Supongamos, solo supongamos, que las encuestas están marcando una tendencia sólida respecto a quién sería el vencedor en las próximas elecciones presidenciales. De inmediato surgen algunas interrogantes: ¿Cómo va a digerir la oposición unos resultados que le son adversos? Específicamente, ¿Cómo lo hará esa porción de la clase media que constituye su sector más radicalizado? […]
Supongamos, solo supongamos, que las encuestas están marcando una tendencia sólida respecto a quién sería el vencedor en las próximas elecciones presidenciales.
De inmediato surgen algunas interrogantes: ¿Cómo va a digerir la oposición unos resultados que le son adversos? Específicamente, ¿Cómo lo hará esa porción de la clase media que constituye su sector más radicalizado?
Pero no solo las reacciones del sector opositor generan preocupación: ¿Cómo asimilaría el sector chavista un nuevo triunfo? ¿Cuáles sería las orientaciones que imprimirían a este nuevo gobierno? ¿Cuáles serían las nuevas figuras que conformarían el equipo de gobierno? ¿Podría el Presidente gobernar durante todo el período?
Como se ve, son demasiadas preguntas que ameritan respuestas.
La probable derrota de la oposición el próximo 7 de octubre, posiblemente genere una onda de pesimismo dentro de la clase media, ya de por sí bastante influida por las sistemáticas campañas negativas que encuentran en ella su mejor receptor.
Por lo tanto, no solo es previsible «un golpe de desmoralización» . Sino que sectores de ella pueden verse tentados por proposiciones que los inviten a la acción insurreccional. Nunca faltará quien crea que no deben quedarse de brazos cruzados ante lo que pudiera ser «una arremetida del régimen contra la libertad».
Pero eso serían unos pocos, la mayoría entraría en un estado de desánimo que profundizaría su incredulidad en la viabilidad del país bajo un esquema político y social como el propuesto por Chávez.
No podemos saber si en el chavismo se alcanzaría a comprender que una de sus líneas estratégicas debe estar dirigida a crearles perspectivas a este sector social, formado por la base profesional del país. Es difícil alcanzar un cierto desarrollo si la clase media permanece en la acera del frente, confrontada abiertamente e irreductiblemente, contra el sistema gobernante.
A la postre, una parte del planteamiento político impulsado por el Presidente comienza a ser asumida por estos sectores. Que su candidato acoja las misiones como unas políticas que continuaría, así lo indican. Es verificable que en la masa opositora comienza a comprenderse que no hay proyecto político viable sin un alto contenido social.
Quizás esta comprensión pueda ser el punto de partida desde el cual se generen iniciativas que hagan nacer una oposición, que aun siéndola, sea capaz de coincidir en algunos objetivos con los que hoy considera sus enemigos irreductibles. Pero es indudable que el chavismo debe ayudar, asumiéndose como la fuerza hegemónica, en el sentido «gramsciano» del concepto, que va a orientar a un país de manera democrática.
Esta es otra de las claves: La Democracia. Ciertamente no hemos dejado de ser un sistema orientado en sus principios, pero no es posible negar que existan debilidades que amenazan con estancar el desarrollo de la sociedad. Si nos afirmamos en la comprensión de que solo en democracia podemos alcanzar muchos de los objetivos que a lo largo de nuestra historia como pueblo nos hemos planteado, una consecuencia lógica sería observar el desenvolvimiento político desde sus perspectivas. Ello introduce otra calidad en las relaciones que se estén dando entre los distintos factores y clases sociales en la sociedad venezolana. Entre otras cosas, facilitaría que sectores de la oposición se vean precisadas a «bajar sus armas» e integrarse plenamente a la lucha política, con lo cual se facilita la obtención de una paz duradera.
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