Por mutualismo se entiende el sistema de asociación voluntaria de los afectados por unos mismos intereses o riesgos, constituidos en mutualidades o en sociedades de socorros mutuos. Las mutuas se encuentran en el origen de los sistemas contemporáneos de seguridad social. En la mutua la parte aseguradora es la colectividad y cada mutualista contribuye de forma proporcional mediante cuotas fijas o variables. Históricamente, las mutuas han sido muy importantes hasta la extensión del Estado del Bienestar con la Seguridad Social y el desarrollo de las compañías de seguros con fines de lucro. El mutualismo surgió con fuerza en el siglo XIX, en relación con la Revolución Industrial, con antecedentes en el ámbito gremial. El movimiento obrero de signo socialista consideraría su importancia.
En este reportaje, y siempre sin ánimo de exhaustividad, ofrecemos algunas claves de este mutualismo histórico de signo socialista.
La mutualidad obrera médico-farmacéutica en vísperas de la Segunda República
La Mutualidad Obrera Médico-Farmacéutica fue uno de los grandes logros del movimiento obrero socialista, y que comenzamos a conocer gracias a algunos trabajos historiográficos a falta de una monografía completa. En este artículo queremos acercarnos un poco más a esta institución en vísperas de la proclamación de la Segunda República, a través del mitin que se organizó para dar a conocer su obra en una barriada madrileña, con el fin de estimular para que los trabajadores se acercasen a la misma.
Las cuestiones de la higiene y la sanidad fueron preocupación constante del socialismo español desde sus inicios, pero desde una perspectiva distinta a la que los higienistas planteaban ante el evidente problema que había aparecido con los profundos cambios socioeconómicos producidos por el complejo proceso de industrialización y crecimiento urbano, como muy bien nos ha explicado Ricardo Campos en un trabajo esclarecedor. Frente a la idea de que la falta de higiene y la extensión de la enfermedad era un asunto personal, es decir, achacable a los propios obreros por sus formas de vida, el socialismo español planteó que esos problemas no eran responsabilidad de los trabajadores, sino del capitalismo y de las relaciones de producción que había establecido: bajísimos salarios, jornadas laborales interminables, centros de trabajo sin higiene, y viviendas insalubres con altísimos niveles de hacinamiento, etc. En este sentido, por ejemplo, habría que enmarcar también el debate sobre el alcoholismo de la clase trabajadora.
El mutualismo surgió con fuerza en el siglo XIX, en relación con la Revolución Industrial. El movimiento obrero de signo socialista consideraría su importancia
Pero los socialistas no solamente denunciaban al sistema como provocador de la falta de higiene y la extensión de las enfermedades entre las clases desfavorecidas, también decidieron actuar cuando comenzaron a entrar en los Ayuntamientos combatiendo el fraude alimentario, e intentando intensificar políticas asistenciales. Otro campo de actuación sería a través de la divulgación científico-sanitaria con conferencias y cursos en las Casas del Pueblo y Círculos Socialistas, o través de artículos publicados en la prensa obrera, emprendiendo la construcción de modernas casas baratas para los trabajadores, y muy especialmente poniendo en marcha la Mutualidad Obrera Médico-Farmacéutica.
Esta institución nació en 1904, y pretendía ofrecer a los obreros mutualistas una atención médica y farmacéutica de calidad frente a las enormes carencias del sistema público.
El 7 de enero de 1931 se celebró un mitin de propaganda de la Mutualidad Obrera en el cine Variedades de Madrid. Se daba la circunstancia que estaba a punto de abrirse la farmacia de la Mutualidad en el madrileño Paseo de Extremadura, precisamente en la misma zona urbana donde tuvo lugar el mitin; de ahí la decisión de elegir ese lugar, a pesar de que una serie de contratiempos habían impedido inaugurar para ese momento dicho establecimiento.
En el acto tuvo especial protagonismo Manuel Cordero, un personaje clave en la historia del municipalismo socialista, además de por sus responsabilidades tanto en el seno de la UGT como en el del PSOE, y que había sido elegido gerente-tesorero de la Mutualidad en mayo de 1930. En ese sentido, creemos que son interesantes las ideas que expuso Cordero en el mitin para entender cuestiones relativas a la concepción socialista de la sanidad, la situación de la Mutualidad, y las dificultades para extenderla entre la clase trabajadora.
Cordero planteó una crítica al afirmar que no parecía que las cuestiones mutualistas interesaran tanto como las políticas a los obreros porque, al parecer, no había la audiencia que solía concentrase en mítines que trataban de estas cuestiones. Cordero afirmaba que muchos trabajadores no conocían el origen de la Mutualidad cuando la situación de la clase trabajadora había sido muy mala, peor que la que tendrían los obreros en esos momentos.
Los socialistas buscaban la socialización de los medios de producción y cambio, y lo primero que había que hacer era socializar la sanidad
Los socialistas, opinaba Cordero, buscaban la socialización de los medios de producción y cambio, que nadie explotara a nadie, y lo primero que había que hacer era socializar la sanidad. El orador planteaba que los médicos tenían que ser muy seleccionados en la Universidad, y debían estar muy bien remunerados, pero a cambio no podrían “especular” con su carrera, es decir, no podrían enriquecerse con la misma. Ese era el objetivo de la Mutualidad, y los trabajadores debían propagar esta idea.
Pero Cordero también ofrecía datos, algo que nos interesa para conocer el estado de la Mutualidad, además de la concepción pública de la sanidad. En enero de 1931 la Mutualidad englobaba a unas once mil familias, una cifra, en principio alta, pero que no lo era realmente porque solamente la Casa del Pueblo contaba en ese momento con sesenta mil afiliados. No es fácil aventurar las razones por las que, a pesar de que la Mutualidad era un éxito, no lo era aún más. ¿Muchos trabajadores no tenían lo suficiente para cotizar a pesar de la dimensión intensamente social de la Mutualidad?
Para demostrar la importancia de lo que se había hecho, Cordero siguió dando cifras relacionadas con el año 1930:
– 47.001 consultas médicas públicas. – 23.696 consultas de cirugía.
– 18.126 avisos domiciliarios. Solamente se incluía en esta cifra la primera visita al enfermo, no las siguientes para el seguimiento del mismo.
– 1.475 partos. – 46.759 inyecciones.
– De tres especialidades se contaba con datos concretos. Otorrinolaringología había tenido, 8.279 consultas. Las visitas de Oftalmología habían sido 13.507, y Piel, un total de 228.806. Se da la circunstancia que estas especialidades habían sido atendidas por un solo médico en cada una de las mismas.
– 549 entierros
– 202.187 recetas servidas en las farmacias que servían a la Mutualidad, y que representaría un gasto de 151.640, 25 pesetas. El gasto era elevado, pero Cordero consideraba que lo importante era la calidad del servicio.
Además, el orador quería demostrar el valor de la Clínica de la Mutualidad, a pesar de que tampoco era muy conocida por los trabajadores. Se habían practicado 340 operaciones por parte del doctor Gallastegui, algunas de ellas de gravedad, y que podían haber costado al enfermo fuera de la Mutualidad entre dos y cuatro mil pesetas, siempre según Cordero. Por su parte, el doctor Botella, especialista en Ginecología, había practicado 83 operaciones, mientras que el doctor Basterra, 48, y el señor Fumagallo, 20. Eso hacía un total de 491 operaciones. En la Clínica los familiares podían permanecer con sus enfermos.
Los gastos de la Clínica habían ascendido en el año anterior a un total 64.655, 70 pesetas, mientras que los gastos específicos de alimentación de los enfermos habían alcanzado las 12.870, 55 pesetas.
En realidad, creemos que eran cifras muy importantes, pero Cordero insistía en que no era suficiente, que había que realizar más. Quería que se implantase la atención médica a niños, pero también en relación con su alimentación, es decir, el establecimiento de un servicio de lactancia.
Otro objetivo era atender con servicios médicos a los trabajadores y sus familias en el extrarradio, al constatar el evidente crecimiento de Madrid.
Era un modelo de gestión sanitaria contrario al que se generaba con mutuas o sociedades particulares, que solamente buscaban el beneficio de quienes las dirigían
El combate de la tuberculosis era otro objetivo para Cordero, ante la constatación de la gran cantidad de enfermos que convalecían en sus casas sin condiciones, exponiendo al contagio a sus familias. Por eso había que conseguir implantar un preventorio antituberculoso en cada barriada, un objetivo difícil de alcanzar pero al que no renunciaba nuestro orador. En esta tarea había que buscar el apoyo del Estado, los Municipios y las propias Sociedades Obreras. Cordero se quejaba del abandono de las dos Administraciones, por eso pedía el apoyo de los trabajadores para conseguir todo esto, porque no basta solamente con el Consejo de la Mutualidad. Cordero explicó que los mutualistas tenían derecho a intervenir en la gestión de la misma a través de su voz y voto en las asambleas. Era un modelo de gestión sanitaria contrario al que se generaba con mutuas o sociedades particulares, que solamente buscaban el beneficio de quienes las dirigían, según había expresado la propia Dirección General de Sanidad en una real orden, y como explicó Santiago Pérez Infante, que es quien presidió y cerró el acto.
Como fuente hemos empleado el número 6838 de El Socialista de 8 de enero de 1931. Es imprescindible la consulta del trabajo del citado Ricardo Campos, “El deber de mejorar: Higiene e identidad obrera en el socialismo madrileño, 1884-1904”, Dynamis, vol.31 no.2 Granada, 2011, accesible en la red. Por otro lado, ya concretamente sobre la Mutualidad: Santiago, Castillo, “La Mutualidad Obrera Médico-Farmacéutica y el socialismo madrileño en el primer tercio del siglo XX”, en Centenario de la Casa del Pueblo de Madrid. Madrid: Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales SECC, UGT Madrid, Fundación Progreso y Cultura; 2008, p. 243-249.
El inicio del sindicalismo a base múltiple en la UGT
Entendemos por sindicalismo de base múltiple aquel que además de preocuparse de ser una organización de resistencia, y para ello dedica parte de las cotizaciones de sus afiliados a sostenerlos en caso de huelga, establece un sistema de socorros de carácter mutualista que abarca los riesgos de la vida física y laboral: enfermedad, invalidez, o paro. Así pues, el sindicato combinaría la lucha obrera con la asistencia social de sus afiliados. Se trataría, en definitiva, de cubrir todos los aspectos sociales del trabajador y de sus familias.
El sindicalismo de base múltiple fue adoptándose con notable éxito en los principales países europeos antes de que se implantaran de forma generalizada los seguros sociales. Pero la base múltiple aportaba otras ventajas a los sindicatos. Al atender a lo que terminaron por ser considerados derechos sociales las Sociedades de Resistencia vieron crecer su afiliación porque el trabajador comprobó las nuevas ventajas de pertenecer a organizaciones donde no solamente se trabajaba para reducir la jornada laboral, mejorar las condiciones de trabajo y aumentar el salario. El trabajador estaba cubierto ante una enfermedad, un despido, la invalidez, la vejez o la propia muerte.
La segunda ventaja tenía que ver con la estabilización de las sociedades de resistencia donde la afiliación fluctuaba de forma evidente con subidas y bajadas de afiliación. Ahora, con la base múltiple los afiliados se preocuparían mucho de estar al día en sus cotizaciones al sindicato para no perder prestaciones fundamentales. El sindicalismo socialista siempre tuvo como un pilar fundamental la organización como un valor en sí, y la base múltiple, sin lugar a dudas, facilitaba este principio.
El atender a estas cuestiones propició, evidentemente, la afiliación, pero, además, se intentó demostrar a los trabajadores que este tipo de mutualismo obrero era mejor que el que se comenzaba también a poner en marcha por parte del sindicalismo de signo católico, al considerar que eran organizaciones que buscaban armonizar las relaciones sociales, obviando la lucha de clases.
En la defensa de la base múltiple encontramos a Antonio Fabra i Ribas, y especialmente, Antonio García Quejido.
Pero el establecimiento de la base múltiple no fue un camino sin controversias. En el seno de la organización obrera de signo socialista hubo un sector que consideraba que la implantación de estas prestaciones podía conducir a que las sociedades obreras perdieran carácter combativo para terminar siendo sociedades mutualistas.
Entendemos por sindicalismo de base múltiple aquel que además de preocuparse de ser una organización de resistencia, establece un sistema de socorros de carácter mutualista
La Sociedad de Albañiles de Madrid “El Trabajo” fue pionera en este aspecto. Es significativo que fuera en este sector donde se iniciase una sección de socorros mutuos. En el ramo de la construcción existía un número de trabajadores poco cualificados, los peones, que estaban muy sujetos a los vaivenes de la economía, de las estaciones y de las condiciones climáticas. Eso provocaba que cuando bajaba la demanda de mano de obra y se incrementaba el paro, la Sociedad veía caer su afiliación de forma evidente. Cuando comenzaron los socorros mutuos la afiliación aumentó, convirtiendo a esta Sociedad Obrera en una de las más potentes no sólo de Madrid sino de toda España.
Así pues, con el comienzo del siglo XX se inició el debate en las Sociedades Obreras y en la prensa obrera, especialmente a partir de la crisis de 1906 cuando el número de afiliados cayó. En 1907 se plantea claramente en “El Arte de Imprimir”, con el encargo de un estudio para implantarlo. Ahí estaba García Quejido. En enero se presentó, y luego de una evidente controversia se aprobó, planteando los tipos de cotización y los socorros a los que tenían derecho los asociados: retiro (jubilación), invalidez, defunción y enfermedad.
El IX Congreso de la UGT de mayo de 1908 se planteó la cuestión desde las Sociedades Obreras de Oviedo. El Congreso votó en contra de la creación de una Caja Nacional de Socorros porque consideró que era un objetivo imposible de realizar, pero sí aprobó una resolución aconsejando a las Sociedades la prestación de beneficios sociales. En el X Congreso de mayo de 1911 se volvió a tratar el tema, aprobándose por recomendar el establecimiento de la base múltiple. Después había que implantar el sistema en las Federaciones, pero como apunta Santiago González eso solamente era posible con una profunda transformación de la UGT que convirtiese las Federaciones de Oficio en Federaciones Centralizadas y de Industria. En este trabajo de la base múltiple se destacó, sin lugar a dudas, como hemos indicado, García Quejido. Cuando fue elegido para liderar el Comité Nacional de la Federación Tipográfica de la UGT intentó que se aprobara la base múltiple, ya iniciada en el Arte de Imprimir. Lo hizo sin éxito en 1914, provocando tensiones y la dimisión de García Quejido, aunque se estableció que se trataría en un Congreso extraordinario. Por fin, en 1916 en el Congreso que celebró la Federación en Bilbao, se aprobó la base múltiple y García Quejido volvió a la dirección.
Fundamental para entender esta cuestión es el trabajo de Santiago González Gómez, “La UGT en los comienzos del siglo XX”, en Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, nº 10, 1990, págs. 71-90, y que podemos consultar en la red. También podemos acudir al trabajo de Santiago Castillo, Un sindicalismo consciente. 1873-1914, primer tomo de la Historia de la UGT, Madrid, 2008. También hemos trabajado con la voz “Base Múltiple”, escrita por Josep Lluís Martín i Ramos, en el Diccionario Temático de la Enciclopedia de Historia de España, dirigida por Miguel Artola, Madrid, 1991.
Los sindicatos a base múltiple en Europa a comienzos del siglo XX
En el apartado anterior, explicamos la génesis de los sindicatos de base múltiple, aludíamos al debate que se suscitó en el seno de las Sociedades de Resistencia y en la prensa, en los primeros años del siglo XX, especialmente a partir de 1906, sobre esta cuestión. En este trabajo acudimos al trabajo del francés V. Renard en El Socialista, a finales de agosto de 1907, donde se hace una defensa de los sindicatos a base múltiple a través de un estudio de lo que ocurría en Europa, que nos aporta un material, creemos interesante, para conocer el alcance de este cambio en el sindicalismo en ese momento fuera de España, pero, sobre todo, por los argumentos que empleaba el autor en favor de la base múltiple, con el fin de entender las razones por las que se defendía en ese momento histórico clave del sindicalismo.
El estudio de Renard tenía un objetivo evidente, demostrar que la base múltiple estaba detrás del crecimiento constante de las organizaciones obreras europeas frente al caso francés. El periódico obrero español debió considerar interesantes estas reflexiones dentro del debate del sindicalismo socialista español para favorecer la introducción del cambio.
El estudio de Renard tenía como objetivo demostrar que la base múltiple estaba detrás del crecimiento constante de las organizaciones obreras europeas
Renard comparaba las cifras de asociados en los sectores textil, metalúrgico y entre los mecánicos, y todas eran desventajosas para Francia en relación con los alemanes e ingleses, por ejemplo. Esta evidencia le llevaba a afirmar que constituir sindicatos fuertes, y llevar la conciencia de clase al mayor número de trabajadores era bueno, pero fundamental era el mantener a los obreros unidos y agrupados. La causa que hacía que una mayoría de trabajadores se encontrara fuera de la organización obrera estribaba en la falta de ventajas inmediatas para los obreros. Eso lo probaba, siempre según nuestro protagonista, el número de afiliados trabajadores a Sociedades de previsión y socorro independientes de los sindicatos, que no habrían sabido unir el interés inmediato con el ideal de la emancipación.
Esas Sociedades de Socorros Mutuos, además, tenían advocaciones de santos, y estaban organizadas por el clero o por la patronal, que por medio de donativos atraían a los obreros a dichas organizaciones, donde se les “prepara el ánimo para la resignación mediante conferencias sabiamente organizadas acerca de la armonía entre el capital y el trabajo, así como sobre los beneficios de la filantropía burguesa”. Otros trabajadores pertenecían a estas Sociedades para poder ser enterrados dignamente.
Pues bien, los sindicatos austriacos, alemanes e ingleses habían previsto que el interés inmediato de los afiliados debía ser satisfecho, por lo que habían hallado el medio para reunir todo eso en la organización obrera.
Renard aludía a que los afiliados de estos sindicatos pagaban elevadas cotizaciones, pero les aseguraban ayudas en casos de enfermedad, paro, persecuciones e indemnizaciones en caso de huelga, entierro, pensiones a inválidos y socorros en caso de defunción a los allegados. La experiencia demostraba que, a pesar de las elevadas cuotas, los trabajadores permanecían en las Sociedades y Federaciones Obreras.
El autor aludía a que había enemigos de este sistema de base múltiple que explicaban que debilitaba el espíritu combativo, quitando su razón de ser a las Sociedades Obreras. El mismo afirmaba que lo había creído durante un tiempo, pero había comprobado su error.
Así pues, este sistema, unido al aspecto cooperativista, aludiendo en este aspecto al desarrollo alcanzado en el seno de los movimientos obreros belga y alemán, era el que había permitido que se levantaran imponentes Casas del Pueblo, como las de Bruselas o Gante, o las Casas de los Sindicatos en Berlín y Leipzig. Renard reconocía que este sistema de base múltiple se estaba introduciendo en su país, en los Sindicatos textiles de Roubaix, Lille, entre otros, y en los de la industrial lanera de Reims y otros sitios. Los trabajadores franceses debían acostumbrarse a pagar altas cotizaciones, y tratar de convencerse que el futuro de las organizaciones sindicales pasaba por esto.
Hemos trabajado con el número 1121 de El Socialista, de 30 de agosto de 1907.
Laureano Briones de la Riva: cooperativismo y mutualismo socialistas
Laureano Briones de la Riva (1887-1947) es una de las grandes figuras del cooperativismo socialista. Queremos acercarnos a un texto suyo, pero antes parece importante que hagamos una breve biografía, tomando como base el imprescindible Diccionario Biográfico del Socialismo Español.
Laureano Briones era dependiente en una tienda de ultramarinos de la calle madrileña de Jovellanos, es decir detrás del Congreso de los Diputados. Militó en las Juventudes Socialistas y fundó la Sociedad de Dependientes de Comercio de Ultramarinos “La Unión Ultramarina”. Entre 1920 y 1924 fue vocal obrero suplente por el Grupo Octavo de Comercio y Banca del Instituto de Reformas Sociales.
Uno de los aspectos más destacados de la labor de nuestro biografiado tuvo que ver con el cooperativismo, como apuntábamos al principio. En este sentido, fue encargado de la sucursal de la Cooperativa Socialista Madrileña de la calle Libertad, número 29, en pleno centro de la capital. En esa misma Cooperativa llegaría a ser tesorero y gerente. Además, dirigió El Cooperador, el órgano oficial de la Federación de Cooperativas de España, que comenzó a salir en 1934, y tenía un carácter mensual. Sabemos también que fue vocal en el Consejo de Administración de “La Previsión Social”, una cooperativa de seguros de responsabilidad suplementada y duración indefinida, y donde la presencia socialista era mayoritaria.
Si la clase trabajadora conociera los beneficios de la Cooperativa y la Mutualidad no quedaría ni un solo obrero organizado que no perteneciera a ambos organismos
En la guerra civil fue nombrado consejero del Ayuntamiento de Madrid, cuando se constituyó el 24 de abril de 1937, representando a la UGT. Murió en Madrid el 4 de enero de 1947.
Pues bien, en el verano de 1925 publicó un artículo en El Socialista sobre la “bondad” de la cooperación y el mutualismo, donde instaba a los trabajadores a entrar en el cooperativismo.
Briones señalaba que era muy frecuente que la clase trabajadora española se lamentara del atraso que se padecía en relación con la organización cooperativista, y si se comparaba con la situación en otros países. Era evidente, pero Briones achacaba este atraso a la poca propaganda que se había hecho de las bondades del sistema cooperativista, considerando que apenas se escribía, y se hacían muy pocos actos de propaganda. Opinaba que se hubiera hecho una labor realmente propagandística, la Mutualidad Obrera de Madrid contaría con el mismo número de afiliados que tenía la UGT.
Pensaba que el fenómeno que se observaba en la Mutualidad era igual al del Partido Socialista. Una y otro tenían un programa bien definido, que se basaba en la de trabajar por una Humanidad mejor y más perfecta con el fin de acabar con la explotación del hombre por el hombre. La Cooperativa lo estaría practicando desde su nacimiento, ya que en el transcurso de su vida comercial habría reintegrado a los consumidores beneficios por valor de más de ochenta mil pesetas, que sería la diferencia que se habría cobrado en demasía al comprador después de cubiertos los gastos de la entidad. Con dicha suma se habría quedado el comerciante individual para su disfrute a costa de la miseria de los trabajadores.
Si la clase trabajadora conociera las labores beneficiosas de la Cooperativa y la Mutualidad desde su fundación no quedaría ni un solo obrero organizado que no perteneciera a ambos organismos, con lo que se daría al traste con el comercio individual y las denominadas Sociedades benéficas, que de todo tenían menos lo que indicaba el nombre que llevaban. Hemos trabajado con el número 5171 de El Socialista de 1 de septiembre de 1925 y con el Diccionario Biográfico del Socialismo Español.
El mutualismo obrero en Almansa: “La Bondadosa”
Las Mutualidades Obreras son un capítulo fundamental del esfuerzo que el movimiento obrero organizado español realizó en las primeras décadas del pasado siglo para suplir el desinterés de las Administraciones Públicas por la sanidad pública. El ejemplo más conocido y estudiado es el de la Mutualidad Obrera asociada a la Casa del Pueblo de Madrid, pero no fue, ni mucho menos, el único caso. Ya hemos comenzado a estudiar algunos en El Obrero. Hoy seguimos con este objetivo y lo hacemos en Almansa, con la Mutualidad “La Bondadosa”, para ofrecer algunos datos de este trabajo, que merece ser más conocido.
En el Centro Obrero de Almansa se creó en marzo de 1909 una mutualidad titulada “La Bondadosa”. Sus creadores se habían movido por altruismo y humanitarismo
En el Centro Obrero de Almansa se creó en marzo de 1909 una mutualidad titulada “La Bondadosa”. Sus creadores, según la nota periodística que hemos consultado, se habían movido por altruismo y humanitarismo, “fin que abarca nuestro credo”, es decir, se asociaba el socialismo a estas virtudes, y que habría calado entre la clase obrera, aunque también se aludía, sin referir nada concreto, a dificultades en el pasado que había impedido que a la altura de 1915 tuviera el alcance que se había pensado al principio.
En todo caso, a pesar de pasar seis años de incidentes, se habían conseguido beneficios para los asociados, que ascendían a unos cien en ese año de 1915.
Se había gastado 2720,40 pesetas en farmacia, 3.780 en ayudas; en pago a los médicos el gasto había sido de 3.042, 25 pesetas, y en gastos varios: 357,50 pesetas. Así pues, los gastos habían ascendido a 9.852,50 pesetas, mientras que los ingresos habían sido de 12.295,30 pesetas, por lo que en ese momento había un remanente de más de dos mil pesetas.
Antonio Zornoza, el presidente de la Mutualidad esperaba que se arreglaran los problemas, apelando a la fraternidad, para avanzar.
Hemos consultado el número 2233 de El Socialista de 5 de julio de 1915.
El mutualismo belga contra la tuberculosis en los años veinte
En esta pieza vamos a reseñar el caso del mutualismo socialista belga contra la tuberculosis a través de la Caja contra la Tuberculosis de la Unión Nacional de Mutualidades Socialistas de aquel país.
La Caja fue creada gracias al esfuerzo de varios mutualistas belgas, destacando entre ellos, la figura de Arthur Janiux, autor del libro L’Evolution et les conquêtes de la Mutualité, en el año 1922. A la altura del verano de 1926 ya contaba con medio millón de afiliados.
En 1923 la Casa de los Mutualistas belgas compró la propiedad conocida como “dominio de Tribomont” con el fin de que sirviera de lugar de vacaciones de sus asociados y también de “preventorio” de los mutualistas de la Caja contra la Tuberculosis. Se podían admitir 60 niños y 25 adultos.
La Caja tenía como principal objetivo la lucha contra la tuberculosis de una forma eficaz y racional, creando, al efecto, un servicio permanente de atención (tratamiento) de enfermos y sospechosos de padecer la enfermedad, con médicos especialistas, además de ejercer una labor pedagógica con el mutualista y su familia en materia de profilaxis de la tuberculosis. La atención pasaba, además, por la estancia en preventorios y la hospitalización de los enfermos, salvaguardando la salud de sus allegados.
La Caja tenía como principal objetivo la lucha contra la tuberculosis de una forma eficaz y racional, creando, al efecto, un servicio permanente de atención
Pero, además, la Caja no solamente desarrollaba una labor sanitaria y asistencial, sino también social. Creó indemnizaciones para que el mutualista pudiera cambiar de oficio con el fin de evitar o curar la enfermedad, para la cura en sí y para la cura de sobrealimentación en el domicilio, además de para ayudar a las familias. Los ingresos para sostener estos gastos procedían de las Federaciones obreras adheridas, aportando 30 céntimos trimestrales por cada afiliado efectivo. En caso de afiliación del trabajador más su familia, la cuota ascendía a 75 céntimos.
Hemos trabajado con el número 5465 de El Socialista, del día 10 de agosto de 1926.
Arthur Jauniaux en el mutualismo socialista belga
Arthur Jauniaux (1883-1949) fue un socialista belga que se destacó en el mutualismo. Fue maestro de profesión, comenzando su compromiso en el sindicalismo educativo. En 1912 sería elegido secretario de la Federación de Mutualidades Socialistas del Centro, comenzando al año siguiente un trabajo con el fin de reagrupar las Federaciones de Mutualidades Socialistas, llegando a ser presidente de la Unión Nacional de las Federaciones de Mutualidades Socialistas de Bélgica. Siempre fue un defensor de bienestar social y de las mutualidades, y se le considera una autoridad belga y mundial en esta materia.
Pues bien, en 1923 publicó La evolución y las conquistas de la mutualidad en Bélgica, una de sus principales obras, de las muchas que escribió. En España, el destacado cooperativista socialista Regino González, se hizo eco de esta obra, realizando una reseña para El Socialista.
González elogió mucho este libro, al considerarlo de lo más completo y útil que existía para la propaganda del mutualismo. En el mismo se podía encontrar una acabada historia de las fases por las que había pasado el mutualismo desde la limitada solidaridad que se prestaban en la Edad Media los artesanos y compañeros, pasando por el período precapitalista y los primeros balbuceos de la mutualidad y la defensa profesional, que aún existían en ese momento, a mediados de los años veinte, en las Sociedades y Sindicatos de Oficio, bajo el nombre de Socorros y Base múltiple, hasta llegar al sistema de Mutualidad centralizada que disfrutaba Bélgica, que, como apuntábamos nosotros al principio del artículo, se había desarrollado de forma evidente.
Pero para González la parte histórica no era, ni mucho menos, la que más le había impresionado. Lo que más admiraba del libro era, en su opinión, el optimismo y la confianza en el porvenir. Y es que en la obra no se encontraba algo que parecía habitual cuando se realizaba cualquier empresa, por mediana que fuera, por parte de sus autores, es decir, recrearse en lo alcanzado. González achacaba esta costumbre al “ambiente de la organización burguesa” en que se vivía. Al contrario, el libro de Jauniaux era una obra de un socialista relatando la labor mutualista realizada por el Partido Obrero Belga, comparada con la que habían hecho otros, y sin envanecimientos de ningún tipo.
El libro del socialista belga era un elogio hacia el mutualismo, destilaba confianza en el mismo, en la necesidad de llegar al perfeccionamiento no para alcanzar ningún tipo de elogio o laureles sino para mitigar el dolor de los más humildes, partiendo, además, del principio de que era mejor prevenir que curar.
Hemos trabajado con el número 4708 de El Socialista. Podemos acercarnos al mutualismo belga en Histoire de la mutalité, en Solidaris. Brabant Wallon (en francés).
Eduardo Montagut es historiador. @Montagut