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Las pulsiones de Brasil

Acumulación mundial, dependencia exportadora y barbarie socioambiental

Fuentes: Rebelión

1. Gobierno Bolsonaro: primarización, sobreexplotación natural y fiebre exportadora Días antes de la jornada electoral controlada desde el Estado de excepción en Brasil, apunté principales elementos del proyecto económico del gobierno Bolsonaro: «El programa económico de Bolsonaro es la agenda del gran capital internacional. Significa la humillación de la soberanía nacional y la regresión de […]

1. Gobierno Bolsonaro: primarización, sobreexplotación natural y fiebre exportadora

Días antes de la jornada electoral controlada desde el Estado de excepción en Brasil, apunté principales elementos del proyecto económico del gobierno Bolsonaro:

«El programa económico de Bolsonaro es la agenda del gran capital internacional. Significa la humillación de la soberanía nacional y la regresión de las condiciones de dependencia a un régimen neocolonial con enormes transferencias de riqueza al exterior, vía deuda, programa privatizador radical, entrega de riquezas naturales (hidrocarburos, electricidad, agua, biodiversidad), creciente repatriación de ganancias con cargo en la regresión de la valorización salarial, entre otras vías.

El desmantelamiento de Electrobras, Petrobras, extranjerización del Pre-sal, una mayor liberalización comercial y financiera (privatización de la banca pública de desarrollo), y la elevación de importaciones asociada a una desindustrialización profunda seguida del deterioro de la investigación científica pública, podrán agudizar una mayor dependencia tecnológica y subordinación a la división internacional del trabajo en la nueva etapa de la revolución tecnológica-industrial 4.0. Con la renovada fuerza política del agronegocio, la economía se orienta al crecimiento de las exportaciones de bienes de bajo valor agregado, sustentadas en las mayores condiciones de explotación del trabajo, el fortalecimiento del latifundio, la sobreexplotación de la amazonia, el deterioro ambiental, lo que agravará los problemas de la economía brasileña».[1]

En otro trabajo redactado a poco más de cuatro meses de iniciado el gobierno Bolsonaro, señalaba la tendencia de una «crisis socioambiental permanente» vinculada a la especialización productiva exportadora:

«Una primera caracterización del proyecto económico, político e ideológico del nuevo gobierno puede definirse por una violenta restauración de la política económica neoliberal (privatización, disciplina fiscal, austeridad, desregulación, ataques y desaparición de servicios públicos como salud, educación, vivienda, agua, etc.) subordinada a una profundización de la acumulación financiera vinculada a su vez a una modalidad de reproducción ampliada del aparato de especialización productiva volcado a la exportación. El principal rasgo de este aparato productivo consiste en la primarización regresiva de la economía, lo cual implica un estado de crisis socioambiental permanente además de la acentuación del proceso de desindustrialización estructural. […]

En el nuevo estadio del salto tecnológico acompañado de una redefinición de los escalones en la división internacional del trabajo, a la que Bolsonaro cierra los ojos sometiendo al Brasil a la sobreexplotación de recursos naturales y de la biodiversidad realineándose a la geopolítica imperialista de EEUU, el nuevo gobierno pronuncia al extremo el abismo que separa al aparato productivo respecto de las necesidades del trabajador colectivo y de la mayoría de la población.[2]

2. Superexplotación del trabajo, patrón exportador y transferencias de valor

Dos recientes estudios demuestran la profundización de la concentración de la riqueza en Brasil en los últimos años. El primero ha sido elaborado por la Fundación Getulio Vargas, sobre la base de la Pesquisa Nacional por Muestra Domiciliaria (PNAD), del IBGE. La investigación intitulada Escalada de la desigualdad, muestra el agravamiento de la desigualdad experimentada en el periodo 2014-2019.

Al integrar el segundo trimestre de este año, Brasil acumula el 17º trimestre continuo en la concentración de renta. En este periodo, para la mitad más pobre de la población, la renta del trabajo descendió 17.1%, mientras que la renta del 1% de los más ricos registró un crecimiento de 10.11%. Así también, la franja de la población correspondiente al 40% de los intermediarios, cayó 4.16%. Se trata, de acuerdo con la investigación, de un proceso de concentración de renta sin precedentes, si se toma en cuenta la continuidad ininterrumpida del periodo.[3]

El segundo estudio es elaborado con datos del Relatorio de la Desigualdad Global, de la Escuela de Economía de París. La investigación señala que solo después de Qatar, los «superricos» de Brasil lideran la concentración de la renta a nivel global, siguiéndole a éste país, otro latinoamericano, Chile.

En Brasil, el 1% de la población brasileña (1.4 millones) concentra el 28.3% de los rendimientos brutos totales, los cuales perciben mensualmente R$140 mil (reales). En contraste, la mitad más pobre (71,2 millones) concentra el 13,9% de los rendimientos totales, con un ingreso en promedio de R$1.200, esto es, apenas por arriba de un salario mínimo.

Al considerar al 10% de los más ricos, en términos de la paridad del poder adquisitivo, los 14.2 millones de adultos captan el 55.5% de los rendimientos. En este segmento, Brasil empata con la India y solo es superado por Sudáfrica.[4]

Bajo el gobierno Bolsonaro, la tendencia en la concentración de riqueza y de la reproducción de la desigualdad se mueve en torno a su mayor acentuación.

En el marco de la crisis económica que no cede, con prácticamente cinco años de recesión en Brasil, el proyecto del gobierno actual pretende imponer una nueva etapa en la degradación-transgresión del tiempo de trabajo necesario para la reproducción del trabajador colectivo, esto es, removiendo obstáculos y endurecer las existentes relaciones de superexplotación del trabajo.

Dentro de esta nueva etapa se inscriben distintos mecanismos y procesos de agresión a los derechos y condiciones de vida del trabajador: la Reforma Laboral (2017), violación de contratos colectivos de trabajo, primacía de lo «negociado» sobre lo legislado; intermitencia y precarización del trabajo; ley de tercerización «total»; Reforma Previsional (aprobada en la Cámara de Diputados en el mes de julio), incremento de la edad de jubilación; disminución pensionaria; capitalización de los fondos de pensión (al quedar fuera de esta Reforma, se ha elaborado una nueva propuesta de Ley); ataque y desmantelamiento de organizaciones sindicales; desaparición del Ministerio de Trabajo; degradación de la justicia laboral, flexibilización de las normas de regulación del trabajo esclavo, infantil, de seguridad y salud del trabajo; flexibilización de la «formalidad» laboral; desvalorización salarial, prolongación de la jornada de trabajo; mayor intensificación del trabajo normativizada en la llamada «Minireforma Laboral» (Ley de la Libertad Económica, MP881), la cual fue aprobada días atrás, y que entre otras agresiones, buscaba extender la jornada laboral a los días domingos (en el Senado fue frenada esta última medida).

Las repercusiones de estos procesos cuyo significado reside en el incremento de la tasa de explotación, y por ende, en un nuevo periodo de violencia sobre las condiciones de consumo de los trabajadores, impactan sobre la acentuación de la desigualdad y concentración de riqueza. Esto se agravará en mayor medida mediante las nuevas bases de acumulación aceleradas por los planes de privatización radical anunciados.

El principal impacto de la desigualdad y superexplotación del trabajo recae en la contracción del mercado nacional, cuya contrapartida necesariamente arrastra a la economía a robustecer los nudos de dependencia con el mercado externo.

Ahora bien, sustentar la crisis económica mediante la mayor explotación del trabajo tiende a agravar los problemas y contradicciones de las economías dependientes.

Sostener al mercado externo como esfera dominante de realización del capital, que es a lo que conduce la superexplotación del trabajo y las sólidas condiciones de desigualdad reflejadas en la circulación y el consumo, recrea en otra escala una de las principales ataduras del ciclo de reproducción del capital que asume la economía dependiente: la escisión entre la estructura de la producción (local) y la esfera de la circulación (encauzada al exterior), esto es, la reproducción de una estructura productiva dependiente y subordinada a las demandas del mercado externo.

Sobre estas condiciones, la economía readapta su inserción dependiente a la economía internacional, marco «global» bajo el cual operan una serie de mecanismos de transferencias de valor (intercambio desigual; transferencias de ganancias a los países sede de las corporaciones trasnacionales; pago de intereses vía deuda externa, deuda pública; renta tecnológica; etc.), los cuales menoscaban a las economías dependientes sometiéndolas a la continua reproducción de un capitalismo mundial escindido entre el mundo dependiente y los países centrales.

En resumen, el nuevo periodo de superexplotación del trabajo fortalece las relaciones de dependencia externa, promoviendo una reproducción ampliada del patrón exportador.

Una economía con un crónico declive de la estructura industrial (la participación de la industria de transformación en el PIB fue de 11.3% en 2018), cuyos efectos impiden desarrollar el sector de servicios con alto grado de generación de valor, refuerza al agronegocio y la sobreexplotación de los recursos naturales como el principal eje de acumulación del capital.

El neofascismo del «ala bolsonariana», respaldado con el Gabinete de Seguridad Institucional (GSI) del «ala militar», y en alianza con el capital financiero (local-extranjero), la oligarquía latifundista del agronegocio, el imperialismo trumpista y sus históricos intereses geoeconómicos y geopolíticos en la Amazonía, representan el proyecto de un patrón exportador con base en la mayor depredación del territorio natural y explotación radical sobre la biodiversidad que resguarda el gigante sudamericano.

En un cuadro de crisis del capitalismo mundial, sin la menor expectativa de que se repitan los pocos años de bonanza económica previos a 2008, el proyecto que Bolsonaro representa reposa sobre transferencias de riqueza y de valor al exterior, intercambio desigual y barbarie socioambiental.

En otro momento, al señalar una línea directriz de este proyecto señalé: «la exacerbación del patrón de especialización productiva a que se dispone la asociación subordinada de Bolsonaro con Trump, tiene por detrás el socavamiento del aparato productivo tecnológico-industrial, e incidirá en las desiguales relaciones de apropiación de valor entre las economías, con impactos en la mayor explotación del trabajo, y graves consecuencias socioambientales para Brasil y el planeta».[5]

3. Crisis económica, golpe de Estado y alianza neofascista-militarista

La crisis económica mundial y brasileña en particular, agravó el inestable equilibrio de fuerzas que sustentaron a los gobiernos del PT, y desembocó en la crisis política de la Nova República postdictadura, que mediante el Golpe de 2016, se asistió a una metamorfosis político-estatal (de excepción) que ha girado en torno a una radical reestructuración en el proceso de reproducción del capital.

Dos años de gobierno Temer sentaron las bases del desmantelamiento del Estado social (neodesarrollista) llevado a cabo bajo la hegemonía de la fracción financiera (local-extranjera), del agronegocio y en mucha menor medida, del capital industrial. Posteriormente, el Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Fuerzas Armadas, medios de comunicación, iglesias, todos ellos asociados con las fracciones hegemónicas y al imperialismo estadounidense, construyeron un pacto de dominación de clase cerrando filas en la inhabilitación política de Lula y la elección del gobierno Bolsonaro. Las recientes filtraciones y reportajes del sitio The Intercept han revelado la profundidad del laboratorio real «articulado con los americanos» de la operación Lava Jato en la sentencia político-electoral-judicial en contra del político más popular de Brasil.

Una de la cuestiones centrales de la excepcional elección del gobierno Bolsonaro gira en torno a la reestructuración en el patrón de reproducción del capitalismo brasileño. Los principales procesos que se ponen de relieve son: Predominio de los intereses del capital financiero (ajuste, austeridad y servicio de deuda); especialización productiva concentrada en el agronegocio exportador; privatización del patrimonio público-productivo; desnacionalización de la economía; ofensiva al mundo del trabajo; desindustrialización; realineamiento al imperialismo estadounidense; mudanzas en las relaciones geopolíticas con el grupo de los BRICS; modificaciones en las relaciones geoeconómicas con China.

4. Fiebre exportadora, Amazonía y devastación ambiental

Como sabemos, la crisis ambiental y la deforestación de la Amazonía no son «accidentales» o de carácter «individual». Es un problema de orden estructural que se remonta al menos a las últimas tres décadas.

En la actualidad, la Amazonía está muy próxima de alcanzar el 25% en la tasa de desforestación, un nivel que volvería irreversible recuperar la vegetación y los enormes servicios socioambientales que produce.

La crisis socioambiental, que en las últimas semanas ha descollado con los incendios en la Amazonía, se inserta en la división internacional del trabajo, el modo en el que las economías del mundo dependiente son subordinadas a una incesante lógica de la acumulación mundial, misma que permanentemente reproduce asimetrías entre países centrales y países dependientes.

El despotismo que el capital ejerce sobre la naturaleza en los países dependientes, se ha insertado en la fiebre del mercado externo con la subsunción de territorios para la producción de productos básicos (soya, minerales, madera, carne, petróleo bruto, etc.) como eje de valorización del capital. El boom de los productos tradicionales (commodities) en la década anterior, estimulado por la demanda de la economía China y el crecimiento de los precios de estos productos, consolidó el patrón exportador de especialización productiva con el que América Latina se integró a los circuitos de la acumulación mundial en las últimas dos décadas.

El modelo de «crecimiento económico con distribución de renta» implementado en los gobiernos del PT, fue sustentado en dicho patrón de reproducción, el cual reposó en el agronegocio exportador, haciendo de China su principal socio comercial.

La extensión de las actividades ganaderas hacia la región de la Amazonía Legal, la apropiación de territorios, la expansión de las tierras para el cultivo de soya, la extracción exportadora de minerales, la explotación de madera, maíz, caña de azúcar (para agrocombustibles), representaron el motor de los megasuperávits comerciales en los años previos a 2008. Ello no dejó de presentar legislaciones que dieron impulso a los procesos de apropiación territorial a favor del capital y del usufructo infrasoberano de la Amazonía (Ley de Gestión de Florestas Públicas; Ley Floresta Zero; Plan de Aceleración del Grilagem [invasión de tierras]; Programa Amazonía Sustentable).[6]

El Estado organizó y articuló dicho proceso reproductivo del capital . A través del BNDES, se financiaron a las «campeonas nacionales», entre los cuales sobresalen grandes empresas del agronegocio (JBS, Bertin, Marfrig, etc.), actuantes en la región de la Amazonía Legal.

4.1 Salto exportador y especialización productiva

Apoyado en la explotación de recursos naturales, en las últimas tres décadas, Brasil experimenta un salto exportador, con mayor énfasis en la primera década de 2000.

De 31 mil millones de dólares (mmd) en el total exportado en 1990, pasa a 60 mmd en el año de 2002. En el año 2003 obtiene 73mmd, que ascienden a 93 mmd en 2004, 164mmd en 2007 y para 2010, el valor total exportado suma 201mmd. En la década de los noventa el valor exportado se duplican, mientras que en el primera de cada de 2000, prácticamente se cuadruplican.[7]

En los años noventa los productos tradicionales representarán en promedio el 40% de las exportaciones. A partir del año de 2010, los productos básicos comienzan a representar más del 50% de las exportaciones. Ello alimentará el debate sobre la primarización y desindustrialización de la economía.[8]

Con la crisis de 2008 y el fin del boom de los precios de los commodities, el valor de las exportaciones comenzó a caer. De 256 mmd (2011) a 236mmd (2012), 224mmd (2014), 190mmd (2015), 184mmd (2016).

Después de cinco años de caídas, solo vuelven a crecer en 2017 (217mmd) y en 2018 (239mmd). Dicho crecimiento fue sustentado por los productos básicos, tanto un aumento del volumen exportado, como en un incremento de los precios (otra vez dependiente de los precios).

La estructura exportadora brasileña se basa en la especialización productiva. Unas cuantas actividades la sostienen. Para 2010, solo cuatro grupos sostuvieron tres cuartas partes de las exportaciones agroindustriales: cereales, leguminosas (principalmente soya) y oleaginosas; caña y sacaríferas; productos florestales (madera, celulosa); carne (bovina, porcina, de pollo).[9]

En esta primera década de 2000, las exportaciones de los nueve estados que conforman la Amazonia Legal,[10] pasaron de 5mmd a 26mmd, un crecimiento multiplicado por cinco.[11]

A finales de la década, la Amazonía Legal se convirtió en la segunda región más exportadora de minerales en el país. En el 2010, solo el estado amazónico de Pará, representó la mitad (12.8mmd) de las exportaciones de esta región. La extracción de minerales (mineral de hierro y aluminio principalmente) bajo las megaempresas Vale, Alunorte y Albrás, exportaron más de tres cuartas partes (10mmd) de las exportaciones de Pará. Dicho estado se convirtió en las últimas décadas en el segundo estado exportador de minerales del país, solo detrás de Minas Gerais. Más del 75% de sus exportaciones reposan en la explotación de minerales, lo que torna a esta actividad un eje de acumulación clave en la región amazónica. El principal producto de exportación de Brasil es el mineral de hierro, y está por encima de la soya y el petróleo.

El estado de Maranhão, que integra también la Amazonia Legal, respondió por una cuarta parte de la industria extractiva en el año de 2008. Conocida es la devastación socioambiental que acompaña a las actividades mineras. Basta mencionar los derrames tóxicos en el municipio de Mariana (2015) y Brumadinho (2019) en Minas Gerais, con trágicas afectaciones humanas y ambientales en decenas de municipios, además de la enorme destrucción y contaminación que realizan (solo para obtener un kilogramo de oro se necesita remover más de 500 toneladas de materia bajo procedimientos altamente nocivos).

Mato Grosso representó alrededor del 9% de la producción mundial de soya y el 30% de la producción brasileña en 2015. Es el estado «campeón» en la producción y exportación de soya en más de una década. En 2018 contribuyó con 19 mil millones de toneladas (mmt) (equivalentes a 7,803 millones de dólares), de un total de 83 mmt que exportó Brasil (40mmd), primer exportador mundial de este producto. En 2017 y 2018, el estado representó dos terceras partes de las exportaciones nacionales de maíz. En este último año, contribuyó con el 20% de las exportaciones de carne bovina, equivalente a 1,119 millones de dólares. Mato Grosso es el líder nacional en la producción de commodities agrícolas, y más de la mitad de su producción se realiza en el mercado exterior.

4.2 Despotismo exportador y devastación de la Amazonía

La Amazonía tiene poco más de siete millones de km2 que recorren nueve países. Es la región más grande de bosque tropical en el planeta. Tiene un bioma extraordinario y sus servicios climáticos son fundamentales para el mundo. Produce el 20 por ciento de oxígeno y llega absorber mil millones de toneladas de dióxido de carbono (tres décadas atrás absorbía el doble), evitando la concentración de gases de efecto invernadero, que provocan el cambio climático. La cuenca del río Amazonas es la más grande del mundo, con un promedio de 230 milm3 de agua por segundo, alberga el 20 por ciento del agua dulce en la superficie terrestre. Aproximadamente el 60 por ciento de la Amazonía es parte de Brasil, país que ocupa el lugar 69 en el Índice mundial de Desempeño Ambiental.

Resulta cada vez más patente el vínculo existente entre la destrucción de la Amazonía con la profundización de la crisis ambiental global, la amenaza para el futuro del ser humano y de millones de especies.

Los graves procesos de deforestación, talas y quemas de bosque son producidos con la extensión de procesos de apropiación y concentración territorial dominados por las actividades agrícolas y ganaderas, a lo que se añade la expansión de la explotación de bosques, reservas y tierras indígenas por empresas mineras y madereras. Contribuyen igualmente con la deforestación, el desarrollo de infraestructura energética, de comunicación y transporte promovidas por el Estado, así como el incremento de cultivos ilegales, tala de árboles, tráfico de madera, trabajo esclavo, el aumento del grilagem[12] (invasión de tierras) y del garimpo (zonas de extracción minera autorizadas y no autorizadas y de baja escala).

Las actividades ganaderas son el sector que más impacta en la deforestación del territorio amazónico. Aproximadamente el 70 por ciento de las tierras deforestadas son habilitadas como áreas de pastoreo.

En el periodo 1997-2016 Brasil multiplicó por diez el volumen y el valor de las exportaciones de carne bovina. Brasil es hoy el mayor exportador mundial de este producto. Según las Asociación de Industrias Exportadoras de Carne de Brasil (ABIEC), en 2018 se alcanzó el record de un millón 640 mil toneladas de carne bovina exportadas, equivalentes a 6,570 millones de dólares. Tres empresas dominan el sector (JBS, Minerva, Marfrig).

Las actividades agrícolas, contribuyen con la desertificación, además del nocivo uso de agrotóxicos implementados (Bolsonaro ha liberado el uso de 280 agrotóxicos). Como hemos señalado, Brasil ocupa los primeros lugares a nivel mundial en exportación de soya, maíz, caña de azúcar, café, tabaco.

El Cerrado, una exuberante mezcla de bosque, sabana y tierra de pastoreo con una extensión de origen de 2 millones de km2 en la región centro y noreste, ha perdido aproximadamente la mitad de su vegetación originaria, lo cual se vincula al crecimiento del agronegocio. En el periodo 2006-2017, se calcula una deforestación de alrededor de 140 mil km2 del bioma del Cerrado, en contraste a los 80 mil km2 que experimentó la Amazonía en el periodo.[13]

En estos años, más de 17 mil km2 han sido deforestados exclusivamente para las plantaciones de soya en el Cerrado. Esta región, que representa el 5% de la biodiversidad del mundo, ha sufrido una tasa de deforestación dos veces más que la Amazonía, en el periodo señalado.

Como la Amazonía, el Cerrado brinda vitales servicios en los ecosistemas. Es fuente de tres acuíferos y de ocho de los principales ríos del país. De continuar con la especialización productiva sustentada en el agronegocio y el avance en la deforestación, los efectos (escases de agua, mayor impacto de fertilizantes, plaguicidas, entre otros) serían aún más devastadores. (Ibídem)

El Secretario General de la ONU, António Guterres, ha declarado que «no podemos permitir más daños a una fuente importante de oxígeno y biodiversidad». El problema de la ONU es que no puede reconocer la dialéctica de la acumulación mundial que tiende a perpetuar la debilidad de las economías subdesarrolladas y dependientes en un mundo fracturado por desiguales condiciones científico-tecnológicas, distintos grados de composición orgánica de capital y diferenciados niveles de productividad. Las condiciones actuales de acumulación global reproducen la subordinación de nuestros países a los patrones de especialización en recursos naturales y bienes de escasa generación de valor.

Visto como un todo, residen en la esencia de la socialización global del trabajo y de su permanente jerarquización que configura y subordina al vigente patrón latinoamericano exportador, las devastadoras consecuencias en la naturaleza, biodiversidad y medio ambiente de nuestros países, cuyos efectos, agravan la crisis ecológica global y amenazan a la humanidad.

En este sentido, el orden asimétrico de la acumulación de capital a escala global exacerba en los países dependientes no sólo los desequilibrios sociales ligados al subdesarrollo, sino las contradicciones socio-ambientales que le subyacen y cuyos efectos son de alcance planetario.

4.3 Desertificación y siniestros: una correlación destructiva

A raíz de la extensión y proliferación de devastadores incendios en las últimas semanas en la Amazonía, los cuales suscitaron protestas e indignaciones en todo el mundo, el Programa de Incendios del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) ha dado a conocer el registro de 72 mil 843 focos de incendio en todo Brasil entre enero y agosto (19) de este año.

El registro señala un crecimiento de 83% respecto al mismo periodo de 2018, en el que se presentaron 39 mil 194 focos de incendio. En Bolivia, Perú y Paraguay, el INPE registró respectivamente, 1.618, 1.166 y 465 focos de incendio en este periodo. Brasil registra en este año la mayor cantidad de focos de incendio desde 2013.

En el bioma amazónico, el INPE registró 32 mil 728 focos de incendio entre el primero de enero y el 14 de agosto de este año. Dada la mayor humedad en la Amazonía que en los últimos tres años, la hipótesis de la sequía como causa de los siniestros es insustentable.

Los incendios se deben fundamentalmente al aumento en la desertificación de las áreas verdes.

Como señala el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM), la proliferación de los siniestros y de la propagación del fuego «está directamente relacionada a la acción humana, y las llamas acostumbran seguir el rastro de la deforestación: en cuanto mayor es la tala, mayor es el número de focos de calor».[14]

De principios de año y hasta el 19 de agosto, Mato Grosso lidera el número de incendios con 13 mil 682, un 87 por ciento más que el mismo periodo del año anterior, llegando a superar la mayor cantidad de incendios que registró este estado en 2016 con 12 mil 896 focos.

La investigación del Ipam para el periodo de enero a julio de 2019 arroja un dato relevante: «Los diez municipios amazónicos con los brotes de incendios más altos también fueron los que tuvieron las tasas de deforestación más altas» (Ibídem).

De acuerdo con la nota técnica del Ipam, si bien la relación deforestación e incendios ha sido mucho más intensa en este año, ello conduce a la población de las ciudades de la Amazonía, o incluso fuera de ella, a respirar un aire mucho más contaminado que el existente en las grandes urbes, lo que implica daños a la salud «potencialmente catastróficos».

Basta mencionar el fatídico día 19 de agosto en la propia ciudad de Sao Paulo. A las tres de la tarde, el día devino una espesa obscuridad y «lluvia negra» formada por grandes cortinas de humo llegadas de la proliferación de incendios en el país.[15]

5. La marcha de la deforestación en la Amazonía (subsunción territorial al capital)

De acuerdo con datos del INPE, y el proyecto PRODES, que realiza el monitoreo por satélite de la deforestación en la Amazonía Legal, entre los años 1978-1997 se deforestaron 532 mil km2 (equivalente a dos estados de Sao Paulo).

Una investigación realizada en la Universidad de Oklahoma, señala que en el periodo 2000-2017 la Amazonía brasileña experimentó una deforestación de alrededor de 400 mil km2. La estimación es muy relevante, puesto que advierte de más del doble de los 180 mil km2 que reporta el sistema de monitoreo de deforestación anual realizado por el INPE en el mismo periodo.[16] Así, el estado minero de Pará, el exportador agropecuario de Mato Grosso, y el estado de Roraima y sus miles de garimpeiros, despuntan como los estados con mayor deforestación de la región amazónica.

Con datos del INPE, mostramos en el Cuadro 1 y Gráfico 1, la marcha de la deforestación en la Amazonía Legal en el periodo 1995-2018. Los datos muestran un descenso a partir de 2004 hasta 2012, no obstante, el incesante paso de la deforestación continúa. A partir de 2012 -año en que comienzan a reflejarse las repercusiones en las exportaciones a raíz de la crisis de 2008- comienza a agravarse la tasa de deforestación. Según han señalado distintos especialistas, ello ha sido posible mediante la flexibilización de las normas de preservación en el Código Florestal de 2012. Como se observa, para el año 2018 se registró la mayor tasa de deforestación desde 2008.  

En 2019, de acuerdo con datos del mismo instituto, la deforestación en la Amazonía registró en el mes de mayo un volumen de 739km2 (73 mil 900 hectáreas), esto es, ¡dos campos de futbol a cada minuto!

En el mes de junio, la deforestación alcanzó un volumen de 920km2, un aumento de 88% en relación al mismo mes del año 2018 (año de mayor nivel de deforestación en la última década).

En Julio, la deforestación abarcó un volumen de 2.254 km2, esto es, 278% mayor que el verificado en el mismo mes de 2018.

Cuando el INPE hizo públicos los datos sobre los volúmenes de deforestación de los últimos meses, Jair Bolsonaro dimitió al director Ricardo Galvão, y el general Heleno, respaldó al presidente acusando que no debe hacerse una «mala imagen» de Brasil en el exterior.

Como se observa, la tendencia en la elevación de la deforestación en el gobierno Bolsonaro es radical. Ésta reposa en la fuerza política del agronegocio y la bancada «ruralista» aliada del gobierno. Se respalda en el proyecto económico depredador que representa el Ejecutivo, el cual buena parte de éste se sustenta en la mayor intensidad de apropiación de territorios y recursos naturales (metales preciosos, minerales, agua, actividades agropecuarias). El discurso de Bolsonaro y las medidas gubernamentales hasta hoy adoptadas apoyan a su vez esta tendencia hacia una peligrosa etapa en la devastación de los recursos naturales en el país.

6. El febril discurso entreguista y antiambiental de Bolsonaro

Entre las principales promesas de campaña de Bolsonaro estuvieron el fin de las sanciones ambientales, el recorte de áreas protegidas y el socavamiento de las ONG ambientalistas. En noviembre de 2018, un mes después de la elección presidencial, la deforestación de la Amazonía creció 406% en relación al mismo mes de 2017.[17]

El presidente brasileño ha hecho público sus intereses respecto a la Amazonía. Impulsa abiertamente una política de sobreexplotación de tierras y recursos naturales con el objeto de transformar a la región en un polo económico con un desarrollo «semejante al de Japón».

En múltiples ocasiones, ha cuestionado la «inmovilización» del territorio brasileño a «causa» de las reservas indígenas y cuestiones ambientales. El segundo día de iniciado su gobierno expresó en twitter: «Más del 15% del territorio nacional está demarcado como tierra indígena y quilombolas. Menos de un millón de personas viven en estos lugares verdaderamente aislados de Brasil, explotados y manipulados por las ONG. Juntos integraremos a estos ciudadanos y valoraremos a todos los brasileños».

Para ese momento, y en el mismo día de toma de posesión del gobierno, ya había firmado un decreto en el que transfería la demarcación de tierras indígenas al Ministerio de Agricultura, cuya ministra en turno, Teresa Cristina, es la máxima representante de los intereses fincados en la concentración territorial. El decreto fue suspendido por el Supremo Tribunal Federal (1/8/2019), regresándole sus funciones a la Fundación Nacional del Indio (Funai).

Según lo señaló este 27 de agosto, para el excapitán, certificar y proteger territorios indígenas significa «inviabilizar» al país. ¿Se referirá Bolsonaro a «inmovilizar» e «inviabilizar» los intereses del imperio en el país?

El presidente ha criticado al Instituto Brasileño para el Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (IBAMA) como un «obstáculo al desarrollo». Con el nuevo gobierno, se le ha recortado al instituto un 25% del presupuesto. Entre los sectores más debilitados, lo ha sido el financiamiento para la prevención y control de incendios forestales, además de que se han flexibilizado acciones contra la tala ilegal, la agricultura y minería que no cesan con la desertificación. De esta manera, desde el Ejecutivo se vienen desregulando y desmantelando políticas ambientales de gobiernos anteriores (a excepción del Gobierno Temer).

Los discursos de Bolsonaro predican la mayor apropiación de territorios de la Amazonía para su sobreexplotación. Uno de los objetivos de la Reforma sobre posesión y portación de armas de fuego gira en torno a fortalecer a los latifundistas, abastecerlos de armas, al tiempo de socavar violentamente los derechos de los pueblos indios, criminalizar a los movimientos de lucha social, tales como los Sin Tierra, organizaciones ambientalistas, entre muchos otros (Brasil lidera el número de asesinatos en contra de ambientalistas). Arguyendo de una narrativa conspirativa, fue a las ONG´S ambientalistas a las que el presidente recientemente responsabilizó como las causantes de los incendios, para debilitar su gobierno.

El presidente y su ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, defienden el establecimiento de hidroeléctricas y de vías férreas en zonas protegidas. En días recientes, Bolsonaro señaló que retomará los proyectos de las termoeléctricas en los estados de Roraima (Bem Querer), y en Rondônia (Tabajara). Se trata de dos viejos Megaproyectos vinculados al sector eléctrico, los cuales fueron promovidos en los gobiernos de Lula y Dilma. Dichos proyectos lograron ser paralizados por sus nocivos efectos contra el medio ambiente y los territorios indígenas.

Asimismo, las comunidades indígenas han venido denunciando invasiones a sus territorios por parte de empresas mineras, ganaderas y madereras. El sábado 24 de agosto, de acuerdo con un reportaje en el diario Folha, en el estado amazónico de Pará, que por mucho registró los mayores niveles de deforestación entre 2017-2018, los indios xikrins, ante las omisiones de las autoridades, hicieron frente a la invasión de tierras llevada a cabo por grileiros (invasores).[18] De acuerdo con el reportaje, cuando una indígena encaró a uno de los invasores, éste exclamó: «La tierra está liberada, Bolsonaro la liberó, por eso venimos». (Ibídem) Los indios lograron que invasores se retiraran de sus tierras, pero entonces, ya había 15 km2 de áreas verdes carbonizadas. Los grileiros amenazaron con volver.

Lo que Trump predica con su racismo, odio y supremacismo en contra de los inmigrantes, Bolsonaro lo emula en contra de indios, ambientalistas y «comunistas».

El discurso latifundista, mercantilista y antiambiental de Jair Bolsonaro, alienta y enardece a sus interlocutores. Hacenderos de la región amazónica, al sudoeste del estado de Pará, organizaron y propagaron la realización de una jornada el día 10 y 11 de agosto, a la que llamaron «día del fuego». Entrevistado por un diario local, uno de los organizadores de la jornada señaló: «Necesitamos mostrarle al presidente que queremos trabajar y la única forma es desmatando. Y para formar y limpiar nuestros pastos, es con fuego».[19]

Es por ello que, el sábado 10 de agosto, la ciudad de Novo Progresso, la más cercana de la región, multiplicó por tres (en relación al día anterior) el registro de focos de incendios, llegando a 124. El domingo 11, registró 203 focos. La ciudad de Altamira multiplicó por siete los incendios, llegando a 194 el día sábado. En otras ciudades de la región amazónica, igualmente proliferaron los siniestros, varias de las cuales vieron cubrir sus cielos por enormes cortinas de humo. La PGR ha abierto una investigación en contra de los responsables de una «acción orquestada» y «largamente cultivada» operación de propagación de incendios en la región amazónica de los estados de Amazonas, Pará, Acre y Rondônia.[20]

Por otro lado, Bolsonaro representa un mayor impulso a las actividades extractivas basadas en la explotación y exportación de oro. En 2018, el gigante suramericano exportó 95 toneladas de oro (más de 2mmd), y en la última década, obtuvo un crecimiento de 150% de sus exportaciones. La tendencia podrá acentuarse dado el nuevo auge internacional en la demanda y precio de este metal acelerada por la guerra geopolítica, tecnológica y comercial entre Estados Unidos y China.

Así también, el excapitán predica la explotación de las riquezas minerales en la Amazonía. Ha llegado a señalar que su padre fue garimpeiro (buscador de oro), y ha dicho que él «tiene el garimpo en la sangre». Así, sin reparar en sus devastadoras consecuencias socioambientales, ha hecho públicos sus intereses en legalizar el garimpo (zonas de extracción de oro) en la región amazónica, y convertirla en múltiples «mini-Serras Peladas», esta última expresión, en referencia a la conocida región aurífera «Sierra Pelada» sobreexplotada en el país de los años ochenta, y que el extraordinario fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, retrató y mostró al mundo lo que es el trabajo en la minería.

En este contexto, Bolsonaro ha llamado a la explotación de la tierra Yanomami, en el estado amazónico de Roraima. Dicho estado, sin tener una sola empresa minera oficial, ha venido acrecentando sus exportaciones de oro (¡oficiales!), sobre todo a partir de enero de este año.

Con el discurso bolsonariano, y la eliminación de bases que obstaculizaban el acceso de garimpeiros a territorios reservados, éstos se han expandido. Alrededor de 10 mil buscadores de oro se han adentrado en los territorios Yanomami, los cuales se han incrementado en los últimos meses.[21]

El Ministerio de Minas y Energía estudia un proyecto solicitado por Bolsonaro para regularizar el garimpo en tierras indígenas, lo que socaba los derechos de los pueblos con brutales consecuencias para el bioma amazónico.

A este proyecto de apropiación territorial bolsonariano, habría que añadir el proyecto de ley presentado por el senador Flavio Bolsonaro en el pasado mes de abril. Dicho proyecto pretende poner fin a la «reserva legal» de vegetación nativa que el Código Florestal estipula para las propiedades rurales.

Si bien la Amazonía está cerca de un 25% de deforestación, y por tanto, existe el riesgo de pérdida de su capacidad de regeneración, lo que podría transformarla por ejemplo, en un bioma de sabana, el Código Florestal estipula que el productor mantenga de «reserva legal» el 80 por ciento de vegetación nativa en la Amazonía, y el 35 por ciento en el Cerrado. Para los productores, eso es un «costo» inadmisible, y responden: «Si eso es importante para el equilibrio ambiental, necesita tener un valor» (sic).[22] ¡El valor valorizando el Armagedón climático!

Como señala Bernardo Esteves, en caso de aprobarse el proyecto del hijo del excapitán, serían deforestadas 156 millones de hectáreas, equivalentes a seis estados de Sao Paulo. (Ibídem)

7. Competencia interimperialista por la Amazonía: el papel de la región en la acumulación mundial

En días recientes ha circulado en redes sociales un video en el que se muestra al entonces candidato a la presidencia, Jair Bolsonaro, aceptando abiertamente que ha tenido «aproximaciones» con funcionarios del gobierno de Estados Unidos, y lo primero que señala después de advertir que trató con ellos de «algunos temas», es que «sólo un ingenuo puede pensar que la Amazonía es de los brasileños», y posteriormente sentenció: «la Amazonía no es más nuestra».

Ya instalado en la presidencia, Bolsonaro ha hecho públicas sus pretensiones de «explotar la Amazonía con Estados Unidos», lo que refuerza la idea de que la «victoria» electoral de Bolsonaro representó un triunfo geoestratégico del imperialismo estadounidense.

Ahora bien, históricamente, los países latinoamericanos han contribuido con enormes y decisivos aportes a la dinámica de la acumulación mundial, así como a acelerar las capacidades productivas de los países centrales.[23] Fue la participación de las economías exportadoras que ayudaron a la formación de un mercado de materias primas industriales y de alimentos, lo que empujó la especialización productiva en bienes industriales en aquellos países (con Inglaterra en el corazón del mercado mundial), así como desempeñó un papel fundamental para superar los obstáculos de la acumulación, por ejemplo, el declive de la tasa general de ganancia.[24]

Bajo las condiciones del siglo XXI, vemos a este cuadro histórico volver a presentarse.[25] El relativo auge del patrón exportador latinoamericano, empujado por la mayor economía de la región, responde a las demandas de materias primas industriales y alimentos de un dragón en ascenso tecnológico-industrial convertido en el nuevo «taller del mundo».

Ha sido a través de sus fuentes de abastecimiento, sus centros productores de bienes tradicionales, y del desarrollo de estos mercados, que la región, fundamentalmente Sudamérica, ha contribuido a acelerar las capacidades productivas de la economía de China, a modificar sus condiciones de acumulación hacia métodos de plusvalía relativa, y ha contribuido a resolver dificultades de valorización y de la tasa de ganancia.[26]

Procesos y contribuciones de esta significación (sea con recursos naturales, transferencias de valor, procesos de desacumulación-desposesión, etc.) que realiza la región latinoamericana a la acumulación mundial, y en esa medida, a las economías centrales, representan una causalidad primaria en las contradicciones inter-imperialistas que involucran a la región.

En las turbulentas condiciones y contradicciones inter-imperialistas (EEUU, China, Rusia, UE, Irán, India, Israel), cuyos distintos intereses se han establecido con creciente fuerza en el subcontinente, los extraordinarios depósitos de recursos naturales y biodiversidad (tierras, aguas, energéticos, minerales, agrícolas, forestales, etcétera) que alberga la región, agudizan sus caracteres vitales y decisivos.

La Amazonía es un polo estratégico-territorial en el impulso a los procesos y circuitos de acumulación. Ello, en la nueva etapa de especialización vinculada a la cuarta revolución tecnológico-industrial, lo que exige, para los países centrales, reservorios de abastecimiento para la valorización mundial del capital (incluido el «complejo militar-industrial»), control de flujos, socavar intereses «hostiles», etc. Es el caso, por ejemplo, del golpe permanente sobre Venezuela impuesto por el imperialismo de EEUU, y las respuestas del eje Rusia/China/Irán. No debe soslayarse que, tras casi tres años de intensa ofensiva trumpista-imperialista en la región (Cuba, Nicaragua, etc.), en los primeros meses de 2019, Mike Pompeo señaló: «El hemisferio occidental es nuestro».

Todo ello se refleja en el reciente conflicto diplomático protagonizado entre Bolsonaro (en total sumisión de EU), E. Macron, Ángela Merkel y el respaldo de Trump al primero.

El hecho de que Macron apelara a un «estatus internacional» de la Amazonía, significa que en tiempos de crisis mundial del capital, los países centrales están inconformes con las condiciones de jerarquización del sistema mundial. No bastaría con el intercambio desigual, enclaves trasnacionales en energéticos, minerales y agropecuarios en los países de la región, sino que, buscan incrementar el aseguramiento de territorios y condiciones en que serán producidos, comercializados y abastecidos los valores de uso que demandan, cuando no, establecer nuevos procesos de desacumulación-desposesión sobre la región bajo el tenso arco de las contradicciones inter-imperialistas.

Coda

Como puede advertirse, las condiciones de las economías dependientes vuelven a presentarse de una forma aún más aguda. En términos históricos, bajo escenarios muy distintos, marcados por: el ascenso de la economía China (y de un mundo multipolar); la hegemonía del capital financiero; el declive de Estados Unidos; la disputa por la hegemonía mundial; la nueva doctrina de seguridad nacional de EEUU y su política hiper-militarista; la «guerra híbrida», la crisis climática global.

Resolver los obstáculos que presenta la valorización de los países centrales, responder a sus demandas en tanto economía secundaria y subordinada, es la vuelta a la economía exportadora de otros tiempos bajo estas condiciones del siglo XXI. Las contrapartidas se repiten y se agravan con mayor intensidad: el menoscabo de la soberanía y de la participación democrática; la degradación de las condiciones de explotación del trabajo; la mayor depredación de los recursos naturales en detrimento de las condiciones ambientales.

Uno de los desafíos actuales reside en cuestionar un patrón de reproducción dependiente del mercado internacional cuya inviabilidad histórica se profundiza en los tiempos de la industria 4.0, que perpetúa al mundo de los países subdesarrollados en la división del trabajo internacional, y que tiene sus límites ante el estancamiento global agravado desde 2008, la acentuación de la guerra comercial, procesos que anuncian la irrupción de una nueva crisis económica mundial.

La respuesta que el capitalismo brasileño ha dado a la crisis económica ha sido la salida neofascista/militarista, el despotismo oligárquico contra el trabajador colectivo y la naturaleza, acelerando transferencias de valor al exterior y agravando la barbarie socio-ambiental, y en consecuencia, la crisis climática global.

Las disputas inter-imperialistas y el lugar que ocupan los países latinoamericanos, y sus luchas de emancipación dentro de estas contradicciones y antagonismos en curso, empujan a la región a la mayor intensificación de sus conflictos.

Notas

[1] «Desdoblamientos del Estado de excepción», Octubre/2018, https://herramienta.com.ar/articulo.php?id=2918

[2] «Neofascistas vs militaristas: Reproducción del capital e inestabilidad hegemónica en Brasil», 15/05/2019, https://www.rebelion.org/noticia.php?id=255951

[3] Ver, https://opiniao.estadao.com.br/noticias/notas-e-informacoes,escalada-da-desigualdade,70002970926

[4] Ver, https://temas.folha.uol.com.br/desigualdade-global/brasil/super-ricos-no-brasil-lideram-concentracao-de-renda-global.shtml

[5] Neofascistas vs militaristas… Op. Cit.

[6] Ver, Edmilson Brito Rodriguez, Território e soberanía na globalização. Amazônia, Jardim de águas sedento. Tesis Doctoral en Geografía Humana, Universidad de Sao Paulo. 2010. https://www.teses.usp.br/teses/disponiveis/8/8136/tde-22112010-164131/publico/2010_EdmilsonBritoRodrigues.pdf . A este respecto ver, Capítulo 12: «Normativización y uso hegemónico del territorio en la Amazonía».

[7] En el periodo 2000-2011, los productos agroindustriales verán quintuplicarse, pasando de 21mmd a 99mmd. José Marangoni Camargo, et all, Múltiplas faces da crise econômica e financeira mundial, Projeto Editorial Praxis, 2012, p. 96.

[8] Ver, Fernanda De Negri, Gustavo Varela, «A primarização da pauta de exportações no brasil: ainda um dilema», IPEA, 2010, http://www.ipea.gov.br/portal/images/stories/PDFs/radar/110509_radar13_cap1.pdf

[9] José Marangoni Camargo, Op. Cit. p. 97.

[10] Los estados de Acre, Amazonas, Roraima, Rondônia, Pará, Amapá, Mato Grosso, Tocantins, Maranhão.

[11] Alessandra Cardoso, Alexandre Ciconello, «La amazonia violada», Instituto de Estudios Socioeconómicos (INESC), SocialWatch, 2012. http://www.socialwatch.org/es/node/14071

[12] Ver, Mauricio Torres, Juan Doblas e Daniela Fernandes Alarcon, Conexões entre grilagem e desmatamento no sudoeste paraense, Instituto Agroeconómico de la Amazonía, 2017. Puede consultarse en: 

https://www.socioambiental.org/sites/blog.socioambiental.org/files/nsa/arquivos/dono_e_quem_desmata_conexoes_entre_gril1.pdf

[13] Claire Asher, «El comercio de soya de Brasil está conectado a la deforestación y las emisiones de carbono», 14/07/2019, https://es.mongabay.com/2019/07/soya-brasil-deforestacion/ .

[14] Ver, «Nota técnica – Amazonía en llamas«, 20/08/2019, Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía, (IPAM), https://ipam.org.br/wp-content/uploads/2019/08/NT-Fogo-Amazo%CC%82nia-2019-1.pdf

[15] https://es.mongabay.com/2019/08/amazonia-brasil-incendios-de-bosques/

[16] https://www.bbc.com/portuguese/brasil-49426494

[17] Bernardo Esteves, «O meio ambiente como estorvo», Revista Piauí, Junio 2019. https://piaui.folha.uol.com.br/materia/o-meio-ambiente-como-estorvo/

[18] Ver, https://www1.folha.uol.com.br/ambiente/2019/08/abandonados-pelo-governo-federal-indios-xikrin-retomam-area-de-grileiros-no-pa.shtml

[19] https://www1.folha.uol.com.br/ambiente/2019/08/em-dia-do-fogo-sul-do-pa-registra-disparo-no-numero-de-queimadas.shtml

 

[20] https://www.dw.com/pt-br/pol%C3%ADcia-federal-intensifica-apura%C3%A7%C3%A3o-sobre-queimadas-na-amaz%C3%B4nia/a-50180319

 

[21] https://www.bbc.com/portuguese/internacional-48534473

 

[22] Bernardo Esteves, Op. Cit.

[23] Ver Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia. México, 1974, Era. A este respecto, Cap. 1. Consúltese en línea: http://www.rebelion.org/docs/55046.pdf

[24] Como fue explicado por Ruy Mauro Marini (Op. Cit), la contrapartida para nuestros países, engendró el «carácter contradictorio de la dependencia», cuya expresión principal configuró el desarrollo de un modo de acumulación fundado en la mayor explotación del trabajo, esto es, el régimen de «superexplotación del trabajo». Éste incidirá en la conformación de una modalidad particular de reproducción del capital en las economías dependientes.

[25] Esta tesis es expuesta por Jaime Osorio en, «América Latina en la valorización mundial del capital», en Osorio, J. Teoría marxista de la dependencia, México, UAM-I-ITACA, 2016. pp. 381-402.

[26] (Ibídem). La contrapartida para nuestros países fue, la mayor profundización de la dependencia exportadora, de la especialización productiva en bienes tradicionales, una mayor concentración del capital, un mundo de trabajadores superexplotados, precarizados, y los enormes impactos socio-ambientales que acompañan esta modalidad de integración al ciclo mundial de valorización.

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