucionalmente; una ideología que sobrevalora el consumo y las instituciones liberales; una estructura económica que se apoyó y/o fue absorbida por los beneficios inmediatos de la exportación de productos primarios (comodities), esto freno el desarrollo de una estructura industrial integrada nacionalmente que disminuyera su «integración» al mercado mundial; priorizar la discusión de cómo repartir (la renta coyuntural) por sobre como y para que producir.

Sin embargo, a pesar de estos posibles déficits, los gobiernos progresistas afectaron intereses al intentar (y lograr) equilibrar desigualdades aberrantes, sin transformar el sistema, y condicionar el saqueo a ese equilibrio. Mientras el sistema mantuvo un crecimiento económico bajo estos parámetros, la mayoría de las capas sociales disfrutaron o se beneficiaron relativamente. Cuando esto se acabó, al no haber afectado la estructura institucional, ni la estructura económica de fondo, el consenso y la estabilidad se deterioró.

Es de destacar que no todos los gobiernos progresistas se comportaron de la misma. Esto condiciona el balance de cada uno de ellos, no partieron de condiciones iniciales similares, ni gobernaron sociedades de similar nivel de desarrollo, ni se propusieron los mismos objetivos estratégicos. Entre Venezuela y Uruguay hay un abismo en objetivos y discurso. Entre los que tuvieron levantamiento populares y los que no, entre los que tienen una estructura de desarrollo industrial y los que no la tienen, etc. Sin embargo a todos (quizás no al FA uruguayo, el menos ambicioso de todos estos procesos) les adjudican el sambenito de «populistas».

El populismo, en el discurso actual masivo: destruye la república, transforma la democracia en demagogia, tiene ambiciones tiránicas, dilapida la riqueza demagógicamente, etc. Por ello quieren volver a «la república». Es un ataque ideológico en toda la línea, con «populismos» ellos atacan no solo ni principalmente a los procesos políticos de esta última década, sino la experiencia histórica popular del siglo XX.

Sin embargo los «populismos» de mediados del siglo XX se acercaron mucho mas a «revoluciones nacionales» que a «demagogias». Basaron sus programas en nacionalizaciones, industrialización integrada, planificación, geopolítica nacional y latinoamericana, participación y organización de la clase trabajadora y demás clases subalternas. O sea desarrollaron o intentaron tareas de independencia y justicia. Buscaron crear un Estado nación, un régimen político de nuevo tipo para nuestra región. Quizás fracasaron en eliminar a las clases más reaccionarias y en romper en forma definitiva los lazos con el imperialismo.

Falta mucho más «populismo». O quizás mucho más que populismo

Guillermo Martín Caviasca es profesor en la UBA UNLP.

Fuente: http://www.lateclaene.com/guillermomcaviasca

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.