La Gran crisis ha sido secuestrada por la recesión económica. Desde fines de 2008 nos hicieron perdediza la debacle generalizada que debatíamos antes de que el estallido de la burbuja financiera y sus secuelas capturaran la atención de especialistas y legos. Escamoteo alarmante porque identificar crisis con crisis económica es hacer a un lado evidencias […]
La Gran crisis ha sido secuestrada por la recesión económica. Desde fines de 2008 nos hicieron perdediza la debacle generalizada que debatíamos antes de que el estallido de la burbuja financiera y sus secuelas capturaran la atención de especialistas y legos. Escamoteo alarmante porque identificar crisis con crisis económica es hacer a un lado evidencias de que vivimos un quiebre histórico que reclama un drástico cambio de rumbo, para encerrarnos en el debate sobre los meses que faltan para la recuperación y los ajustes necesarios para que se reanude la acumulación capitalista. El bache recesivo importa, claro, pero hay que ubicarlo en el desbarajuste múltiple y duradero que nos aqueja desde fines del pasado siglo. Y para esto hay que establecer algunas diferencias entre crisis múltiple y recesión:
1. La recesión es una típica crisis de sobreproducción de las que periódicamente aquejan al capitalismo, es decir, es una crisis de abundancia de oferta con respecto a la demanda efectiva, es decir, solvente. En cambio, la Gran crisis es un estrangulamiento por escasez, del tipo de las hambrunas que aquejaban a la humanidad desde antes del despegue del capitalismo industrial.
Cambio climático y deterioro ambiental significan escasez global de recursos naturales; crisis energética remite a la progresiva escasez de los combustibles fósiles; crisis alimentaria es sinónimo de escasez y carestía de granos básicos; lo que está detrás de la disyuntiva comestibles-biocombustibles, generada por el boom de los agroenergéticos, es la escasez relativa de tierras y aguas por las que compiten; tras de la exclusión económico-social hay escasez de puestos de trabajo, ocasionada por un capitalismo que al condicionar la inversión a la ganancia deja sin opciones de trabajo social a sectores cada vez más numerosos. Éstos y otros aspectos, como la progresiva escasez de espacio y de tiempo que se padece en los hacinamientos urbanos, configuran una Gran crisis de escasez de las que la humanidad creyó que se iba a librar gracias al capitalismo industrial y que hoy regresan agravadas porque el sistema que debía conducirnos a la abundancia resultó no sólo injusto, sino social y ambientalmente insostenible y ocasionó un catastrófico deterioro de los recursos indispensables para la vida.
2. Las recesiones económicas son por lo general breves y al desplome sigue una recuperación del crecimiento más o menos prolongada. La Gran crisis, en cambio, supone un deterioro duradero de las condiciones naturales y sociales de la producción, lapso en el que puede haber periodos económicos de expansión o de receso, pero cuya superación será lenta, pues conlleva la mudanza de estructuras profundas e inercias ancestrales.
3. La recesión es un estrangulamiento en el proceso de acumulación, puede describirse como erosión del capital por el propio capital y es una contradicción interna del sistema. Al contrario, la Gran crisis es un deterioro prolongado de la reproducción social, resultante de la erosión que el capitalismo ejerce sobre el hombre y la naturaleza y es una contradicción de carácter interno y externo.
4. Las recesiones alarman de inicio al capital porque sus saldos son desplome de ganancias e intereses, ruina de empresas, quiebras y destrucción de la capacidad productiva; el impacto sobre el salario, el empleo y el patrimonio de las personas es visto como un efecto colateral que se corregirá cuando el capital recupere su dinamismo. La Gran crisis, en cambio, preocupa de arranque a las personas porque la escasez lesiona directa e inmediatamente su calidad vida y sus posibilidades de reproducción social; sin duda también el capital se ve afectado por limitada disponibilidad de ciertos insumos, pero en general la escasez propicia el acaparamiento y la especulación, de modo que si bien, en perspectiva, está en riesgo la reproducción del sistema, en el corto plazo da lugar a ganancias extraordinarias.
5. La recesión es un tropiezo en el curso del capital que éste aprovecha para podarse y renovarse. La Gran crisis es una debacle múltiple que por un tiempo puede sobrellevarse con algunos parches, pero plantea la necesidad de un cambio de sistema.
6. La recesión es de carácter coyuntural y al sumarse al desgaste del patrón de acumulación de las últimas décadas puede transformarse en un golpe terminal al neoliberalismo. La Gran crisis, en cambio, es de carácter estructural, es en parte responsable del desgaste del patrón de acumulación y constituye un emplazamiento a jubilar no sólo al modelo neoliberal, sino al sistema capitalista en cuanto tal.
7. No es lo mismo enfrentar una recesión -es decir, una crisis de abundancia respecto de la demanda efectiva- que enfrentar, como ahora, una crisis de sobreproducción en el contexto de una crisis de escasez. Por sí misma la recesión nos emplaza a corregir algunos problemas del modelo neoliberal como la vampirización de la economía real por el sistema financiero, en cambio la recesión vista como parte de la Gran crisis nos emplaza a darle al estrangulamiento del modelo neoliberal una salida que enfrente también las contradicciones estructurales del capitalismo como sistema. La sola recesión nos emplaza a buscar reformas que le permitan al sistema seguir funcionando, la recesión en el contexto de la Gran crisis nos emplaza a buscar la salida a los problemas coyunturales por un camino que nos saque paulatinamente del sistema.
8. La recesión es breve, chicoteante, venenosa y aunque resulta de una acumulación de tensiones y desequilibrios económicos más o menos prolongada, es un típico evento de la cuenta corta que dura apenas meses o años. La Gran crisis, en cambio, es silenciosa persistente, caladora y su sorda devastación se prolonga por lustros o décadas, marcados por estallidos a veces intensos, pero no definitivos, que en la perspectiva de la cuenta larga configuran un periodo de crisis epocal.